Foto: I.N., Reflejo en la ventana, Barcelona, 2010
Una mujer arrastra un perrillo por la correa. El pobre animal, diminuto, ligerísimo y peludo, intenta llevar a cabo su trabajo de reconstrucción histórica -no crean que enloquezco, lo vi una vez en un reportaje llamado "Mi vida como un perro"; al parecer, cada perro, al olisquear los rastros de los efluvios de otros congéneres, elabora una especie de mapa histórico de los que han pasado por allí, sus tamaños, "razas" (por llamarles así, ya que según todos los genetistas dignos, los que no son de extrema derecha, las razas ya no existen hace tiempo, ni siquiera entre los perros, todos somos mezcla, ni tampoco existe esa mayoría de Rh negativo entre los vascos; ¡no existen razas, sólo racistas!) y llega a averiguar bastantes datos de los transeúntes, sólo mediante el olor. ¡Un trabajo fascinante que puede competir con los mejores investigadores!-, pero su ama nada sabe y, arrogante y autoritaria, tira de él en su ignorancia y le conmina a seguir con gritos vulgares, convencida de que sus recados banales son mucho más importantes que el trabajo del perro... o la película de la tv, a juzgar por su expresión. ¿Y por qué tiene la gente perros, si no puede respetarlos ni comprenderlos? Si pudiera notificarnos sus conclusiones, el perrillo sería candidato a la medalla Ramón y Cajal, por ejemplo, mientras que ella no parece candidata a nada, excepto al premio a la banalidad televidente, a juzgar por los gritos que da. Yo podría intervenir: hacerle un favor al perrillo y facilitarle su labor investigadora explicándoselo a su dueña, pero dada la expresión simiesca de ella, dudo que me hiciera caso y temo que al llegar a su casa, tomara alguna represalia. ¡El perrillo parece muy delicado!
A la vuelta de mi recado y cargada con una bolsa que pesa demasiado y con mi pobre rodilla craquelée, tengo que detenerme en una acera obstaculizada. De una ambulancia privada baja una señora mayor de aspecto muy frágil y un enfermero la ayuda a entrar en casa. Se quedan parados un momento ahí en medio y él podría dejarme pasar, pero no lo hace. Imagino que, si le pido paso, podría decirme que en poco tiempo yo estaré igual. Para entretenerme mientras mi rodilla late, sigo imaginando el improbable intercambio, me imagino diciéndole: Ah no, antes... y haciendo un gesto de pegarme un tiro en la sien. Me pongo a pensar si un tiro sería una buena manera de acabar, y concluyo, primero, que más valen dulces opiáceos, y segundo, pienso en el Résumé de Dorothy Parker (por cierto, me han invitado a dar una charla sobre ella en el Laboratorio de Escritura, a finales de este mes). Mi pensamiento ha durado cosa de segundos; salvada por Dorothy P., pero... Y en ese momento me doy cuenta: la reducida vida de M., su rápida evolución hacia la total desmemoria y el deslenguaje, su ingreso en la residencia modernista, que será mañana, si todo va bien, me afecta más de lo que imaginaba.
Llego a casa y aquí está Rufus, mirándome con sus ojos de tonalidades cromáticas imposibles e irradiando oleadas de su plácida filosofía epicúrea. Pensando en el jardín de Epicuro, dentro de poco me voy a recorrer unos jardines que fueron privados y son públicos, si mi pierna acepta llevarme. Venía andando cargada de dudas y planes para mi novela, pero qué gallina, se me ha hecho tarde; tal vez maduren en ese paseo por las hiedras.
11 comentarios:
¿Jardines que fueron privados?, ¿cuáles son, dónde?, en una ciudad con tal escasez de verde vale la pena estar informado de ello. ¿Nos cuentas?
Sencillamente espléndido tu comentario sobre ciertos paseantes de perros, bastantes, muchos, sino la mayoría. A veces tengo que "explicarle" a mi perra que no hay nada que hacer cuando ve que no puede olisquear a otro congénere aunque éste tenga también interés en ella si su amo no quiere. ¿No ocurre lo mismo con los niños?. Hace unos días presencié una escena terrible, unos padres que obligaban a una niña ya crecidita a ir en cochecito cuando ella quería caminar. Contrariar porque para ellos era más rápido y cómodo, y eso a la hora del paseo.
Así es que uno se encuentra con tanto perro neurótico y también concluye que los niños barceloneses, catalanes o españoles, solamente saben o gritar o llorar.
Eph, lo de los jardines te lo diré en privado, son "durandianos", ya sabes, y valen la pena. A tu perrilla le encantarán... Y hay muchos pájaros
Sociedad de consumo
http://www.cosasdeperro.com/2007/12/alquiler-de-perros-por-horas-en-japon/
En Suecia la compra-venta de perros esta prohibida, consideran que un animal mamifero no debe ser susceptible de comerciar con el, exceptuando para su sacrificio para la alimentación y bajo estrictas normas que impidan su sufrimiento.
En cuanto a los antiguos jardines privados, ahora publicos te recomiendo los de la Torre Sagnier en Brusi Copernic, un jardin publico dentro de otros privado como la Iglesia Evangelica Alemana y el Institut Montserrat.
Me parece bien, Civislib, pero yo no he comprado nunca un animal, siempre he recogido gatos abandonados o que alguien necesitaba dar.
Sí, son muy agradables esos jardines, pero yo hablo de otra envergadura!
Òndia, acabo d'escriure una història sobre gossos. Encara que la meva és una mica fastigoseta.
Hi ha persones a les que no se les hauria de permetre tenir cap mena d'animal.
M'agrada moltíssim la foto de l'arbre reflectit a la finestra.
Ara aniré a mirar la teva història de gossos. Que bé que t'agradi la foto precisament a tu, Nmp! Em vaig quedar dubtant si era bonica o lletja, pels materials!
Hola Isabel, ¿dónde están esos jardínes que ahora son públicos?
Crees que, por lo general, hay más jardínes en Barcelona que se están privatiando?
saludos kiwis,
Megan
Hola, Megan! La verdad es que preferiría no decirlo aquí... pero te lo diré por email si me escribes.
En BCN no quedan apenas jardines, están descuidados, les talan los árboles, los desgracian con obras que hacen morir los árboles (Turó Park) cementando la tierra o con canalizaciones (Jardins Costa i Llobera, cerrados desde hace dos años) mal hechas o los desgracian sin parar (Ciurtadella) y los usan para festejos populares, contribuyendo a su degradación, etc.
Bueno, bueno, mi querida amiga, eso de que los vascos no tenemos el Rh- es una "esnobada" de Cavalli-Sforza
Calla, calla, ex-anónimo vasco, que ahora ya sé quién eres!
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