Foto: I.N., Allá arriba, donde los gatos, 2010
Todo parece hablarme de M., de la vejez, de la pérdida de la conciencia, de la muerte. Creo que allí es donde mejor puede estar, en esa residencia de la casa modernista y el jardín, pero qué grande es el poder de lo simbólico, que lo arrastra todo como un volcán, con la memoria como lava en flujos ardientes y múltiples, inundando el mundo alrededor.
Dijo alguien que al visitarla, M. comentó lo bonito que era el techo y para mí esa fue una señal. Yo sabía que al menos, la belleza la ayudaría, a ella, que me transmitió sin querer, sin saberlo, su émerveillement hacia el paisaje, los pájaros, todo lo que era bonito... Cuando fui a verla, en su primer día allí, M. sólo quería que la dejáramos en paz, que nadie advirtiera su estado mental, ese cerebro lleno de desconexiones que le impide construir una frase, encontrar las palabras y los nombres. Y es que a M. siempre le importó más lo que los otros puedan pensar que lo real o lo que sienta ella misma. Esa mañana había escondido su bolso, de manera que nadie pudo dar con sus gafas y, además de su confusión, veía mal. No pudo recordar mi nombre, aunque sí identificó nuestro parentesco. Cuando le preguntaron si tenía hijos, dijo un número más grande del real y no recordó que sólo eran hijas. Cuando propusieron jugar a un juego: "¡Yo no!", dijo orgullosa, y se fue a sentar muy cerca de la tv (yo la entendí: pocas veces me atraen los juegos de grupo). Nada más dejarla sola un momento, ya se le sentaron dos hombres a los lados, luego tres, aunque había otros sitios vacíos. Sonreí interiormente imaginando una vida otra de M., como una nonagenaria que conozco, que ha tenido tres enamorados en su residencia: le duran poco, porque van muriendo, nonagenarios también, pero la cuidan y le regalan bombones y flores.
Le probé a M. una de las zapatillas chinas que le había llevado: era su número. Le pregunté si quería quedarse con zapatos o zapatillas, sonrió y dijo: "Los dos", y yo recordé la larga meditación en que sumía a mi padre enfermo cualquier disyuntiva, "¿querrás café?". Muy pocas cosas les acercan. Cuando mi padre perdió la capacidad de silbar (por un arreglo dental), sin saberlo, M. me dijo que de pronto había aprendido a silbar. Anteayer yo pensé que, aun en ese proceso de confusión, el lugar tan amplio y bonito y el jardín ayudarían a M. No había nada opresivo en el lugar, ningún olor, ninguna luz molesta, y la atmósfera social parecía más bien de un hotel des vieux, no de un lugar de reclusión. La belleza cura.
G. llegó a casa rapado y radiante. Fuimos a buscar a Vera, la gata. La luz era magnífica allí arriba, pero ha sido un fracaso. ¿Por qué no hice caso de mi idea de que no me convenía tener dos? Nos la han dado enferma, con un fuerte virus gripal, no para de toser y estornudar y moquear, se limpia los mocos con una pata, con una gracia de niña de la calle y es idéntica a los gatos de Walt Disney en 101 dálmatas, una plaga, no para de maullar, estornudar y estropearlo todo, anda con las uñas, arañando, rompiendo, corriendo como un pequeño demonio y Rufus ya no quiere acercarse a nadie, sólo estar escondido, vigilándola, y de vez en cuando le pone una pata en el cuello para recordarle que él es el señor de la casa y ella, en todo caso, su hija pequeña. Ya sé que Rufus se acostumbrará, pero no es lo que yo querría. No es sólo porque sea pequeña; Gilda no fue nunca así, ni Jasper, ni Beni. Una vez conocí en París dos gatos que eran como ella, lo destruían todo, trepaban por mis medias, me perdieron las llaves de la maleta, todas las noches derribaban las montañas de libros y revistas de la sala, me desgarraron un camisón y una blusa, sólo en tres días que estuve allí. Vera no tolera que intentemos acariciar a Rufus, y a lo mejor es una gata maravillosa, pero no conectamos. Para mí, la convivencia es importante, también con los animales. Nos dijeron que, si no encajaba, podíamos devolverla y eso vamos a intentar. Lo malo es la fiesta (notre fête nationale o sólo la de los políticos?). Ayer G. y yo sentimos que caíamos enfermos, a mí me dolían todos los huesos, he dormido doce horas y me estoy tomando ese medicamento homeopático que me ha salvado de tantos gripazos. On verra bien...
Intento leer para reseñar la Calle de los Maleficios de Yonnet.
15 comentarios:
Es hermoso lo que cuentas sobre M. Esos diversos perfiles... en una situación parecida mi capacidad de percepción se alteró de manera que sólo era capaz de ver caducidad y muerte a mi alrededor.
Espero que muy pronto tú y Rufus podáis recuperar vuestra armonía.
Gracias, Bel M!!!! Sé que tú sabes...
Ojalá haya suerte, como dices, y sea prontísimo...
A veces, Isabel, hay que darles un poco de tiempo. Cambian. El primer día en casa Mimi estuvo muy tranquila. Apenas se movía. La noche siguiente no paró de correr de madrugada y pensamos que quizá nos habíamos equivocado. Poco a poco se ha ido socializando. Entiende cuando algo no nos gusta. Se para cuando le dices No. Lleva ya dos meses en casa. Es deliciosa y a la vez un pequeño diablo. Tan pronto se duerme en tus brazos como se pone a practicar motocrós por el sofá. Ello(a)s son así.
Me alegro de que te vaya bien con tu Mimí, Luis, pero no todos los gatos son iguales, aunque sean cachorritos, y por suerte se puede elegir. Además, hay prioridades y yo en este momento necesito tener paciencia para otras cosas, demasiadas tal vez
cuando tu escribes consigues transformar aquello que yo veria como una maldicion o una faceta (otra mas) triste de la realidad en belleza y reflexion, y entonces aparecen personajes como la gata Vera o M, dos huerfanas que tienen que no quieren vivir o convivir. O algo asi me imagino yo.
En cuanto a Vera al menos tienes el tiempo suficiente como para poder descubrir si la gata quiere vivir contigo o no.
Emma! Bien visto lo de las dos huérfanas. El problema es que en este momento de mi vida yo no puedo tener paciencia para la agitación, la enfermedad, los maullidos constantes y los destrozos de Vera. El azar ordenó las cosas de otra manera. Llegó Rufus! Que no estaba previsto, y él ocupa el lugar del gato que necesitábamos. Estamos felices con él y no puede haber más... de momento.
Me he emocionado con la parte en la que hablas de M. Es demasiado bonito. ¡Y eso me fastidia! (no que sea bonito, sino el emocionarme).
Vaya, Icíar, gracias por tu lectura y por emocionarte, aunque sea un poco fastidioso!
El lunes viajamos a Ampuero. Desde hace algo más de un año mi madre vive allí con mi hermana Covadonga. Tiene la cabeza perdida hace ya tiempo, pero se mueve fácilmente por sí misma y sin ayuda, come bien y no para de hablar. Algunas de las cosas que dice a sus 89 años parecen coherentes, otras encierran misterios indescifrables, pero casi todas son profundamente cómicas y divertidas en contraste. Después de tantos años de sufrimiento y represión, ahora parece ser feliz.
Hay muchas cosas que querría comentar a lo que cuentas en tu entrada, pero quizá sea mejor en otro espacio, para no hacer mi comentario tan denso. Te sorprenderían muchísimas coincidencias entre lo que ves y nosotros vemos.
Luego, desde Ampuero, vinimos a Tresgrandas y caminamos por todos lados en este valle luminoso y precioso conocido como el Valle Oscuru. Deberías conocer el camín de Mañanga y abrazar esos árboles.
En su última entrada,de hoy, 11 de septiembre,Álvaro Valverde habla del azufaifo, del árbol. Quizá debieras decirle algo.
http://mayora.blogspot.com/
Gracias, Rft, por tu lectura y por esas coincidencias y esos árboles que abrazar. En el blog de A.Valverde no se puede dejar comentarios, creo. He buscado la manera, pero no la he encontrado. Tampoco pone dirección de email. Tal vez prefiera no saber nada de los que le leen, por falta de tiempo...
Gracias, Rft, por tu lectura y por esas coincidencias y esos árboles que abrazar. En el blog de A.Valverde no se puede dejar comentarios, creo. He buscado la manera, pero no la he encontrado. Tampoco pone dirección de email. Tal vez prefiera no saber nada de los que le leen, por falta de tiempo...
Es cierto que sin memoria no hay casi vida, o hay otra clase de vida, como adulterada. Casi la mayoría de nosotros somos impulsados a olvidar, sin querer.
El arte se vuelve tan atemporal a veces, o al menos esa sensación está presente, fantasmagórica. Nos queda la acción, aunque sea impulsada por el inconsciente, no desfallecer a pesar, hasta el último suspiro. Embiagaos, decía Baudelaire.
iluminaciones.
De vino, de verdad o de virtud, a vuestro gusto...
Sí, Iluminaciones. No hay escritura sin memoria. Aunque también: Allá, allá lejos, donde habite el olvido (Cernuda)
creo haber sido uno de los que aconsejó dos...lo siento por tí, aunque Vera...un nombre para Hitchcock, muy bonito...
La culpa no es de quienes buenamente aconsejaron, Dante!!! Ans al contrari, como dicen en català escaient... No, la culpa es del azar, y de que Rufus llegara antes que Vera, que triunfara tan absolutamente, que la pobre Vera fuera tan nerviosa y estuviera enferma, que yo estuviera en el momento en que estoy, en definitiva, del puro AZAR de las cosas
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