Foto: I.N., Desde la terraza, 2010
Pasé unos días refugiada en la hospitalidad de mis amigos en los Quers de Cadaqués. Su casa encaramada en la colina rocosa, llena de frescura de pinos, propicia para los paseos al campo y el tránsito de los gatos, silenciosa y con vistas que hacían soñar. Al pueblo apenas bajábamos. El baño matinal a primera hora en un mar que parecía recién nacido, como si lo estrenáramos, era maravilloso, las ensaladas de tomate, los quesos y el vino, el té, las conversaciones y los paseos, todo sabía mejor allí, en la hamaca del porche o en la terraza de arriba, y yo alternaba a Chéjov con Jordi Esteva y Massimo Cacciari hablando de la soledad acogedora, de Leopardi a Célan.
Pero el peso de la memoria es excesivo para mí en ese pueblo y yo lo sabía. Primero me ericé levemente en un pie: fue sólo un aviso. Luego vino la debacle. Volvía de las rocas de Sa Conca atravesando el jardín de los Pitxot, una de esas propiedades que se extienden por la costa y vallan el acceso al mar, y mirando un bosquecillo de pinos, me distraje y me equivoqué de camino. Un indeseable de la casa se levantó y me conminó con violencia a salir por otra puerta, la que da a unas rocas resbaladizas, fuera de mi camino. En lugar de enfrentarme a él, de decirle que tenía que salir por el otro lado, que su obligación legal es dejar pasar, o que tenemos muchos amigos comunes, obedecí extrañamente (y no me lo perdono). La puerta indicada era alta y estaba encallada, unos niños la estaban saltando. Yo fui a saltar también y en ese momento se abrió o alguien la empujó y yo me caí, la frente contra el suelo rocoso y la rodilla... No pude poner las manos y el impacto contra la roca fue brutal. Me salió inmediatamente un bulto en forma ovoide, la rodilla me sangraba. Un francés colonial a quien había visto en las rocas se ofreció a llevarme, me dio la mano y me condujo lentamente por las rocas (yo sola nunca habría podido salir de allí), me acompañó hasta la placita donde asoma la terraza de la antigua casa de mi padre. Una mujer me llevó hasta la puerta del hospital, despotricando contra la familia Pitxot y esa "mentalidad franquista" que se resiste a aceptar los límites marinos de su propiedad. Luego supe que antes echaban un perro furioso contra los paseantes y unos amigos jóvenes se hirieron saltando como yo por la puerta aviesa. Ahora el "perro entrenado" tiene apariencia humana. Sólo sentía una gran desolación. Cuando mis amigos lo supieron vinieron a buscarme, me llevaron al hospital de Figueres, allí me exploraron, descartaron la conmoción en principio. Esta mañana me han devuelto a casa, mis amigos de la casa de la colina, que ayer me cuidaron y ganaron un premio a la hospitalidad. Creo que el peso de la tristeza, la carga de la historia que allí encuentro, la muerte de mi padre y la destrucción de la belleza, todo eso me deja inerme, sin reflejos, me impide reaccionar y se convierte en un peligro.
Así que héme aquí dolorida en esta ciudad desierta, tomando mis remedios homeopáticos y andando a la pata coja. Mañana me harán una radio de la pobre rodilla. He dejado la fea herida al aire. Mi aspecto es espectacular, me recuerda a un combate de boxeo o a aquellos comics de Will Eisner donde le ponían un bistec al pobre Spirit en su ojo morado. Duele todo el cuerpo como después de una paliza y no puedo sentarme a mi mesa más que unos minutos, pero no es nada grave y sé que de nuevo he tenido mucha suerte (es fácil imaginar a mis ángeles corriendo a salvarme del peor golpe), así que intentaré aceptar mi suerte como hacía mi gata, y aprovechar el silencio para seguir leyendo... Después de la áspera desolación de "Mi vida", volví a retomar "La estepa", con esos momentos epifánicos de contemplación: "Entonces, en el zumbido de los insectos, en los carros o las figuras sospechosas, en el cielo azul, en la luz de la luna, en el vuelo de un pájaro nocturno, en todo lo que ves y oyes, empiezas a percibir el triunfo de la belleza, la juventud, la fuerza floreciente y una apasionada sed de vida; tu espíritu responde a la hermosa y severa tierra y deseas sobrevolar la estepa con el pájaro."
O tal vez vea unas películas prestadas por dos amigos... o quizás me duerma y siga soñando que estoy allí, que el lugar es como fue, lleno de belleza solitaria y que nada debería traicionarme.
14 comentarios:
Con ángeles o sin ellos me alegro que esa traición se haya sido solo un susto, y que al menos queden los sueños y el arte como refugio. Cuídate mucho.
Gracias!!! Eso intentaré... De momento me he llevado el portátil al sofá...
¡Ánimo Bel! Es verdad que Cadaqués es especial y siempre se ha dicho que sensibiliza y es "cul de sac", por eso se está tan bien y ha sido y aún es refugio de artistas.
Parece claro que has tenido buenos ángeles y buenas compañías, y sobretodo esas magníficas lecturas con la preciosa transcripción final que nos regalas, y viene como anillo al dedo.
Ya sabes lo que decía Montaigne; "No he conocido tristeza que una hora de lectura no me haya quitado."
A mí me ocurre también leyéndote.
Esto que ganamos si estás con tu portátil en el sofá... Sonrisa y muchos ánimos!!
Gracias, Eva! Yo creo que no queda apenas ningún artista en Cdqs,´si lo hay estará escondido y horrorizado. Sólo queda la luz y algunos recuerdos. Y siguen destruyendo, ahora han aprobado licencia para ciento cincuenta casas más
Y sí, Eva, tiene razón Montaigne, comme d'habitude!
Vaya, lo siento mucho. Animos, esperemos que no sea nada.
Esperemos que no. Sigo renqueante pero mejorando muy poco a poco y ahora los moretones bajan bajo los ojos como lágrimas, pronto vendrán los amarillos, hay algo triste y extraño que evoca violencia en una cara magullada
Ya entiendo que es lo que te ha pasado, el leido del final hasta llegar aqui, ha sido una travesia en el tiempo. Parece que un diablillo te siguio cuando cruzaste aquel jardin, uno de esos espiritus burlones que no te habia olvidado, afortunadamente a tu alrededor habia otras fuezas bienhechoras que malograron la mala idea del diablo. Me alegro que estes bien.
Emma, la muerte de Gilda me dejó desprotegida. Y ese pueblo me produce demasiada tristeza...
Lo sé, hay lugares a los que no se debería volver, pero siempre se vuelve. No recuerdo el escritor que decia que no había que regresar a los sitios donde se había sido feliz, creo que fue J.R.Ribeyro, el peruano flaco y fumador. Mucho ánimo, tu brillas, y el espiritu de Gilda ahora es tuyo!
Sí, creo que fue Julio Ramón Ribeyro, Emma, gracias por tus ánimos!
Òndia Isabel, quina castanya i quin ensurt. Espero que estiguis recuperada.
Jo també he passat uns dies a Cadaqués amb la M. Pocs i quan la marabunta ja havia començat a marxar.
Brutal. Crec que la mort de la Gilda m'havia deixat desprotegida. Per això vam anar dilluns al "regne dels gats", com veuràs a l'últim post, per adoptar-ne una altra... potser seran dos.
Però encara tinc el genoll craquelé i alguns blaus a la cara!
Quina sort, Menorca sense gent...
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