Es curioso cómo la idea de fiesta en esta ciudad se ha convertido para mí en un sinónimo de checa, trampa, algo deprimente y que habría que evitar a toda costa. En cualquier otra ciudad, al menos puedo pensar en observar a una galería de personajes más o menos desconocidos y recobrar mi viejo espíritu sociable para registrar ese posible material de escritura.
Pero lo de ayer era otra cosa y me gustó mucho asistir: un merecido homenaje sorpresa a Anna Maio, que por su trabajo en prensa y antes relaciones públicas, organizando eventos culturales, siempre ha juntado a gente de varias generaciones de la cultura y el diseño en acontecimientos y épocas muy distintas, desde los tiempos del Bocaccio y la gauche divine a l'Escola Eina y el mundo editorial, desde su agencia de prensa Idpa, enlazando siempre la mejor y más innovadora gastronomía, el mundo italiano, los arquitectos y el diseño de las últimas décadas, entre Barcelona, Milán y Cadaqués, una mujer llena de sentido del humor e ironía, privadamente siempre de izquierdas y siempre crítica, con su mundanidad especial y flexible, que la ha ayudado a sostenerse en toda situación, contadora de historias por su curiosidad antropológica hacia el género humano y siempre con ese humor pétillante. Anna M. inspiró además el primero de mis cuentos de Algunos hombres... y otras mujeres, pues yo desembarqué en Cadaqués por ella y su hermana Ade (de quien hablé aquí), luego pasó todo lo que pasó. La fiesta se celebraba en una carpa de la Ciutadella y lamenté no llevar la cámara en cuanto llegué y empecé a atisbar pájaros excéntricos, avestruces y monos araña que no iban a la fiesta, pero parecían confundirse con los invitados aunque sólo fuera por la forma de andar. El parque se veía exuberante por lo que ha llovido, no gracias a los temibles planes de nuestro alcalde ni a los destrozos de los que ha sido y sigue siendo objeto el que fue gran jardín francés y romántico de Barcelona, sin inventario de árboles para poderlos sacrificar a capricho, como se sacrificó su concepción plana para instalar un colector que podría haberse desviado, pero ya sabemos que para los políticos de este país, a diferencia de los europeos, lo verde no es nunca prioritario, ni protegido, sino siempre sacrificable y nunca digno de un mantenimiento suficiente. Habían impreso una foto de Anna M., precioso retrato que le hizo su sobrino, el fotógrafo Andrea Resmini, y todos teníamos caretas con su foto. Ella llegó engañada, creyendo que asistía a una fiesta ajena, pero nos vio al llegar y comprendió, riéndose, lo que le esperaba. Oriol Bohigas se encargó del brindis a una amiga de siempre y Anna dijo que estaba alucinada, emocionada y dio las gracias a todos. Xavier Olivé, que se encargaba de la organización del evento y el catering, desechaba la idea de una hora de concierto rock que le proponía un asistente o asociado: "La gent vol parlar, els fa il·lusió haver-se trobat i volen parlar... I mira les edats!" Y era verdad (aunque allí estaban Raffaela y Andrea, y otros treintañeros). Quizá por eso debió de sorprenderse ver al profesor Àngel Vilalta y a los editores Jordi Herralde y Lali Gubern o al psicoanalista Toni Vicens arrancándose a bailar rock con versiones de los Creedence Cleawater Revival o Like a Rolling Stone. Antes, Anna había bailado con Oriol Regás, con Herralde y con Àngel V. y alguna otra pareja suya histórica par amour, amitié, affinité o profesión o una mezcla de todo. "No he bebido pero es como si estuviera borracha", me dijo en algún momento del concierto. Pero antes de que todos bailáramos me encontré a Francesco Volsi, con quien no había vuelto a hablar desde que, en mi adolescencia, a través de Carlos Pazos, me propuso que escribiera algo sobre una exposición suya y yo me quedé tan desconcertada por aquella quieta matemática de los objetos en la Galeria G que no supe siquiera llamarle para decirle que no me salía. Pero por algún misterio que no acierto a comprender, él se sentía tan culpable como yo. Además, me dijo: "Tú has hecho una carrera fulgurante y yo he interrumpido mi producción". No sé si dijo fulgurante, pero en todo caso era un adjetivo exagerado, y eso sí, me anunció que la interrupción tocaría a su fin con un nuevo proyecto. Había mucha gente de Cadaqués. Oriol Regás me dijo que los que habían leído sus memorias le decían que lo habían pasado bien con el libro. Isabel de Villalonga se declaró lectora de mi blog y de mis libros Crucigrama y Algunos hombres... y otras mujeres y me habló de mi padre. En realidad, el espíritu de mi padre flotaba por allí, con tanta gente de Cadaqués (y porque él también fue amigo de Anna y le alquilaba su bonita y sobria casa a Federico Correa), y en medio del concierto lo noté (era fácil verle allí), como también pensé que los que bailaban no parecían pensar en ninguna de las Edie Sedgwick de los ochenta que también pulularon por aquí -y aún ahora queda algún vestigio- mientras se oía Like a Rolling Stone, en la versión de los Stones. De hecho el otro día, en una visita al maravilloso viejo Hospital de Sant Pau con Tigridia para mi libro de la ciudad, sentadas en una escalerita vimos pasar una triste pareja de yonquis. De espaldas ella parecía el personaje de Daryl Hannah en Blade Runner, muy alta y atlética pero con una vena hinchada en la pierna y la voz rota y humeante de los opiáceos.
Eso me recuerda que estando en Manhattan leí en El País que el suicidio es ya la segunda causa de muerte en España de los 15 a los 45 y no se habla de ello. En el país vecino sí hablan del tema, pero es que aquí, ya lo dijo María Zambrano, la gente prefiere no pensar, abandonar la filosofía y la historia. También A. de la Rica habló de esa decisiva ausencia de lo judío en la cultura que explica tantas cosas tristes en este país.
En algún momento, pesándome la nocturnidad y añorando a Isak Dinesen, eché a andar entre los últimos sonidos animales y la quietud del parque, atravesé la plaça de Palau atisbando el Born, recorrí Via Laietana mirando algunos edificios que me recuerdan al franquismo (Fomento del trabajo nacional), llegué a Catalunya y cogí ese autobús nocturno que me acerca a estos pobres barrios destruidos, ya sin jardines ni pájaros y llenos de pitidos de grúas. G. me ha enseñado esta mañana las fotos de la destrucción de todas las casitas de Vallcarca donde habitaban okupas, con sus árboles ahora condenados, para erigir ese horror que se extiende como les ganglions de misère et de laideur de que hablaba Camus a propósito de Argel. Yo rezo a los dioses griegos para que ese señor del jardín rodorediano que resiste junto al azufaifo no muera ni venda su casa, aunque sólo fuera por el oxígeno y por el mirlo que todos los días de la primavera y el verano canta cuando callan las grúas.
Por cierto que camino de la Ciutadella pasé por La Central de la calle Mallorca y tuve que resistirme a la tentación de entrar. No sé si lo he dicho: me llegó el III volumen de los Relatos de Kolimá de Varlam Shalámov. Me gustaría que alguna vez, alguna reseña en este insípido país dijera lo que (que yo sepa) nadie ha dicho. Que en Shalámov lo que importa no es sólo lo que cuenta y el escenario de esos relatos, la terrible represión que sufrieron tantos bajo el reino de terror de Stalin, en esa pesadilla de frío y hambre que fue Siberia, sino que además se trata de alta literatura, que Shalámov llevó las enseñanzas de Chéjov a un extremo asombroso, que logró sacar oro del barro helado, que su prosa es magnífica y esa economía exagerada y sin queja, y en el paisaje helado de esa gran pesadilla histórica tanto tiempo negada se muestra la vida en toda su paradoja y su ironía, en unos personajes que resisten pese a todo y siguen siendo. Shalámov explicó una vez cómo odió para siempre las terrosas patatas después de Kolimá y nunca más volvió a probar una. Todo el mundo debería leer a Shalámov, pero no por sólo su testimonio sino porque él logra que lo maravilloso de la literatura esté incluso en Kolimá.
Este sábado estoy invitada a una tertulia literaria que dirige Alejandra Rifé, veterana en esa práctica cuando nadie lo hacía. Y la semana que viene me toca ir a la Feria del Libro de Madrid, firmaré el sábado 5 de junio en la caseta 303 de Menoscuarto y Cálamo, de 12 a 14; ¡espero que venga alguien! (oh, lectores invisibles madrileños o de paso por Madrid...).
13 comentarios:
Fiestas, árboles, suicidios y lecturas. Amistad, muerte y escritura. Algo que ayude a sostenerse. Está casi todo en esta entrada.
Gracias, Bel M. Al empezar este blog alguien experto me sugirió que me especializase, que si no no llegaría a ninguna parte. Y claro, por eso sigo en ninguna parte, aunque haya siempre lectores inteligentes y generosos ahí...
conozco muy bien a Alejandra de su época tanguera, mándale saludos...
Coincidimos en Madrid el mismo día.
Se presenta una antología poética en la que están algunos de mis poemas.
Es un día muy lleno en Madrid, a pesar del puente del Corpus! Yo tengo previsto ir a la fiesta de la nueva novela de Luis Magrinyà! Ya me contarás de tu presentación, a ver si puede ir también...
Saludaré a Alejandra de tu parte...
Vam coincidir en un parell de viatges d'Eina als anys 90 a la Provença i a Portugal. Me la trobo per Cadaqués encara que mai li dic res per timidesa. He de dir que la trobo encantadora.
Creo que te va a gustar esta foto de un mirlo urbano que ha hecho un amigo. Ya te tengo asociada al mirlo.
Muy fuerte lo del suicidio y tantas cosas..
Me encanta, Friks! Creo que es una hembra, ¿verdad? Lo digo por el color del pico y de las plumas... El otro día vi muchos pequeños mirlos en el jardín del Hospital de Sant Pau
L'hauries de saludar, Nmp! Ja m'imagino que l'has conegut des de fa anys
T'he conegut avui al taller de Alejandra, ha estat la teva xerrada força interessant i enriquidora. Pels que comencem a escriure una vitamina d'ànims per a no decaure en l'angoixa de un text mal fet.
Gràcies! A mi també m'ha agradat parlar amb vosaltres!
Cuánta variedad. No conocía a Shalamov, y me interesa lo que de él has contado.
La noticia esa de El País, ¡la segunda causa de muerte en España! ¿pero no eran los países nórdicos los campeones, y los españoles se etiquetaban de niveles de felicidad por encima de otros países? de verdad, cada vez me gustan menos las noticias. Como eso de todos los veranos: "hoy es el día más caluroso en 50 años". Todos los años igual. Si uno no pensase dónde está la trampa, pensaría que ya estaríamos chamuscados.
Me quedan unos meses para cumplir los 45. Puede que así esté fuera de esa tentación suicida.
Icíar, yo cada vez soporto menos los periódicos de este país. Es como si nadie reflexionara, como si nadie recogiera las noticias. Salen hechos contradictorios pero pocos los recogen; sólo se piensa en dos o tres temas. En Francia hablan siempre del suicidio y reflexionan, analizan, y ellos tienen esas redes interescolares, sociales, de apoyo y de canal entre las familias y las instituciones. Aquí es todo muy extraño. Yo antes nunca lo hacía, pero ahora me los salto de vez en cuando
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