Foto: I.N. Par la fênetre, Florac, 2009
Ayer tuve que recorrer la ciudad por distintos motivos y en cierto momento, agotada y cargada, cogí un taxi. En la radio interna de la compañía de taxis un conductor estaba diciendo que no podía recoger al cliente en el Paral·lel porque había habido un suicidio muy aparatoso y la zona estaba acordonada y llena de gente. Hace unos años supe que muy cerca de mi casa un adolescente se había tirado por la ventana y había muerto. También me llegó la noticia directa del nieto de un poeta que había intentado en vano quitarse la vida arrojándose al patio del centro de estudios donde iba también G., con la consternación general de los que le conocían. Otra vez, cuando me dirigía al Espai Brossa, tuve que dar un rodeo andando porque una mujer de unos cuarenta años se había arrojado por una ventana, o bien alguien la había empujado, y había cordón policial y mucha gente hablando y especulando. Años atrás vi, casi a cámara lenta desde la ventanilla del coche, a una mujer mayor saltando al vacío desde un edificio recién comprado (por una emprendedora propietaria de muchos restaurantes en la ciudad), y a la que iban a desahuciar, y escribí una carta a un periódico. Esa visión me sobrecogió porque pude verla de cerca, la falda gris de franela, el jersey, su pelo también gris, la tristeza de su gesto, el ruido seco y sordo de su cuerpo al caer, y tuve una visión de los múltiples dramas que podían desarrollarse ocultos desde los patios o la calle, y la integré en mi cuento Vinçon. Otra vez vi la espalda oscura de un hombre, un cuerpo en camisa a cuadros que se arrojaba al metro, e inmediatamente se organizó un infierno de griterío, multitud precipitándose y camilla que se lo llevó... Y tantas otras veces, más cerca o más lejos... De pequeña, en Vilassar, al cruzar la vía para ir a la playa, mi abuelo me gritó muy enfadado porque había mirado hacia el lugar donde otro hombre se había arrojado al paso del tren, y yo me sentí extrañamente acusada de mi mirada hacia lo que sólo era una sombra entre la gente, sin saber de qué era culpable, como siempre fue la culpa en mi infancia. Para mi sorpresa, nunca ninguno de esos suicidas apareció en los periódicos. Me imagino que en este país, si se produjera un caso como el de France Télécom donde los trabajadores se están suicidando en cadena, desesperados por la atmósfera cruel de despidos y traslados forzosos y esclavitud contemporánea que están sufriendo, nunca lo sabríamos. Tal vez sea verdad que aquí nadie se suicide, igual que nadie dimite, por el peso de la religión o por otras razones que desconozco. Quién sabe. En Francia se habla del tremendo índice de suicidios en las cárceles. En Suiza hablan ahora del suicidio de adolescentes (uno cada 72 horas). Aquí, se ocultan los números, yo nunca lo he leído (aunque los profesionales saben que esos números existen y crecen). Si ocurre, se silencia, se entierra, como se entierra la historia, la represión en la posguerra, la tortura, y los culpables de las atrocidades de todos aquellos años viven impunemente y mueren sin juicio ni vergüenza.
Siento esta meditación rápida y oscura de esta mañana radiante. No piensen que estoy melancólica; no lo estoy. Ha cambiado el tiempo. G. volvió de coger olas con su plancha gigante y el traje de neopreno en una playa cercana, agotado y moreno. El traje colgado en la terraza me resulta familiar, tiene la actitud corporal de un amigo al que vi ayer en una librería, pensando en su novela. Los niños siguen llorando a gritos en el colegio de al lado. En la pequeña terraza, la gata se baña en sol y el pelaje y los ojos le brillan con una sensación de pureza y juventud fulgurante.
Anteayer di mi primera sesión del posgrado en la UPF y me sorprendió agradablemente que algunos alumnos hubieran leído y conocieran algunos títulos, autores, personajes literarios, pasajes bíblicos. No todo está perdido, pensé. Aunque incluso cuando no saben su curiosidad energética suele parecerme esperanzadora. El 12 de noviembre hablaremos de mi libro balcánico en una charla en la librería Antígona, en Zaragoza, con Félix Romeo (Por cierto que allí mismo presentan el 23 de octubre No hay adverbio que te venga bien, de Jesús Marchamalo y Mario Merlino, publicado por Editorial Eclipsados, con Antón Castro). De mis cuentos ya les diré, pero será pronto. Ayer tuve un reencuentro feliz con dos amigos del pasado y la afinidad sigue ahí, efervescente, con el paso del tiempo a nuestro favor pese a todo. Sigo leyendo y maravillándome de lo que leo (hay un cuento sobrecogedor que aún ahora late intacto en mi mente, como si no hubiera pasado una noche -con su sueño- después de leerlo) para mi conferencia del miércoles en el posgrado. Me falta tiempo y añoro escribir.
17 comentarios:
Desde luego, hay una consigna de no hablar demasiado de estos casos para evitar el efecto contagio. Yo al principio de la crisis pasaba con cuidado por debajo de los bancos, por temor a la previsible lluvia de financieros.
A ver si puedo venir el día 12.
La lluvia de financieros! Aquí parece que ninguno se decide... o que se oculta.
Oye, pero el día 12 es en Zaragoza!
Como tengo la cabeza.. Como no haya sido un lapsus de esos significativos, por alguna razón muchos de mis amigos son de Zaragoza.
Ya me gustaría ver allí alguna cara conocida! Pero temo que sea muy difícil, casi prodigioso...
Y la 'lluvia' sigue, mientras algunos se empeñan en vincular despidos y cotizaciones bursátiles en un ejercicio que, además de empíricamente falso, yo calificaría de terrorista.
Lo jodido es que no tengo mucha esperanza en que pueda cambiar. El papel de los llamados 'agentes sociales' dentro y fuera de las empresas es francamente deficiente.
Ya quisiera para estas latitudes (por ejemplo) el sindicalismo sueco, eficaz, nada fundamentalista y no tan dado a las relaciones pseudomafiosas con el poder...
Que vaya bien en Zaragoza.
Yo, lo único que puedo decir que otra vez me ha dado esta entrada esa sensación de paz, cuando notas como te llevan de un sitio a otro, como una melodía. Empiezas con esos dramas, el misterio de lo que hay detrás de las personas, luego el ritmo va cambiando...... muy bonito.
No puedo explicarlo, si pudiera.... sería escritora.
Qué simpática, Icíar, gracias, me alegra que mi escritura te produzca esa sensación. Siempre hay quien no lo entiende y se preocupa o intenta consolarme, pero en realidad yo estoy emocionada, leyendo con pasión para acabar de escribir mi conferencia, con la manta y el sofá, hablando por teléfono con los amigos, y bromeando con G. a ver si se va ya a sus citas nocturnas y me deja en mi ensimismamiento...
El suicidio, la potencia. La espera. He releído el relato, del que creo le falta un trozo, un tramo intermedio, y resulta ambivalente. Y hacer entrar en las humanidades es lo mejor que puede pasarle a uno.
iluminaciones.
¿A qué relato le falta un trozo, Iluminaciones?
Sí, entrar en la cultura humanística y con Zweig es fantástico
¿Te refieres a Vinçon? Me he quedado dudando si tu ejemplar estaría mal impreso?
Me pareció sólo que le faltase algún breve detenimiento, un espacio intermedio. Me recuerda al estilo y la forma de los cuentos de Bernhard, que huyen de la simplificación, porque se entienden. También me ha recordado algún poema de Char, asolado, seco, frío, pero a la vez que quema. Como aquél poema suyo que dice: levanta tierra el sepulturero, pero más levanta la palabra.
Era sólo una apreciación desde la abstracción, a la que le faltan detalles.
iluminaciones.
a mí también me falta tiempo! ya no para leer cosas distintas a mis estudios, que empieza a ser un auténtico privilegio (ayer daba vueltas por La Central soñando en cómo sería poder leer algo de lo que me apeteciera, picoteando aquí y allá)sino para casi todo,
pero intento pensar en el tiempo como una dimensión desconocida y mágica que de repente se alarga o sorprende cuando menos me lo espero
Lo de los suicidios me parece escandaloso. Especialmente porque conozco la marginación a la que están sometiendo a los colegas de salud mental no, a los psicoanalistas, y es un tema que sólo se trata aquí silenciado, con estadísticas y números. Los números son altísimos, por lo que se intentan abrir módulos de prevención en centros de salud mental. Aun así, la predominancia actual del enfoque psicológico y psiquiátrico hacen que sólo se hable de ellos ten telecinco o antena 3 que son la basura de las basuras y la indignidad de lo que a antes le llamábamos periodismo. Hoy en día es sólo basura.
¿Pero te refieres a Vinçon? Si es así, lo releeré para verlo de esa manera y te diré... Yo apenas había leído a Bernhard entonces, sólo "Un niño", así que me alegra esa conexión, y esa frase del poema de René Char, cómo me gusta.
Toda la razón, Objeto a... Periodismo basura. En cambio en Suiza, habrás visto, un adolescente dicen que creativo y romántico se ha filmado en un documental reflexivo, contando los motivos, sus motivos, por los que luego se mató de un disparo, se filmó durante meses, y una amiga que se interrogaba ha montado la película, la pusieron en prime time, allí dicen los números, creo que decían algo como que un adolescente se mata cada 72 horas en Suiza. Es otro mundo. Puedes leerlo aquí
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Suiza/rompe/tabu/dar/voz/joven/suicida/elpepisoc/20091016elpepisoc_8/Tes
Yo solo fui testigo una vez, hace tiempo, una mujer se lanzó desde su balcón al Passeig de Sant Gervasi. En realidad no lo vi, sólo oí ese sonido terrible del golpe que tan bien defines y un grito. Si no hubiera sido por el grito, habría creído que era un tiesto de gran tamaño lo que había caído. La señora de la tintorería a cuya puerta cayó dice que todavía no se ha recuperado. Pero sé de maridos de colegas, amigos, conocidos y suelen guardar ellos, los allegados, un extremado silencio, no sólo los medios de comunicación, como si fuera todavía, como no hace tanto, un pecado o un delito, o como si decirlo significase interrogarse sobre su grado de responsabilidad. Tengo que decir que como sucedió cerca de mi casa, hasta yo, sin conocerla, me sentí en cierto modo responsable. Creo que estos sucesos nos interrogan demasiado y, igual que todo (como tú con frecuencia denuncias) en este país todavía de "charanga y pandereta" (ay, si don Antonio levantara la cabeza y viera cómo siguen las cosas), se prefiere no ver, no saber, no preguntarse...
¡Qué hermosos piropos los de Iluminaciones! Y yo, como "El objeto a", pero peor, sin leer, ni siquiera lo "obligatorio", sin escribir... pero con los tuyos sacaré el tiempo, seguro.
Sí, me temo que la culpa está en ese silencio de las familias, la incapacidad de asumir la responsabilidad que reina en la cultura del país: no dimitir, no admitir. Objeto a me pasó el otro día un artículo de Argullol donde se hablaba de esa costumbre de aquí de no asumir ni dimitir y proponía que la aceptación de un cargo político implicara asimismo el compromiso de renunciar si se cometían errores, como se hacía en la antigua Grecia.
Iluminaciones, yo tan obtusa, no he acabado de entender que hablabas de mi cuento y ni te he dado las gracias por esa lectura, y ahora el comentario de Bel M. me ha despertado...
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