Foto: I.N., La que fue casa de Nabokov, en San Petersburgo, 2002
A mí siempre me gustó dejar notas y encontrarlas. En mi adolescencia, P. y yo nos escribíamos con letras griegas, y yo le dejaba a mi padre notas con ortografía inventada e imposible y muchos años más tarde, cuando ya no podía enseñárselas, me reí al encontrar dos de sus respuestas muy graciosas olvidadas entre las páginas de un libro. Hace poco cambié un pequeño y feo pizarrín blanco colgado en la cocina para apuntar las compras por uno inglés de pizarra de verdad y escribo ahí con tiza. A G. le ha gustado y cada vez que pasa me escribe algo. Hoy ha venido a imprimir un trabajo de sociología y al ir a buscar agua a la cocina he visto que había dejado su rastro en la pizarra: "The West against the rest", había escrito. A mí me alegran esos mensajes no útiles, aunque sean pesimistas y en este caso una sombría frase de ese horrible SH y su teoría del choque cultural...
Ayer pedí a los estudiantes del posgrado que asistían a mi conferencia sobre Maeve Brennan que escribieran una nota (personal, no un resumen), sobre lo que más les había impresionado de la conferencia o del personaje. Y todos lo hicieron, con más o menos inspiración, precisión o gracia. Excepto una persona, que quiso darme una lección. Sólo señaló que dos veces, yo había cometido un error con el apellido de ese famoso personaje de Truman Capote que fue Holly Golithly, a la que a veces (no en la conferencia, pero sí al comentar de memoria, contestando a preguntas sobre si MB inspiró el personaje de Capote) llamo Dolittle (casi como Eliza Doolittle). Es verdad y no es la primera vez que me pasa. La persona que escribía esa nota me aclaraba que se trataba de un lapsus y añadía entre paréntesis "con todas las salvedades". ¿Qué salvedades?, me pregunté yo. Y concluí que esa persona no conoce el significado de lapsus ni de salvedades. Mi error es una asociación entre dos personajes. Estaría bien que me lo hubiera recordado en clase o que al final de su nota dijera: "Por cierto, ¿se ha dado cuenta de que a veces dice Dolittle a la pobre Golithly?". Pero tras una hora de conferencia con imágenes sobre Maeve Brennan, lo único que le impresionó y le quedó a esa persona fue que yo confundiera ese nombre. Ah, y añadió también un estereotipo sobre la literatura irlandesa que no tenía nada que ver con la conferencia. Leer esa nota me desalentó: cuando damos una clase querríamos que les sirviera a todos, pero eso no siempre es posible. Debió de ser horrible para esa persona soportar una hora y media de clase. Otros alumnos supieron dar vueltas a una idea, una cita, un hilo de la conferencia, la mirada literaria de MB, pareció que les había despertado deseos de leerla, y hubo algunos que me agradecieron el formato de la conferencia leída, los textos de MB incluidos en ella, las imágenes que la acompañaron. Yo tengo un recuerdo vivo de algunos profesores que despertaron algo en mí, no se me ha borrado su presencia con los años, pero es posible que algunos de los que iban a esas clases conmigo nunca conectaran con ellos. Dos veces he asistido, por razones varias, a conferencias o presentaciones de una profesora que habla al público como si fuesen niños, utiliza un power point donde sólo se repiten sus mismas frases, como si el público fuera sordo, y sonríe todo el tiempo absurdamente, aun con los temas serios. Y pese a la irritación que me producen esos gestos, ya que estaba allí, escuchándola siempre he descubierto algo o me ha dado qué pensar. Un poco como le ocurría a Maeve Brennan con Nueva York, siempre le daba qué pensar. En cambio esa pobre persona de ayer no encontró nada, sino que mi error le obsesionó y llenó su mente impidiendo que le entrara nada más. Hace años, en una época en que yo estaba muy estresada, alguien me dejó una cinta de relajación (entonces se usaban cassettes y magnetófonos). Lo más difícil para mí fue superar mis prejuicios lingüístico-culturales con aquella voz que intentaba relajarme. Decía: "Si quieres moverte o cambiar de postura, puedes realizarlo sin problemas". Y a mí, aquel uso estúpido de "realizar" me recordaba a la forma en que habla a veces la policía o gente así, empeñada en conquistar palabras que no domina y en ponerlas donde no toca. Y me enervaba en vez de calmarme. Pero al final, pese a todo, lograba relajarme y dormirme. En cambio, la persona que me escribió esa nota no pudo. ¿O tal vez se durmió y por eso no pudo recordar nada más?
Por cierto, he usado la palabra persona (no para imitar a Coleridge y su Person from Porlock) casi como homenaje a un amigo que siempre hablaba así. Decía: "he quedado con una persona", y todo parecía mucho más secreto y misterioso. Como venía del mundo del teatro, su persona adquiría otro sentido. Y a veces también me decía: "Eres una persona extraordinaria". Pero ese amigo está ya homenajeado en uno de mis cuentos, los que un día de éstos llegarán a las librerías...
Esta mañana me han llegado dos malas noticias editoriales du pays gabache y el cielo es aún más opaco y plomizo que el de ayer. Pero no cejaré en mis empeños. Habrá también buenas noticias, digo yo. Como en la frase de Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás... Y ahora tengo que dejarles. Me queda leer y reseñar otro libro urgente, podar y podar mi próxima conferencia del posgrado, leer un poco más para los premios de traducción... Pero mi panorama se va despejando y en algún momento se interrumpirá esta lluvia furiosa (ojalá esté lloviendo también en Daimiel y sean castigados los responsables) y tal vez incluso podamos detener a esos ignorantes políticos corruptos taladores de árboles. En el trabajo de G. había una cita de Sartre sobre la realidad y la utopía. No sé cómo era la cita, pero me recordaba a Habiter l'utopie? de Jacques Ehrmann, algo muy vinculado a esos mis viejos sueños de la izquierda que aún conservo. La idea es: aunque algo suene utópico, hay que habitar la utopía para lograr acercarla a la realidad.
10 comentarios:
Tus palabras me acercan a mi utopía personal, que no es otra que la de conseguir escapar del futuro y habitar el presente con alegria,sin dejar de luchar por mis sueños ( o algo así). Esas personas que tan solo se fijan en los comunes y corrientes errores ajenos son seres incomodos a los que hay que ignorar. Son alumnos mediocres porque creen saberlo ya todo.
A mi me encanta en el Instituto referirme al gabinete de "parapsicología" en lugar de al de "orientació psicopedagogica", ayer en la reunión de pre -evaluación utilicé ese nombre avisando de que ya sé que no se llama así. Un poco para marcar distancia con cierto tipo de "saber".
Emma: el otro día lo hablaba con alguien, debe de ser espantoso creer que lo sabes todo ya a esa edad, lo cual te impide aprender ni descubrir nada nuevo...
Ben fet, Eph. Habrá que desconcertar y sacudir los espíritus para contrarrestar además los estereotipos y banalidad y todo lo equivocado que se transmite todos los días en los medios, digo yo
Bel, el literalismo es una enfermedad que pasa de los alumnos a los profesores, y a los escritores también, gente aburrida, sin ilusión que cree que saben más que nadie y que luego resulta que no saben nada.
No merece la pena.
Pero, ¿para cuándo los cuentos, por Dios?
Gracias, Álvaro! Ah, los cuentos!!!! Me dice mi editor que se retrasó algo la imprenta, pero los tendremos muy pronto, y yo esperando, preguntándome quién debería presentármelos y si aceptará y si... Pero será después de la presentación de tu libro, eso seguro!
creer saberlo todo (o casi) es espantoso a cualquier edad, y sin embargo es algo muy común en muchos ámbitos, en particular en aquellos vinculados a todos los tipos de poder.
Sí, Qualunque, es horrible ese desprecio, esa arrogancia de los que no pueden escuchar, tienen los oídos tapados por su conciencia sabelotodo. Esa señora octogenaria, batalladora y culta que defiende los almeces de la plaça Joaquim Folguera despreciada por los zoquetes arquitectos y urbanistas municipales, le dicen que a ella le preocupan unos cuantos árboles más que el Progreso, el Futuro! Son ellos los obsoletos, decimonóninos, los obsoletos, los que no se han enterado que ahora el futuro está en los árboles (y en la preservación de la historia), que ellos son miopes y zafios.
Pues sí, creo que ese proceso tiene algo que ver con el de los prejuicios y la búsqueda de diferencias en el otro. Es algo así como el impulso guerrero en uno.
A veces a mí me pasa y ni siquiera sé si tengo razón. por ejemplo, últimamente con el verbo tan de moda 'ningunear' ¿es esto correcto?, aunque por supuesto no por eso dejo de escuchar lo que el de enfrente quiere decirme, otra cosa es que ofrezca resistencias a copiarme la expresión.
Perdona, Icíar, pero no, Estamos hablando de estudiantes, de hacer cursos de posgrado, se supone que para aprender. De creerse que lo sabes todo ya a los veintipico años. Nada que ver con ser dialéctico o crítico, sino lo contrario, no poder escuchar
Publicar un comentario