Ilustración: Mujeres pintando y leyendo, grabado japonés del s.XVIII
Durante toda la mañana los ruidos de las obras han continuado lloviendo sobre mi cabeza. Los hombres que desembarcaron en mi terraza hicieron pedazos uno de los faroles que quedaban. Nadie sabe decirme cuánto van a durar esas misteriosas regatas, porque quien decide cambia de opinión constantemente (o eso dicen ellos). He tenido que repasar por enésima vez listas de edificios japoneses y la concentración me fallaba. Luego, correcciones de un catálogo acabado, dudas y cambios de última hora (¿para qué? Llegará la correctora reduccionista y convertirá esos textos en Heidi y la Caperucita, con el beneplácito del departamento de publicaciones). Me alegra pensar que no trabajaré más para esa institución.
He recibido la nota de una ponencia psicoanalítica titulada Tristeza, dolor y melancolía; ¿será una señal? O tal vez debería apuntarme a boxing como ha hecho una amiga, que no quería acabar fabricando bombas caseras. He protestado porque tardaban en traerme un paquete y me contestan facilitándome un complejo sistema de "tracking" con numeración y varias webs (me temo que renunciaré al paquete; ¡pobre Gilda! Cumplió 10 años y G y yo queríamos regalarle una nueva y nívea cama de dacha). Un mensajero que traía otro paquete para mi vecino ha llamado cuatro veces a mi puerta, la última pidiéndome si podía dejarme el paquete a mí. He aceptado, pero la cosa no acababa ahí. El teléfono ha sonado entre tanto. "Cójalo", me ha dicho el mensajero con su sonrisa eterna, "aún me falta otra firma". He firmado en tres sitios distintos, pero el teléfono ha vuelto a sonar y el mensajero no se iba. Cuando le he preguntado qué más quería, me ha dicho que le faltaba mi DNI. Le he dicho: "Oiga, llévese el paquete, yo no quiero darle mi DNI". Me temo que voy a cargar con mi portátil y me voy a mudar, aceptando la hospitalidad que se me ofrece.
"No sabemos qué sorpresas nos deparará el pasado" declaró Pascal Guignard a El País hace unos días, en un arrebato de iluminación (y en una entrevista que me convenció de que debía seguir leyéndole y buscar Les ombres errantes). Esa frase me ayuda a restaurar mis nervios. Al fin y al cabo, yo vivo en el pasado, en cierta manera. Revisitándolo. Rehaciéndolo. Cada mañana, un gesto bajo el agua de la ducha me devuelve a un juego espinoso de mi infancia. Otro gesto con las pieles de las verduras en la cocina me recuerda a otro juego más suave y ritual. Sigo indecisa: ¿Será este silencio sólo el descanso de la comida de los trabajadores? ¿Debería irme a reescribir mi conferencia próxima sobre traducción a una casa silenciosa? No sé si incluir en mi conferencia un apartado sobre "tropelías contra el traductor", y contar lo que me ha ocurrido con esa institución, cuyo eco resuena como un moscardón gigante que no encontrase la salida de mi cabeza. Lo malo es que en catalán no hay "tropelías". O no se me ocurre un término similar. Debería releer el Tirant lo Blanc, seguro que allí encontraba una palabra digna que el triste diccionario no recoge. Toda una mañana leyendo el Tirant para buscar una palabra... otra idea reparadora. Unos almacenes me felicitan el cumpleaños, con seis días de antelación, o cinco, según se mire. No sé si esas felicitaciones me parecen ofensivas o desoladoras. Aún no he decidido cómo celebrarlo y si tuviera que decidirlo hoy, me abstendría. O lo celebraría con un dramático gesto a la japonesa.
Cuando comento lo del ruido, la gente me dice: "Claro, es que tú trabajas en tu casa..." Pero yo sigo sin entender. Toda la ciudad está en obras. ¿Dónde trabaja el resto de la gente? ¿O es que los ruidos en una empresa son más tolerables? ¿O esos edificios inteligentes que producen extrañas protuberancias en las piernas ensrodecen a los trabajadores? Quién sabe. Yo sospecho que aquí sigue dominando la cultura del ruido y que la mayoría de la gente perdió esa sensibilidad hace tiempo y ya no sabría vivir sin esta locura de decibelios. Ese es uno de los temas que me parecen muy distintos en Alemania y Francia, por poner dos ejemplos. La contrapartida de vivir en este lugar ruidoso era el clima, pero ahora que vamos a tener que pasar 7 horas diarias sin agua, por las restricciones, ¿a quién le compensa? ¿Qué será del turismo, por el que han sacrificado la ciudad? ¿Qué harán bares, restaurantes, hoteles, peluquerías y etc. sin agua? No quiero seguir con detalles escatológicos y terribles. Los políticos se encomiendan a la Moreneta y siguen con su política del cemento, la contaminación y los campos de golf.
Sé que estoy muy quejumbrosa, pero prueben a someterse a esta tormenta de ruidos constantes y durante semanas. Pese a todo, ninguno de estos problemas podrá conmigo, es sólo uno de esos lunes malditos de las canciones. El fin de semana ha estado demasiado lleno de cosas. En algún momento me embarcaré y desapareceré sin dejar rastro: qué idea tan feliz, pero tan difícil de cumplir. ¿Cómo abandonar la costumbre de publicar aquí inmediatamente?
14 comentarios:
También ignoro la traducción de "tropelía" al catalán, pero buscando en el diccionario de la RAE tropiezo con una acepción (en desuso) según la cuál, una tropelía era un "arte mágica que muda las apariencias de las cosas". ¿Interesante, no? Algo así como una alquimia pero con más posibilidades...
Interesante, sí. Aunque esa acepción está lejísimos de lo que me ha ocurrido a mí y que considero una tropelía. Ojalá por un prodigio alquímico se convirtiera en lo que dices... Por cierto que tu nombre en mi bandeja de entrada me ha sobresaltado. Mi amigo Oriol murió hace pocos meses...
Yo creo que para trabajar tienes que mudarte hasta que acaben los ruidos. Donde nosotros vivimos hace seis años que están en obras, hicieron varios edificios y ahora que el último se terminó, han abierto la calle. Por suerte estoy todo el dia fuera.
A mi me parece bien que el clero interceda a ver si llueve, aunque la higiénica costumbre de ofrecer al brujo de la tribu como víctima si no consigue su propósito parece que ya está en desuso.
Tienes razón, Friks, si al menos nos dejaran sacrificar al obispo de turno a los dioses del clima, o a Démeter, eso que tendríamos ganado... Lo malo es lo de rogar mientras siguen talando y encementando y asfaltando, eso es lo que llaman "a dios rogando y con el mazo dando"
El ruido en esta ciudad adquiere carácter de atentado permanente. Estoy convencido de que con el ruido ensordecedor de las obras inacabables tapan el de los derrumbes continuados y también el de los socavones tragándose edificios; ya con aquellos cubrían las protestas ciudadanas por el mal funcionamiento de los servicios públicos yavaya a saber los que deberemos aguantar para distraernos sobre la escasez de agua de la que hablan asombrándose, como si hasta el momento nadie se hubiera dado cuenta de que hace meses que no llueve. Pero aleluya! ya tienen soluciones: los bares y restaurantes podrán cobrar el agua de grifo y nadie, nunca más, podrá regar sus miserables geranios. Todo para que los millones de turistas sigan usando millones de veces las duchas, haciendo millonarios a los dueños de los locales y empresas que se enriquecen con el turismo.
Prohibimos tu deserción!!!
Ja ja, ¿y qué vamos a hacer, Cacho? Manifestaciones o un motín contra el ayuntamiento? Es una vergüenza, pero yo creo que el turismo se les acabará igual, aunque paguemos el agua del grifo (podrían primero prohibir esos grifos que no se pueden cerrar y siguen manando hasta que pasa un tiempo), la restricción está servida: y 7 horas diarias son muchas horas, ¿o será como en La Habana, que sólo habrá agua en los hoteles y en las casas de los politicastros?
Qué es el DNI?
El ruido es algo terrible...recuerdo una temporada que en busca de modelos que dibujar me iba a la Academia de San Carlos, que es la escuela de pintura más antigua de mi ciudad y donde puedes meterete a una sesión y dibujar al modelo pagando una pequeña cuota....bueno el caso es que la Academia de San Carlos se encuentra en pleno centro histórico de la ciudad y en esa época todas las calles estaban llenas de ambulantes (son una plaga en mi ciudad y me refiero a los vendedores de contrabando) que ponían su música si así se le puede llamar a ese ruido de "chunta chacha" espeluznante que no te permite en lo más mínimo adentrarte en el dibujo y gozarlo... así que tuve que dejar de ir a San Carlos por el ruido...
DNI es el carnet o documento de identidad por estos lares, Odette. No me extraña nada lo que cuentas, lo que me extraña es que la gente se haya inmunizado o sea impermeable al rudio. Por cierto, aquí estás representada, en ese grabado japonés, la mujer que pinta (y la que lee me representa a mí que, con el pretexto de escribir mi conferencia busco citas y lo estoy pasando muy bien con antiguos poetas catalanes...
Tristeza, dolor y melancolía?
No lo permitiré!
Me encanta la idea de pasar una mañana leyendo el Tirant para buscar una palabra.
Los pequeños detalles cotidianos que te transportan al pasado, que evocan momentos y personas. Comparto esa sensación.
El ruido es desquiciante, una tortura. Incluso la música no deseada. Pero no afecta a todo el mundo. Para muchos sólo les importa para dormir.
Uno de los peores ruidos son las conversaciones no deseadas.
Estuve tres horas aguantando una conversación en un tren entre especuladores inmobiliarios ignorantes, feos y maleducados.
No pude escribir, ni leer.
Una mujer se sentó a mi lado en Calatayud y al cabo de poco abrió un libro. Lo cerró a los pocos minutos. Era insoportable.
(la palabra de verificador es OGLOV)
SÍ, SÍ AL OBISPO!!!!!!
Oglov! Me he imaginado a un comerciante ruso... sin duda he fundido las dos cosas. Alguna vez no puedo evitar pedirle a alguien que baje el volumen, pero claro, depende de quién sea puede ser arriesgado... Tengo un amigo que lanza Shhh! con tanta autoridad que la gente le hace caso, además, aunque bajito, pone cara de cascarrabias...
Sabía que me comprenderías Nmp
Ja ja, seguro que entregando unos cuantos obispos al fuego purificador (has de trobar el camí) tendríamos toda la lluvia que hace falta
Me ha interesado eso del gesto, a mi a veces me pasa con cosas insignificantes, ver algo, un fragmento de algo , cualquier objeto, resquicio de algo me sorprende a modo de flash, a algo anterior, o me que resulta familiar. Y por alguna "gracia" se recompone algo.
impromptu.
Sí, Impromptu, la pieza que deja ver el puzzle, no la última, sino la que permite ver... porque cambia la forma de todo
Publicar un comentario