Foto: la página de STAR, La contracultura de los 70, donde aparece una vieja foto mía en una esquina, entre imágenes potentes y cómics del momento. La frase es de G., se la dijo a su padre cuando leyó un cuento donde salía el susodicho progenitor, que tampoco lo tomó a mal. Pero vale para este caso. Cuando my boss de La Vanguardia me avisó de que yo salía en ese libro, me entró cierta preocupación. No sabía si saldría en forma visual o escrita, pero yo hice tantas locuras en otros tiempos que en fin, me tranquilizó ver esta pequeña aparición discreta (con el pelo rojo oscuro y pendientes de plumas). En ese libro aparecen J.J. Fernández y una troupe de personajes que restituyen la atmósfera de una época iconoclasta (aunque a las mujeres no las han invitado a escribir, sólo una de 14).
Dijo Faulkner que un escritor debe ser despiadado y si tiene que vender a su madre para lograr un efecto en su novela, no debe siquiera dudarlo. Ayer me encontré a alguien en quien está inspirado el protagonista de mi último cuento. Paseaba su perro por el Passatge Mercader y tenía muy buen aspecto. Le dije que había hecho un cuento inspirándome en él: "Tú puedes hacer lo que quieras", dijo. Al fin y al cabo, él también es escritor y una vez me dijo que había escrito una obra de teatro donde la protagonista estaba inspirada en mí, aunque en su caso, la relación con su hijo era terrible y acababan muy mal. Cuando me lo dijo, me pregunté si de esa forma habría corregido una realidad que le abrumaba. También una vez una antigua amiga escritora me llamó para decirme que había escrito sobre una mujer inspirada en mí, a la que había puesto mi nombre, "pero", dijo, y recuerdo bien la preposición adversativa, que se llenó de significado, "ella no es guapa y tiene unas relaciones terribles con los hombres", con lo cual tuve que suponer que para ella, yo no era no-guapa y no tenía relaciones terribles con los hombres. Un alivio. Pero volviendo a mi cuento, no creo que corrija la realidad, sino que intenta recoger unos microfragmentos de esa realidad, una mirada, unas escenas que, recortadas, recombinadas y reordenadas, siguiendo las leyes del cuento, adquieren tal vez otro sentido y se convierten en ficción.
Por cierto, que una amiga de amigos acudió a la mesa redonda del otro día y me dijo que aquel texto que leí le había gustado más que mis cuentos, más sobre todo que el blog, que le desagrada. Entiendo -aunque tal vez me equivoque-, que su reserva con mi escritura es casi de tipo moral o genérica: ella desaprueba la autoficción, que considera narcisista en la prosa (no en la poesía, donde aprecia, por ejemplo, el yo tan íntimo y evidente de Maria Mercè Marçal), y no ve diferencia entre la autoficción y la autobiografía, que considera con sentido sólo cuando el biografiado es un personaje importante, que se ha hecho interesante por otras obras. Ciertamente, los autores han buscado sesgos y yos distintos para hablar de ellos, más o menos obvios u ocultos. A mí me gustan mucho los Diarios y los libros de Correspondencia, y mi placer depende sólo de la personalidad y la voz de quien los escribe, no de que el personaje sea importante por otras cosas. Me pregunto si a esta amiga le gustará Proust (y su yo-Marcel), que revolucionó para mí la lectura y la escritura y mi percepción de las cosas.
"Voy a hablar de mí mismo, aunque en rigor esto constituye una reiteración, pues, hablar, rigurosamente, no se puede hablar sino de sí mismo." (María Zambrano; cita robada de un interesante blog escrito en Tánger)
Parece ser que al leer mi blog, que a esa amiga le causó desazón y disgusto o le pareció ilegítimo, según se desprendía de sus comentarios, esa impresión contaminó la lectura posterior de mis cuentos, que también tomó como memorias, aunque -tal vez por cortesía- dijo haberlos leído con placer e interés y añadió generosamente "tu estilo es espléndido". Tal vez no otorga mucho valor a la estructura o la poética del cuento como género, o no lo suficiente como para justificar un yo despojado, como sí aprueba en la poesía. O tal vez, simplemente, no le gusta mi escritura, pero por simpatía o por alguna razón misteriosa, sigue leyéndome o escuchándome. Otro lector, escritor y crítico riguroso de quien me fío, me dijo, al leer mis cuentos: "El «yo» de esos cuentos es muy interesante y yo creo que original... Aparte de que es un yo muy intencionado (no sólo el de esos cuentos), lo cual también es de celebrar..."
Exponerse significa escuchar elogios como ese, pero también resistir a las interpelaciones y proyecciones ajenas. Significa escuchar esas objeciones insistentes de otros, que en realidad hablan y se debaten consigo mismos, lo cual a veces me produce cierta perplejidad. Casi me cuesta menos aceptar que no les gustó que atender a esa especie de peticiones, proyecciones suyas o intentos de corregirme, pues yo nunca podría escribir lo que otros quieren, ni dejar de hacer lo único que sé hacer, aun sintiendo que no les guste. Tampoco puedo resolver sus dilemas, deseos o conflictos internos. Me gustaría pedirles que no me leyeran, para no sentirme culpable de desagradarles y hacerles perder el tiempo y sobre todo, para no tener que colocar esas objeciones suyas en algún sitio...
En el blog escribo para pensar, escribo para entender, para explorar, para intercambiar. (Y no creo que escriba por narcisismo, aunque no me vendría mal un poco de eso. Quién sabe. Me pregunto si será mi herida narcísica, mi falta, la que actúa después de todo... en el impulso de exponer/se... para protegerse, como dijo Jonathan Franzen) En la ficción, es otra cosa, más misteriosa e inconsciente, aunque también tiene que ver con la comprensión y el conocimiento.
En la calle me he encontrado a una blogger que me ha dado rápidos consejos sobre cómo distanciarse de los comentarios, con su bonito acento argentino. Pero todo esto viene a cuento de la pregunta que una psicoanalista francesa me hizo en la esquina de Rambla Catalunya/Diagonal, hace unos días, sobre cómo me afectaba el feedback en el blog. Entonces le di una respuesta, pero pasan los días y sigo respondiéndole y preguntándome mentalmente. "Ella es muy buena para disparar preguntas y obligar a la gente a preguntarse sin fin", me dice alguien que la conoce bien. Y yo me veo como el capitán Haddock, sin pegar ojo y haciendo pruebas, cuando el malvado Allan le pregunta: "¿Y cómo duerme usted, capitán? ¿Con la barba por encima o por debajo de las sábanas?"
Anoche leí un librito magnífico, una conferencia de Pere Gimferrer sobre Rimbaud, realmente digna de la historia, para algunos de nosotros mítica, de la Residencia de Estudiantes (con resonancias de conferencia lorquiana!!), y en una edición preciosa. Es una conferencia apasionada e inteligente, con una precisión analítica que deleita al lector, donde Gimferrer explica cuál es la singularidad de Rimbaud, de dónde sale (en tres coordenadas precisas), cuál es su relación con la palabra, por qué revolucionó la poesía contemporánea, cómo no se podía llegar más allá de Rimbaud, siguiendo por su camino (el ejemplo de Palau i Fabre es muy atinado), y ese delirio agónico en el que Rimbaud reproduce en cierta manera sus Iluminaciones consolida la escena poética y arrebatada de esa conferencia. Realmente recomendable.
14 comentarios:
La foto me ha dejado patidifuso o patitieso o patizambo o como se llame.
(después te leo mejor)
He leído en la Vanguardia digital que es el cincuentenario de stock de coque.
Pero si es una foto muy discreta...
Bien por Stock de Coque!
La foto me impresiona por el tiempo transcurrido, por algunas de las personas que salen. Y tu estás enlluernadora, como siempre.
Nmp
GRACIAS, Nmp!
Ay, los lectores… uno les cuenta su vida, la que recuerda y la que inventa, la que inventa al recordar, la que recuerda al inventar, un relato en el que lo interesante, como bien dices, es la voz y no los hechos. Inmerso el escritor en momentos dramáticos, los lectores sólo se fijan en que tienes el zapato desatado o llevas la bragueta abierta… Exponerse tiene estas cosas. A veces resulta desolador, de verdad que sí. Y luego esas acusaciones de narcisismo, esas argumentaciones de fiscal, elaboradas después de intensas sesiones de masoquismo lector… Pero ya sabes: el que esté libre de pecado…
Un abrazo
Siempre brillas en tus comentarios, querido J., tan atinado y preciso... Deberías guardarlos, enhebrarlos, ensartarlos (huy, se me desmandan los sentidos), mejor coserlos y encuadernarlos y convertirlos en extraño librillo!
y tú cómo duermes?
con los rizos recogidos o sueltos?
Ja ja, Cacho malvado, tal como caen!
Realmente eras (y eres) muy atractiva.
Glups, no sé qué decir a esto, salvo gracias.
dime una cosa: perez sanchez es américa sanchez, verdad?
En esta foto no sale América Sánchez, que en efecto se llamaba así, pero éste es otro...
ser testigo, y foto de una época no está nada mal, no?
impromptu.
Tiene gracia, ¿pero no lo somos todos? También estaba en un libro de Maria Espeus que se llamaba Hola Barcelona y en un suplemento viejo de El periódico nos publicaron las fotos como Gente de los 80. El pie bajo mi foto me dejó KO, lo escribió R. de España con su ingenio malicioso.
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