Ilustración: Robert Motherwell, Elegy to the Spanish Republique n. 110, Easter Day, 1971
El sábado pasado, 17 de noviembre, estuve en la JORNADA "TRAUMA I TRANSMISSIÓ", donde Anna Miñarro y Teresa Morandi, psicoanalistas impulsoras de este necesario proyecto leyeron el informe REPRESSIÓ, SILENCI, MEMÓRIA I SALUT MENTAL. Fue un acto transgresor en un país donde el olvido, la negación y el tabú se han instaurado y han sido asumidos por la mayor parte de ciudadanos, y por los medios de comunicación, como algo "normal", a pesar de que se trate de un silencio tan estrepitoso, que calle los hechos más importantes ocurridos en este país en el siglo XX, los hechos que cambiaron el país para siempre.
¿Qué era nuevo? La perspectiva psicoanalítica, un terreno donde la memoria es necesaria, indispensable y donde se trata del saber inconsciente ("el saber no sabido", en palabras de María Zambrano que Teresa Morandi citó como definición del inconsciente), que incluye recuerdos negados y trauma. Cómo la muerte y el sufrimiento de los perdedores en la guerra y la posguerra, el silencio de los vencidos, etc. han afectado a tres (o cuatro) generaciones. Cómo esos traumas pueden asociarse incluso a conflictos considerados aparte (drogodependencias, violencia, trastornos alimenticios, etc.).
La exposición de Morandi y Miñarro fue brillante, inteligente, emocionante y sobre todo interesante por su perspectiva, capaz de abrir un camino restaurador. "Ahí es donde yo quiero estar", pensaba yo, en esos parámetros, y sentí una especie de alivio de oír al fin decir todo aquello, explicado, elaborado, de forma que encajaba con tantas cosas observadas, intuidas, sospechadas, vividas en este país. Distinguieron entre "el olvido indispensable para vivir" y el olvido impuesto e imposible de lo vivido, en un silencio obligado por el terror. Hablaron de una contradicción o una dialéctica del conflicto, en el trauma, entre el deseo de olvidar y el deseo de testimoniar, de dar sentido a lo vivido... Hablaron del síntoma como queja interminable, en un cuerpo siempre enfermo, o la negatividad como expresión de un malestar psíquico, de las heridas en el narcisismo (la estima), del desamparo, del miedo interiorizado, de la negación y dificultades para el duelo, de la desconfianza e incapacidad de compartir, de gestos cercanos a la pulsión de muerte, del dolor del trauma que afecta a las generaciones posteriores. Hablaron también de las palabras que siguen siendo tabú en los medios de comunicación, inexplicablemente, como por ejemplo, decir que el régimen de Franco, es decir la dictadura, era puro fascismo. Propusieron formas de articular un proyecto restaurador de esa memoria en la Salud Pública, trabajando de forma interdisciplinaria con Bienestar Social, Justicia, Cultura, Trabajo, Educación... ofrecer formación, crear grupos de reflexión, hacer talleres de intercambios de experiencias entre distintas generaciones... Este grupo de psicoanalistas, impulsado por Morandi y Miñarro, ha articulado su trabajo contando con proyectos similares en otros lugares del mundo. Han entrevistado a múltiples testigos, para observar la afectación en relaciones y en distintos estadios de la vida, en madres-hijas, en adolescentes, han leído y visto material documental, y han ido poniendo en común su trabajo de investigación y elaborando conclusiones.
Como siempre ocurre en esos actos de la memoria histórica, los aplausos eran especiales, cargados de emoción sin palabras. Casi nadie que acude a esos actos, casi nadie que trabaja en esos temas está libre de algún dolor, de algún duelo, de alguna pérdida relacionada o conectada. Y eso se nota. En las intervenciones del público también: un hombre que sufrió la guerra y el exilio para luego encontrar la tortura en Chile. Una historiadora que hizo su tesis en el estudio de los presos de la primera posguerra en las cárceles de Lleida, que contó que había encontrado una respuesta muy negativa, de bastante violencia en los políticos democráticos que gobernaban allí en los ochenta, en las personalidades que ocupaban cargos públicos... investigó y descubrió que todos eran delatores o familiares de delatores, gente que se había aprovechado de la guerra fraticida e intestina que desgarró Lleida.
Escuchar sus reflexiones y sus propuestas me hizo sentir por primera vez que podría haber una restauración para este país. Yo, que pienso que en la negación, el silencio y el no reconocimiento o la desmemoria de la guerra civil y la posguerra está también (además de otras conflictividades) la raíz del no-pensamiento, de la evasión cultural, de esa zafiedad que caracteriza a este país, por un momento me llené de esperanza de que las cosas pudieran cambiar para mejor. Y me alegró mucho incluso mi diminuta contribución a su proyecto (ellas tuvieron la generosidad de incluirme entre los colaboradores). Espero poder seguir ayudando de alguna manera. En cualquier caso, cuando cuelguen su texto en la web, pondré aquí un link ¡¡¡¡porque vale la pena!!!!
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El martes, invitada por Helena Vilalta, fui a ver la exposición En transició del CCCB, comisariada por los historiadores Ricard Vinyes y Manel Risques y el escritor Antoni Marí, y vertebrada alrededor de la idea de que la transición a la democracia en este país se debió al impulso de los ciudadanos, en muchos ámbitos: las luchas obreras y sindicales y las luchas estudiantiles de una forma directa, y con una presión más indirecta, la agitación cultural en el teatro, el arte, los happenings y las nuevas formas de relación y de sexualidad, la redefinición de la locura y las transformaciones sociales. Tal vez lo más difícil, para los afortunados espectadores que no vivieron el franquismo, sea transmitir la atmósfera opresiva y ridículamente conservadora, la asfixia de la vida cotidiana sin libertad, el horror de la sociedad patriarcal sobre las mujeres, los jóvenes, los homosexuales y la restricción en el uso de la calle y los espacios públicos, que la gente tuvo que ir ocupando a la fuerza. Las fichas policiales y los cargos de detención dan una idea (además de los cargos de manifestación, disidencia, militancia, etc., hay gente multada por asistir a un baile ilegal, o procesada por adulterio), o la siniestra silla donde fotografiaban a los presos en comisaría, tan parecida al garrote vil. También hay un discurso de un Consejo de Ministros (lástima que en lugar de material grabado, sean actores los que leen). Se incluyen algunas piezas interesantes (una instalación de Brossa con el garrote, un fragmento de El desencanto de Chávarri, las de Francesc Abad sobre la tortura o la película sobre el montaje de Marat Sade de Marsillach, encontrada y recuperada de forma insólita. Un telegrama del padre de Puig Antich pidiendo clemencia, el retorno del Gernika y las cartas de Picasso, etc. Los que sí vivimos en aquellos años oscuros echaremos de menos muchas cosas, pero tal vez sea inevitable y la propia exposición se propone como una de las múltiples lecturas posibles. En cualquier caso, es una exposición necesaria, que deberían visitar sobre todo los estudiantes.
8 comentarios:
Entre los numerosísimos acontecimientos extremos de nuestra historia, el Alzamiento
marcó su siglo como pocos en la lista general de desastres. Por la curiosa forma de resbalarle a las nuevas generaciones parecería que el asunto ya no pinta nada. La sonora contestación a las iniciativas para reconducir la memoria histórica las acusa de dividir amplios sectores. ¿Esa masa ofendida del viejo bando ganador tiene en teoría dimensiones marginales o más bien tiene herederos saludables camuflados en el centro-derecha? Hay que revisar. Refrescar la memoria es señalar los peligros de no ser cuidadosos con la continuidad del estado de derecho.
¿Cómo no iban a ser indiferentes si no se les contó lo más importante y cercano? Si tus padres te cuentan que a tu abuelo lo mataron, si sabes que tu madre no pudo ejercer su oficio de maestra, si te enteras que tu tío pasó años en la cárcel o sabes por qué se fueron tus primos al exilio, no te parece lejano... Si sabes que tu padre fue falangista o tu tío un soplón gracias al cual encerraron a tal y cual y que esa fue la forma de ascender en su vida, entonces quizás quieras "pasar página". En fin, que nada me parece casual... Pero tienes razón, nuestra derecha supuestamente centrista es extrema derecha, de vocación fascista. Y no son pocos. Si aquí existe una derecha chiraquiana o giscardiana, la han ahogado ellos, los extremistas...
Claro que eres bienvenida, ya lo sabes, al bolso negro (cuando lo tenga) y a la mesita de café.
La foto que tomó Bertini de aquella placa que te puso melancólica me recordó la que he puesto en mi blog. Ya conozco tu vehemencia con los asuntos de la memoria histórica. Comparto los trazos gruesos de tu razón y empeño, aunque con matices. Supongo que no puedo escapar a mis determinismos generacionales, pero tampoco a mi propio desencanto. Como otras veces te he dicho, me siento un gallego en excedencia, entre otras cosas porque aquellos que cantaban el Cara al Sol son los mismos que ahora entonan con fervor el lastimoso himno de Pondal y obligan a aprenderlo de corrido a niños de tres años ¡Por favor!. En fin, tampoco me gusta remover esto, pero ahora, cuando vuelvo a mi tierra me dicen “oriundo”, y me afean por hablar en castellano los mismos que de pequeño me decían que el gallego era un idioma de paletos. No protesto para que no me llamen franquista. Estoy confundido, amiga Isabel, pero contento al fin de no tener patria ni bandera (la pirata, quizás). Y la memoria no la frecuento como desagravio, no suelo, aunque sea de justicia. Aquellos que se sienten oprimidos no saben la cantidad de muerte que se necesita para volver a su pureza original. Creo que vamos camino de convertir la memoria en un acto luctuoso, y a mí la memoria me interesa cuando, como le pasaba a Funes, se siente incapaz de formular ideas generales, platónicas, cuando es un individuo y no una guerra… es entonces cuando puedo sentir el dolor.
La placa, te decía (perdona la digresión) Unas cuantas como esa se pueden ver en la periferia zamorana. Calles con nombres de conquistador, ahora frecuentadas por inmigrantes. No sé si a ellos le dirá algo el yugo y las flechas tendidos como una sábana blanca bajo esa ventana. Desconozco también si la ley de memoria histórica afecta a estos símbolos. Yo, la verdad, más que retirar la placa, pediría que tiraran esos tristes bloques de edificios, llenos de grietas y mugre. Parecen barracones de cuartel o de penitenciaría. Hace años intenté alquilar uno de esos pisos para empezar a vivir por mi cuenta y casi salí traumatizado: paredes agujereadas, la loza del baño reventada y la puerta de la calle sin cerradura, atrancada con un colchón de muelles. Del precio no te hablo porque te asustas. La especulación también frecuenta la miseria.
Un saludo
Precisamente! Aclarar las cosas serviría también para recordar el pasado de esos falsos demócratas qahora reconvertidos en galleguistas. Olvido, falta de reflexión, falta de reconocimiento... En cuanto a la especulación con la miseria, lee a Jacob Riis! Ya en la Nueva York del XIX se veía ese espíritu, que antes había contado Dickens. No tengo tiempo ahora, me esperan, pero seguiremos hablando. Yo no creo en los bandos, ni en los políticos, pero creo que no hay que seguir enterrando lo que pasó ni excusando a los responsables, tengan el disfraz que tengan.
"Distinguieron entre "el olvido indispensable para vivir" y el olvido impuesto e imposible de lo vivido, en un silencio obligado por el terror".
Me gustaría profundizar en esa distinción. Ya, la simple enunciación de los dos tipos de olvido me resulta muy sugerente. En todo caso, obviamente, el segundo no es olvido, sino silencio que, al pasar las generaciones, se convierte en ignorancia.
En otro orden de cosas, entiendo tu apasionamiento ante la zafiedad y comparto contigo que parte de la culpa se debe al silencio impuesto. No obstante, no puedo estar del todo de acuerdo contigo en la simplificación reduccionista de lo que fue la posguerra y el régimen de Franco. Decir que fue puro fascismo, además de no ser verdad salvo en términos tan genéricos que vacían del contenido y de las particularidades al término (todas las dictaduras serían iguales), no contribuye a luchar contra el lenguaje manipulador que se usa desde posiciones contrarias. En todo caso, es un matiz con el que no pretendo negar el mensaje central de tu post.
Creo que te confundes, Miroslav. Ningún historiador confunde a Hitler con Mussolini, sus mandatos, el número de muertes y el ensañamiento o la organización fueron distintos. Pero nadie dudaría en decir que ambos fueron fascistas, y lo mismo ocurrió con Franco. Naturalmente, Franco tuvo que hacer un esfuerzo para distinguirse a partir de la derrota nazi, y eso lo sabe también todo el mundo, tuvo suerte de que los americanos le considerasen aliado en la guerra fría. De igual manera, pese a su discurso antisemita, él dejó vivir a los judíos, muchos incluso vinieron refugiados aquí... Nada de eso le excluye de haber sido fascista, ni se pueden borrar sus fotos con Hitler y Mussolini, ni se pueden borrar los documentos conjuntos en que prepararon el alzamiento y la guerra en 1934, etc. No es ningún reduccionismo, puesto que eso no significa que no hubiera diferencias.
Los historiadores han discutido sobre la definición de fascismo, que unos aplicaban sólo al fascio italiano, pero se ha impuesto la definición más amplia de sistema autoritario siempre en oposición a la democracia, en oposición al comunismo, incluyendo pena de muerte, tortura, etc, con distintas variaciones según el lugar. Naturalmente eso incluiría la dictadura de Pinochet, etc.
Efectivamente, Isabel, los historiadores (y los politólogos) han discutido sobre la definición de fascismo; pero no estoy de acuerdo contigo en que se haya impuesto (y mucho menos en el ámbito de la historiografía) la que llamas definición amplia del fascismo, salvo como forma de hablar. En todo caso, no tengo inconveniente en admitir que fascismo valga para denominar a todo sistema autoritario de gobierno, pero te hago notar que, en ese caso, tu frase "la dictadura de Franco fue fascista" se convierte en una tautología. Sigo pensando que la "ampliación semántica" de las palabras muchas veces debilita las intenciones originarias de tales intentos.
Obviamente, no es este el foro para ello. No obstante, es evidente que el régimen de Franco, sobre en todo en su primera época (la que se ha dado en llamar falangista) mantuvo muchas relaciones "ideológicas" con el fascismo (ciertamente oportunistas por parte del dictador) pero también muchas divergencias. Si nos pasamos del terreno ideológico al de los hechos, las calificaciones de las dictaduras difícilmente obedecen a denominaciones; yo diría que hay muchas cosas (miserables) en común y distintos grados de barbarie y deshumanización.
La verdad es que lo que a mí me interesaba observar aquí son los tabúes, no lo he dicho yo, me limito a hacerme eco de opiniones más expertas. Apenas se puede decir la palabra dictadura ni se habla de las ejecuciones y una simple esquela de aniversario de las matanzas provoca que incluso algunos que se consideran progresistas y modernos se lleven las manos a la cabeza porque "hay que pasar página". Que haya discusiones terminológicas entre los historiadores me parece bien, incluso saludable. El problema es que ciertas cosas no se puedan nombrar. O que se nieguen los hechos (aunque no sea delito, según esa última sentencia). Las fotos de Franco con Hitler y sus secuaces me parecen importantes. El listado de ejecuciones también. Y de gente expulsada de las Universidades, muerta sólo por haber sido profesor en la República, etc. Autoritarismo me parece una palabra blanda porque no parece implicar muerte ni tortura. Dictadura me parece mejor. Pero cada cual que elija su terminología, de momento, yo soy libre de usar la que me parezca aquí y tú eres libre de disentir aquí y de usar la que quieras en tu espacio...
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