miércoles, 13 de diciembre de 2006
De la lectura
Picasso, Chica leyendo en un sillón(?)
Leer, leer y leer. La locura de tantos libros a la vez. A veces creo que me revuelco en los libros, como el tío Gilito en sus monedas. O que picoteo y mi cabeza agurejeada los confunde todos. Están por toda la casa y me gusta atribuirles un lugar propio (unos los leo en el cuarto de baño -ahora Pizarnik-, otros en la cama, otros en el sofá), pero yo misma los traslado a otros lugares cuando adquieren el poder suficiente para arrastrarme y volverme infiel a mis demás quehaceres. Por un lado, mis autores balcánicos para el libro que escribo, por otro, Élisabeth Roudinesco, que me tranquiliza con sus ideas afines y su contextualización derridiana de las cosas en Por qué el psicoanálisis, janet malcolm y su The Silent Woman : ella no es una biógrafa, sino una espeléologa apasionada y rigurosa que analiza las biografías de Plath-Hugues y sus silencios y las contradicciones de Hugues con un tono firme y emocionante. Mientras, sigo hechizada con Belinda y el monstruo de Magrinyà, preguntándome si las similitudes que he visto con el Salinger de For Esme están sólo en mi placer al leer sus tonos, o son sólo algo tan vago como la posición medio distante del narrador y su mezcla de precisión analítica y ambiguas oscuridades. Pero tal vez eso sea como no decir nada.
Y siempre soñando con esa vida de sólo lectura y escritura: abandonar la traducción que me ocupa cada vez más, y aunque me gusta, supone una traición y cada vez me ayuda menos a sobrevivir.
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