sábado, 10 de septiembre de 2011

Volví

Foto: I.N. Mi mano en la roca, 2011
Volví a mi playa secreta, pero no hacía sol. El paseo valió la pena. La visión de ese paisaje aún elegante, esos pinos de melena prieta e impecable, la música de los pájaros compitiendo con un rugido que no puedo explicar aquí, los plumeros que se han conjurado para multiplicarse por todas partes mientras yo estaba en Serbia, toda esa escena me recompuso. También la conversación: es distinto hablar por ese camino -lo sabía Stevenson y lo sabía Hazlitt un siglo antes- o en esa playa solitaria y luminosa, y sobre todo, ese momento de posesión de la luz que es entrar en el agua y que me devuelve a la felicidad física de mi infancia, a lo que me salvaba de las hostilidades, a lo que no hubiera podido nunca compartir.
Eso sí, teníamos un personaje que parecía salido de la España de los sesenta, un tipo gordo que decidió sentarse a nuestro lado y aunque nos movimos, no despegaba sus ojos de nuestros cuerpos, y aunque yo me ocultaba entre las rocas para poder mirar a Tigridia sin verle mientras hablábamos, allí estaba él, feo como sólo son los hombres en los países patriarcales, con ese vientre enorme de embarazado, levantándose y andando para poder seguir posándose como un tábano en nuestra piel. Hasta que al fin se marchó.
Por cierto que anteayer vi una película egipcia tal vez no muy brillante pero que contaba esa historia terrible del acoso constante a las mujeres. A mí me costó porque reviví mi adolescencia en este país, que entonces era tan reprimido como aquello y los hombres convertían la calle en un malestar insidioso. Qué asfixia.
Pero había otra razón oculta en las miradas, algo que se detecta de una forma oscura y animal, algo que transcurre por debajo de lo visible. Y es que a pesar de la lluvia de malas noticias pecuniarias y laborales que sigue cayendo, a pesar del dolor de lo que le ocurre a A., se desvaneció mi propio dolor físico gracias a una de esas sorpresas capaz de restituirme, y que lo barrió todo por un momento. Y cuando eso ocurre se desprende o se irradia algo que otros pueden percibir. Yo pensaba que esas cosas no iban a ocurrir más, pero me equivocaba. Fui a tomar café con Tigridia y una amiga que vive en Austin y me arrastraron a una exposición que no me interesaba, diga lo que diga A.M. Además, me dolía la espalda y pensé que no resistiría. Pero fui, y no me dolió. Y mientras miraba aquellas pinturas de una época que no me interesa tanto como la que vino después, se produjo el principio de un cuento, trajo su estela y alcanzó su clímax unos días después, en pleno calor. L'étonnement, lo llamó A. Me preguntó qué buscaba y cuando yo, en un gesto casi gallego, para no repetirme con la escritura, para poder pensar, le devolví la pregunta sin responder, dijo que buscaba l'étonnement. Y en efecto, hubo una serie de pequeños hechos sorprendentes e inexplicables que nos hicieron reír. Fue como un viaje en cohete a otra dimensión, me recordó quién era yo, además de las otras cosas, me devolvió a mi propia tradición llena de azares libres. Y sin embargo, sarinagara...
Acabé una traducción museística y en lugar de escribir me quedé estupefacta ante la pantalla, atada a la amargura de los pequeños fracasos cotidianos -me resulta difícil vivir en esta ciudad-, y sobrecogida por un miedo atenazante, gallina, gallina, sin osar adentrarme en este momento difícil de mi novela. A medianoche, un amigo recobrado, lector desde siempre, lector vehemente y crítico, me escribió unas preguntas, "en nombre de todos los demás", dijo: ¿Por qué nos privas, por qué no sigues, por qué este silencio? Y entonces me acordé. De acuerdo, no soy uno de los nuestros, y sin embargo, me leen los escritores, me leen y elogian algunos a los que admiro, me leen incluso quienes tienen que darme las malas noticias laborales, me felicitan algunos que para mí son importantes, otros me dicen que leerme les inspira, les consuela, les entretiene, les conmueve y hay algunos que incluso esperan mi novela. Y yo sigo con mis pequeñas esperanzas en un país vecino.
¿Por qué entonces ese miedo y esa perenne sensación de derrota? Oh ya sé que el dolor, el dolor de A. (que me ha pedido compañía para una tentativa más, para algo a lo que anuda su esperanza), que en un mensaje ha hablado por primera vez de una pérdida física grande, sigue ahí y se mezcla a mis miedos otros. Hablar de lo que no debo hablar. Decir lo que nunca se ha dicho y que pese a su sencillez tiene un poder enorme, capaz de derrumbar una montaña. Autorizarme a no fracasar. Tantas cosas. Decía Georg Trakl: por el negro ramaje suenan campanas dolorosas (no me gusta la traducción que he visto por ahí. Decía "a través del oscuro follaje", pero se puede decir, como Feliu Formosa en catalán "Por el negro ramaje suenan campanas dolorosas". Oh, la traducción, un oficio que nadie aprecia en este país y que, cuando es difícil, se paga como fregar suelos, sólo que con más retraso. Nadie comprende ni sabe valorar. Pero no importa. De verdad no importa nada, lo único que importa es autorizarse y resistir.
Fui a ver al hombre que escucha. Mientras me acercaba a su lugar ya sentía alegría. No sé explicar lo que se produce allí. Él sólo señala con su puntero invisible algunas palabras. Y algo parece moverse. Ayer, alguien ferozmente contrario a ese lenguaje se vanagloriaba de no haber tenido que ir nunca... Yo le interrumpí: a algunos nos encanta ir. El que hablaba no puede entenderlo, ni siquiera sabe por qué le irritan los sentimientos ajenos, que le recuerdan a los suyos. Pues bien, el hombre que escucha señaló dos palabras más. En su barrio, la sombra de los árboles hacía guiños contra el sol en las fachadas. Al salir fui a buscar mi gel de aceite esencial de almendras y la tienda francesa había desaparecido. Cosas de la crisis, que todo lo barre. O casi todo, porque de momento, yo sigo bailando. Y sueño con irme de aquí, a un país más civilizado.
He ido a buscar un Georg Trakl bilingüe y me he pasado un buen rato para decidirme entre dos buenas traducciones (al final he optado por Jenaro Talens, aunque la de Pre-Textos tenía también un pintazo y yo juraría que se habían leído mutuamente). En la librería se reían de mi titubeo. Es verdad que allí siempre estoy contenta, en ese paisaje de libros como tesoros de Ali Babá, todo me parece posible. A la salida, R. de E., que tiene mucho humor, pero poca paciencia para la poesía, me ha recomendado una novelilla vieja de Ian MacEwan, creo que era On Chesil Beach, de la época en que nos gustaba a los dos, cuando aún no se había maleado por el éxito, pero yo había gastado mi cupo del día, así que la guardo para otro día. R. de E. se ha ofrecido incluso a pasármela. Quizás esa audacia viril de aquel McEwan de entonces me impulsara después de todo (he olvidado decirle a R. de E. que una vez me encontré a McEwan solo y no le dije nada. Acababa de criticar por misógina su novela Atonement y era lo único que se me ocurría decirle). Tengo la sensación de que Trakl me ayudará en mi bloqueo. Aunque también estoy leyendo a Alice Munro y de esos cuentos suyos diría "Ningún defecto", como en el I Ching, excepto los títulos; no sé por qué AM pone esos títulos.
Mi amigo lector de medianoche ha amenazado con llamarme para saber de ese miedo mío de escribir. Y heme aquí esperando su llamada. Sé que esta entrada no va a gustarle como la anterior, pero ¿qué puedo hacer? No siempre escribo con el nervio del otro día. Y ahora, esta ligereza esconde mal que no estoy escribiendo, que sólo estoy acercándome, bordeando ese pozo de la escritura con cierto vértigo. A veces, Rufus me pone sus dos patas blancas en la frente, como si quisiera ayudarme a ordenar mis pensamientos.

12 comentarios:

Xabier Armendariz dijo...

Hoy falta Rufus.

Belnu dijo...

Sí, es verdad, Xabier. Aún puedo añadirlo...

Belnu dijo...

Hala, ya lo he puesto, gracias!

Xabier Armendariz dijo...

Esto ya es otra cosa.

Anónimo dijo...

Y Rufus queda redondo, intentando ayudarte a poner en orden tus ideas. Aunque desordenadas no están, todo lo ligas con hilo de la coherencia, que tanto se agradece.
Me ha encantado lo de "feo como sólo son los hombres..." y esa barriga de embarazado. Hace un tiempo comentábamos con una amiga si le llaman "la curva de la felicidad" por el deseo obsesivo del hombre de conseguir quedarse embarazado, tema que últimamente no aparece tanto. En cambio, la barriga en las mujeres, no embarazadas, se considera horrible y antiestética... Así que ligamos con el tema de la persecución y el patriarcado y todos esos temas que como mujer cada día me da más miedo tocar... Y celebro tanto que sigas escribiendo... Gracias a Rufus también que intenta poner en orden tu ideas, y leyéndote las mías se ordenan, o lo intentan :))

Gracias Bel!

Belnu dijo...

Gracias a ti, Eva, por tu lectura inteligente y tus asociaciones!

Anónimo dijo...

Consti, curosa i meandrosa Bel, que a la llibreria no rèiem del teu titubeig, sinó que rèiem AMB el teu titubeig (parlo per mi). És un luxe veure una clienta, i una lectora, que compara amb tant circumspecció les traduccions. No precisament una lectora comuna, of course... Felicitats per l'entrada. I per la traducció a Alfabia. Arma't del valor que tens a la mirada (perdó: frase que podria firmar Bisbal perfectament, i know) i segueix escrivint. See you soon (nosaltres sempre ho tenim fàcil), LongDistanceRunner

Belnu dijo...

Gràcies, Long Distance Runner!!! M'ha fet gràcia i il·lusió aquest comentari i les autoburles també. Gràcies per l'elogi. Ah, la força, sí, tots en tenim, però de vegades voldríem que alguna altra cosa ens propulsés, que les coses fossin més fàcils, que ens vingués una injecció de sort... et caètera.

´´ dijo...

http://alvaro-hobbyhorse.blogspot.com/2011/09/cronicas-de-nueva-york-maeve-brennan.html

Ephemeralthing dijo...

Ayer regresaba a la ciudad entrando por la autovía de Castelldefels y fue inevitable hablar con mis acompañantes de los invasivos plumeros que crecen estos días por doquier por esa zona. Evocadores son de tiempos pasados cuando nuestras abuelas gustaban de cortarlos y colocarlos en jarrones que tenían que ser grandes por necesidad.

Belnu dijo...

Muchas gracias por traerlo, Francis! Lo he leído en La Central y me ha hecho mucha ilusión. Ahora lo pondré como entrada. Creo que es una defensa maravillosa del libro y muy generosa conmigo.

Belnu dijo...

También hay plumeros en otras partes, Eph!