Foto: I.N. El bosque mágico de alcornoques alrededor del dolmen (lugar durandiano), 2010
Mi ánimo cambia mágicamente sin saber cómo (sólo he venido un momento porque no hay tiempo para más). Me he despertado melancólica, pensando en lo que tengo que hacer y en la imposibilidad de cumplir mis deadlines, he estado preparando algunos textos para mi curso, he ido al gimnasio alemán, hoy menos vacío a pesar de mi hora favorita, y al salir, mientras iba a buscar dos cosas que me faltaban, el sol de otoño, ese sol de tramuntana me deslumbraba y envolvía por la calle en el aire fresquísimo. Tal vez haya sido eso, la sensación del barrido tramuntanesco y ese sol tan añorado...
Y la verdad es que hace ilusión encontrar textos para un curso así. En Turia me han encargado que reseñe el Jin Ping Mei (humildemente me sitúo por debajo de los sabios sinólogos que lo han reseñado ya, yo sólo lo haré como lectora que no sabe, a tientas y a ciegas, ¿cómo decía Juan de la Cruz? "Entréme donde no supe/ y quedéme no sabiendo, / toda sciencia trascendiendo". ¡Son mil quinientas páginas! Al final quizás estaré aún menos des/orientada, entre Soseki y El erudito de las carcajadas. La edición de Atalanta es preciosa y la traducción, una garantía. En el prefacio del "Maestro del Regocijo" dice que "de los siete sentimientos de la humanidad, el más profundo es la melancolía." Pero antes me toca reseñar otros dos libros, uno policiaco y otro, deliciosamente clásico de Navona...
Rufus parece más apaciguado, aunque sigue despertándome temprano con su trabajo de esmerilado, pero diría que algo ha mejorado. He puesto a Madeleine Peyroux (que le copié a Bel M) y he bailado feliz por la casa unos segundos, ante la mirada atónita de mi gato.
Ayer estuve en el jardín rodorediano y me gustó volver a esos bosquecillos, visitar el bosque mágico de alcornoques que se extiende desde el dolmen, con las mismas piedras del jardín de Rodoreda, y andar y comer en compañía de mis dos amigos del pasado. Visitamos a la acupuntora (que compartimos) en su bonito jardín teatral. Pero tuvimos que atravesar ese infierno de autopistas que han destrozado todo el Empordà, totalmente superfluas y a diferencia de las carreteritas estrechas y razonables que comunican la campiña inglesa o la francesa o la Toscana italiana. Sólo el dinero de la mafia del cemento, en connvivencia con los políticos, explica la destrucción de este pobre país. Hoy justamente en La Vanguardia, Francesco Forgione nos recuerda que España es un paraíso de la mafia y que un capo declaró que la cárcel era aquí más parecida a un balneario de reposo, desde donde sigue dirigiendo sus actividades. ¿Hasta cuándo nos vamos a dejar torear así? Volví melancólica, sobre todo después de comparar mis ingresos con los de alguien que sí encaja en la llamada política cultural del país, alguien que se dedica al teatro y en catalán. ¿Por qué será que yo siempre me sitúo en la peor franja, siempre hago todo lo que no se debe? "Elegís esos caminos difíciles", me decía mi padre. Me sentí derrotada entre el infierno de autopistas y la ausencia de perspectivas económicas.
Y luego, toda la tristeza se evapora sin que nada haya cambiado. Aun preguntándome cómo lograré irme a vivir un día al otro lado de la frontera.
Ah, leí, por recomendación de un amigo nuevo, Carta a D. de André Gorz. Es un librito precioso y bien escrito, la carta de amor de un filósofo y periodista a su mujer ya enferma. Lo leí sabiendo que los dos se suicidaron poco después. Es interesante su descubrimiento de la traición de Pharma y del extraño tránsito de los dos a la medicina holística y la ecología desde el Nouvel Observateur. Pero a mí me fue afligiendo por algo que los lectores hombres tal vez no ven, al menos no los de este país, y es que es la historia de un sacrificio que sólo recibe un castigo: ella, que parece tan maravillosa en la descripción y que, según dice Gorz, podía haber tenido otra vida mejor, trabajó durante años sólo para él, renunció a todo lo demás por él, documentó todos sus trabajos, le animó, resistió todas las miserias para las que no estaba preparada, consiguió apoyos, contactos, él reconoce que sin ella no habría podido nada, pero ella siempre queda anónima. Incluso en este homenaje, él es incapaz siquiera de pronunciar su nombre. Gorz se pregunta en estas páginas por qué cuando escribió de ella en otro libro la retrató indignamente, hizo como si él no fuese quien más la necesitaba, la dibujó ignorante cuando era culta, sola cuando estaba rodeada de amigos, dependiente de él, cuando era la más independiente de los dos, sin saber idiomas cuando dominaba el francés, el inglés y el alemán. Y él sólo se lo pregunta. La diferencia entre él y otros (como Einstein) es que, por su sensibilidad, una parte de él se da cuenta y se duele por haber sido así, lo escribe en un libro -pero la otra parte sigue dominando y él sigue negándola, no escribe nunca el nombre de ella, no fuera el caso que pasara a la historia con él- y acaba suicidándose con ella. En lugar de haberla reconocido acaba devolviéndole el sacrificio. Me pareció terrible.
Gracias a Francis, he encargado un libro de Sergio Pitol y otro de Tabucchi que hablan de sueños. Yo sigo soñando, aunque no siempre pueda contarlo aquí.
No se pierdan el artículo de EVM en El País de hoy, donde compara las estatuas de las Ramblas con el mundo literario de estos tiempos y dice una clave eliotiana y chejoviana que para mí diferencia la literatura de lo demás...
32 comentarios:
Extraordinario ese lugar de la foto. Tomo nota.
"cómo lograré irme a vivir un día al otro lado de la frontera" Ah, tu por lo menos lo vas a intentar, yo en esto ya me he resignado.
Friks, yo no puedo dejar de soñar que me iré, si no, ¿cómo resistir? Lo que ocurre aquí me enferma!
Sí, es un lugar maravilloso, no debería haber dicho dónde está... tal vez lo quite
Habría que generalizar esa frase de Juan de la Cruz.
Y a veces, las opiniones laterales son tan importantes como las otras.
hoy recibí la carta de un amigo que me decía, que no hay más caminos que los del arte.
iluminaciones.
Yo leí la Carta a Dorine hace años, antes de que la incluyera Paidós como inicio de su colección de pequeños libros titulada "El arco de Ulises" y luego, tras publicarla Paidós, compré diez o doce ejemplares para ir regalándolos.
Lo que comentas no sólo es verdad, sino que yo mismo y muchos otros lectores masculinos hemos podido fácilmente comprobar la certeza de ese ensombrecer de Dorine, esa violencia simbólica sobre la mujer que estudió definió Bourdieu y sobre la que tuve la oportunidad de hablar el pasado 1 de octubre, terminado mi trabajo al final del master.
Lo apunté como un detalle más de esa violencia a partir de esta frase:
-Si conocieras el lago Van, tal y como yo me lo imagino. Rodeado de montañas nevadas. Cuando la noche cae sobre sus aguas, en sus orillas desiertas aparecen fugaces jinetes sobre caballos alados. Doncellas de ojos negros y piel clara lavan ropa en sus riberas. Todo es como sus aguas, que no se pueden beber. Solo se pueden disfrutar con la mirada. Un viento cuyo nombre desconozco levanta pequeñas olas que refulgen en la orilla a la caída de la noche. Cuando gritan las gaviotas del lago Van, las mujeres paren varones; las yeguas potros; y las vacas terneros. Las personas solo mueren cuando las aguas del lago Van se calman.-
(SAIT FAIK, en Los últimos pájaros; el relato: No sé por qué actúo así. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 1992, pág.22)
Basta cambiar los fugaces jinetes y las doncellas por: -...aparecen fugaces amazonas sobre caballos alados. Efebos de ojos negros y piel clara lavan ropa en sus riberas...-
Ello es así (lo de Gorz) no sólo porque los lectores masculinos podemos verlo (incluso los de este país), sino porque el propio Gorz lo contó, ciertamente arrepentido de lo que hizo.
Precisamente porque lo contó, aunque tarde, sabemos de ello.
Tienes razón, Iluminaciones! Y tu amigo también. Gracias por venir a recordármelo.
Lo siento, Rft, pero a mí me parece que Gorz, en ese libro, se perdona demasiado a sí mismo y lo dice sólo de soslayo. Si leyeras lo que yo leo no comprarías un montón de ejemplares para regalarlos. Otra cosa es la subjetividad de cada uno. A mí el sacrificio de una y la misoginia del otro (sub)titulados Una historia de amor me produce náuseas (metafóricamente). Si eso es amor...
Yo pienso que sacrificarse, vivir a través del otro es algo patológico. Y el que acepte que otro se sacrifique por él y asuma que eso es amor, sin intentar cambiarlo (sino todo lo contrario, como en este caso, maltratándola) también está mostrando una patología. Ya sé que está muy extendida. La historia del arte está llena de eso: de artistas y escritores hombres con una mujer abnegada, secretaria, colaboradora, a veces redactora e inspiradora, editora y crítica, sirvienta, madre, psicóloga, casi siempre anónima, etc. O de usurpación, como Einstein y su mujer física o Rodin con Camille Claudel (a veces con internamiento femenino incluido; Bowles, Alberti). La figura inversa apenas se produce (Virginia y Leonard Woolf serían la gran excepción). Algunos artistas han firmado juntos, como Christo y Jeanne Claude, por suerte.
Lo de Gorz y su D. me parece sórdido y triste. No, RFT, tú no lees lo que yo leo.
Qué interesante y qué triste lo que cuentas sobre la carta a Dorine! Tengo que encontrar ese libro, me interesa mucho, es una situación que sucede muy a menudo, me temo.
Sucede muy a menudo, sí, pero con esos datos, Emma, ¿de verdad te dan ganas de leerlo? De haberlo sabido yo nunca lo habría buscado.
A mí me parece Isabel que o no has comprendido bien lo que yo he querido comentar o lo has interpretado mal.
En el inicio de esa parte de tu entrada dices lo siguiente:
-Pero a mí me fue afligiendo por algo que los lectores hombres tal vez no ven, al menos no los de este país...-
Yo no sé si leo lo que tú lees, pero no es tal el sentido de mi comentario a tu entrada.
Lo que yo pretendo explicar en mi comentario es que yo sí lo veo, yo sí veo lo que hace y dice Gorz, y que conozco a muchos lectores-hombres que también lo han visto durante años. Lo cual no ha de impedir la belleza del libro o que yo decida regalar aquello que me apetezca.
Y por eso lo hemos leído hace mucho tiempo y lo hemos detectado, pese a resultar reprobable lo que Gorz cuenta y, como él lo cuenta, por eso merece ser leído, al igual que lo terrible de Víctor Hugo no era lo que hacía con algunas mujeres, sino el que después lo contara.
La violencia simbólica implica algo tan tremendo que la mujer incluso carece de lenguaje muchas veces a lo largo de los siglos para oponerse a la opresión del hombre. Y los que sabemos algo de esto, aunque seamos hombres, podemos percibirlo en los textos de Gorz o en los del Arcipreste de Talavera, dicho sea de paso.
Es decir, pese a la costra de siglos, los lectores-hombres (formemos o no parte de la "secta" de los seguidores Clarice Lispector, como nos bendice y llama Bel-M), somos capaces de leer y detectar lo que Gorz hizo y narró en su Carta a Dorine y en otros escritos que hay que entender y leer de él para comprenderlo, aunque sea algo tan inaceptable como que lo del Robledal de Corpes se "repara" en el estúpido honor del hombre-padre y no en el de las mujeres destrozadas y violadas.
Tal era mi comentario ante el tuyo de que los lectores-hombres no sepamos detectar ciertas cosas. Lo sabemos hacer perfectamente. Es decir ―dicho sea deliberadamente con alguna crudeza―, tomando prestada la creación de Lope de Vega (autor hoy tan cinematográficamente de moda), la rebelión mostrada por el pueblo de Fuenteovejuna ―dejando aparte tanto y tan tonto honor masculino que siempre subyace en estos casos― consigue Justicia Real ante la injusticia del Comendador, pero cuando ello concluye, la posición y vida de Laurencia, que incluso ha tenido el atrevimiento de querer participar en el “consejo de hombres”, en poco o nada mejoran, ni siquiera ante su propio marido. De esa forma, lo que es propiamente revolucionario al provocar ―por unas causas u otras a cual más complejas― el levantamiento de un pueblo ante el injusto derecho de pernada, tiene éxito, si se quiere un tanto amargo, pero no va más allá de tal éxito: es decir, no reforma ni un ápice la posterior posición social de una mujer violada y destrozada. Y lo relevante de todo esto no es únicamente constatar que incluso durante los procesos revolucionarios en los que participan plenamente las mujeres se ignoran después todos sus derechos y se persiste en mantener el statu quo sin revisar el papel de la mujer, sino que los propios participantes en el drama ni siquiera tienen conocimiento o conciencia de que ciertas cosas tendrían que haber cambiado ya, aunque sólo sea por la ayuda y participación de las propias mujeres en el propio proceso de la abolición de las injusticias. Sin embargo, tal conciencia no resulta imaginable en la mente humana masculina y patriarcal predominante entonces, sencillamente porque se trata de algo que no existe y que condena a Laurencia, de la mano del refranero popular ―y, de paso, desde la postura transmitida por Teresa Cascajo, señora de Panza―, a vivir en su casa y con la pata quebrada, incluso después de la Revolución Francesa, lugar en el que, al margen del sometimiento, podrá surgir, siempre que sea preciso, la violencia contra ella, acción que quedará sellada, silenciada y constantemente consentida en tal ámbito privado del hogar.
Por lo tanto, Isabel, lo vemos, lo sabemos y nos parece terrible. Pero Gorz nos lo contó para algo.
Me gusta ese jardín...parece el capricho de un niño gigante.
También imagino el jardín teatral de la que practica acupuntura....creo que no debe haber mejor lugar que un jardín teatral para ponerse en manos de sus agujas...
Anne
( Puedes decirme donde hay que pinchar para dejar de notar el frío?)
Entonces diagmos que soy yo quien no lee lo que ustedes leen porque yo no encuentro ninguna belleza ni grandeza en eso ni en contarlo -salvo la propia escritura, que efectivamente brilla, sobre todo al principio, luego se hace repetitiva y cansina, extenuante- y que nunca leería ese relato ni buscaría uno así sabiendo que eso es lo que cuenta. Que a mí no me interesa esa enfermedad, no me interesa el punto de vista, que me parece demasiado corriente y demasiado ubicuo. Y eso de que las mujeres "no han tenido lenguaje" presupone ignorancia, tampoco muchos esclavos hombres lo han tenido. No sería una cuestión de género sino de ignorancia. Una vez vi un documental de supervivientes de campos que reunía sólo a gente de origen muy humilde, y no elaboraban lo vivido, no intelectualizaban, no juzgaban siquiera. Yo he leído y escuchado a mujeres que sí tenían lenguaje y sí elaboraban, pese a haber sufrido hechos similares. Digamos que no comparto su interés. Y perdone, pero estoy acostumbrada a que muchos lectores hombres nunca hayan leído los libros desde esa perspectiva de la que yo hablo y a que puedan leer un libro como el de Gorz como "una historia de amor" cuando eso muy poco tiene que ver con el amor, y sí con el poder, la negación del otro y la culpa.
Anne, me alegro de que te guste ese jardín. Hace frío en Cabo Leeuwin? O hace frío en mi post?
Muy muy interesante
http://hoteljuntoalavia.blogspot.com/2010/10/vila-matas-pictorico-una-conversacion.html
Isabel, con esos datos la idea de su lectura me da escalofríos, la verdad, pero creo que hay cosas que mejor leer cuando no se han escrito a propósito para hacerte temblar. Quiero decir, lo que me ha llamado la atención es lo que "tú" has descubierto en el libro, lo trisísimo que esconde.
Muchos textos y contextos son susceptibles de ser analizados bajo la perspectiva de género, y mientras ello sea posible suele seguir siendo necesario. Creo que en esto es en lo que coincidís a propósito de ‘Carta a D’, indudablemente desde distintas perspectivas.
Puedo entender, en tanto que varón, la tentación de identificación del lector masculino con el Gorz de este libro, puesto que me descubrí a mi mismo a punto de caer en tal abismo, pero no puedo comprender su justificación.
Me parece entender que, desde esta perspectiva de género, Isabel ve misoginia y dominación. Coincido. Y RTF opina que el propio Gorz hizo una especie de confesión “ciertamente arrepentido de lo que hizo”. Aquí discrepo. El autor de ‘Carta a D’ manifestó sin duda un cierto remordimiento (disculpad el lenguaje católico), y ensayó –creo que sin mucha convicción- el autoperdon: en la medida que no profundiza realmente se autoexculpa con demasiada precipitación. No es sincero, no puede serlo, luego no es honesto.
Isabel sostiene que el amor debe tejerse con otros mimbres, y que el vínculo de pareja desde la dependencia-dominación vs sumisión-sacrificio es patológico. Coincido de nuevo. El autor admite desde el principio su dependencia de Dorine (en lo emocional, intelectual, profesional) y ello tiene su reverso en la utilización que hace de ella, no sin la necesaria dominación mediante los comodos instrumentos indirectos que ofrece el patriarcado. Y pusto que hay “talla intelectual” sublima esta coyuntura mediante la “historia de amor” para asi tranquilizar la mala conciencia. El cenit de esta dependencia-sublimación es el suicidio conjunto cuando la enfermedad de ella lo enfrenta a una soledad como individuo que jamás supo afrontar. Mucho de todo esto se puede entreleer en este, por otra parte para mi imprescindible, libro.
Gorz fue un brillante y comprometido pensador que abrió importantes espacios de transformación social, con lo que hizo una impagable aportación a su mundo. Muchos somos los que todavía le agradecemos sus iluminadores trabajos de hace décadas estableciendo los fundamentos de la Ecologia Politica, sus prospectivas sobre el fin del trabajo... Sin embargo el gran intelectual y luchador por tantas libertades, fue esclavo de sus debilidades como hombre.
Y para romper otra lanza en su favor, me emocionó la apuesta de relación de pareja basada no en los canones convencionales (hijos, familia, entornos sociales estandarizados), sino en el hecho de compartir una pasión deambos, llámesela intelectual, política…
Gorz fue un brillante y comprometido pensador que abrió importantes espacios de transformación social, con lo que hizo una impagable aportación a su mundo. Muchos somos los que todavía le agradecemos sus iluminadores trabajos de hace décadas estableciendo los fundamentos de la Ecologia Politica, sus prospectivas sobre el fin del trabajo... Sin embargo el gran intelectual y luchador por tantas libertades, fue esclavo de sus debilidades como hombre.
Y para romper otra lanza en su favor, me emocionó la apuesta de relación de pareja basada no en los canones convencionales (hijos, familia, entornos sociales estandarizados), sino en el hecho de compartir una pasión deambos, llámesela intelectual, política…
Estuve en la presentación del libro de Forgione, con quien tuve la ocasión de un breve dialogo tras el acto. A mis felicitaciones respondió con modestia, y con una expresión entre apesadumbrada y espantada que venia a decir que lo que se sabe, lo que el escribe,no es nada comparado con lo que hay de verdad. La interpenetración entre el capitalismo global, las castas políticas y las mafias es tal que son dos caras de la misma moneda. Hace años se sabia, y Forgione ahora lo ha actualizado y ha tenido la valentía de publicarlo. Esperemos que no sea un nuevo Saviano. Ayer me encontré en el metro a C Jimenez Villarejo, que se esta leyendo el libro y me dijo con sinceridad y cierta ironia (necesaria distancia) "es apasionante". Desgraciadamente
Xavier: estoy completamente de acuerdo contigo, mil gracias por ese esfuerzo de explicación y de situar las cosas, realmente logrado. Efectivamente, comparto incluso lo que dices al final en favor de Gorz, no sólo como pensador, sino por el relato de lo que unía a esa pareja. Lástima que para mí (y en esto soy subjetiva) pese más inevitablemente en el libro lo que explicas muy bien en tu segundo párrafo, ese autoperdón precipitado, ese no indagar más en las causas, una postura que para mí le acercó en cierta manera al suicidio, o contribuyó
Gracias también por ese comentario, Xavier. No me extraña que le interesara a Jiménez Villarejo, y tampoco me extraña esa impresión tuya a raíz del diálogo con Forgione. Y sí, ojalá surjan más como él y no tengan que vivir escondidos
Emma, Xavier explica muy bien en su comentario lo que tiene el libro, que no ha sido escrito diría yo o no lo parece para hacer temblar, sino para explicar "una historia de amor" en la que el poder y la negación de la mujer pesaron mucho más que el amor y en la que la pasión intelectual que compartían tenía que pasar por la borradura y el sacrificio total de ella. Y ese "autoperdón" del que habla Xavier, precipitado, es lo que más me irrita a mí y para mí lo desvaloriza. Creo que siendo una mujer es mucho más triste por lo autojustificativo, pero en fin, tal vez tú no compartas esa sensibilidad y estás en tu derecho de leerlo e incluso de simpatizar con él (o con su escritura apasionada, que al principio es deliciosa). Al fin y al cabo hay muchas mujeres que aprobarían lo que él hizo
Belnu:
entiendo tan bien lo que cuentas a propósito del libro de Gorz.
Nos queda tanto por aprender a los lectores hombres (lo digo en serio, estamos atravesados por infinidad de mediaciones, lastres y un murmullo indescrifable de partis pris que conviene exponer y desactivar). Continuamente observo cómo una cripto-misoginia aflora incluso en lectores de gran sensibilidad e inteligencia (a amigos me refiero), y ellos no lo perciben, incluso se molestarían si uno le señalara dónde están las costuras, dónde la cosificación, la desvalorización, el lapidario prejuicio... Son mecanismos en gran medida automáticos e inconscientes y que detesto especialmente.
Desenmascararlos y extirparlos me parece urgente y crucial.
Por eso entiendo muy bien tus cautelas y tus tristezas en este asunto
abrazos
Gracias por entenderlo, Stalker! A mí a veces me agota decirlo y señalarlo, como si fuera sólo una obsesión mía, pero no puedo evitar sentirlo y percibirlo y es constante. Y en el caso del librito de Gorz es realmente dramático.
“Carta a D” se puede leer como un canto a la vida, como la crónica de un amor (fallido en cierto modo a mi entender a pesar de lo que nos quiera hacer creer su autor). También se puede tomar como el relato de un fracaso, y hasta como un engaño al lector… Yo me decanto por pensar que es todo ello a la vez. La obra de Gorz transita por todos estos pivotes, aunque tal vez sería más adecuado decir que evoluciona de lo primero hacia lo último.
Es fácil observar como el pulso narrativo se transforma en la medida que la reflexión de Gorz aborda momentos distintos de su relación con Dorine. Al principio la prosa es bella, limpia, fluida. Es el feliz momento del enamoramiento, del descubrimiento del otro, de la creación del vinculo que sería de por vida. La escritura de Gorz refleja aquí, con sinceridad, ternura, apasionamiento, nitidez y un cierto deje nostálgico de la alegría del momento pasado, el nacimiento del vinculo con D, su fundamento ciertamente poco convencional.
Luego, conforme se adentra en la descripción de cómo ensombreció a su compañera, la escritura se oscurece, se vuelve dubitativa, poco consistente, confusa, reiterativa… pesada en suma. Corresponde ello con el intento no logrado de Gorz de alcanzar el balsámico perdón a su indudable malestar. Se intenta explicar ante los demás, se justifica torpe y tímidamente, y busca con indudable inquietud la (imposible) bendición externa. Imposible puesto que tal perdón no puede proceder de los lectores, y menos si no el autor no profundiza y no expone clara y realmente los entresijos de lo que pretende hacerse disculpar. Conscientemente o no, Gorz sabe que su culpa solo puede ser saneada desde si mismo, y lo intenta con el efecto catártico de la exposición pública mediante la literatura. Pero fracasa por falta de sinceridad consigo mismo. Es obviamente aquí es donde la narración embarranca. Puro reflejo de la zozobra interior del autor. Este libro era su última opción de redención, pero fracasa por falta de honestidad, y la obra se hunde con el autor. Ya al fin, derrotado, suficientemente consciente del fracaso, Gorz intenta un cierre digno de su libro y de su vida Lo primero lo resuelve a medias. En cuanto a lpo segundo el suicidio, como muy bien apunta Isabel, le está aguardando.
La subjetividad es en cierto modo inevitable, y en cierto grado necesaria. Ante determinadas lecturas parece que se intensifica su acción, y creo que estamos ante uno de esos casos. La subjetividad de Isabel le hace destacar los aspectos hasta aquí referidos. Mi subjetividad me lleva a valorar sobretodo otros aspectos indiscutiblemente agradecibles de este libro. Todo ello sin discrepar ni en una coma de lo que ha escrito hasta aquí Isabel, y sin contradecirme en lo que yo mismo he escrito.
Mi subjetividad no me lleva a identificarme ni con autores ni con personajes. Esto pertenece a épocas en las que la juventud me impedía cierto discernimiento. Tampoco me siento ya con capacidad de aceptar o rechazar en términos absolutos una persona o una obra por sus debilidades, a excepción que sean verdaderos monstruos, y no Gorz no puede ser considerado ni de lejos entre ellos.
Mi subjetividad, pues, me llevó a ser sensible al vinculo pasional y apasionado que unía a Gorz con Dorine. Lo inusual de esta relación y la proximidad a mis anhelos hicieron que resonara dentro mio con suficiente fuerza y luz como para poner en un segundo plano la parte triste de la historia (por otra parte harto frecuente).
Este es el valor innegablemente sano que le concedo a “Carta a D”. Y ambas facetas, la misoginia y la relación fuera de moldes, son los aprendizajes que me proporcionó su lectura.
Xavier
Estamos de acuerdo en lo que es el libro y en su evolución, Xavier. Yo no rechazo al filósofo Gorz, pero ya lo dijo Proust, cada uno pone la lupa (les verres grossissants de l'opticien de Combray) en unos aspectos y a mí me ensombreció la historia, no la volvería a leer ni la buscaría, aunque me alegro de haberla leído. Y estoy segura de que sí hay muchos lectores hombres que no se darán cuenta apenas de ese aspecto. Lo sé porque constantemente ocurre con libros y películas. Precisamente lo estuvimos hablando Bel M y yo, en un nivel muy distinto, mucho más obvio, con la última película de Rodrigo García, un director que siempre suele ser misógino, pero en este caso lo es espectacularmente, pero muestra unos tipos masculinos idealizados, hombres perfectos que se hacen cargo de todo sin jamás sentirse mal ni poner ningún problema, paños de lágrimas, refugio de las mujeres siempre neuróticas y tremendamente conflictivas. Pero hemos visto espectadores hombres que no eran ignorantes ni desprovistos de criterio que la celebraban sin darse cuenta en absoluto o (en un caso), aun dándose cuenta.
Comprendo y comparto, Isabel.
Proust, Foucault y tantos otros siguen estando en lo cierto
Gracias, Xavier
Tendré en cuenta lo que dices, por si algún día me da la melancolía, puede que me "eleve" un poquito.(autoanimación)
Busqué el libro del erudito de las carcajadas, era tan caro ¡48 euros! que voy a esperar, a ver qué cuentas de él, si te gusta de verdad.
Lo que cuentas de esa mujer invisible ... eso sí que es tristeza. Cuando oigo hablar de la teoría de la relatividad de Einstein, yo dudo un poco si no será de Mileva, aunque no le estoy quitando ni mérito ni inteligencia a Einstein, eso sería absurdo, pero creo pudiera ser que a ella sí se la quitaran (¡como siendo pobre, y mujer en aquel tiempo, y la única mujer en la universidad, para quedar como madre. No me cuadra!).
Monsiur Curie, se negó a recibir el Nobel si no se lo daban también a su mujer...
Sí, Icíar, la historia de Einstein y Mileva es brutal, y esas notas despreciativas que le dejaba... Cuando lo leí me angustió. Pero también en el caso de Gorz y Dorine, para mí, lo angustioso supera todo lo demás, y sólo me gustó el principio. Eso es lo que creo que no comprende mi amigo RFT (cuyo criterio aprecio), y seguramente es culpa mía, porque yo no he sabido explicarme bien: que si leyeran lo que yo leo no podrían disfrutarlo ni lo regalarían. ¿Y cómo van a leer lo que yo leo? No podemos tener todas las sensibilidades, sólo podemos hacer el esfuerzo de ponernos en el lugar del otro. Por ejemplo, yo entiendo (ser mujer me lo hace más fácil) que a los africanos no les hiciera ninguna gracia lo del Museo Dauder y el llamado "negro de Banyoles", que a alguna gente de aquí les parecía una tontería. Si uno ha tenido padres o abuelos esclavos, no puede reírse con algo así, enseguida verá el lado siniestro. Es como los chistes machistas, a mí no pueden hacerme gracia porque hay algo serio detrás, que tiene que ver incluso con la muerte. O para un judío descendiente de supervivientes de la Shoah no tiene gracia "La vita è bella", que a otros gentiles ha hecho reír. Etc...
No le deis vueltas a esto de Einstein que son personas que tienen muy poco que ver, para lo bueno y para lo malo, con un ser humano normal. Se sabe perfectamente que Newton fue un monstruo de egoísmo y mezquindad, pero su obra es admirable. Por ejemplo, cada vez que el taxista enciende el GPS, eso se le debe a Einstein. El resto solamente tiene interés histórico. Digo yo.
La vita è bella a mi me puso enfermo de morirme, incluso la primera parte que se supone que hace gracia. Una de las veces que lo he pasado peor en el cine, si no me marché fue por no liarla.
Totalmente de acuerdo con lo de Banyoles, era horrible.
Comprendo lo de esa película, Friks. En cuanto a Einstein, lo siento, pero leí en un periódico aquellas cartas y aquel maltrato, y ya siempre le vicon ese lado oscuro pegado, por muy prodigiosa que fuera su mente científica. Las dos cosas, como en Newton, conviven y no se niegan una a la otra.
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