sábado, 24 de julio de 2010

Siete días

Foto: I.N., Gato blanco y negro en su terraza, 2010
Siete días de felicidad y consolación, entre árboles inmensos y ese rumor favorito del viento en los árboles, que sólo puedo comparar al de las olas por el efecto que me produce, que me devuelve a mí misma y me permite pensar de otra manera, con la compañía flexible y afín de T., y rodeada de gatos desconocidos y sinuosos, que retraté en sus ventanas y rincones insospechados. Alguno, como el gato blanquinegro de la foto, me miraba con una seriedad profunda, como si adivinara del fin de Gilda. Una mañana fotografié a un gato que perseguía a un ratón diminuto mientras el perro de la casa lo miraba curioso desde una discreta y respetuosa distancia. Dos gatos nos siguieron a T. y a mí, pidiéndonos comida o atención. Otros huyeron furtivamente y otros se dejaron retratar, arrogantes o burlones.
Me he sentido protegida en ese país donde se protege la verdure, donde los bosques y los campos se extienden fulgurantes, sin barreras ni arboricidios ni basura, ni siquiera fealdad. El país de JG nos acogió alegremente y pude hacer allí una cura, sentir el alivio de la razón -allí se protege lo que aquí se destruye y el paisaje se extiende con esa especie de humildad majestuosa y ese silencio inauditos. Íbamos por carreteras y caminos solitarios, comíamos estupendos quesos de cabra bio, envueltos en hoja de higuera, las lechugas sabían deliciosas como nunca ocurre aquí, soñábamos con las casas que nos gustaban, nos mecíamos en la quietud de esa parte asombrosa del país. Visitábamos una librería excepcional, mejor que muchas de nuestras librerías urbanas y todo un hallazgo en un pueblecito pequeño. Comprábamos esos libros que los franceses ofrecen a 2, 3, 4, 5 y 6 euros. Compré La mouche de Maupassant, Manosque-des-Plateaux de Giono, L'été de Albert Camus, los Feuillets d'Hypnos y En trente-trois morceaux de René Char, La vie matérielle de Marguerite Duras. Y en los bouquinistes callejeros encontré una biografía de Rimbaud escrita por Yves Bonnefoy! y una vieja edición preciosa de Choix de poésies de Paul Verlaine. Aunque conmigo llevaba a Clarice Lispector (aún maravillada con La hora de la estrella), a Coetzee (y estoy ahí deslumbrada y enrarecida con esa lectura tan sudafricana, puede decirse que por las noches vuelvo a vivir en el veld), al Carver de Beginners sin la mano de Lish...
Escribí en un goteo, apenas traduje, sólo me dejé consolar por el paisaje y los gatos, por el alivio de estar en un lugar donde mis ideas sobre el entorno, la comida, la belleza, la cultura no parecen un despropósito ni una obsesión ni un trastorno ocular, como sugería un periodista bruto al comentar La plaza del azufaifo, sino que simplemente reinan con naturalidad. Contemplé el mundo de Giono (ce voyageur immobile), fuimos al bonito centro que le está dedicado, leí más de él, vi sus rastros en una selección inteligente y sutil; también vimos una pequeña exposición sobre él en Céreste. Descubrí su cine, que admiraban los directores de la nouvelle vague (resultó que hay una película de la novela que traduzco para Impedimenta!). Asistimos a un concierto en la bonita église haute de Banon. Nos bañamos en los lagos de la Buissonnière. Recorrimos esos senderos secretos que unen los lugares en circuitos distintos de los automovilísticos y acortan los caminos. Olía a paja fresca y a hinojo, al pisar saltaban los saltamontes en todas direcciones y nos acompañaba un revoloteo de mariposas. Admiramos los distintos matices de violeta de los campos de lavanda y el vuelo de muchos pájaros. Cantaban las carboneras, esos pájaros que de pequeña yo asociaba al sonido de los columpios, y mis favoritos mirlos... El día que escribí de los saltamontes, vino uno a saludarme y se me posó en el vestido; era enorme y de un verde brillante, con esos ojos abultados y expresión reflexiva. Allí no usan los pesticidas prohibidos que aquí siguen dañándolo todo. Allí los árboles reinan como gigantes e incluso los días de más calor, refrescaba la brisa bajo su sombra.
Pero he vuelto y en pleno atasco de la autopista he vuelto a notar lo espinoso que dejé aquí, todo eso que despertó o movilizó la desaparición de mi gata atigrada, y al llegar a casa ese vacío de sus posturas como esculturas efímeras, su mirada egipcia, su mágico ronroneo, su pelaje brillante, su compañía silenciosa y llena de misterio, esa ausencia llena la casa de agujeros. Y todo lo que arrastra.
He salido un momento a comprar algo urgente. El aire era más fresco que en la casa y había una luz oscura, casi otoñal. He sentido alivio, pero al ir a pagar, todo era el doble de caro que allí y se lo he dicho al perplejo cajero; es una vergüenza. Todo es mucho más caro y de peor calidad.
Un mensaje del poeta que intentaba proteger a los árboles centenarios en Sant Cugat me contaba desolado que tras prometerle que no los cortarían, a las seis de la mañana, los taladores municipales de Parcs i Jardins fueron a por ellos y ahora el calor se ha multiplicado, el cemento arde y la belleza centenaria, la frescura y el oxígeno han desaparecido. Ese mensaje me hizo aterrizar bruscamente: vengo de un país donde se protege y cuida a los árboles y llego a este país sucio, primitivo y salvaje donde los persiguen y talan como si fueran enemigos, como si no los necesitáramos para respirar (Oh, que cansat estic de la meva/ covarda, vella, tan salvatge terra, /i com m'agradaria d'allunyar-me'n, / nord enllà, /on diuen que la gent és neta / i noble, culta, rica, lliure, /desvetllada i feliç! decía Espriu en su Assaig de càntic, y Bel M. lo trajo aquí una vez).
He sabido que mi ensayo al alimón con Lydia Oliva va a publicarse pronto!! Salió mi reseña de Bernard Quiriny en La Vanguardia Cultura/s
También tenía dos mensajes desconcertados de M., que sólo pronunciaba mi nombre en una triple interrogación, repetida en los dos teléfonos. La he llamado. Apenas sabía explicarse, decir algo, et son desarroi était... Al final sólo me agradecía sin decirme el qué. Hay algo en lo que escribo que me hace mucho más difícil acercarme a ella y a quienes la rodean. Anoche me desperté de pronto a las cuatro de la mañana. El viento agitaba los árboles en un rumor tan intenso y tan generalizado que al pronto creí que llovía. Pero no, era sólo wind in the willows, era sólo la respiración oscura y boscosa que rodeaba ese château ruinoso donde nos alojábamos. Decidí que tenía que contarlo todo, reescribir, reestructurar, trabajar sobre un tiempo cercano y lejano a la vez. Decidí que iba a incorporar toda otra parte que no pensaba utilizar. Encendí la luz, anoté. Fuera, la oscuridad era densa y absoluta. Me costó mucho volver a dormirme. Consciente de la dificultad de escribirlo, se me ocurrió que lo haría a trozos, en desorden, abordando ese tejido continuo de mi antiguo sueño por la esquina que quisiera, siguiendo mi capricho, para ayudarme. Hoy he llamado a mi antigua esfinge; si es posible tendré un momento de consulta para que me ayude a seguir tejiendo y entretejiendo estos hilos de pensamientos... Y si no, será Till September, Petronella. Tendré que encomendarme a Jean Rhys, a Henry James, a Giono, a Maeve Brennan...
Mientras, lean en Polis sobre lo que ocurre en esta ciudad ardiente...

9 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Me alegro de ese hermoso viaje y de las buenas noticias.
Acabo de leer en el blog de B.A. esto:

"Todo el crecimiento y aumento que sucede en el Árbol del Universo, toda la producción de flores y frutos ( todo esto) son pensamientos, anhelos oscuros, inclinaciones claras, añoranzas secretas y puras y el impulso de buscar el perdón."

Ibn Al-Arabí

que me ha parecido iba tan bien con tu entrada... tan bien en realidad con todos los que desearíamos crear algo con nuestros oscuros sueños...

¡Bienvenida!

Belnu dijo...

Gracias, Bel M! Qué bonito lo de Ibn Al-Arabí! Buscaré ese misterioso blog...

Icíar dijo...

Qué agradable todo, cada día escribes mejor, ¿te lo he dicho alguna vez?

¿cuál es el libro que estás traduciendo para Impedimenta? Esta editorial es de las pocas que se me queda el nombre. Me gusta demasiado las cubiertas, el papel. Me gusta ver sus libros, aunque soy consciente que son para leer.

Belnu dijo...

Icíar, el libro es una novela de Jean Giono, Le roi sans divertissement: yo soy la "culpable", puesto que lo propuse yo en un momento en que buscaba traducciones!! No sabía entonces las enormes dificultades que ese texto me pondría. Sólo había leído las dos primeras páginas, dedicadas a un árbol, y que son maravillosas como el resto del libro, pero no tan difíciles. Y es una especie de thriler poético y filosófico y lleno de ironía. Giono me entusiasma, igual que a mi vecino escritor le aburre profundamente. La lectura es triunfalmente subjetiva después de todo.
Sí, Impedimenta recuerda mis tentaciones de irme un mes de vacaciones con una maleta llena de libros
Muchísimas gracias por lo que dices de mi escritura.

Dante Bertini dijo...

te digo en mi blog que mi viaje me ha dejado sin palabras; a tí te ha llenado de ellas y las transmites, como siempre, de la mejor manera...
los gatos te cuidan, y si es verdad lo que dijera Borges sobre la rosa, en todos ellos está Gilda.
Un beso desde la distancia de esta ciudad increíble, literaria.

Belnu dijo...

Dante el añorado!!! No pensé que desde allí escribirías... Iré ahora mismo a tu blog a ver si pese a todo has dejado alguna de esas palabritas tuyas de poeta que sintetiza en un trazo... Es verdad lo que dices, al menos para mí, Gilda está en todos los gatos, pero cómo duele! No sé cuánto resistiré sin buscar otro, y al mismo tiempo temo querer sólo a mi pequeña señora tigresa...

Emma dijo...

Me alegro de que hayas vuelto a pesar de que hayas dejado atras a tus saltamontes y al viento en las densas ramas de los arboles, admiro tu determinacion al escribir, admiro tu disciplina que adivino ferrea a pesar de los vaivenes de tu espiritu, eres valiente y fuerte como un arbol, no dejes que te ganen los imbeciles.

Belnu dijo...

Emma! Mil gracias por tus palabras. No sé si tengo tan gran disciplina, pero escribir es lo más importante y pese a todo, doy muchas vueltas, no es fácil esta novela, y por otro lado, como me decía ayer mi antigua esfinge, a quien fui a consultar, es una suerte que en este momento de confusión tremenda de M. y de su entorno yo pueda estar escribiendo esto, donde justamente soy yo la que mueve los personajes y decide qué hacer, qué se dice y qué no se dice. Los árboles de Bruselas, los árboles provenzales y los árboles de Nueva York me siguen inspirando... Gracias otra vez!

Belnu dijo...

Emma! Mil gracias por tus palabras. No sé si tengo tan gran disciplina, pero escribir es lo más importante y pese a todo, doy muchas vueltas, no es fácil esta novela, y por otro lado, como me decía ayer mi antigua esfinge, a quien fui a consultar, es una suerte que en este momento de confusión tremenda de M. y de su entorno yo pueda estar escribiendo esto, donde justamente soy yo la que mueve los personajes y decide qué hacer, qué se dice y qué no se dice. Los árboles de Bruselas, los árboles provenzales y los árboles de Nueva York me siguen inspirando... Gracias otra vez!