Ilustración de John Tenniell para Alice in Wonderland de Lewis Carroll
No he tenido tiempo de escribir antes. Me voy: sólo una semana, de nubes y claros y alguna tormenta isleña, pero me voy sin conexión, sin ordenador, sólo con papel y pluma para seguir mi impulso de escribir. Hoy, en medio del ajetreo de recados, citas de verano y peregrinaciones para cualquier cosa (por el famoso ferragosto), he empezado un nuevo cuento y tengo la sensación de que quizás prosperará (tuve dos fallidos, de momento, hace dos días). Me ha arrebatado Joseph Brodsky con su Marca de agua (Watermark), me gustaría citarle aquí... tal vez a la vuelta. Hay cosas en ese libro tan afines a mis pensamientos que casi me escandalizan. Y otras tan inspiradas.
Hoy he comido con M.L. Necesitaba su autorización para un cuento donde sale él, y me la ha dado. Estaba contento, venía de su campo agreste y se enfrentaba a varias incertidumbres inminentes y limitaciones diversas con un espíritu heredado de los poetas chinos, y su humor particular. Y le brillaban los ojos (tal vez por la compañía campestre). Pero me ha recordado una escena genial, que yo tenía olvidada y me ha vuelto, con luz lunar. Hemos hablado de dos estados, el de creación, más energético, y ese otro del agotamiento, el abandono, que propicia percepciones y descubrimientos distintos. Él los asociaba a una energía muy ligada al sexo. También hemos hablado de los efectos de la escucha de otros para saber sobre lo que uno crea. A él, como a mí, a veces le basta con que alguien mire sus fotos, aunque no diga nada, para verlas él de otra manera. A mí, a veces, me basta con leer en voz alta mis cuentos a alguien, sin necesidad de mirarles siquiera, aunque no digan nada. Escucho lo que he escrito de otra manera si ellos están ahí.
Antes, he visto a Cacho y Jorge, nos han traído capazos ibicencos a los viajeros y un pequeño souvenir que llevo también conmigo. Por cierto, que Cacho y yo hemos increpado a los de Parcs i Jardins, que cortaban ramas de plátanos invadidos de termitas, pero sobre todo debido al descuido generalizado (no los podan suficiente y cuando llegan están podridos, lo cual les excusa para acabar con ellos). No es culpa nuestra, decía uno de ellos, con parte de razón. Pero si ellos no se resisten... Si están dispuestos a talar todos los árboles de la Diagonal para que pase un tranvía, a destruir la Ciutadella para que construyan un parking, a arrancar para siempre la sombra de los lledoners de la plaza Joaquim Folguera para ampliar ese metro que permite llegar a la montaña rusa de Hereu, esa que tan ilusionado tiene a nuestro alcalde que justifica la gran tala de encinas centenarias en Collserola. Si ellos no resisten, ¿quién resistirá? Si ellos, amedrentados por las amenazas de represalias a las que se ven sometidos, no paran de talar y talar, ¿qué será de esta pobre ciudad? Empiezo a plantearme ir a ver a "los otros", la oposición. Hasta ahora no lo he hecho, me resistía, pero visto el maltrato de los que gobiernan, empiezo a pensarlo.
De camino al centro, me he encontrado dos veces con una editora. La primera hablaba por el móvil y nos hemos saludado con la mano. La segunda me ha parado para decirme que a su madre le ha encantado La plaza del azufaifo, y que ella lo ha empezado y le atrae mucho. Anteayer también me llamó V. para decirme que el libro le había sorprendido agradablemente, que no imaginaba lo bien que quedaría transformado en libro, lo distinto que era de leer el blog, etc.
Ayer, mientras caía la oscuridad y se densificaba, tuve una conversación interesante con otro blogger, sobre la política, la (des)memoria histórica, las obsesiones nacionalistas de unos y otros, el psicoanálisis, la forma en que uno puede asumir su diferencia y convertirla, como él dijo, en una "cicatriz luminosa", etcétera.
Y al llegar a casa tenía un mensaje de J.P., con matizaciones para mi cronología balcánica y una casi-noticia que me ha alegrado. A mi amigo serbio le está gustando mi libro balcánico, lo encuentra muy interesante. Le pedí que lo leyera en un tiempo récord. Me preocupa la idea de que se me haya podido colar algo imprevisible, prejuicioso, o que me falte algo muy esencial, o no sé exactamente qué, puesto que no es un estudio exhaustivo, sino las voces de los escritores, mis comentarios sobre sus textos y la crónica de mis viajes. Pero como decía Oriol, one never knows...
Ya no tengo más tiempo. Es tarde y mi bolsa aún está por hacer. G. cuidará de la casa y de la oronda Gilda, que no se despega de mí. No hay tiempo de links, y hace un bochornazo. Me voy al territorio misterioso del White Rabbit carrolliano. Quién sabe, tal vez me espera la merienda del sombrerero loco y sus no-cumpleaños, en medio de un bosque...
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