Vuelvo de Cadaqués, donde he fotografiado sobre todo árboles y entre ellos las ramas de los azufaifos que sobresalen de la casa Xirau, y donde siempre oscilo entre la celebración física de la luz y el paisaje y el agolpamiento, entre dolorido y feliz, de la memoria, la ambivalencia espinosa del recuerdo de mi padre, la presencia de todos los que allí me hablan de él, la ofensiva diferencia de la belleza tranquila y salvaje que antes reinaba allí y el horror de los coches y motos, la fealdad que construyen, las hordas de gente que vocifera su estulticia hasta en las rocas, incapaz de construir una frase. Así que paso de la felicidad física y compartida a un impromptu de huir de allí, y siempre me vuelvo antes, abandonando alguna invitación. No tiene remedio. Pasar por Figueres me produce otra clase de nostalgia, tal vez más apacible. Luego me tocó experimentar otra aventura de tren. ¿Por qué será que en ese tren siempre me ocurre algo?
Y una vez aquí, buscando desesperadamente a la grafista que se ofreció a hacer el cartel de la Festa del ginjoler, tengo la suerte de leer el espléndido artículo de Félix de Azúa sobre Carlos Trías. Cito un (largo) fragmento:
"Casi todos los que le han recordado estos días han subrayado su estupenda presencia. Daba gozo verle. Alto, desgarbado, cargado de espaldas como para hacerse perdonar los casi dos metros de estatura, con un mechón de pelo siempre en guerra entre los ojos y el humo del cigarro, la voz de bajo ruso, la cerveza peligrosamente inclinada, el tartamudeo a la inglesa, los cabezazos y el índice alzado cuando repetía con entusiasmo deportivo '¡e-xac-to, e-xac-to!' cada vez que su interlocutor decía algo tan sólo razonable: era el hombre feo más guapo que he conocido.
Algunos privilegiados muestran tanto espíritu en el cuerpo como en el alma, de modo que es perfunctorio alabarles el intelecto. Los libros de Juan Benet son muy buenos, pero no son nada comparados con haberle visto en vivo con un mazo de folios en la mano y perorando sobre la teodicea de Leibniz, sobre la que no tenía ni puñetera idea. Carlos Trías era uno de estos individuos magníficos, y por eso su ausencia física es más dura de sobrellevar que la de otros que también han escrito libros, pero que eran más cansados de mirar."
Algunos privilegiados muestran tanto espíritu en el cuerpo como en el alma, de modo que es perfunctorio alabarles el intelecto. Los libros de Juan Benet son muy buenos, pero no son nada comparados con haberle visto en vivo con un mazo de folios en la mano y perorando sobre la teodicea de Leibniz, sobre la que no tenía ni puñetera idea. Carlos Trías era uno de estos individuos magníficos, y por eso su ausencia física es más dura de sobrellevar que la de otros que también han escrito libros, pero que eran más cansados de mirar."
Pese a la distancia ideológica que siento generalmente ante los artículos de Azúa, otras veces no sólo me parece afín (esta vez hablando de la pérdida -y de la amistad, y del paso implacable del tiempo- con la metáfora del mugido de las vacas de la calle Muntaner o de la ciudad con mar, precisando muy bien que sólo perdemos quienes conocíamos, aunque para los nuevos visitantes, una Barcelona sin mar pudiera tener su encanto), sino que me admira lo bien que puede llegar a escribir y en esos casos se agradece esa vehemencia y precisión suyas.
En Cadaqués me entretuve leyendo a Tharrats, la reedición de Cent anys de pintura a Cadaqués, una especie de crónica del paso de artistas por ese pueblo, entonces aún telúrico y mágico y que hoy esconde sus restos de belleza en medio del ruido y la vulgaridad general, y divirtiéndome con su retrato de Eugeni d'Ors (que "sempre parlava en cursiva"), con su narración sobre aquella Lidia generosa que se creyó La ben plantada y enloqueció, y otras miles de anécdotas...
Por cierto, que allí me encontré con un amigo ex galerista que vive entre Barcelona y Almería y me contó que cuando plantó un azufaifo en su casa almeriense los campesinos se reían de él, diciéndole que eso se planta fuera y no dentro porque es invasivo, porque crecen alrededor cientos de rebrotes y se forman bosquecillos de azufaifos. Ellos lo evitan cortándolos, les ha crecido un bonito árbol, aún pequeño, y se comen las azufaifas. También me habló de los arbustos de ziziphus, que forman grandes extensiones de matorrales de azufaifo donde anidan muchos animales distintos, refugiados de la dureza semidesértica de aquel paisaje y ocultos de la presencia humana.
En Cadaqués y en Figueres, he concluido cada vez me gustan más los plátanos y cada vez disiento más del blogger que los considera monótonos. Cada uno es distinto que el otro y me maravilla mirarlos, con sus troncos inmensos y humanos, sus muchos brazos arremangados, su piel pecosa, su sombra.
Qué difícil es organizar un recital... Tenemos que conseguir un sistema de sonido, toma eléctrica, una tarima, sillas, y luego, hacer un conjuro para que no llueva. La lista de participantes ha adquirido consistencia: Dante Bertini, Joaquim Carbó, Enric Casassas, Toni Clapès, Paulina Fariza, Ramon Farrés, Feliu Gasull, Francesc Gelonch, Carles Hac Mor, Rodolfo Häsler, Ninca Lacruz, Cinta Massip, Dolors Miquel, Cinta Montagut, Mireia Mur, Isabel Núñez, Francesc Parcerisas, Jordi Paulí, Josep Pedrals, Lídia Pujol, Víctor Sunyol, Lluís Maria Todó, Dolors Udina, Jordi Valls, Alfonso Vilallonga, Elena Vilallonga, Ester Xargay, Esther Zarraluki. Y el retrato del árbol, obra de Aurora Altissent, ya está acabado y es precioso. Y ha aparecido Júlia Solans, la grafista y vecina de ojos grises que se ofreció a montar el cartel. Y hemos visitado a Feliu Gasull, músico que también participará. Y Ninca ha ido dándole a la tarde una continuidad imprevisible y fructífera.
8 comentarios:
compartí alguna noche loca, muy loca con C. T. De eso hace ya tanto que da vértigo.
Estoy de acuerdo con lo que dices de FdeA, de la distancia ideológica, lo bien que escribe, y de su precisión.
Eso te honra (lo de la noche loca con C.T.), Nmp!
Qué difícil es organizar un festejo! Ahora nos falta tarima y amplificación para nuestros poetas y músicos del ginjoler!
azufaifa! arbórea!
allí estaremos todos con conjuros de sequedad, y si llueve ¡felicidad para los árboles!
Gracias, Cacho! Espero que no llueva hasta que nos hayamos ido...
festa (y acompañando al árbol-salmón, todos de pie)
Ceremonioso, bien...
Para los pueblos o las ciudades los platanos son los mejores arboles que hay. A veces estos arboles parecen realmente humanos, se aposentan, se comunican, nos ayudan con la sombra en verano y nos acurrucan en invierno. A veces parece que los pueblos y ciudades se hayan construido junto a ellos y no al reves. Si conoces la Passeijada de Ceret (Rossello)donde esta el Museo de Arte Contemporaneo estaras de acuerdo conmigo.
Exacto! Es un buen ejemplo... Y yo también los veo humanos, dónde lo escribí? Con sus brazos arremangados, sus bostezos de tronco, sus pieles pecosas o en pijama et ses cheveux défaites...
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