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miércoles, 11 de marzo de 2009

He caído

Foto: I.N., Árbol enmarañado sobre una fachada (ellos no talan, ni destruyen el patrimonio), París, febrero 2009
He caído en una gripe inesperada, y oigo vitoreos futbolísticos que llegan por las ventanas. Me he dormido en la bañera, peligrosamente, pensando en leer y añorando el libro de conversaciones entre Jacques Rivière y Valery Larbaud que encontré en París, pero no quería arriesgarme a desgraciarlo, tan bonito. Me han llegado más libros para reseñar, una nouvelle rusa publicada por Acantilado y traducido por Selma Ancira, me dicen que el único libro contemporáneo que no le ha importado traducir, porque le encantó (a ella, acostumbrada a Tólstoi y Tsvietáieva). Curiosamente, cuando me lo han propuesto acababa de hablar un momento con su editor, pero sin saberlo. Luego he hablado por email con otro editor entusiasta, a quien le propongo algo para traducir que tal vez le guste, algo tan pequeño que, como las esculturas de Giacometti, podría desaparecer avec un coup de canif... O convertirse en otro librito maravilloso en castellano.
Antes de todo eso he bajado al Bronx intentando romper la sensación de caída en un estado de sopor febril, que se apoderaba de mi cuerpo y se extendía como redes venosas invisibles. En los ferrocarriles, un joven de pelo largo sentado a mi lado, en manga corta, me miraba de reojo, intentando averiguar qué leía, yo con mi abrigo de los 14 grados y un chal bicolor y reversible que me protege de todo.
Mañana mi madre cumple 80 años y se ha empeñado en celebrarlo aunque nadie podía, así que no podré ir a l'Horiginal a la presentación de Doblátov.
Una amiga poeta me ha propuesto que inaugure una sección de libros recomendados en el blog, porque así podría encontrarlos ella más fácilmente. Soy tan dispersa y desordenada... Hemos tenido una larga conversación interrogativa y ella me ha contado que pensaba escribir un libro de poemas abordando un tema universal pero tabú en la poesía.. y en la prosa. Otra amiga cineasta y traductora me cuenta su lectura de mi libro balcánico, le está entusiasmando y me alegra mucho, porque su criterio es para mí importante; un cineasta que acaba de empezarlo me dice que lo considera "un libro-documental"; esa idea me gusta, porque algo de eso tiene, y ahí está mi película balcánica por montar... Me escriben lectores viajeros, uno que atravesó los Balcanes con mi libro, otro me envía fotografías de por allí, de un árbol destruido por la guerra, y me escribe un viajero traductor que también me lee y al que veré cuando me recupere.
Ayer, una amiga se preguntaba perpleja, por qué si al público le interesa y fascina tanto un tema suyo, las instituciones a las que lo presenta lo rechazan sistemáticamente. Yo le conté mi idea de que muchos, en cuanto les dan una responsabilidad, asumen una posición rígida de poder que no les permite ver ni mirar ni leer libremente, pierden el entusiasmo, la inocencia y la capacidad de descubrir. A eso se añade que en este país pacato e inseguro pocos se atreven a apostar por algo que no esté ya requeterrevalidado fuera o con un hipotéticamente probable éxito asegurado. No conocen el placer generoso del descubrimiento. No saben que ni siquiera ese éxito supuestamente asegurado lo está realmente y que lo mejor es siempre apostar por lo que a uno le gusta y cree de verdad. Pocos, muy pocos se atreven a dejarse llevar y mirar libremente para apostar por algo. Y sin embargo existen. Sólo hay que encontrarlos...
Hoy era un día grisáceo, con alguna oleada momentánea de aprensiones, de negativas, de silencios sospechosos, cargados de interrogantes. Según los esotéricos, una luna llena maligna, ya que pasaba sobre una oposición que domina este tiempo, el forcejeo entre la innovación y la rigidez conservadora, el mismo forcejeo que se vive con la crisis (excepto en este país, donde sólo tímidos artículos proponen cambiar, mientras que el gobierno decide desandar toda innovación y legalizar todos los algarrobicos, apostar una vez más por el cemento que nos hundió, aplicar todas las políticas del PP, en una especie de ceguera que convierte a Obama en algo esperanzador, por comparación, aun sabiendo que tiene poca capacidad de maniobra). La configuración escenifica bien mis propios forcejeos, y por segunda vez la luna llena ha coincidido con otro trancazo, y ya van tres en este curso. Lo que más me espanta es la tos, ese odioso espasmo que sacude todo, hasta las ideas y sobre todo el sueño: si pudiera ahorrármela... Fue G. el que empezó a toser anoche en la sala y yo, al oírle, me puse tapones en los oídos para dormir y me desperté de pronto a las 6, desconcertada, sumida en una especie de interregno extraño, silencio exterior y una escucha aumentada de mis latidos y rumores internos...
En la bañera he vuelto a contemplar otro posible abordaje para esa novela que siempre está ahí, en el fondo, acechándome, pero mi recelo la ancla en el fondo y sólo salen burbujas a la superficie. Son burbujas persistentes, que me recuerdan mi "deber" de atenderla... de vez en cuando, en realidad, casi a diario, a través de gestos cotidianos que no voy a contar aquí, sino allí. ¿Cómo evitar la rabia, el resentimiento, las lágrimas, la autocompasión, el perro que lamía las heridas al personaje de Alison Lurie? Otro gol, entre gritos de júbilo. Cuánta emoción ajena con un simple torneo; esa palabra me gusta, imagino aquellas películas de Ivanhoe que ponían en el cine de verano cuando yo era pequeña, con su media de cada color, o mejor aún, aquella de Robert Bresson, Lancelot du lac.
Hay días que me siento energética para buscar y proponer, para abordar. Y otros me agoto. También me preocupa que alguien valioso y con una trayectoria interesante necesita trabajo y sé que allí donde vaya será una suerte para quien esté, pero no sé cómo ayudar a encontrar ese lugar. Debería tener una larga cola de propuestas, sin duda la tendrá, el día que se enteren...
La gripe no ayuda y es tarde ya... No puedo seguir aquí, ni buscar links, ni acabar dignamente este post. Oleadas térmicas me recorren. Adiós, adiós...