Hoy un músico me manda una placa conmemorativa de un árbol talado, el Carbayón en Oviedo, un roble centenario que dio el nombre de carbayones a los ovetenses y que el espíritu arboricida de este país taló salvajemente ya en 1879. Y es que ese espíritu salvaje e ignorante no ha surgido sólo con la expansión del mercado inmobiliario que ha acabado por destruir el paisaje de este país, sino que ya viene de lejos. Si la identidad de España se basa, como dijo María Zambrano, en el genocidio y la expulsión (de los indios, de los musulmanes, de los judíos), la ignorancia y el primitivismo está en casi todas las páginas de la historia del país, exceptuando esos paréntesis ilustrados como la II República (la época en que se construyeron más escuelas, se invirtió más en la educación, pese al reducido presupuesto, la única época en la que florecieron las Universidades, atrayendo a las mentes brillantes y espíritus inquietos, a todas las fuerzas vivas de la cultura). Y nunca más. No es extraña esa renuncia a hacer historia o a hacer filosofía, que señalaba Zambrano y que siguen en el aire y se ven en la calle.
Contaba Stendhal en sus Chroniques italiennes, de un noble español de 60 años, el duque Vargas del Pardo, que compró una propiedad boscosa en Nápoles y, para que le recordase a su país, hizo talar todos los árboles, y construyó un castillo medieval y almenado en 1700 y sólo contrataba criados españoles de la misma edad que él. Lo cierto es que en ese libro Stendhal dice bastante sobre "las puerilidades orgullosas" que se conocieron en Europa como "etiqueta española" y habla del "genio sombrío" del país, de la necesidad de malgastar y dilapidar fortunas, la beligerancia sangrienta, el puritanismo férreo y la ingenuidad amorosa... además de la tendencia arboricida, que acabó con los bosques de Castilla... y en muchas otras zonas del país. No hay más que buscar la historia de Almería, que hasta el siglo XVIII aún estaba llena de bosques... para construir armadas se expoliaron para siempre bosques de todo el país.
Y otra muestra de ese espíritu es el hecho de que nunca hayamos tenido un partido verde sólido en este país, que tanto lo necesita. O que se llamen partidos verdes los que se dedican a talar, engañar con trasplantes y acabar con los espacios verdes, mientras mantienen falacias como que Barcelona es la ciudad con más árboles de Europa (¿pero qué árboles? ¿se refieren a esas ramitas escuálidas que llenan nuestras calles y con troncos que caben en una mano?).
Por cierto, volviendo a esa falta de espíritu que ha predominado en este país infortunado, acabo de encontrar un interesantísimo artículo de Eduardo Subirats donde dice "la Encyclopédie de Diderot formuló una concluyente sentencia: 'La grandeur espagnole ne fut qu’un vaste corps sans substance, qui avait plus de réputation que de force... ce beau royaume, qui imprima jadis tant de terreur à l’Europe, est par gradation tombé dans une décadence dont il aura de la peine à se relever'... Bajo sus grandiosas gestas de omnipotencia militar e intransigencia religiosa, España había perdido, para la fracción ilustrada de Europa, su fuerza espiritual y su poder político. Hegel excluyó al mundo hispánico del reino histórico de la razón. El dogmatismo católico y el absolutismo político lo habían alienado definitivamente del progreso de la Humanidad."
Más vale consolarse leyendo el libro de Stendhal, lleno de ironía e ingenio pero también con dos relatos magistrales, la historia cruel de "Vanina Vanini" y también "Los Cenci".
20 comentarios:
De duques de Vargas este país está lleno. Un fotógrafo amigo mío y ex cazador profesional me estuvo contando los excesos de los superbanqueros en sus partidas de caza... qué despropósito. Buen ejemplo de esta "etiqueta española" arrogante y despilfarradora.
Tomo nota del libro de S. Tus recomendaciones siempre son bienvenidas.
Toda la razón, Nmp, imagino el horror de esas historias de estúpidos cazadores. Se merecían ser cazados ellos y devorados por un animal mítico y vengador, como el Basilisco! Lo malo es que la venganza la paga el planeta entero, y los pobres mucho más, y si no, pensemos en Pisco o en la India.
Gracias! Con Stendhal no nos equivocaremos...
Banqueros devorados por el Basilisco, tremendo, inspirador. Aunque me parece que los mataba con la mirada y estos merecerían morir a mordiscos.
En efecto, el Basilisco mataba con la mirada, pero imagina qué mirada tan dolorosa que los fulmina. La verdad es que el Basilisco tendría mucho trabajo en este país, para hacer justicia, tendría que matar a todos los constructores, banqueros, el 99% de arquitectos y urbanistas, arboricidas y cazadores y todos aquellos que ya sabemos.
Ay, se me olvidaba, y también a todos aquellos indignos de su cargo (como en el cuento El traje nuevo del emperador) y los que mal-reparten las becas catalanas y que no valoran los proyectos sino los méritos de pasillo y "lealtades" otras, a todos ellos, una mirada fulminante, les hommes foudroyés!
¡fulminemos, fulminemos!
algunos políticos o polític@s, o muchos, también!
Querida Isabel:
Pensaba polemizar con vd. pero hoy me siento un poco judío, un poco indio y un poco musulmán (entre otras cosas), acaso la mejor manera de sentirse español ¿no le parece?
(La polémica histórica la dejamos para otro día que tenga mejor café)
Saludos combativos
Si se siente así, más que polémica habrá afinidad... pero esperaré sus objeciones con intriga y curiosidad. Mis mejores deseos para su humor (y un té virtual)
No se crea, que la sangre no llegará al río. Lo que pasa es que a la historia de esta triste piel de toro se le podría aplicar la teoría del iceberg de Hemingway. Tiene que haber un gran relato oculto que dulcifique las aristas que asoman a la superficie, de lo contrario es mejor ejercer de apátrida, pero a tiempo completo. Yo, que soy un gallego en excedencia, estoy un poco cansado de escuchar esas historias que siempre acaban mal y que, al parecer, son culpa de otro. Con ellas han acabado por echarme de mi tierra (cosa que a fin de cuentas no lamento)
Continuará…
(No se me enfade. En el fondo coincidimos más que discrepamos. Seguro)
bonita foto y curiosa historia de schlemil.
impromptu.
Gracias, Impromptu. Me alegra que tú sí conozcas la historia de Peter Schlemil, hace unos meses un blogger dibujante comentó que estaba ilustrando una edición de ese relato y no lo conocía!!
la única referencia de esta historia que tenía era de tu post de febrero. Me apetece. Además, están las ilustraciones de Zush...
Sí, no me extraña que Zush lo ilustrase. Todos los cuentos con sombra tenían su encanto, pero el de Peter Schlemil los reunió todos. Yo siempre hablo de las mismas cosas!
Lo de gallego en excedencia tiene su gracia, Supuesto Perdedor. ¿Pero cómo iba a enfadarme por disentir? A cada uno le cansan o le interesan cosas distintas. Yo no me cansaré de repetir los males del país ni de la ciudad, es lo que los germánicos llaman el anti-heimat, universal en los escritores diría, que odian su ciudad porque son forzosamente críticos, porque tienen que ver sus defectos, pero al mismo tiempo la aman o no pueden vivir sin ella porque es la materia de su prosa, y lo mismo se aplica al país. Es el amourhaine de Derrida, es el resentimiento de Bernhard contra Viena y Austria, en fin, ya sabe usted.
Sí, querida Isabel, tiene su gracia, y es que lo de tener una hija zamorana marca mucho. La verdad es que ya no siento la llamada de la selva. Me gusta pensar que soy como un virginiano y que puedo romper con mi historia y fundar un país nuevo en unos ojos llenos de amor, así son las cosas. Eso sí, también necesito saber que lo anterior no fue tan malo.
Saludos
La calle de la casa en que nací tenía grandes plátanos con el tronco camuflado para una guerra que finalmente los abatió sin piedad, uno a uno.
(de amorimás, poemas)
La llamada de la selva, mmm. Curiosamente me pareció oír algunos sonidos selváticos en su blog. No importa, no me haga caso, debió de ser un cruce.
Ay, Cacho, qué imagen tan poderosa la de los árboles muertos uno a uno, en una guerra. Si escribo lo del árbol te citaré...
gracias por el homenaje, cousin, muy buena imagen. Mis sentimientos y ideas acerca de la desaparecida grandeur española, tan consciente de su sentido trágico como de su talento desperdiciado e infravalorado su locura y su pulsión de muerte son varios y contradictorios, así que me voy con mi alma flamenca a meditar...
Pero esa conciencia es de unos pocos genios y espíritus sensibles, atropellados por una multitud analfabeta y ruidosa... la misma que esquivo aquí, entre grandes árboles, refugiada en las rocas con jóvenes amigos italianos o bailando anoche con argentinos, ante la mirada de una psicoanalista que parecía salida de un cuadro de courbet
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