Foto: I.N., Collserola, 2008
He empezado, tentativamente, un libro nuevo. Creo que la escritura, el tono de ese libro (que, si todo sale comme prévu, editará Melusina), surge de aquí. Es decir, no es que sea una escritura bloggeresca o que siga una convención de blogs, sino que yo la he aprendido o se ha generado en este espacio. Veremos cómo avanza pero ese primer capítulo o entrada o post, que lleva su foto: lo ha escuchado G. (me ha animado mucho) y lo ha leído L, que me ha llamado para decirme que le encantaba (aún me ruborizo cuando pienso que me ha comparado a Atget, que fotografió el París que ya dejaba de existir. Guardo su mensaje en la carpeta For Dark Moments). Trata de la ciudad que ya no existe, de la Barcelona que se fue y la que queda. De vestigios y recuerdos, de eso trata. Veremos.
Mientras, he ido al premio Herralde de novela. Lo ha ganado un escritor mexicano, Daniel Sada y el finalista es el escritor peruano Iván Thays. Sada ha contado con gracia su novela de una historia de amor con pudor exacerbado, de amantes que no se tocan, que apenas se ven nueve horas en nueve años...
Estaba Enrique Vila-Matas, aunque no sé si estaba realmente allí, o si seguía en Nueva York, se había ido a Londres o a cualquier otro lugar para no estar en Barcelona, de la que querría siempre huir. Pero se le veía contento, tal vez precisamente porque se mantiene fuera. Herralde también estaba contento: ha dicho que aparte del ganador y el finalista, otros tres libros presentados al premio se publicarán en febrero, ya que el nivel era alto. Otro miembro del jurado, Luis Magrinyà estaba sólo en espíritu, que según él, es como mejor luce. Pero sí he encontrado a Paulina Fariza, también editora mía de Si un árbol cae (mi libro balcánico), y unos cuantos albaneses más. Se podía fumar... He visto un momento a Valeria Bergalli, que me ha hablado de su primer autor del país, Jesús del Campo, un asturiano que elogia Azúa. También estaba mi editor del azufaifo, José Pons, y la responsable de prensa, Carol París. Pons hablaba con Lluís Morral, de Laie (quien por cierto sigue considerando que La plaza del azufaifo es un libro de barrio, no sé por qué esa obstinación, y cree que sólo se venderá bien en la Platón. Le he dicho que se vende bien en La Central, por ejemplo, que no es del barrio, pero sé que no voy a convencerle; se nota que no leyó al Llibreter, ni ha abierto mi libro), sobre la crisis. Dice que aún no la han notado, pero él es pesimista. Me cuenta Cacho que en Argentina la gente siguió leyendo, pero prestándose o recurriendo a librerías de lance y bibliotecas. En cambio Juan Milà, de Salamandra, es moderadamente optimista porque cree que en tiempos difíciles, la gente necesita más los libros. Y yo estoy de acuerdo (mientras no lleguemos al panorama apocalíptico de las guerras del agua). Creo que los libros consolarán a muchos de no poder viajar, comprarse ropa, cambiar el coche o el sofá... Me cuenta JM que, en Francfort, los editores e mostraban mayoritariamente optimistas.
He saludado a Jesús Zulaica, "Yo te hacía en Tarazona", me ha dicho. Y me ha aconsejado que proponga un taller; tiene toda la razón. Dice que la conferencia de Manguel fue magnífica. Zulaica venía de Kenia y de Italia, donde había comido gíuggiole y de pronto se había dado cuenta de que eran azufaifas (me ha recordado a Aldo Busi, que quería quedarse a nuestra fiesta del gíuggiolo). Z. también intenta moverse lo más que puede, llevándose sus traducciones por ahí. También he hablado con Cristian Cirici (no falta casi nunca), que firmó por los árboles de la Diagonal, y Anna Bricall. No he visto a Ana María Moix.
He vuelto temprano, andando y contemplando los erguidos plátanos y las jóvenes acacias de Sant Gervasi, pensando: Por lo menos a vosotros no os talarán.
Y al llegar, G. estaba instalando un aparato de dvd nuevo que ayer me regaló Tigridia. Veremos si ahora podemos ver todas esas películas raras bajadas de Internet por unos y otros, películas orientales de V., películas bien elegidas de Magrinyà y películas de G. Por cierto, conectando con personajes de Peter Pan, C. me escribió el otro día: "Bel, el jueves fuimos al Auditorio, cantaba Jessye Norman. Lo más impresionante fue que había ¡una directora de orquesta! Nunca había visto a una mujer dirigiendo una orquesta. Me emocionó. Lo más parecido que había visto eran las hadas, con su varita mágica, y ¿Campanella? de Peter Pan. Y en verdad esa mujer tenía algo de Campanella, moviendo grácilmente al compás de la música todo el cuerpo, y no sólo el brazo o la mano: un movimiento fluido, armonioso, sutil, que sabía ser muy enérgico cuando la música lo requería. Muy delgada, con pantalón y zapato plano negro, sobrios y masculinos, una levita blanca con vuelo, que cimbreaba al ritmo de su movimientos, y una bonita melena que en los descansos se mesaba, y que al saludar echaba hacia delante, hasta casi tocarle el suelo. ¡Un espectáculo! Eso sí, en un alarde de modestia quiso quedarse en segundo plano y dejó que fuese la Norman quien recibiese todos los aplausos. Se llama Rachael Worby, y en el 84 ya dirigía una orquesta." Recordé un artículo de Le Monde donde contaban las dificultades de las mujeres directoras de orquesta para superar el boicot de tantos teatros y festivales donde se niegan a contratarlas, aduciendo que es trabajo de hombres. Pero parece que ya empiezan a superar esos prejuicios. Yo vi una directora excelente y elegante, casi coreográfica, justo antes o después de que actuara la Camerata Sant Cugat.
Y ayer fui con Tigridia (y Cacho vino un poco) a ver Rodchenko y me gustó mucho, sobre todo las fotos, tan cubistas, me recordaban al D'ací d'Allà, y esas composiciones constructivistas, y los carteles con Mayakovski (yo descifraba las letras cirílicas), lástima una réplica absurda de un mueble que contrastaba para mal con el resto. Ya me lo dijo L. y tenía razón, ¿para qué las réplicas? La exposición vale la pena y me he quedado con ganas de quedarme el catálogo, pero tuve un momento rata y no lo compré.
En Polis hablo de la victoria de Obama...