Ayer fue una noche agitada y llena de imprevistos, que mantuvieron en vela a algunos amigos, y yo tuve que madrugar en vano porque el amigo que iba a guiarme al refugio antiaéreo tuvo también un percance. Así que estoy a punto de retirarme a mis aposentos con las Collected Stories and Other Writings de Katherine Anne Porter. Pese al cansancio he cumplido mi deber de hoy, he entregado mi reseña, no sin dudas e interrogaciones (a veces hay que oponerse a todo y tener coraje, aunque sólo sea por una ética humilde hacia lectores invisibles, aunque pueda ser incómodo... Incluso he llamado a mi amigo serbio para pedirle su opinión, ya que se trata de una literatura que él conoce bien, y me ha ayudado su rapidez analítica, y de paso él me ha anunciado su visita dentro de dos meses; los dos nos echamos de menos), he acabado unas propuestas de conferencias conjuntas (con Lydia Oliva) en otras instituciones, antes había actuado con el librero amigo y vecino como brigada de limpieza del jardín del azufaifo. Si de verdad hay ratas, tienen la cortesía de no aparecer cuando entramos en el jardín. El árbol estaba cerca, precioso, justo a punto de empezar a llenarse de hojas, de achinarse: Yo le decía a A. que no puedo evitar ver a esa gente que tira la basura al jardín como salvajes, como los asesinos de Alcàsser que contaron una vez en un programa una costumbre brutal, irrepetible aquí, pero que explicaba gráficamente su primitivismo (J, que veía ese espantoso programa, me lo mostró). Así es este país, no nos engañemos, mi calle queda todos los fines de semana sembrada literalmente de papeles y bolsas, y hay contenedores de basuras y papeleras por todas partes, pero es que este es un pobre país de gente primitiva y analfabeta, de gente descerebrada, violenta y sucia, gente que compra coches y vacía los ceniceros en un pobre jardín, por no dar dos pasos más y tirarlos a la basura, gente que se compra perros y no recoge los excrementos, gente que lleva traje pero arroja bolsas repletas de basura al azufaifo. Ese panorama, que me recuerda a mí misma hace años recogiendo con palos bolsas de plástico en el mar desde una barca, hasta que dejé de ir (gente que compra barcos, pero tira la basura al mar, gente a la que no importa bañarse entre basura porque ellos mismos no difieren mucho de esas basuras que tiran), me encoge el espíritu y me lleva a concluir que este país no tiene remedio ni esperanza.
Mientras, me llega la noticia de que el ex ministro de Justicia renovó el título a la familia del general Mola. El fascismo forma parte de esa miseria del país, como la basura. O la posición servil de la supuesta izquierda, como dijo la psicoanalista Anna Miñarro una vez, siempre víctima sirviendo al amo.
Mañana daremos nuestra penúltima conferencia en CajaMadrid, a las 19h, Escritoras y fotógrafas silenciadas. Algunos asistentes nos preguntan si no publicaremos esos textos y a veces se me ocurren editores otros que tal vez... pero el suelo sembrado de basura y las noticias que confirman ese legado fascistoide nunca roto en este país no propician las esperanzas. El panorama editorial y sus dificultades no son sólo culpa sólo de los editores, ¿quién lee por aquí? V, que sí lee, y que recobra su humor pétillant enseguida tras los naufragios, me decía: "Sea como sea acabarás publicando esos textos, porque estás escribiendo sobre esos personajes, aunque sea en otra clase de escritura, otro formato..."
Y me quedaba el eco de las conversaciones de la cena de ayer: Anne-Hélène Suárez estaba muy guapa con su vestido ligero y abarrocado al mismo tiempo como el plumaje de un pájaro y brillaba junto a su copa de champagne y describía con gestos a una gata llamada Tallullah, y hablamos de traducir, escribir y tantas otras cosas, y la crónica que nos hizo el poeta Ramon Dachs de su viaje a la Antártida, con la asombrosa afinidad de escritores, pintura y escenas que asociábamos y que recogerá pronto su libro, y el humor del librero de la calle Berlinès y la mirada comprensiva y de connoisseur de Marga...
Pero les dejo ya, a seguir leyendo. Por cierto, no se pierdan el artículo de Vila-Matas en su dietario voluble, con título espléndido, Un atisbo de la realidad. Su idea principal me consuela: siempre pensé que esa mirada mía momentánea y fugaz sobre las cosas para escribirlas era una falta grave, una ligereza, pero ahora me siento explicada. Vuelvo con K. A. Porter, que habla de los últimos tiempos de Joyce y de Sylvia Beach...