martes, 7 de junio de 2011

Héme aquí

Foto: I.N., Rufus, cerca, 2011
Isabel viendo llover en un Macondo oscurecido, rodeada de papeles para mi declaración de Hacienda, maldiciendo una vez más mi caos y los duendes que esconden mis documentos en el momento clave, con Rufus y el agua que cae y cae y cae... Llevo media tarde desconectada de la red, empapelada en el registro de mis gastos y mis vacas flacas. He pasado el día traduciendo a Giono. No he escrito mi novela, aunque he vuelto a leer un capítulo que ya leí ayer y que necesitaba sólo ser pelado, eliminando lo reiterativo para que quedara desnudo. Hace días que tengo la sensación de que todo se estropea a mi alrededor -se funden las bombillas, la nevera protesta, la lavadora se hace de rogar para ponerse en marcha, la cadena del váter ha perdido su capacidad ahorrativa y sigue echando agua hasta vaciarse, ya no tengo impresora compatible, y mi memoria externa pide ser reformateada para mac o se niega a aceptar información (aunque Steve Jobs ya ha anunciado una nube donde podremos guardarlo todo; ¿será una nube como éstas que ahora lloran sobre nosotros? ¿será una nube de hielo de las que temen los pilotos?). Ayer, cuando acabé de ayudar a G. en un trabajo suyo, mientras hablaba por teléfono temí que se hubiera estropeado otra clase de cosas, me fui a dormir con una desazón y me he despertado aún impregnada de esa grisaille, influida también por el universo despiadadamente misógino de una novela que leía.
Rufus ha venido a reconfortarme. Cuando la tormenta ha empezado en serio, él estaba en su váter de la terracita sur y al estallar un trueno, el pobre gato se ha dado un susto de muerte y ha atravesado el pasillo prácticamente volando para ir a refugiarse bajo mi cama. Luego ha vuelto a dormirse en el sofá, agotado.
Hoy ponían una película del director con quien cené en un italiano maravilloso de San Francisco -aunque sólo fue maravilloso aquella noche, en que todos los platos eran los que debían ser y nosotros empezamos hablando de gatos y ultracuerpos-, pero yo no tengo tiempo de ver nada. Hoy también he vuelto a poner una canción de Lightnin' Hopkins y llevaba sin darme cuenta un chalecillo que compré en un museo de Los Ángeles. Así que me he acordado de aquella música de piano que me envolvía por teléfono y he estado a punto de llamar al músico para decírselo. Sarinagara...
Cafè Central se prepara para publicar en forma de plaquette bilingüe mi texto sobre Denise Desautels, que leeré el 27 de junio en Laie y que Robert Ferrer ha traducido al francés y me ha gustado mucho verlo escrito en esa lengua, con todas sus citas de poemas de todas partes... Y ayer, mi editor del libro de la ciudad me dijo que no me preocupara, que el libro saldrá pronto, en cuanto puedan ponerse a ello... Así que debería sentirme feliz, olvidar la angustia de la pobreza, pensar que todo esto es transitorio y que este mundo viejo e injusto, como dice Galeano, está preñado de otro mejor... Rufus duerme ya en el nuevo y lo dibuja con sus vibraciones gatunas...
El viernes me iré a Madrid, aprovecharé para ver la exposición de Atget y luego iré a la Feria a firmar nuestro SINRAZONES DEL OLVIDO, a la caseta 133, de La Central, no muy lejos del ángel caído. Espero que mis amigos tengan piedad y vengan a verme.
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Escribo en la grisaille melancólica de esta mañana siguiente. No se acaba. Me he levantado con mis duelos, cuando creía que habían desaparecido. Han vuelto ayudándose por un youtube de una pequeña rebelión antiberlusconiana en la ópera, con Ricardo Muti y en pleno Nabuco, en presencia del gángster que sigue erosionando ese país e inspirando a nuestros políticos. Mi padre, la ópera, el mundo que se fue y el que duele, mi madre perdida y la gata seria... (un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia).
Dice Lêdo Ivo en "No jardim" (En el jardín):
O sol no jardim.
O jardim dentro na flor
aberta como una grande umbrela
na claridade do mundo.
E o sileêncio das constelaçŏes ocultas
no céu de verāo.
Y anoche leí al fin ese poema de Juan Carlos Mestres que habla de un lugar que está dentro de un poema de Lêdo Ivo, Cavalo morto.

6 comentarios:

Carmen Navarro dijo...

Los días lluviosos dan melancolía, unido a esta vorágine de noticias que nos invaden y nos llevan a luchas pasadas que están tan presente. Muy bien traído de le “cabailleri” el cántico del Nabuco de Verdi, me parece de lo más apropiado para Italia en estos momentos *Oh mi patria tan bella y perdida”. El poema de Ledo Ivo me a gustado mucho..Espero que tengas muchas visitas en Madrid y te valla muy bien.

Belnu dijo...

Gracias, Carmen, a mí se me pasó enseguida la melancolía, como siempre... Me alegro de que te guste Lêdo Ivo, es maravilloso!!!!

Dante Bertini dijo...

Por el sur la grisaille es auténtica, de pura ceniza...hemos quemado demasiado, me parece.

Belnu dijo...

El Sur! Yo estoy en tierras del Cid, Dante, aquí todo es fresca primavera, bosques y pájaros y ayer escuché un concierto de ranas!

Isabel Mercadé dijo...

¡Qué bien, Isabel! Me alegro de que haya desaparecido para ti esa "grisaille". Aquí ha seguido en el exterior, mientras tú te ibas en busca de árboles, pájaros y ranas (y de esa firma de tu libro que sé que ha salido de maravilla¡Enhorabuena!) alternándose con algún día de luz, pero lluvia y cielo plomizo sobre todo, así que hay que intentar iluminar el interior, como tú dices, Sarinagara...

Belnu dijo...

Gracias otra vez, Isabel, recién llego a esta opacidad gris, un poco desorientada en día de fiesta, venía leyendo abstraída en los trenes... Justamente estuve hablando de tus poemas!