Foto: I.N., imagen borrosa en el Call de Girona, 2010
He visto, animada por V., el programa Philosophie donde Enthoven hablaba hoy con Guillaume Le Blanc (que no casualmente escribió sobre Foucault) sobre la precariedad. Lo he visto sin distancia, puesto que yo no puedo evitar sentirme parte de esa fragilización del mundo donde las tarifas de todo lo que sé hacer han bajado dramáticamente mientras todo lo que necesito ha subido espectacularmente de precio. La conversación me ha iluminado un momento, como un arcoiris en una lluvia mía interna, hablaban de pensar la precariedad, de admitir la vulnerabilidad de una vida expuesta a la herida, de una vida invivible que necesita de un cuidado, y al mismo tiempo, de esa imaginación, esa urgencia vital que impide el letargo, de esa organización de un mundo que lleva a los indigentes y pobres a un pensamiento de bricolage. Citaban al filósofo israelí Avishai Margalit para decir que una sociedad decente es aquella en la que las instituciones no humillan a la gente. Concluían que la desigualdad es liberticida. Que se trata de producir unas instituciones que preserven la posibilidad de la igualdad, la posibilidad de la justicia. Qué lejos estamos de eso aquí, pensaba yo. También hablaban de mirar la precariedad no desde arriba sino desde un estado intermedio. Eso resulta fácil cuando empiezas a sufrir esa precariedad y te das cuenta de que no puedes salir de ella. (Citaban La question humaine). De ahí mi mirada a los extremos como una posibilidad no tan lejana. Ayer leía a un personaje de Kojin Le voyageur de Natsume Soseki (lo encontré en francés) diciendo que sus posibilidades y su dilema vital estaba entre hacerse monje, volverse loco o suicidarse. Y el viernes, el texto que yo traducía sobre un artista psicótico especulaba si insconscientemente, aquel hombre de extracción humilde no se habría dejado enloquecer e ingresar para poder pintar, para tener el tiempo y los recursos de intentarlo. Y por un momento imaginé cómo sería ceder a un abandono así, para dejar de enfrentarme al mundo feo y precario que más detesto. El mismo mundo donde cortan los árboles y destruyen la belleza todos los días para preservar parkings (cada vez que paso por la plaça Joaquim Folguera se me encoge el espíritu).
Yo siempre he esperado que cada libro me llevara como una ola fuera de esa fragilidad. ¡Una ola! Ayer una ola estrelló la tabla de G. contra las rocas; no lograba salir del agua por la corriente, y la tabla que yo le regalé llegó agrietada y rota, aunque por suerte, G. no se hizo daño. Yo esperaba que mis libros me llevasen como las olas a G. y sus amigos hasta la orilla, pero es muy difícil. En realidad, quien decide ahora son las grandes superficies, que sólo acogen las novedades (¡no todas!) durante dos meses, luego las retiran y mantienen sólo a los que saben que venden cientos de miles. A quienes preguntan por un libro que ya no es novedad les dicen en algunas de esas grandes superficies que se acabó y si insisten les ofrecen encargarlo. Pero encargan un solo ejemplar (eso sí, a veces mantienen los libros en la web). Es cierto que hay que seguir y que un libro siempre podría arrastrar a los que vinieron antes, rescatarles del olvido... si llega antes de que sean saldados y destruidos (algunos editores no los retiran y eso les honra) o venderse por goteo. Pero a mí, la decepción me lleva al desaliento y abandono la escritura. ¿Y qué sentido tiene trabajar sin escribir? Para mí ninguno, sólo la escritura le da sentido a lo demás. Ahora me consuelo leyendo y escribiendo sobre Soseki, intento recobrar el aliento en las rocas, con mi propia tabla rota, escuchando los signos de que llega la primavera pese a la grisaille. Lo dije aquí al dorso: hace dos días un mirlo me despertó a las 7 en punto de la mañana, abrí la ventana y dio un concierto sólo para mí (o eso sentía yo, invadida de una felicidad secreta, como de pequeña). Y ayer G. y yo comprobamos que Nmp tenía razón y que los mirlos imitan el canto de otros pájaros. Se oía a un colirrojo (en catalán, carbonera), que es ese pájaro que suena como un columpio oxidado (al menos así lo oía yo hace años, cuando había columpios de los de antes y eran de hierro y me despertaba imaginando una niña columpiándose), pero cogí los prismáticos... y era un mirlo macho, con su pico naranja, sobre una antena. Como el Soseki de Omoidaso koto nado (Cosas que recuerdo o Choses dont je me souviens, como yo lo leo), que enfermo y convaleciente en un hospital, aguza los sentidos: "Esperaba el ruido que haría en el silencio del jardín una carpa al quebrar el agua. Acechaba los aguzanieves que brincaban moviendo la cola sobre las tejas mojadas por el rocío de la mañana, a un lado y a otro. Esperaba también las flores que ponían a mi cabecera. Preveía el rumor del agua que caía justo bajo la marquesina". Yo no sé si he dejado de esperar. No sé si tendré la fuerza para seguir intentando transformar mi viejo dolor o mis pensamientos en historias. O cuánto tardaré en recobrar el aliento. Y al mismo tiempo, in the beginning is my end, no tengo más remedio que continuar, no sólo porque si no, llegaría al dilema del personaje de Soseki, sino también porque en cierta manera es inevitable.
Ah, no me gustó nada The Road. No he leído la novela de Cormac McCarthy, pero la película no logró interesarme, no encontré nada, ni un momento de reflexión o iluminación, aunque, eso sí, me dejó pegada su sordidez, una inquietud angustiada y llena de presagios. Entre tanto ha vuelto la lluvia, como si el cielo hubiera leído de esa cortina de agua que se precipita en mi interior y hubiese decidido reflejarla.
Last Minute News. Por favor, no hagan caso de mi tono quejumbroso de más arriba. Ya se me pasó, y héme aquí otra vez en la orilla, tiritando, pero bien. A ver si me estoy contagiando de Gilda; ya saben que los gatos, cuando llueve, extrañamente, se quejan y parece que necesiten apoyo emocional! Me voy: brisky walk under the rain.
10 comentarios:
pues vaya, que su brioso caminar bajo la lluvia le produzca la misma felicidad que le producía a Gene Kelly cantar, y bailar, bajo ella
Ja ja, no tengo su talento, y si lo intentara probablemente me ingresarían en algún lugar infame, es mejor que siga bailando sola en mis aposentos... Pero el paseo brioso me ha sentado bien...
Fue una estupenda emisión, a mí me gustó mucho también eso que dijeron de cómo pensar la precariedad para que pueda servir de algo, y aquello de la filosofía como una caja de herramientas para cosas que parecen de poco uso, y de repente alquien echa mano...
me he acordado de Christine Angot que decía que para ella si no escribía cada día le parecía que el resto no valía la pena, tenía también para ella esa idea de inevitable, de sin embargo de Issa...
a mi terraza también han venido unos pajarillos hoy
quizá ya ha llegado esta primavera por ahora invisible
Sí, la boîte à outils! Yo he pensado en mi propia caja de herramientas...
Algunos pájaros llegan un poco antes que la primavera, como los mirlos, y para mí es una suerte que sea así, que me consuelen en el momento más cansino del invierno diciéndome: ya llegamos, ya se acaba!
Espero que ese paseo por la lluviosa Barcelona te haya resultado reparador. Por lo que respecta a tu escritura, tengo que decirte que justo ayer acabé de leer tu libro de relatos que merece muchos lectores. Decía relatos pero en realidad podrían muy bien tratarse de una novela por fragmentos de un único y recurrente argumento que toca muy de cerca a aquellos que intentamos derribar falsos espejos que proyectan imagenes desvirtuadas de nosotros mismos: el vínculo con la vida a través de la pasión por los libros y un cuerpo en el que refugiarse. No se si te servirá de algo, pero te diré con sinceridad que he habitado durante dos días tus cuentos y que salir de ese mundo propio que consigues crear (que en ocasiones se confunde con el de los sueños y a veces en cambio, parecen un espejo que proyecta la experiencia de una generación) no ha sido fácil. Queda el poso de un de deseo flotante en el texto que se convierte muy a menudo y en muchos pasajes en realidad y que no es otro que el de definir con el lenguaje los contornos de varios interrogantes y algunas respuestas sobre lo bello y lo siniestro. Invitaré a los amantes de la literatura que conozco a convertirse durante el tiempo que crean oportuno en nuevos habitantes de ese mundo porque el recorrido y la(s) historia(s) que propones más allá de una especie de espacio autobiografico que podría emerger, son merecen ser leidas, vivir en ellas.
Oh gracias, José, muchísimas gracias por esa lectura que hace brillar mis cuentos (o mi casi-novela)! Me hace mucha ilusión que te hayan sido hospitalarios y que te haya gustado habitarlos durante unos días e incluso quieras invitar a otros. Más no podría pedir!
Llegara un dia en el que los lectores "serios" seremos restituidos a nuestra condicion de seres humanos. Creo firmemente que la tirania del dinero no puede alargarse indefinidamente, si la gente tiene cada vez menos recursos dejaran de consumirse todas aquellas cosas superfluas, que quedaran desterradas. Y volveran a brillar las buenas. Estoy convencida de ello.
Y no eres la única. Tengo una amiga tan convencida como tú. Yo alterno entre el pesimismo y esa sensación, no sólo depende de lo que me pasa y de los modos de mi inconsciente, también depende de las hormonas...
Si te sirve de consuelo, las bajadas de 'tarifas' se está haciendo algo muy extendido.
No vas mal encaminada con ese pensar insconcientemente que escribes. Me rompí el pie y nadie entendía porqué estaba tan contenta. Era como una liberación. Sin cargar a nadie. Unas muletas, un coche con marchas automáticas .... y lo mejor, la excusa para hacer lo que te apetezca.
The Road, tampoco me gustó mucho porque la vi coja, psicológicamente no me pareció creíble el comportamiento del padre.
No me consuela, Icíar, me angustia este estado de cosas!
En cambio me alegra que la rotura de tu pie no te entristeciera sino al contrario!
Yo no sé si era creíble o no, lo que pasa es que no encontré nada en esa película, ninguna reflexión, ninguna iluminación, ni una sola frase o pensamiento, nada salvo la repetición de lo mismo y ese insistente Papa, Papa...
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