sábado, 12 de noviembre de 2011

Ayer

Foto: I.N., Rufus de Bengala, 2011
Estuve corrigiendo mi libro de la ciudad, que saldrá en 2012, quitándole lo que no le pertenece y había ido a parar allí por error, apropiación o desorden, porque era de mi novela, de un cuento, de ninguna parte. Descubrí que podía eliminar algunas imágenes, como sugería el editor, sin que el texto perdiera nada, al contrario, es como si adquiriese cierto valor más propio. Luego salí, tuve que hacer recados, ver gente, y al volver, en un repentino ataque de cansancio y de frío tras los acontecimientos de la tarde renuncié a ir al cine, me arrebujé en el sofá y Rufus se sumió en un sueño más profundo que nunca: a juzgar por su respiración parecía ahondar más y más en su sueño, con la cara enterrada en ese chal lanoso mío que tanto le inspira, y me puse a escuchar una emisión de France Culture que me había recomendado V. y que hablaba (metafóricamente) de mí, hablaba de mí con la voz de Anne Dufourmantelle y de Laure Adler y de Marguerite Duras y también de Virginia Woolf. Tanto hablaba de mí que me produjo casi un shock y comprendí aún más porqué me dolía. Hablaban del lugar de la madre como un paisaje, un mundo del que venimos, de la preferencia de la madre de Duras por el hermano (que ella ya no sabía si había sido tal como ella la había vivido), que la había llevado a ella a ese exilio desde el cual escribir, hacer algo que para su madre no existía (el arte, la literatura), se había convertido en el apoyo de su escritura. Hablaba de esa condición del escritor de Caronte, de pasante de los muertos y las palabras (morts, mots) al lado de la vida, una tarea no sin riesgo (Virginia con sus piedras), una tarea ardua y agotadora pero también gozosa. Y a mí me caían lágrimas metafóricas, en mi agotamiento y en la descripción de mi trayectoria, de mis incertidumbres, de la estela que he arrastrado siempre de preguntas y alejamiento... Hablaba de la rara sensibilidad que permite esa función, de ir a contrapelo de lo trillado, de acercarse al deseo y a la libertad, de alejarse de la certeza, de la imagen que nos han dado o nos hemos dado de nosotros, de llevar la pregunta a esa otra escucha, de que las ideas nos visitan y tenemos que poder escucharlas... Y qué maravilla de programas de radio y de voces y de espacios de interrogación. 
Ahora sí siento que he acabado la novela (quién sabe si es eso lo que también me disturba, lo que no puedo digerir, lo que retengo y fermenta y duele. Cierto pavor de publicarla y de lo que supone (ayer mi amiga M. me decía que el efecto sería justamente el contrario al que temo) o el miedo a haber agotado con ella la fuente de mi escritura o a acercarme a algo que no quiero nombrar.
Mientras andaba por la calle, descubrí otra posible causa física que podría estar agravando mi malestar y si fuera así, podría mejorar en los próximos días. Anteayer mi malestar estomacal me dio un mal humor terrible, justo antes de caer en la melancolía. Me di cuenta, alarmada, cuando descubrí que había matado una mosca. Llevaba toda la mañana rondada con dos moscardas, trabajando dolorida y sin lograr espantarlas. Y de pronto, en lugar de ahuyentarla me descubrí, maligna y furiosa y antizen, matándola con el periódico. Yo procuro no matar a ningún bicho y era una mosca grande y bien bonita y me sentí fatal. Hoy he tenido un sueño...
La otra noche fui a ver a Moreno Bernardi en ese espectáculo multifacético de Pep Tosar en el Maldà, un montaje sobre el retrato y los poemas de Damià Huguet, personaje insólito, fabricante de vigas de hormigón, poeta, crítico de cine, fotógrafo, pintor y escultor, desconocido... Con un buen guitarrista y una cantante de bonita voz (aunque el volumen era quizás excesivo para ese espacio tan pequeño y delicado), Tosar decía muy bien los poemas (a mí me resultaba difícil seguir a los mallorquines que hablaban en el vídeo, se me escapaban palabras, sobre todo al principio) y Moreno bailaba como un gentleman, una coreografía libre, poética y vital que representara al personaje, a ratos con una herramienta suya, con una elegancia y una delicadeza que parecía borrar cualquier atisbo de esfuerzo, aunque cuando se tendió con la cabeza en el regazo de la cantante, en una repentina Pietà, se le veía sudar a mares, ya descamisado... Y luego nos fuimos a cenar y mágicamente se desvanecieron todos mis problemas digestivos, como ya me había ocurrido en la cena del nuevo proyecto de Xoroi, el librero de la calle Berlinès, que está en vías de transformación en algo muy necesario y esperanzador para esta ciudad desnortada y falta de análisis.
Hace un rato iba yo andando por la calle y ha empezado a llover con fuerza. En Balmes he esperado en vano al autobús, mientras los coches aceleraban y se acercaban a la acera, salpicando cada vez más a los transeúntes. Ésta es la única ciudad europea donde los conductores nunca reducen la velocidad, sino que parecen acelerar a la vista de un peatón cuando llueve y hay charcos en el suelo. Tal vez vuelven a la infancia y juegan a salpicar, como niños en los charcos, pero resulta algo violento. Es este país salvaje que decía Espriu (Oh, que cansat estic de la meva/ covarda, vella, tan salvatge terra, /i com m’agradaria d’allunyar-me’n, / nord enllà), que nunca se ha humanizado, al pasar de una larga y brutal dictadura al silencio, la impunidad y la deseducación. Un columnista cineasta madrileño ironizaba el otro día en El País con gran ligereza sobre los juicios en Argentina a los responsables de las atrocidades y me dieron ganas de protestar. Yo admiro esa capacidad de Argentina de aclarar su pasado y hacer justicia. La gente que se burla de eso viniendo de este pobre país salvaje, sin salud mental ninguna, con la carga de todo lo impune y violento enterrado y la banalidad zafia a la que lleva ese silencio, es que no sabe nada. Como los que salpican desde los coches, pensando sólo en su comida o su parking y tan orgullosos de su vehículo rugiente. Al final me ha rescatado un taxista joven, que llevaba la calefacción puesta, y aunque no hacía frío, la perneras empapadas de mis pantalones rojos pedían ese calorcillo.
Al llegar a casa he encontrado a Rufus echado frente al espejo, como si mirándose se consolara de su soledad. O como si intentara recordar quién es o se preguntara por los misterios de la identidad. Claro que ayer escuchó conmigo el programa de France Culture... Rufus me hace mucha más compañía cuando me encuentro mal. Se pega a mí y me acuna con ese ronroneo misterioso...
He estado leyendo una nouvelle deliciosa e inteligente de Thomas Mann, Desorden y dolor precoz, que habla de otros tiempos de crisis y de la excentricidad y la resistencia de una familia y su locura, que a ratos hace pensar en Fanny y Alexander, y he acabado Atopia, petit observatoire de littérature décalée de Eric Bonnargent, que me ha gustado mucho (excepto la página 243), por su manera bolañiana de contar los escritores, esa especie de bartlebys entre los que está EVM, e incluso dos novelas que no me convencieron ganan muchísimo contadas por él, con esa narrativa suya del mundo y sus habitantes escritores desencajados, donde mezcla ironía y hondura de una forma ligera muy particular y sutil. Me he traído dos libros más de EVM del librero de la calle Berlinès, El viaje vertical y Una vida absolutamente maravillosa. Lo malo de EVM y de Bonnargent es que el deseo de leer esto y aquello se multiplica y yo querría vivir en el sofá o viajar en un tren silencioso o tumbarme en una hamaca siempre leyendo. También me atraen de Atopia sus criterios para distinguir los lectores (también él sigue la maravillosa descripción de Edith Wharton en El vicio de la lectura)y para distinguir la literatura de todo aquello que no lo es, pero que también está en las librerías. 

12 comentarios:

Luis Vea dijo...

Me gustó ese testimonio de la huída del protagonista de El Viaje Vertical que EVM nos acerca con tanto realismo. Hace años que lo leí. Abrazos contra los enfriamientos.

Belnu dijo...

Gracias, Luis! Pero aún no me he resfriado este año! Yo hablaba de otra cosa... :-)

Qualunque dijo...

Me alegra leer que tu libro de la ciudad saldrá en 2012! Hasta entonces te sigo por aquí. Echo de menos no tener más tiempo en esta vorágine que ha supuesto este ¨Viaje vertical¨ particular, y poder leer más, pensar, o escribir.

Un saludo

Belnu dijo...

Ah, viajero Qualunque, se te echa de menos por estos lares! En este momento estoy corrigiendo ese libro y me anima la idea de que pronto podrás leerlo!

´´ dijo...

El otro día vi a Dante en un programa sobre Argentina en el 33. Novela y libro sobre Barcelona para 2012?

Belnu dijo...

Sí, Francis, ayer me lo contó! Sobre todo un momento espinoso y revelador en que a RC le molestó que el psicoanalista Jorge Belinsky comparase la actitud (valiente) de Argentina de juzgar a los implicados en atrocidades con el silencio y la vergüenza de este país. Parece ser que RC les dijo que allí no estaban para hacer comparaciones...!
Dudo que la novela salga en 2012 por razones que no vienen al caso ;-)

´´ dijo...

Acabo de leer que ha fallecido Esperanza Pérez Labrador, que salio en el program que te comente ayer.


http://www.sigueleyendo.es/ha-muerto-esperanza-y-no-es-un-juego-de-palabras/

Belnu dijo...

Lo siento, Francis. Pero, aunque sólo fuera por su nombre, seguirá ahí en cierta manera, por los que han decidido no cejar...!

´´ dijo...

Aquí faltas tu

http://www.elpais.com/articulo/cultura/perros/gatos/lemures/conoceras/elpepucul/20111114elpepucul_5/Tes

Belnu dijo...

Gracias, Francis. En El País casi siempre falto, ja ja... Con las excepciones de lujo de que Enrique Vila-Matas hablara de mi azufaifo, Juan Goytisolo de mi libro balcánico y Millán de mi azufaifo, y que el otro día, como traductora, de la mano de Maeve Brennan y de Alfabia, también estuviera allí. Pero mis cuentos nunca salieron, y cuando hablan de escritores o de escritoras o de autores de cuentos, o de traductores literarios, o de lo que sea donde podrían incluirme, nunca se han acordado de mí!!! :-)
Tal vez sea yo de esos oscuros escritores siempre desaparecidos... excepto en las redes

Dante Bertini dijo...

QUIERO VIVIR EN UN MUNDO DE GATOS...

Belnu dijo...

Yo también, Dante, si encuentras el espejo por donde atravesar... Claro que tú tienes algo del gato de Cheshire!