JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE
07.11.2011
HE visto a
Maeve Brennan frente a un escaparate de Manhattan. La he visto dibujar un
perfil anguloso con su delicadeza, el mentón detenido bajo el labio de quietud
sugestiva, el pelo recogido y ajustado hacia atrás, las manos enlazadas delante
del vestido, sosteniendo el sombrero con el lazo en la cinta. Hemos visto
todos, una vez al menos, a esta chica esbelta, principesca y menuda, con el
resto irlandés en la melancolía bajo los ojos y una puerilidad atractiva en los
rasgos de cisne mucho más urbano que Grace Kelly. Así, uno imagina a Grace Kelly
de muchas maneras, pero nunca embobada al otro lado del escaparate donde
espejean los sueños de una joya. Sin embargo, si uno piensa en un cruce entre
Dorothy Parker, o también una Zelda Zayre algo más cuerda -algo que hoy parece
demasiado difícil, incluso a Woody Allen- y la Holly Golightly de Desayuno
en Tiffany's, podríamos encontrar a Maeve Brennan.
Su llegada a
España, en forma de cronista de aquel Nueva York desmesurado, deprimido aún
pero dispuesto a la alegría de la frivolidad con cierta intensidad en los
brillos, también tiene nombre de mujer: hace diez años, Isabel Núñez buscaba en
las estanterías de Strand, en plena Gran Manzana, un libro para una amiga.
Entonces se encontró, por casualidad -como suele ocurrir, siempre, en las
librerías de segunda mano- con las crónicas neyorquinas de Maeve Brennan, y así
surgió su libro Sinrazonesdel olvido, escrito junto a Lydia Oliva. Luego
pudo poner rostro y acción a una mujer joven que ahora la miraba desde el buzón
del tiempo. Olvidada por todos, Maeve Brennan había muerto en 1993. Se sabía de
ella que había sido escritora en The New Yorker bajo el seudónimo de The
Longwinded Lady, en la sección The Talk of the Town, entre 1953 y 1968.
Ahora se reeditan estas Crónicas de Nueva York en Ediciones Alfabia,
tras una lucha constante, editorial a editorial, de Isabel Núñez -autora de la
traducción y la edición-, seducida por su estilo y por el personaje: esta chica
irlandesa, distinguida, que se había quedado en NY para ser escritora y fumaba
en boquilla, como Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, tenía
predilección por las gafas de sol grandes y adoraba mirarse en los escaparates.
Ella escribía en los bares. Su prosa se auscultaba bajo el brindis. Si querías
tomar un dry martini, ella te llevaba al mejor bar.
Finalmente,
ya envejecida, arrasada por su propio relato, acabó viviendo en los lavabos de The
New Yorker y después en la calle, como cualquier mendiga de sus propias
crónicas. ¿Se inspiró en ella Truman Capote para su Holly Golightly? Hoy parece
que sí. Habían escrito juntos en Harper's y Barzaar, y también en
The New Yorker. Si analizas sus fotos, es una Audrey Hepburn algo más
frágil.
Maeve Brennan. Crónicas de Nueva York. Alfabia, 2011. Traducción y prólogo Isabel Núñez. 336 Págs. 21,50 €
2 comentarios:
Apetecible lectura. Saludos cordiales de una vieja conocida.
P.S BTW, qué caros son los libros.
Los libros son carísimos en este país, a diferencia de lo que ocurre en Francia y en otros lugares donde los de bolsillo llegan a valer 2, 4. ,6 euros
Aunque el malvado Sarkozy quiere subirles el iva
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