Foto: I.N. Maraña arbórea frente al Museum of Natural History, Londres, 2012
Hace muchos días que no escribo. Llegué de la maravillosa y esta vez nada pérfida Albión, que se había portado tan suavemente conmigo: me permitió soñar despierta, mientras andaba, con otras vidas posibles, y descansar del desentendimiento y la estrecha rigidez de mi país, del desierto cultural y de la lluvia ácida de desvalorización y depresión que sigue cayendo por estos lares. El retorno fue muy duro y me envolvió de tal forma lo angustioso que no pude escribir. Primero fueron los fantasmas de delirio y locura que me habían rodeado en la niñez y que generaron en mí la fantasía o la pregunta de si yo también estaría loca. Luego, los recortes en las instituciones para las que antes trabajaba y esa sensación desagradable de que alguien mezquino, alguien que necesita pisotear a los otros para reforzarse o respirar, aproveche la situación de penuria general para machacar a otro: yo sabía con quién estaba hablando, no era la primera vez, pero fue igualmente penoso. Al colgar el teléfono me alegré de no ser como ese alguien, pero también maldije mi antiguo desdén por el dinero y la seguridad, mi manía de hacer funambulismo sin red, todo lo que ahora me toca pagar. Tuve que hacer algunas prospecciones que me removieron el higadillo. Todo parecía en vano, excepto una revista hospitalaria. Recibí también algunas respuestas amables pero tristes, aludiendo a presupuestos restringidos hasta la desaparición, a incertidumbre en los pagos. En facebook invoqué a Spinoza ("No sufrir, no lamentarse, inteligir"), y a Dorothy Parker, cuando explica la necesidad de aceptar estoicamente el fracaso contando que Esopo fue al bosque y un lobo le dio una dentellada en una pierna. "Hala", le dijo el animal, "ahora vete a casa y escribe una fábula". También me acordé de la protagonista de Alison Lurie, perseguida por el perrillo imaginario de su autocompasión, empeñado en lamerle las heridas. Vino mucha gente a comentar y proponerme cafés. Tenía razón la Otra Bel: me recordó que hay días malos y les suceden días buenos. Ya lo dijo Van Morrison. Era el "Let's call it a day" anglosajón, pero esta vez yo no podía creerla. Porque la lluvia ácida sigue cayendo. Porque está muy difícil que yo me mantenga a flote. Porque vivir de la traducción se ha vuelto imposible. (Por cierto que hoy he leído la carta brillante y llena de esprit de un traductor ilustre a un editor que corrige las traducciones con espíritu didáctico y les corta toda poesía, todo hermetismo, toda rareza. Como yo también lo he sufrido me ha alegrado leerla. Valorar la traducción supone pagarla mejor y tener criterio para poder distinguir un buen trabajo y respetarlo). Porque los medios parecen querer deprimir al país aún más lanzándonos al hoyo. Porque los políticos sólo aplican medidas que hundan más al pobre, desdichado país.
Y sin embargo, sarinagara, mi percepción cambió al día siguiente, como había vaticinado Isabel M. Aunque continuase la lluvia ácida. Aunque mis problemas digestivos se hubieran agudizado hasta un extremo insoportable. Aunque mis sueños me mostraran la angustia que me invadía de día.
Soñé que estaba prisionera en una torre luminosa de la calle Anglí. Mi carcelero me había quitado la ropa de calle para que no huyera y en cierto momento intentaba escapar en pijama y calcetines. Un policía moreno, muy violento y desagradablemente mal hablado, me vigilaba. Yo hablaba con imágenes simbólicas que sacaba de un libro familiar. Mi lenguaje era el de un psicótico, con su misma poética. Fui a ver al hombre que escucha y él señaló con su puntero invisible: "Anglí suena como Ang Lee". Más tarde, ya en casa, me sorprendí yo sola al descubrir mi vocabulario onírico, mi jeroglífico. Mi sueño utilizaba como escudo la última película que vi de Ang Lee, Deseo y peligro o Lust and caution. Yo estaba prisionera del deseo de otro en un lugar luminoso. Y además, la protagonista era condenada a muerte y esa conciencia de su peligro de muerte era lo que me aprisionaba. El hombre que escucha me había dado una clave sobre qué me había atrapado al llegar. En el sueño, G. intentaba defenderme y hacer que el policía se fuera. Y había otros detalles que no contaré aquí. Pero al desentrañar el jeroglífico, el sueño angustioso se convirtió en lenguaje fascinante.
Por eso a mí me gustaba traducir, por lo que tiene de desentrañar jeroglíficos. Lo dije en Los meandros de la traducción: "Cuando le preguntaron
al matemático Marcus de Satoy cómo había podido fascinar al público inglés hablando
de números, él dijo dos cosas, una, que todos sabemos: que la pasión ayuda a la
transmisión de cualquier saber, y la segunda, que me interesó más, que a todo
el mundo le gusta hacer que todo encaje,
y por eso tiene éxito el sudoku... Creo que en la traducción, en el hecho de descifrar y resolver cualquier
jeroglífico, por muy difícil que sea –y no sé por qué, yo siempre he traducido textos
difíciles—, he encontrado una representación tranquilizadora, un gesto simbólico
vital, que descubrí de pequeña, cuando aprendía a conocer las letras y a formar
las palabras. En el fondo de esa operación, está la idea de que todos los
problemas son como jeroglíficos y que, si lográsemos concentrarnos más allá del
dolor o de la angustia, sólo habría que encontrar la solución. Es una sensación
comparable a encontrar el camino en un laberinto. Todos los problemas tienen al
menos una salida, repite una voz interna, mientras traduzco." Sólo que ahora duele ver ese trabajo pisoteado y desdeñado por quienes deberían valorarlo. Y sorprende el distinto valor que se da a los traductores al otro lado de las fronteras. Ahora me he sumergido en la recta final de los Cuentos irlandeses de Maeve Brennan. Ella me ha dado una misteriosa lección de escritura.
Hoy he recibido la novela balcánica de Clara Usón, La hija del Este, que estoy deseando leer. Y también ha venido A.G. con su novela, que ya me gustó en su versión sin pulir y ahora releeré con fruición. Durante la comida, A.G., que es un lector excepcional, libre y desprejuiciado y no se deja llevar por lo que sabe o imagina de mí, sino que puede valorar el libro en sí, me ha estado hablando también de mi novela y me ha reconfortado, porque en esta espera de lectura la he puesto en un limbo, en parte por otras razones internas (una parte de mí preferiría no publicarla, mientras que la otra parte lo necesita con ferocidad; ambas han llegado a una entente que me desconcierta: que se publique, pero no tan pronto. Y mientras, no logro salir del todo de ella y ponerme a escribir otra cosa). Me explicaba A.G. en qué consiste para él el valor de esa novela mía, hablaba de los que escribimos "a tumba abierta", como la frase que me dijo un poeta amigo desde la casa donde habita la reina de las albercas: "Es que tú llegas hasta los huesos, y eso vale y muy pocos se atreven a hacerlo". Ella, la reina de las albercas, me lo había dicho a su manera pictórica y de cante jondo, con su escritura fragmentada y su calor. Y reconectar con mi libro me ha consolado porque estos días es como si mi novela hubiese desaparecido y aunque tengo vagos deseos, no sé si lo que quisiera escribir ahora son unos cuentos con un formato extraño o es una novela que se aleje más de mí, entrando subrepticiamente en otras pieles.
También me contaba A.G. cómo disfrutó leyendo Una vida absolutamente maravillosa de EVM y cuando le he dicho que la obra de EVM era una fiesta de la literatura, me ha dicho: "¡Exacto!"
He salido andando para aliviar mis males digestivos (y es que cuesta digerir mucho de lo que me ocurre, lo que no puedo contar aquí) y me he cruzado con una pareja y él la estaba mirando tan de cerca y con tal intensidad (pero no con deseo, sino con un escrutinio salvaje, como si quisiera y pudiera saberlo todo) que casi me ha asustado a mí. He pasado por ese geriátrico en cuya verja hay a veces un viejuzo desesperado que pide a los transeúntes un cigarrillo. Y he descubierto que el geriátrico tiene nombre de una poeta americana maravillosa.
Ayer, al salir de descifrar jeroglíficos, pasé la tarde en la editorial de mi libro de Barcelona, corrigiendo "viudas y huérfanas" y cosas de maquetación. Fue una sorpresa agradable tras la lluvia ácida de estos días. ¡Qué bonito queda el libro! ¡Cómo han sabido colocar y sanear mis fotos! ¡Qué bien queda el prólogo de Mariscal, con sus maravillosos mapas! Mi amigo seráfico, que trabaja allí, demostró una vez más su paciencia y su savoir faire, su humor y su proximidad. Me gusta mucho ese lugar modernista, con las dos gatas y el perrillo y la azotea de los fumadores... Y hace ilusión cómo ese libro sigue su camino... Y luego, al llegar, descubrí que me había llegado un regalo arbóreo de plata de mi amiga americana. Dijo que era un protector para quien protege a los árboles. Es precioso y me sentí inmediatamente protegida por su amistad.
En cuanto a Rufus, sigue aquí conmigo, con su belleza y sus visiones de lo invisible, por las mañanas se echa a mi lado cuando hago mis ejercicios en el suelo, y ahora está sentado en su regio almohadón junto al ordenador, jugando con mi mano y el ratón, mientras yo me levanto a bailar.
4 comentarios:
Leyéndote estos días me he acordado de mi despedida vilamatiana de Barcelona, y de esa sensación de falso extranjero que tengo a ratos al pasear por estas calles nórdicas, tal vez porque resulta muy dificil no pensar en ese país cada vez más tóxico en el que nos ha tocado vivir.
Yo, aún estando lejos,o tal vez por eso, me he propuesto no ver la tele ni leer ningún periódico espanol, quizás porque me duele incluso más que antes sobre todo porque constato que seguramente no tengamos remedio.
http://despazio.blogspot.com/2011/07/el-falso-extranjero.html
Estoy impaciente por leer tu libro, alguna novedad?
Qualunque, he intentado dejar un comentario en tu post "El falso extranjero", pero no he sabido. Yo también leí esa entrevista a Pasolini sobre NY, creo que la leí en un tren, pero no recuerdo adónde iba, pero sí que me gustó. Y sí, duele este país cada vez más.
Verás, mi libro de BCN sí se acerca a su final, le queda ya muy poco, la portada... Pero para leer la novela habrá que esperar más. Intento dársela a un editor poderoso y eso hace que todo sea mucho más lento, así que ya veremos.
Baila siempre!!!!
No lo dejaré, Nmp!
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