martes, 5 de agosto de 2008

Ondas hertzianas, ondas verdes y literarias

Foto: I.N., La Roque sur Cèze, 2008.
Esta mañana me han invitado a un programa de radio nuevo y prometedor, A l'ombra de quatre arbres, en Ràdio 4. Con el pretexto de una adivinanza sobre un árbol, leen poemas arbóreos y animan a los oyentes a identificarlos. (Por cierto, que han leído la propuesta en verso que nos dedicó Lluís Maria Todó al azufaifo, a N. y a mí). Y además de un invitado asociado a los árboles, y de una receta de comida orgánica de la chef del restaurante de Junta de Comerç, también recomiendan un libro todos los días. Así que hemos hablado de árboles y literatura y yo les he recomendado el librito maravilloso de Jean Giono, L'homme qui plantait des arbres, que ayer fui a buscar a La Central y no aparecía. El chico de los encargos se volvió loco buscando y se deshizo en excusas, incluso sospechó que sus colegas lo habrían mandado a Madrid. Y me lo volvió a encargar a Gallimard. Pero al bajar las escaleras y decirle a Marta Ramoneda que se había perdido, ella decidió que era imposible. "No us moveu d'aquí", nos dijo a Jordi Llovet (que esperaba para facturar su saco de libros y a quien había yo felicitado por su artículo sobre lecturas de verano y lecturas de invierno en el Quadern del País) y a mí. Y al cabo de un momento bajó triunfante. Jordi Llovet admiró mi edición pequeña y barata de esa pieza de Giono y concluyó que era mucho mejor que la suya, tan grande y cara "i amb dibuixos més lletjos" y amenazó con ir a cambiárselo. Luego seguimos una conversación sobre partners, ex partners, belleza, matrimonios y vida libre de la seducción que no reproduciré aquí, pero que hizo reír a MR.
El libro, como digo, es precioso y hay una edición catalana también pequeña y bonita. Giono descubre, en el paisaje desértico de unas montañas de la Provence, un pastor solitario y taciturno pero muy hospitalario, que planta un bosque entero de castaños, hayas y abedules. Giono (o su narrador) lo olvida, y al volver de luchar en la guerra del 14, observa los once kilómetros de bosque y reencuentra al pastor, que ha ignorado la guerra y ha seguido plantando, ha cambiado las ovejas por abejas y sigue. La gente cree que el bosque ha salido espontáneamente. Ese bosque cambia el clima, convierte un pueblo abandonado en un pueblo alegre y vivo, lo acaricia con viento de árboles, vuelve a dar agua a los arroyos secos, resucita un manantial yermo durante años, convierte el desierto en un paisaje verde y maravilloso. Un capitán forestal decide protegerlo, pone a varios guardabosques disciplinados e impide que nadie lo destruya. Los dibujos son muy sugerentes. La colección, prometedora. Deberían leerlo nuestros políticos arboricidas. Y los dirigentes de Parcs i Jardins, que han renunciado al espíritu verde para entregarse a la tala y el cemento.
Ayer, el librero de la calle Berlinès, que estaba celebrando un acontecimiento feliz -y se le veía radiante y transfigurado-, me mandó el link de un célebre blogger que había dedicado un post a mi libro La plaza del azufaifo. Tiene razón Beigbeder (mal que me pese) en que la crítica más atinada y más libre empieza a estar en los blogs y ya no en los suplementos literarios, y no lo digo por la reseña de Millán, que sí se había leído mi libro con atención y lo explicó estupendamente, sino por otras de reseñistas perezosos que apenas lo abrieron, algo que también me ocurrió en Crucigrama (las mejores críticas, de gente que sí lo había leído o que no me daba lecciones de moral, llegaban por email, exceptuando la excelente reseña de Maria José Gil Bonmatí en Caballo verde). Ayer Ratachina me regaló generosamente La magia de los árboles: nos costó encontrar un café abierto donde poder fumar y hablar un momento. Dice que ese libro le produce alivio y no me extraña, es como refugiarse a la sombra, como entrar en la frondosidad. De paso también descubrí por qué Ratachina se hizo api: la pasión por las casas y las historias que albergan, lo que queda de sus habitantes, la elaboración de los jardines, las terrazas, las fotos, el mobiliario, escenarios de la memoria. Una pasión que comparto con toda intensidad. En realidad, tengo que contenerme para no entrar en las casas abandonadas (aunque ahora las destruyen tan deprisa) como hacía de pequeña, y para no pedir a sus nuevos ocupantes que me dejen entrar en aquellas donde yo viví. Ratachina tenía los ojos relucientes como siempre, desprendía su energética calma y hoy se iba a sus frondosas vacaciones.
Y luego me llegó un email de mi amigo serbio. Según él, dos de mis últimos cuentos no encajan en el libro y debería apartarlos, y uno de ellos le parece incluso confuso en su hilo. Yo sé que esos dos cuentos cambian el concepto del libro, incluso había pensado cambiar el título, pero su opinión me ha sumido en una duda. ¿Tal vez sí debería apartarlos y pensar que forman parte de la novela pendiente que tanto me asusta escribir? O tal vez no, porque yo sí los veo relacionados al menos con uno de los cuentos que sí encaja, el último que he escrito. Y yo veo que esos dos cuentos son poderosos, no voy a renunciar a ellos, sólo tengo que decidir si van con los otros o inician otro proyecto. En cuanto a sus consejos para un cuarto cuento que yo tenía en interrogante, me parecen muy atinados. A él le pareció muy bonita la última frase y me da una idea de recorte para destacarla.
Mientras, sigo con dificultades para construir una cronología de la guerra de los Balcanes que sea sintética y no tendenciosa. Y que no se deje nada esencial. Veremos si algún historiador de guardia me ayuda. Hoy es la despedida de G., que mañana se irá a su viaje por las Landes francesas, con amigos y bicicletas.

4 comentarios:

el llibreter dijo...

Para mí, los blogs permiten sobre todo transmitir la experiencia de lectura, que sean los lectores quienes expliquen porqué han elegido un libro y cómo ese libro se integra en el universo de lecturas particular de cada uno.

La principal ventaja es que nos podemos dedicar a escribir sólo sobre los libros que nos gustan. No hay obligaciones, ni plazos de entrega ni limite caracteres.

No creo que sea algo mejor ni peor que la crítica o reseñística literaria, que como bien dices puede ser de calidad, sino algo diferente que va creando nuevas redes de complicidades. Y para el mundo del libro, me parece extraordinario.

Enhorabuena, de nuevo, por La plaza del azufaifo.

Saludos cordiales.

Belnu dijo...

En efecto, es como dices, cuestión de libertad de elección, de formato, de momento... Yo sigo escribiendo en La Vanguardia, pero con formato reducido, y aquí puedo hacer lo que quiera y elegir los libros y el humor...
Gracias por tu lectura y tus felicitaciones!

Gise =) dijo...

Muy interesante el post del llibreter...me apunto el blog para visitarlo.
Y tambien me apunto el libro que te ragalo Ratachina, parece que dentro de poco para ver árboles tendremos que recurrir a los libros.
Besitos guapa!!!

Belnu dijo...

Gracias, Gisela!