Foto: I.N. Nubes desde mi hamaca esta tarde, 2012
En que vivo, un mundo aparte distinto del de antes, del de los demás, un mundo óseo sin derecho a lo sensual ni a apenas a lo plácido (aunque a veces, cuando duermo una media hora de siesta con brisa natural o con aire artificial, me he sentido tan bien con la luz filtrada por una cortina naranja que casi podía imaginarme en mi cuerpo de antes y sin moverme experimentar aquella antigua felicidad entonces no sabida), un mundo sin certidumbres, lleno de dudas e interrogaciones sobre la vida y la curación, desde ese lugar extraño puedo aún contemplar las nubes, leer y ver películas maravillosas.
Un amigo cineasta me adivinó el pensamiento y me trajo, en una de esas cenas heroicas de hace unos días, dos películas que quería volver a ver. Fue casi telepático y podría probarlo. Una era The Swimmer, basada en uno de esos cuentos de John Cheever con paisaje suburbano y carga de profundidad. Al leer el cuento recordé que había visto aquella película y quise volver a verla, pero no la encontré. Es maravillosa. La única objeción -la vi con mi amigo músico y él se quejó de inmediato- es una banda sonora absurda, que en la época ni siquiera advertí. Pero las imágenes se quedan grabadas en la memoria. Burt Lancaster, con su pura gestualidad de ese cuerpo atlético a punto de ser vencido, su mirada irradiando una luz que por su pura intensidad ya permite detectar una herida, una disociación, una necesidad compulsiva de ensoñación y negación, sostiene la película con su paisaje radiante y toda su melancolía creciente y amarga hasta el final.
La segunda película que adivinó quien me la trajo era The River, o Le Fleuve de Renoir, que yo había visto en el invierno de 1981, justo antes de irme a la India y que tanto me conmocionó entonces y que tanto recordé una vez allí. Siempre había querido volverla a ver y la había buscado en vano. Y ese mismo día, por la mañana, al ver que tenía La Règle du jeu de Renoir, había pensado: Pero la que yo quiero ver es El río...
La he visto hoy en una solitariedad feliz. Qué bien lo he pasado viéndola, ese color increíble, la música, esa atmósfera de la vida que fluye como un río, ese espíritu panteísta, el afecto, la tristeza y el absurdo de las heridas físicas y psíquicas de la guerra, y los templos y dioses hindúes y los rituales de belleza y la naturaleza exuberante y una deliciosa sagèsse de un Renoir distinto y más inspirado y apasionado que nunca. En cierto momento, el hombre con una sola pierna, por la guerra, y la mujer mezclada por su condición mixta india y occidental, sin casta, hablan de aprender a aceptar su carga y lo ocurrido y ¿cómo podía yo no asociarlo a mi condición, a lo que a mí me ocurre? El hinduismo respira esa aceptación con el desapego de los que creen que todo está en la mente y a pesar de sus conflictos, el país también tiene ese espíritu flotando en el aire, de una gran y antigua humanidad.
Al mismo tiempo me llegan los mensajes de JP desde India bajo las lluvias del monzón, sin acentos ni eñes, con descripciones de atmósfera que me refresca:
En la Jama Masjid, la mezquita mas grande
de Delhi, a lo lejos las cupulas de los templetes que coronan espaciadamente las
murallas de Lal Qila, la fortaleza roja de
los moghules, decenas de halcones sobrevolando
el cielo… Como todavía están celebrando Eid, el fin del Ramadan, las familias
musulmanas vienen a la mezquita a pasar el rato, vestidos con sus nuevas galas, las niñas en horrendos vestidos de colores chillones de gasas y de raso y con
todo tipo de volantes encajes y excesos vestimentarios. Los hombres todos con
sus kurtas blancas con bordados y sus gorritos de encaje. El ambiente no es
nada rigido, una vez pasados los cancerberos de la puerta que tratan de cobrarte
lo que sea y de incordiarte un poco, (para mas inri el encargado de hacerlo es
un sordomudo)…
La cantidad de halcones debe de ser
proporcional a la cantidad de palomas que cubren parte de las tres grandes
cupulas, en forma de capullos de loto a punto de eclosionar. La mezquita es muy
elegante, aunque a mi me enamoran poco las mezquitas indias, que encuentro todas
parecidas y anyoro las mezquitas afghanas o iranies, que no conozco, con esos
azulejos azules que compiten con el color del cielo, pero reconozco que el
juego de lineas y colores entre la piedra roja y los marmoles blancos, las
escasas pero bellas escrituras cuficas en negro en forma de sellos, sus cupulas
y templetes indomoghules, los minaretes rayados de blanco con templetes
en su cima y abriendose en forma de columnas egipcias, la fuente para las
abluciones en el centro, y sobre todo sus alrededores llenos de restaurantes de
comida deliciosa, todo eso la convierte en mi lugar favorito de Delhi. Pero el gentio es tal que aguanto pocas horas y
tengo que buscar lugares mas neutros, menos cargados. Ire a comer y a tomarme
un cafe luego a la Delhi Coffe House, un sitio con un pequenyo jardin que me
gusta porque esta lleno de viejos senyores sikhs, y donde puedo leer a gusto
The Hindu, el único periodico indio que trae algo de informacion y no cotilleos
sobre el mundo de Bollywood o los jugadores de cricket.
Esta mañana ha venido Aurora, me ha traído una fruta latinoamericana con propiedades mágicas y las verduras que necesitaba. Se ha asustado al verme y se ha ofrecido para traerme lo que sea dos o tres veces por semana. Su visita me ha dejado una estela alegre y generosa, con tanta delicada comprensión. Luego ha llamado Magda, quería traer algo como fuera y he intentado buscar en La Central algún libro de R.K. Narayan, en vano, luego alguno de Satyajit Ray, pero tampoco. Y al fin he seguido el consejo de la librera y le he encargado a Magda una novela de Jhumpa Lahiri (de quien ya leí The Interpreter of Maladies), The Namesake, aunque yo quería una India más antigua y he decidido buscar películas de Satyajit Ray para consolarme. Yo sabía que necesitaba algo de la India (al fin y al cabo sigo tomando la medicación que me han prescrito desde Calcuta y Bengala, aunque no sea exactamente eso, sino una forma de intentar asumir este extraño mundo en el que vivo) y aún no había visto The River desde 1981.
Magda ha coincidido con Cris, que me traía un cartucho de tinta para la impresora (así podré ver lo que he escrito de otra manera o eso espero) y una mezcla deliciosa de aceituna y almendra... Algunos me felicitan por mi forma de llevar lo que me ocurre y eso me desconcierta. No veo nada admirable en mi actitud. ¿Cómo podría hacer si no? Me dice Anne que cuando me cure, podríamos celebrarlo con todos mis amigos en un gran jardín. La idea me ha encantado... Insh'allah.
Magda ha coincidido con Cris, que me traía un cartucho de tinta para la impresora (así podré ver lo que he escrito de otra manera o eso espero) y una mezcla deliciosa de aceituna y almendra... Algunos me felicitan por mi forma de llevar lo que me ocurre y eso me desconcierta. No veo nada admirable en mi actitud. ¿Cómo podría hacer si no? Me dice Anne que cuando me cure, podríamos celebrarlo con todos mis amigos en un gran jardín. La idea me ha encantado... Insh'allah.
Y sigo escribiendo. Ya no tan deprisa como antes. Desconcertada ante ese magma que crece sin estructura, con ideas que vienen con cuentagotas, o releyendo y corrigiendo, y entonces surgen otras, y algo perpleja de lo que surge. No sé qué pasará con ese texto, sigo sin saber si serán cuentos o una novela, o qué será exactamente. "Yo lo llamo libro", me dijo una vez autoburlón Aleksandar Hemon cuando le pregunté por lo que entonces estaba escribiendo (luego fue una novela). Yo no sé si me atrevo a llamarlo libro. Todavía son sólo veinte páginas aproximadamente.
Hoy he soñado y he olvidado mis sueños. The River me ha alegrado el día. Sabía que volvería a encontrar algo allí también esta vez y claramente la película me hablaba a mí. Cuando el niño de la familia protagonista se moría en su aventura intentando encantar a una cobra, el padre (con su propia herida de guerra) decía, dolorido: Deberíamos celebrar que un niño muera niño. Al menos él ha escapado. Nosotros les encerramos en nuestras escuelas, les enseñamos estúpidos tabúes, les atrapamos en nuestras guerras, masacramos a los inocentes. El mundo es para los niños. El mundo real. Ellos trepan a los árboles y se revuelcan en la hierba, cerca de las hormigas y libres como los pájaros. Son como los animales. No se avergüenzan. Ellos saben lo que es importante. Ha nacido un ratón o una hoja cae en un estanque. Si el mundo estuviera hecho de niños...: We should celebrate that a child died a child. That one escaped. We lock them in our schools, we teach them our stupid taboos, we catch them in our wars, we massacre the innocents. The world is for children. The real world. They climb trees and roll on the grass, close to the ants as free as the birds. They’re like animals. They’re not ashamed. They know what is important. A mouse is born or a leaf drops in a pond. If the world could be made of children…
17 comentarios:
Me encanta El Río, es una película maravillosa cuyo color y cuyo ambiente recuerdo, como la escena de la serpiente, pese a que la vi hará unos 30 años y no he vuelto a verla desde entonces. Me gusta esa idea de alegre vuelta a la vida salvaje y libre de un niño. Luego la llevas dentro para siempre, aunque muchos la olvidan, y con esa luz y ese color de la película de Renoir, o, como en mi caso, con la luz y el color de Dieppe, en el norte de Normandía.
Me ha gustado mucho el mensaje de JP también. Y tu día, con sus visitas y su fruta milagrosa.
Lo celebraremos, todos, en el parque que más te guste. y luego lo celebraremos muchas veces más, cada vez que nos veamos, como deberíamos celebrar cada día que vemos (y tengo de new age lo mismo que de monja).
Gracias, Anne! Por tu comprensión inspirada de todo!
¿Quieres creer que no he visto El río? Qué bonita esa cita final. He de verla! Sí he visto y he leído El nadador: fascinantes cuento y película! Y Burt Lancaster, que tan bien describes. Desconcertada o no, Isabel, tienen razón esos amigos tuyos. Espero que desde ese lugar extraño en donde ahora vives, sigas acompañándote por buenas películas, libros, algunos amigos y esas estupendas narraciones vía móvil de JP... Esa es tu casa. Un beso grande.
Sí, Eva, tienes que verla! Toda la película es maravillosa. Ese niño (siento el spoiler, pero es algo previsible) protagoniza un momento de una gestualidad emocionante. La narradora preadolescente está dolorida porque ve al hombre que quiere besando a otra, se lo dice al niño y él le besa un brazo, ella le abraza y él le da unas palmaditas en la espalda. Es de una expresividad deslumbrante, dice más sobre el afecto y la complicidad que tantísimas palabras.
La verdad, Eva, es que para mí es más importante que todo estar escribiendo. Sin eso no sé ni todo el cine, los libros y los amigos podrían nada por mí. Y no me refiero a la escritura del blog, que algunos también valoran, sino a la otra, más difícil y más a tientas, que es mi aliento vital y lo que me hace recordar que no soy sólo un cuerpo lleno de miserias
Isabel, Isabel, belle Isabelle... Muda de admiración, sí, por tu coraje! y por tan lindas lindas lineas... La crónica de JP me ha hecho viajar, como lo hacen las fotos que una amiga bourlinguera me manda... así es como que paseo.
Vi El Río en la tele, en blanco y negro, diría que en el programa La Clave... mi padre nos hizo quedarnos, era su preferida... "hoy, no hay diana, hay cine de verdad" Entonces me aburrió, y durante tiempo, para mi, fue una peli en blanco y negro (!)pero algo quedó, años después, en el Spring?, la vi en pantalla grande, en color... Dos veces la he visto, en estos años duros... y han sido dos momentos de aliento, lecciones, asidero... y diría que fueron momentos de discreto kairós... Y, sabes?,las visitas, la fruta, renoir y ese final... hablan de un placer que no ha cesado... Olvida la nostalgia del que fue y habita éste (consejo de naveganta y excusa la abrupta intromisión! Conste que tampoco soy una arcángela new âge!)
Y vaya si celebraremos! y habrá árboles, muchos árboles!
Gracias, Maria, pero este es una pesadilla, yo necesito mejorar, recobrar la vitalidad física, la salud. No, no quiero vivir en la enfermedad, quiero curarme!
Isabel, Isabel, belle Isabelle...
Ah...Le Fleuve, le fleuve. Tuve la suerte de que mi padre hablara con entusiasmo de ella un domingo cualquiera.. "Anda, hoy ponen El Río, qué bien!" La vimos juntos y fue una gozada... La peli y sus respuestas a mis preguntas de jovencita aun no cinéfila, sus apuntes... Luego la vi en pantalla grande, varias veces... Me arrastra, a cada vez... en los últimos tiempos he vuelto a ella, como se vuelve a un lugar que ya no existe y sin embargo es... Y ahora habito ya un cuerpo que es el mío, así como es y sin nostalgia ya, pero con memoria, la memoria toda... y, es delicioso sentir cómo el deseo es, si, la corriente que mueve el mundo (y, lo sai, no soy tampoco arcángela de nuevas edades!) Las visitas, esa fruta, laforma en que hablas de todo ello... estás cerca, belle Isabel, de rehabitar ese cuerpo... Y, ya puedes hablar de libro... y, qué ganas de leerlo... puro aceite va a ser!
Disculpa el tono "profesoril" y si je vous ai froissé avec ma franchise...
Lo celebraremos, sí, y habrá muchos y buenos árboles...
Gracias por este instante laargo de deliciosa y cómplice lectura,
oh, mande otro, creyendo que el anterior se había borrado! Pero, me sirvió para que apareciera el auténtico momento de ver el río, y no el faux souvenir que acudió primero... ya sabes como es!
y no, no se trata de vivir la enfermedad! se trata de que te cures, de recuperar salud, sí... pero, creo, es una opinión, que "relajar" esa presencia de lo que fue y miser sobre las formas de bien être posibles mientras, es una vía... una de tantas
Se llama The River, es la única película, creo, que Renoir hizo en inglés. Aunque yo la viera con subtítulos en francés, pero es así.
En mi caso se trata de curarme o morir, y yo quiero vivir, y no me gusta el dolor, ni las limitaciones ni las miserias tremendas de todo esto, sólo espero salir. Nunca me gustó nada esa máxima new age de "si no puedes evitarlo, disfruta", qué sarcasmo para las violaciones y torturas, por ejemplo, para las agonías... Yo soy vulgar y occidental. No me queda más remedio que aceptar intentando curarme y salir. No hay nada bueno en este cuerpo. Y no, no quiero olvidar mi vida saludable, es lo que me mantiene en pie, volver ahí. Cada caso es distinto, en el mío la dicotomía es "intenta curarte o déjate morir", y yo aun quiero vivir! (Y si tuviera que morir, me gustaría que fuese más rápido...)
En cuanto a las formas de bien être posibles, créeme que yo hago lo que puedo, leer, escribir, ver películas y esos pocos momentos de inmovilidad en que puedo no sentir las miserias de mi cuerpo. No haey más. Ni comer, ni dormir es como antes. Yo busco la belleza donde la encuentro, no puedo ni quiero hacer más
Lo siento, Maria! A veces un comentario me pilla en uno de esos doloridos momentos de crisis y reacciono abruptamente, contesto con aspereza a quien sólo se acercaba con buen ánimo y sagèsse. Gracias por tu insight!
No creo que haya que habitar el dolor (cómo?) ni resignarse... como dices, cada caso, cada persona es una vía y tu estás en la tuya. Siento haber entrado como elefante en cacharrería. Tu lógica respuesta me hace entender que he de afinar loque quiero decir y cómo.
Sé que se llama The River y que es la única que filmó en inglés... la llamo Le Fleuve, desde tiempo ha, porque, en fin, hay una razón... como que fluye, dice más el movimiento que le asocio. Ya sé que no es "serio", pero... digamos que me puede la costumbre
La que no he visto es "El nadador" (si leí elcuento) y, en fin, lleva tiempo llamando a la puerta, por diferentes vías, así que habré de verla.
Ojalá vaya menguando el calor, más, y llueva a mares... que ese cambio haga todo más llevadero.
Siento de veras mi torpeza. Gracias por ayudarme a recordar, y a "suavizar" mis torpezas!
un abrazo
gracias siempre por esa tu écriture coulante.
Oh no, Maria! Tú no podías saber, nadie sabe, en junio y hasta mediados de julio sólo mejoraba, pero luego me encallé y ha sido un verano infernal. Ojalá sea todo como dices, que llueva, que refresque y que todo mejore!!!
Sigue, sigue escribiendo, Isabel, y aspirando con coraje y convicción y rabia si hace falta a recuperar tu cuerpo sano y sin dolor. Da gusto leeros a ambas, hermosas mujeres, Maria e Isabel.
Gracias otra vez, Eva!!!
Te escribí este lunes pasado. Tuve una duda al enviar el cometario, porque la pantalla se puso oscura y tuve que "buscarme la vida" como dirían mis hijos.
Si lo recibiste, perdona por molestar, si no, estas líneas servirán para preguntar cóo te encuentras. Teando una muy ligera brisa que mueve las hojas y me hace pensar en el próximo otoño y , espero, las lluvias. Pilar L.
Gracias, Pilar!
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