Foto: Eva Mintenig, 17 de julio de 2012
Ayer los participantes en mi curso-tertulia Correspondencias entre escritores me dedicaron una especie de homenaje a mi escritura. Nos reunimos todos en el bonito jardín de E., bajo los tilos, que aún olían maravillosamente y a veces me llegaban efluvios de la magnífica vieja higuera retorcida que se extiende hospitalariamente frente a la cocina de la casa y que ya estaba cargada de pequeños higos verdes. Fue para mí una alegría escuchar los comentarios de todos, el arquitecto humanista amante del flamenco, la traductora inglesa que me trae los New Yorkers, mi generosa y guapa amiga chilena, un cineasta favorito, la mujer esbelta que fue mi compañera de clase en la adolescencia, nuestra anfitriona, una psicoanalista afectuosa, una pediatra de maneras directas, una amiga muy lectora de mi otra amiga psicoanalista y todos en general. Fue un intercambio interesante y lleno de ideas, se dijeron palabras muy elogiosas y objeciones acertadas y me gustó esa lectura transversal de mis libros contada con mirada de cine y ángulos tan literarios. Y la mirada arquitectónica. Fue una celebración. Ellos pasaron de la horchata de Foix y los croissants al vino blanco chileno y las aceitunas; yo me mantuve disciplinada con mi té kukicha (suerte que no había mucho vino, si no, habría acabado cayendo, pensé). En cambio los mosquitos no se contuvieron. La anfitriona me recogió y luego me acompañaron a casa y me sentí rodeada de afecto y simpatía de lectores.
Más tarde, por la noche, después del paseo, me puse la música del ipod de J. y por primera vez en muchos meses, embriagada de música, estuve bailando. Era una sensación tan gozosa, aunque notaba la zona maleada, pero podía ya bailar y eso me hacía reír. Rufus me miraba seriamente, con esa seriedad de los gatos que describió Natalia Ginzburg.
He estado leyendo Contre Sainte-Beuve de Proust y también Le cafe de la jeunesse perdue de Modiano. Leo menos que antes, porque se me escapa el tiempo entre visitas y tratamientos. Siento cada vez más deseos de huir a la casita del bosque. A veces G. viene y vemos una película juntos. Hoy quería enseñarme un vídeo de violencia policial arbitraria contra un treintañero y no le he dejado porque necesitaba calma y no la rabia que me produce lo injusto que sigue ocurriendo alrededor, sin que la gente reaccione. Facebook está lleno de ese espíritu tan español que consiste en decir que las iniciativas, firmas, manifestaciones, etc., "no sirven de nada" o de hablar de todo lo que se ha hecho mal y de los abusos en primera persona del plural, en un sospechoso "todos hemos..." y yo no me siento nunca incluida en esas fechorías ni pienso asumir la culpa y la responsabilidad de otros.
Sigo sin saber lo que quiero escribir, aunque sé que llegará, pero me extraña no poder conectar con mi deseo inconsciente. Ventanas cerradas. Tuve un sueño en el que me perdía en un parque inmenso, no sabía donde había dejado la moto (!), el paisaje era magnífico y frondoso y al salir a un camino bordeado de cipreses me preguntaba si debía ir para arriba o para abajo y se estaba haciendo rápidamente de noche, así que pensaba: Tal vez puedan localizarme con el gps del móvil... En ese parque había visto alguna calle con casas ajardinadas y antes había tomado un pincho de tortilla y pensaba: Si puedo comer esto, también podré comer lo que traigan a la clase de mañana...
Y luego soñé que estaba con alguien terrible que en la realidad no lo es, me decía cosas tremendas y me pellizcaba y me dolía en los huesos y en la siguiente escena yo estaba con un amigo y se nos pegaba el enano de una película cómica que había visto dos días atrás con G., y nos contaba que entrenaba en el campo del Barça...
Está oscureciendo y las pequeñas cosas que vienen, mis rituales de paseo, descanso, música y lectura me parecen tan placenteras como si fuesen palaciegas. Ojalá lloviese y se acabase este calor tremendo: dicen que el viernes...
Y luego soñé que estaba con alguien terrible que en la realidad no lo es, me decía cosas tremendas y me pellizcaba y me dolía en los huesos y en la siguiente escena yo estaba con un amigo y se nos pegaba el enano de una película cómica que había visto dos días atrás con G., y nos contaba que entrenaba en el campo del Barça...
Está oscureciendo y las pequeñas cosas que vienen, mis rituales de paseo, descanso, música y lectura me parecen tan placenteras como si fuesen palaciegas. Ojalá lloviese y se acabase este calor tremendo: dicen que el viernes...
8 comentarios:
Magnífico relato, cómo siempre. Veo justo y merecido el reconocimiento que te hacen.
Estoy de acuerdo contigo, yo no he participado en presupuesto alguno que nos haya llevado a la crisis, ni he votado a los ladrones que han metido la mano en la caja, tampoco he especulado, y por supuesto pienso ir mañana a la manifestación ..... por dignidad.
Lo realmente inservible es el servilismo de acomodarse en la miseria y no protestar por los valores duramente conseguidos y ahora vilmente robados.
Bailaremos, cantaremos y viviremos a pesar de sus impedimentos.
A ti la gente te quiere.
Gracias, Pedro! Así lo haremos
Gracias, Francis! Tengo esa suerte!
Da alegría saberte danzando cual garza alibelulada, ante la sabia mirada del gato chamán y bajo los tilos fragantes del recuerdo luminoso de la mañana.
Sobre lo político y lo adocenado -supuestamente individualista pero tan borreguil y manipulado...- de los que consideran inútil cualquier signo de rebeldía, ya sabes lo que pienso. La marcha de los mineros demuestra que no todo el mundo es así y que hay esperanza.
Menos mal que escribes, Bel. tú crees que no, y entiendo que la de tu blog no sea el tipo de escritura a la que te refieres y que anhelas. Pero a los demás nos aporta mucho. Me habría encantado estar allí también, unter den linden (así se llama el museo de arte de Colmar, en Alsacia, que volveré a ver pronto, aunque lo que se dice linden quedan pocos que justifiquen el nombre). Habrá alguna ocasión, probablemente. Hasta entonces, no dejes de bailar.
Gracias, Anne, por ese comentario tan poético, lleno de libélulas y gatos chamanes y tilos!!! Y por es apoyo entusiasta... Fue una celebración... Este comentario tuyo no me había llegado al email y estaba agazapado en un lugar que yo ni sospechaba que existiera, esperando moderación! Qué torpeza la mía! Ahora los buscaré bien cada vez...
Ese encuentro bajo los tilos suena maravilloso. Creo que tienes a una nueva alumna para próximas ediciones, Isabel.
Agota Kristoff -la mencionas en tu jornada anterior-, que leí hace unos días, me gustó muchísimo, especialmente El gran cuaderno, que me pareció magistral, aunque el edificio que construye entre las tres novelas cortas protagonizadas por los gemelos me pareció de una gran inteligencia. Es terrible, desolador,pero, efectivamente, su calidad literaria te eleva por encima de ello. Has vuelto a bailar. Qué alegría. Que no pare la música. Un abrazo fuerte.
Eva, bienvenida! Si hacemos ese curso querrá decir que me he curado y será también una celebración. Este año ha sido siempre una serie de encuentros felices. En efecto, ese fulgor de Agota Kristof a pesar incluso de sí misma!
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