Foto: Guillermo Aguirre, Camino de Santiago, 2012
Ha llovido un momento, cuando Pati, reina del reiki, tenía que poner fin a su plácida visita e iba en moto, pero la lluvia ha terminado enseguida, Pati ha podido irse indemne y yo vuelvo a esperar a que llueva y llueva.
Han pasado muchos días. Leí los cuentos de Ramuz de esa pequeña edición maravillosa que alguien me recomendó y me quedé estupefacta de que esa desolación opaca, misántropa y misógina, sin ninguna luz, ironía ni esperanza le hubiera parecido "una joya" ¿Qué lee cada uno? Ya lo decía Proust, contemplando les verres grossissants de l'opticien de Combray, cada lector pondrá la lupa en un lugar distinto y leerá un libro distinto. Cuestión de sensibilidades. Yo puedo admirarme de la desolación negra de Agota Kristoff, porque siempre encuentro en ella un fulgor de los encuentros, de los momentos, de la inteligencia humana, una suave ironía oculta, una poética especial. O de Trastorno de Bernhard porque el narrador, con su inteligencia y su humor negro y su mirada lo transforman todo. Pero no encontré nada en esos cuentos, salvo la delicada portada de Matisse, el papel precioso de la edición tan cuidada. También me decepcionó terriblemente Une forme de vie de Amélie Nothomb, hay algo tan light, de voluntad de ser original, de entretener, que me pone nerviosa. Comprendo que se venden más libros así y que exige una cierta habilidad, pero no es lo que yo busco en los libros, y tal vez ahora menos que nunca. Leí deprisa El premio Herralde de novela, de Jordi Bonells y me hizo reír y me interesó la estructura y la búsqueda de la infancia y esa especie de tono despotricador bernhardiano, aunque mis favoritos suyos siguen siendo Esperando a Beckett, La segunda desaparición de Majorana y Dios no sale en la foto. Y luego, arrastrada por el impulso de JP, me puse a releer Contre Saint-Beuve de Proust, que leí muy joven y que ahora leo de otra manera. Sólo el principio, explicando por qué la inteligencia no sirve y sí el instinto en la escritura, y cómo los objetos llevan encapsulados fragmentos de toda nuestra vida y nos llaman de pronto y a veces logramos recordar a través de la sensación y otras no, y de cómo le llamaban todos esos muertos pidiéndole resucítanos, ya me maravilló. Era un valor seguro ante tanta inquietud. Y es que sigo sin poder averiguar qué querría escribir, porque si pienso en escribir me aparece A., y la tristeza de lo que le ocurre y los recuerdos de toda su vida desde mi mirada, y ahora debería desconectar de eso, aunque sólo fuese por seguir la prescripción médica.
Mientras, fui a la clínica a una intervención ligera pero laboriosa y difícil, que acabó aliviándome, aunque yo, acostumbrada a las dulces enfermeras del centro donde me hacen los tratamientos, me sentí como en una trata de ganado y no comprendía la dureza de todo, la luz implacable, (Nada más empezar, dijeron: lo propio sería pincharle a la derecha, pero a nosotros nos resulta más cómodo a la izquierda, y de ahí derivó lo demás, gran parte de mi malestar), el nerviosismo terrible de la enfermera que gritaba y gritaba y se desesperaba porque iba muy despacio, la puerta que se dejaban abierta exponiéndome groseramente, las posturas laterales en equilibrio inestable a que me obligaron (por no haberse molestado en pinchar donde convenía), apoyada sobre un codo, y aún hoy estoy agotada y llena de agujetas, todo eso a pesar de los desvelos de mi amiga Tigridia, que estuvo allí procurando que todo fuese mejor y acariciándome los pies cuando venía, en medio de su atareado trabajo, y sé que llevaba días preparando el terreno. Y de la compañía de Teresa, que me entretuvo antes de la intervención, me escuchó y habló y luego, ya en la habitación, mientras me ponían los sueros. Me salvó el ipod de J., aunque la primera canción lenta que encontré en el aleatorio era Sacrifice cantada por Sinead O'Connor y aunque ella decía "It's no sacrifice at all", yo no podía evitar la sensación contraria. A veces, la música, unida a lo que ocurre ahora en mi vida y a lo que le ocurre a A., o incluso pensando en J. y en la mezcla de conflicto y pasado que propiciaban esas canciones, me producía ganas de llorar ; me contenía la idea patética de mi situación allí y de mi cuerpo expuesto y de aquella gente extrayendo mis fluidos. Al final volví descargada, y a pesar del agotamiento, creo que fue bueno hacerlo.
G. ha vuelto de esa primera mitad suya del camino de Santiago, delgado, fibroso, fuerte y soleado joven peregrino, y me ha enseñado las fotos maravillosas después de contarme del viaje y de la experiencia de esa caminata simbólica y física y de los encuentros que propicia. Tenía tantas ganas de abrazarle... Le he mandado el coro de peregrinos de Tanhauser, aunque en youtube no he encontrado una versión que me gustara ni que se oyera bien.
Me ha llamado S., con quien siempre hablo de libros, y siempre me dice que me nota la voz mejor. A pesar de mi delgadez extrema y completamente ósea (¡cómo echo de menos mi cuerpo de antes! No es sólo la sensualidad y la belleza: es que no sabía cómo necesitamos esa condición algo mullida para poder sentarnos sin clavarnos los huesos. Ahora lo sé. Para ir al parque al atardecer tengo que llevarme un almohadón para sentarme y un chal para poder apoyarme en el respaldo sin clavarme las vértebras), J. dice que tengo buen aspecto.
Mientras, este país sigue conducido más y más profundo en el hoyo por nuestros repugnantes y corruptos políticos mientras que la gente, salvo los mineros, que devuelven la dignidad a todos con su capacidad de defenderse, y algunos funcionarios y gente de otras ciudades -aquí parece que sólo moviliza un nacionalismo romántico e irreal, un independentismo para que nos gobernase quién? ¿Ese ex conseller de governació de ERC que traficaba con tabaco? ¿Mas y Felip Puig? ¿El emblemático nacionalista Millet? Una amiga mía poeta y profesora se sulfura, dice que si al menos fuesen de verdad nacionalistas, como los vascos, que al menos han mirado para su país, pero aquí sólo han gobernado para robarnos a todos. ¿De qué nos serviría ser independientes? La autonomía sólo nos ha servido para que nos roben doblemente mientras, como ellos no nos defendían en el centro, recibíamos la mitad que el resto y contribuíamos el doble. Una maravilla. Pero no hay peores ciegos que los que no quieren ver. Facebook es una muestra. Cada vez que pongo alguna convocatoria de firmas o de manifestaciones o la foto de los mineros, viene alguien a decir: "no sirve de nada", "sería mejor inventar otra cosa", que es la manera más cómoda de no hacer nunca nada. ¿Hasta cuándo tendrán que hundirnos y robarnos para que reaccionen? ¿Hasta dónde llega el umbral de resistencia de este país tan sumiso?
Y por otra parte, yo no puedo evitar estar lejos de todo mientras intento curarme, protegerme en mi nube, cultivar la paciencia, confiar, mirar las estrellas en el cielo cuando puede verse alguna... o en Star Walk cuando no pueden verse. La Belle Elaine contempló amanecer ayer en Randa y así recargó pilas para soportar ese camión de ganado que son hoy tantas compañías aéreas. Hay que recordar a veces que vivimos en la Tierra, aunque sea desde esta ville de béton, donde sólo hay grúas y obras. Suerte que las nubes de hoy han impedido que vinieran los obreros y que el estruendo estropease también el sábado. Ojalá llueva mañana, porque el estruendo se perpetúa los domingos. Sólo pienso en esas dos semanas en que, si todo va bien, me iré cerca del bosque. Alguien me dice que por allí hay un monumento megalítico, pero en la web sólo hablan de restos romanos y murallas y castillo medievales... Ojalá pueda aclimatarme. Rufus sigue ovillado, dormitando a veces en sueños muy profundos, dejándose acariciar por los visitantes, pasando del sofá al suelo, a la terraza de noche...
6 comentarios:
Isabel, eres precisa en el relato, en el fondo y la forma. Comparto tu juicio político y social, y siento también el paralelismo del trato en el hospital.
Sobre tu aspecto físico, en Madrid yo te vi guapa y elegante. Nuestras enfermedades deben ser sólo incidencias, puntos de relanzamiento de nuestro programa vital.
Muchas gracias, Pedro, me alegran las afinidades! La verdad es que he perdido mucho peso desde aquel viaje y mi aspecto ha cambiado, aunque energéticamente estoy mucho mejor, entonces el dolor no me dejaba dormir y no lograba comer ni digerir, ahora duermo y como y digiero, aunque sea con una dieta estricta, y tengo hambre otra vez.
Perdona la intromisión, vengo leyéndote y admirándote.
Me alegro de tu hambre.
Comparto y me pregunto todos los días tus preguntas: " ¿hasta cuando y hasta dónde tendrán que hundirnos...?
Mis deseos de recuperación y cierro los ojos para mandarte mucha energía positiva.
Abrazos.
Gracias, Isabel! Por tu comentario, tu interrogación y tus deseos!
Isabel, a veces me cuesta levantarme y olvidar que me han despedido para poner a una más joven eni sitio, después de años de trabajo. Me cuesta convencer a mis dos hijos con estudios y sin futuro que esto no durará mucho. Me cuesta hacer comida y exprimir al máximo un caldo, un arrorz...,pero lo que más me cuesta es asumir que vivo en la comunidad valenciana, "la reina de las flores...del mal", también intento mirar la sombra de lo árboles, o una flor tardía, una brisa que me trae un adelanto del otoño...el libro de turno al que me aferro y le digo: -Sácame de aquí, pero estoy segura de algo, que todas las voces cuentan,que las presencian valen, hay que estar ahí, de pie y pedir lo que es nuestro. Saludos, Pilar Lasheras, de Alicante.
Tienes toda la razón, Pilar! Lo siento. Lo que está pasando es tremendo y yo espero que la gente llegue a su umbral de saturación y nos rebelemos todos!
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