domingo, 18 de diciembre de 2011

En medio del frenesí navideño


Foto: I.N., Autorretrato matinal de ayer sin más, 2011
El viernes, la Belle Elaine quiso arrastrarme a participar en una segunda presentación de No se lo cuentes a nadie. Yo iba al banquillo, por si alguien se lesionaba, pero acabé improvisando unas palabrejas festivas sobre la correspondencia, después del bonito texto que había hilado la Belle Elaine, y después de las intervenciones de la editora e impulsora del libro, Esmeralda Berbel y de su corresponsal, Lydia Zimmermann, en la bonita librería Les Punxes. Todo con mucho vino que llevamos entre todas. Para acabar, leímos fragmentos diversos de esas cartas y apareció un buen lector de facebook al que sólo conocía virtualmente. Habían venido todos los hombres de la Belle Elaine, y su amiga crítica y productora, el grupo del cine, por así decirlo, y fuimos con ellos en busca de un lugar donde tomar unos pinchos, pero era imposible. Todo estaba atiborrado de cenas navideñas y grupos que querían celebrar frenéticamente las fiestas olvidando la crisis. Al fin, tras una larga peregrinación, acabamos en un bar terrible de cuyo nombre no quiero acordarme, donde nos sirvieron dos botellas de vino pasado y ajerezado y unos pinchos malejos en la ventosa terraza (dentro, la televisión y la iluminación nos habrían provocado una depresión profunda) y acabamos completamente helados. Eso sí, nos reímos muchísimo, incluso con el nombre del bar, e intercambiamos opiniones contundentes de libros y películas.
Ayer no quería salir, pero tuve que pasar un momento por La Central, también llenísima de gente, y allí me encontré a C., que iba cargada de libros, y a J.P., que no compró ninguno pero estuvo hojeando unos cuantos, y volvimos a hablar y hablar y yo acabé llevándome tres que no pensaba quedarme, las tres tormentas de nieve rusas (Pushkin, Tolstói y Chéjov) reunidas, ese ensayo precoz de Beckett sobre Proust (yo no lo había comprado precisamente por su precocidad, pero J.P. me convenció) y ese libro de Simon Leys de La felicidad de los peces. Iba yo leyendo esa maravilla que es Otoño en Madrid hacia 1950 de Juan Benet, donde cuenta las tertulias en casa de los Baroja y sus extravagantes normas y la posición, para Benet insólita, de Baroja respecto de la novela y sus maestros, y también unas clases de matemáticas en casa de profesores excéntricos y refugiados republicanos, algunos recién salidos de la cárcel y desprovistos de sus cátedras, con los apagones, las palmatorias y el frío de la posguerra, y las cenas que su madre organizaba en los rellanos de la escalera para protegerse de los apagones y la verdad es que es una gozada la ironía y el humor negro y la precisión de Benet al contar la atmósfera cutre y terrible de la posguerra, una maravilla.
Antes había conocido a un escritor francés (de ascendencia rusa y americana) muy interesante y amable (del que hablaré aquí cuando le lea), que enseguida se interesó por mis libros porque entiende el castellano y leyéndome en las redes había tenido una intuición. Buscándole, descubrí que había publicado quince novelas en buenas editoriales, en francés y en inglés, y dos de ellas me tentaron. Una la encontré en abebooks por 3 euros (más 5 de transporte) y resultó ser una de las que Eric Bonnargent incluyó en su magnífico Atopia, así que no me había equivocado en mi elección. Esos encuentros son la razón principal para seguir en esa red social, pese al rechazo que me inspira esa visibilidad excesiva que hace sufrir tanto a las parejas adolescentes en lo amoroso y que consiste en ver las relaciones de los otros. Hace poco los inventores de esa red ya anunciaban una opción que consiste en avisar a uno cuando su ex partner "rehace su vida", es decir, cuando aparece fotografiado con otr@; ¡una opción perversa! Alguien me comentaba ayer que esa visibilidad suscita una respuesta inesperada a algunos, que cuando tienen un conflicto o se alejan de uno, no sólo no se apartan discretamente de su entorno, sino que procuran visitar más los muros de sus amigos y familiares en una rivalidad malsana, como venganza o para condenar a ese ex amigo al aislamiento, la expulsión y la pérdida de sus amistades, no las virtuales, sino las reales. Por eso hay que alejarse... Y sin embargo, sarinagara...
Me he pasado la mañana corrigiendo alguna repetición de mi libro de la ciudad, aunque luego he sabido que ya estaba maquetado, y ya veremos qué puede hacerse. Más tarde he intentado hacer algo con mis notas para la presentación del libro Poemes cínics de Santiago Subirats, que tendrá lugar el jueves 22 a las 19h en la Sala de la Caritat de la Biblioteca de Catalunya. Algo me impide todavía tejer mi texto, algo se rebela y el tiempo apremia, pero no pierdo la esperanza. Tal vez en alguno de mis insomnios...
Me ha aliviado que la Defensora del lector de El País hablase de los trolls, continuando con la opinión de una articulista hace unos días. Hay que poner filtros a quienes no saben respetar las mínimas normas de cortesía en periódicos y blogs y sólo vienen a insultar, incapaces de disentir ni de reflexionar como personas, protegidos en un cobarde anonimato.
Anoche Rufus dio un salto descomunal para subir a la mesa por un ángulo fatal, lleno de papeles y libros, de forma que volvió a caer al suelo y arrastró consigo el teléfono, mis gafas, varios lápices y la montaña de libros y papeles. Lo recuperé todo excepto las gafas, que han aparecido esta tarde al fin bajo el radiador. A veces viene a acompañarme y se instala en el almohadón regio que le he colocado a mi lado en la mesa. Otras prefiere el suelo junto a la estufa o su manta de lana de cabra o el lecho circular que heredó de la gata Gilda. Esta madrugada me he despertado a las cinco sin ningún sueño y dudaba si ponerme a buscar citas para mi novela, que extrañamente en mí, sigue desnuda de ellas. Pero me he contenido y me he quedado muy quieta (oía a Rufus deambulando por el pasillo) y aunque han pasado las seis y veinte, he acabado durmiéndome hasta tarde. La semana pasada fue muy agitada para mí: la presentación de La femme visible con Casasses y Vicent Santamaria, una genialidad tras otra, todo lleno de humor daliniano y poder rapsódico, la multitudinaria cena de profesores de l'Escola d'Escriptura y para acabar la presentación de Les Punxes. Y esta semana empieza con una cena china el lunes, una comida conciliábulo editorial el martes (donde en cierta manera se celebra un encuentro autor-editores que yo he contribuido a propiciar y es una alegría), además de una reunión también editorial por la tarde (para mi libro de la ciudad), una sesión exótica en la mañana del miércoles, una cena histórica esa noche y el jueves la presentación de los poemas cínicos, y todo justo antes de navidad. ¿Cómo voy a sobrevivir sin mi pacífica, silenciosa y solitaria rutina? Suerte que no celebro la navidad, sino todo lo contrario... En la cena de l'Escola d'Escriptura estuve hablando de insomnio y de placeres solitarios con tres o cuatro escritoras y nos reímos muchísimo, pero al día siguiente yo estaba en muy mala forma para la presentación. No sé cómo me recompuse mágicamente y espero que esta semana los dioses griegos me concedan ese don. Hoy he tenido dos largas conversaciones telefónicas. Y me ha escrito una amiga de facebook, apasionada pintora y reina de las albercas, que me alegra muchas veces con sus lecturas. 
Yo siempre me iba de viaje en Navidad, pero esta vez, por desgracia, mis restricciones presupuestarias me impiden casi ningún movimiento. Y con toda esa actividad social, sólo pienso en reservarme algunas noches para leer en el sofá con Rufus.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Molt bo, siií, vaya con el triplete de link de la Poire Belle Elaine..., falta el contexto, el bar innombrable... digno de recordar.. Éramos personajes de Rohmer pero en la periferia de Loach, cocktail Molotov.
El triple salto de Rufus se merece un vídeo en you tube, seguro que tu máquina de fotos tiene modo video (aunque sea de 1 min.), la próxima vez lo capturas en la red!!!

Elena

Belnu dijo...

Pero Elena, no soy tan rápida! El salto de Rufus fue muy precipitado e inesperado, ja ja!

´´ dijo...

Has visto el cambio en el CCCB, es de risa.

Belnu dijo...

No! Aún no lo he visto, Francis! Me temo lo peor

´´ dijo...

es peor que peor

Belnu dijo...

Ay! Estoy en un restaurante chino y no puedo comprobar, pero no sé si prefiero no saberlo aún

Belnu dijo...

Ya lo he visto, Francis

Qualunque dijo...

"Eramos personajes de Rohmer pero en la periferia de Loach"... Siempre me has recordado a un personaje de Rohmer, bueno, no se si tu o la narradora de tus "Algunos hombres..." un libro que me pareció muy cinematográfico y también muy Rohmer...
Me gusta tu foto... contagia una extraña alegría.

Del CCCB mejor ni hablar, pinta peor q mal...

Buenas fiestas!

Belnu dijo...

Gracias, Qualunque!!!
Sí, sí, yo me fui sintiendo como distintos personajes de Rohmer a lo largo de la vida, primero como las de las aventuras de Reinette et Mirabelle, o Le rayon vert o Les nits de la pleine lune o el Cuento de otoño o una combinación de todas ellas...
Lo del CCCB es un síntoma de un horror más grande, es como volver al franquismo

Belnu dijo...

Ay, perdona, Qualunque, que pases bien estos festejos tú también