Hace años, Rafael Sánchez Ferlosio escribió en una columna de El País que una novela que empezase diciendo: "Llovía. Tras los cristales..." había que tirarla a la basura. La lluvia me recuerda a eso, como también a "Isabel viendo llover en Macondo", o al cuento maravilloso de Somerset Maugham, "Rain", y ahora, gracias a I.M., me recordará a un poeta que quiero buscar y que está a punto de publicarse traducido en Linneo.
Anoche estuve en la inauguración de Manel Armengol en Tagomago y me gustaron sus azules. Como yo acababa de recibir, hipnotizada, el catálogo de la exposición de Joan Miró (que tuve la suerte de traducir en una pequeña parte) L'escala de l'evasió, se me ocurrió que Manel participaba de un mismo espíritu, tal vez esa tradición catalana del seny i la rauxa, una mezcla de terrestridad telúrica, espiritualidad a veces mística y un humor y una ironía payeses, con ese silencio metafísico y a la vez ligero de la gente del campo que también encontró Jean Giono en la Provence.
Es maravillosa esa exposición de Miró y también su catálogo. Tiene mucha razón Mercè Ibarz en su artículo de ayer. Es verdad que muestra al Miró más comprometido, republicano, antifranquista, izquierdista, mal que le pese a aquel "artista" anti 15M que me encontré en la inauguración.
Yo esquivo los acontecimientos sociales en Barcelona, sólo voy cuando me siento vinculada realmente a su protagonista o cuando no tengo más remedio por alguna otra razón y esta semana tuve que ir a tres, y esa dispersión melancólica se añade a la desconexión que ha supuesto dejar mi novela en reposo. Ahora temo abandonarla, temo no poder volver a verla como antes la veía, temo rechazarla como las madres pájaro rechazan un polluelo caído del nido. Por eso me ha consolado ver un Apostrophes de Pivot con Julien Green donde el escritor contaba cómo Jouvet le pidió durante años que escribiera una pieza de teatro y él le decía "Es
que no sé ni cómo empezar", y Jouvet le insistía y después de la guerra
volvió a la carga y le dijo "Écrivez n'importe quoi", cualquier cosa, y Green escribió justamente "n'importe
quoi", y se convirtió en Sud, según él compuesta de unas escenas muy oscuras y que
sólo cuando la vio representada comprendió de pronto cuál era le sujet de la
pièce, y que la gente le decía Mais écoutez, c'est pas mal construit du tout!
Pero Jouvet nunca pudo leerla ni verla porque se murió de repente. Y es que esa sensación de escribir sin saber lo que se ha escrito es la mía, y a mí me emociona, si no fuese así no creo que me gustara escribir, pero tiene su contrapartida, ese vértigo de después, y ahora no sé cómo lograr averiguarlo. Antes siempre me servía discutir con otros, lectores de confianza, pero esta vez no me ha servido, esta vez me he sumido en una gran confusión, y ahora de pronto siento que me había engañado el criterio de quien hasta ahora iba escuchando mis anteriores capítulos, que tal vez no decía lo que pensaba con sinceridad o no se daba cuenta del problema, y tampoco acaba de servirme la propuesta de mi amigo escritor östeuropeo, salvo para desalentarme sobre lo escrito, ni la opinión de nadie. Tal vez haya llegado el momento de recurrir a otra clase de lector, o abandonar.
Estas últimas noches he tenido sueños de muerte, sueños sangrientos pero también sueños libres y múltiples que me producen una rara felicidad, aunque sean pesadillescos. El hombre que escucha me ayudó a empezar a descifrar algunos. Fue gracioso cómo el nombre de un poeta que aparecía significaba también muerte, a pesar del humor y la burla que parecía envolverlo todo. Un asesinato que a veces era de dibujos animados. Unas cuchilladas que yo sabía que serían cosidas después. Yo me encontré diciéndole al hombre que escucha que ahora me siento menos vieja que hace unos meses, más cerca de la vida y más lejos de la muerte a pesar de las amenazas.
Ayer estuve en el Ateneo. Creo que voy a intentar dar un curso en l'Escola d'Escriptura en enero, aunque los horarios que quedan libres no son fáciles. Espero que se apunten alumnos suficientes. Por cierto que anteayer, cuando iba corriendo por la calle a una de mis citas tentativas de estos días (intentos de resolver mis dificultades de trabajo), un hombre que estuvo a punto de chocar conmigo me siguió para decirme, de una forma entre tímida, educada y osada, un elogio que me desconcertó. Le di las gracias y seguí corriendo, alegre de que me hubieran visto así y preguntándome si no sería el vestido rojo (la capa de Supermán, dijo luego V.).
Leo aún a ratos un libro magnífico, Atopia, petit observatoire de littérature décalée de Eric Bonnargent. Podría parecer crítica literaria, pero no es exactamente eso, o va efectivamente más allá. Construye una narrativa con esos escritores atópivos o décalés, que no encajaban en el mundo, casi a la manera de Roberto Bolaño en el fascinante La literatura nazi en América; sólo que éstos son reales, aunque a veces el lector llegue a dudarlo, igual que con Bolaño parecían reales. Bonnargent cuenta ese desencaje vilamatiano o bartlebiano en el mundo con un tono fluido y sutil, una narrativa llena de momentos memorables, una visión inteligente e irónicamente comprensiva de sus desarraigados personajes. Los ejemplos podrían aclarar mucho, pero no tengo tiempo, vuelve el espíritu del conejo blanco carrolliano con sus prisas y me arrastra a otro mundo. Tengo que traducir, escribir mi curso, acoger al peregrino que me ha llegado de pronto y después iré al gimnasio alemán y más tarde tendré que salir a la lluvia.
6 comentarios:
M'agrada molt la pluja i era tan necessària.
La única vida social que faig a Barcelona és quan vaig al súper o a la barberia de l'Abdul.
No sé què en pensaria en Ferlosio dels començaments de les meves "noveles" :)
Sí, la pluja és una festa, jo em queixo quan sóc a casa però quan surto em posa contenta!!! I no diguem els llamps i trons! Fas bé, la vida social és execrable i dolenta per a la salut, sobretot per digerir... Pel que fa al Ferlosio, ni idea, li hauríem de preguntar
Agghhh se ha borrado el comentario que escribí. Resumo:
-Me encantan las fotos de Armengol, iré a verlas (si puedo, que venir a BCN para mi es una odisea).
-Gran verdad lo de la mística telúrica catalana
-El abandono del nido por la madre (y padre) pájaro se produce por miedo a ser estafados. ¿Estafados? Si. Hay pájaros abusadores, horribles, que ponen su huevo en el nido de otra familia. Los padres no se dan cuenta y se desloman criando a un hijo ajeno (que además, mata uno por uno a los hijos verdaderos). De modo que están siempre atentos para detectar cualquier cambio. El más mínimo olor extraño les creará una enorme repugnancia y abandonarán a su hijo. Pero es para no ser estafados invirtiendo su esfuerzo en provecho de otros.
Otra razón puede ser el miedo. Si el nido de pronto pasa a estar en un lugar peligroso, demasiado cerca de un depredador, tampoco vacilan en abandonarlo.
¿Puede funcionar la analogía? ¿Temes haber criado al monstruoso huevo de otra persona o que, a causa de tu empeño con ese huevo puedas ser devorada por un -digamos- león?
Claro, solamente es una analogía lo del pájaro en tu caso pero ¿sirvió de algo?
Friks, la analogía funciona! Me dio miedo criar el monstruo ajeno! Pero ayer se desvaneció. Me di cuenta de que me gustaba mi final, empecé a corregir, y de pronto empecé a verla como antes! No sé qué fue, tal vez un poema de la lluvia que puso Isabel M. en facebook, tal vez un flamenco borgiano que llevó César, o tal vez un artículo maravilloso que leí en el Times Literary Supplement sobre Alice Munro, sus sueños y el lado oscuro de sus cuentos, qué maravilla, de una tal Ruth... ya lo pondré aquí. O simplemente que tuve valor, me asomé al final y lo vi brillar! Ahora me queda pasar el trapo, corregirla entera, buscar excesos, etc Aunque escucharé a los otros, al menos ahora vuelvo a reconocer a mi polluelo y ya no huele raro
De hecho, usé esa metáfora con esa idea in mente (aun sin saberla del todo porque la proximidad del monstruo también...)
"[...] estaba aquella noche terminando el poema del hombre que se había extraviado en la lluvia..."
(G.G.M.)
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