domingo, 14 de agosto de 2011

Desde el bosque serbio

Foto: I.N. Bosque de Tršić, Serbia (con mi teléfono)
Reconozco que al llegar aquí tuve un momento de crisis. Creía que llegaba a una colonia de escritores, algo similar a lo que había ocurrido en la Vojvodina cuando me invitaron, un lugar donde escribir, socializar en las comidas, con una gira de lecturas organizadas en otros lugares. Enseguida descubrí que yo era la única escritora invitada, no había tales lecturas y había aterrizado en un lugar absolutamente rural y salvaje, sin una tienda donde comprar nada (salvo los iconos y gadgets que venden en la casa museo de VK) y con una mayoría de gente que sólo habla serbio. Por suerte, mi amiga I. había aceptado venir conmigo y aquí estaba. Me habían prometido que tendría conexión a Internet (para mí, era condición sine qua non, ya que pretendía traducir, además de escribir mi novela). Pero la conexión se fue con las primeras lluvias, de modo que nos cambiaron a otro lugar, un lugar bien bonito, donde sí hay conexión más o menos estable y las condiciones y el confort son mejores.
Enseguida nos envolvió el paisaje, que es espectacular. Todo ocurre a la sombra de árboles inmensos y con el rumor de un arroyo incesante que lo recorre todo. Mariposas de todos los colores (una mañana se posó en mi pañuelo una magnífica, pequeña y delicada, azul celeste con un estampado dorado, que habría copiado en seda el mejor diseñador de moda), unas libélulas negras y azules al desplegar las alas, con distintas gradaciones entre el negro azabache y el azul profundo, y también libélulas verde y oro, lagartijas y lagartos, gatos hambrientos a los que alimentamos en el restaurante y la casa, perrillos que viven en libertad, más o menos cuidados y adscritos a sus casas. Un día tuve una conversación con un gallo: él me miraba desconcertado, como si nunca nadie se hubiera dirigido a él con palabras. ¿O tal vez fuese el idioma? Pero su expresión era inteligente y pensativa y cambió mi idea de los gallos, o de los gallos serbios. Gallos y gallinas pasean por lugares insospechados. Por los caminos del pueblo y los prados, todo de distintos tonalidades del verde, con flores blancas silvestres que tiñen los campos haciéndolos etéreos como nubes, y florecillas diminutas de colores violáceos, rosáceos, oro viejo, blancos... Las casas son de madera, al estilo tradicional serbio, o con tejas antiguas. Los pajares son también como eran antes. Es como si hubiéramos entrado en el paisaje de un cuadro, como ocurría en los cuentos. O al otro lado del espejo. Y el bosque, un bosque altísimo, a veces casi vertical, que parece impenetrable y en algunos lugares seguramente lo es. Pero puede accederse bordeándolo o por el bosque bajo, siguiendo los arroyos y los caminos que discurren a su lado. Entonces se entra en una penumbra verdosa, húmeda y fresca, dejando atrás el sol, y se produce ese extraño prodigio: siento como si me adentrara en un mundo perdido, en un lugar salvaje donde no rigen nuestras normas, siento como si el bosque me dejara entrar, bajo ciertas condiciones. En ese silencio casi reverencial, donde sólo se oye el agua, la respiración del bosque y mis pasos cruzando puentecillos de madera que llevan años allí y han sido desgastados por el tiempo, en el camino hacia el monasterio de Tronoša, una tarde oí un pesado crujir de ramas y vi una gran sombra negra, tal vez un ciervo, que se ocultaba y me sentí sobrecogida. Justo después, a los pies de un árbol se agitaba un animalillo oscuro, tal vez una ardilla o un conejo, que me devolvió un poco al mundo.
Este es el lugar donde el Pompeu Fabra serbio, el lingüista que reordenó el alfabeto cirílico serbio y estableció los fundamentos de esta lengua, Vuk Karadžić, nació y se crió. Él seguía ese camino sagrado del bosque para llegar al monasterio de Tronoša, donde estudiaba. Todo aquí está lleno de su nombre, de su memoria, de las letras del alfabeto. Durante los años oscuros, los nacionalistas excluyentes intentaron apropiarse de su legado: sus fotos están también en los aniversarios del pequeño museo histórico. Su apellido no tiene nada que ver con el político criminal, aunque éste intentara manipular también ese dato. Luego, los organizadores han querido separar las cosas y situar a Vuk en su contexto legítimo, no político, sino histórico y científico.
Es un paisaje encantado y un solo paseo por esos caminos del bosque restauran el espíritu a cualquiera. Yo sigo recibiendo una lluvia de noticias negras, y ha habido noches enteras sin poder dormir. Hay algo que duele aun de lejos, algo que forzosamente tenía que llevar conmigo hasta aquí, algo que me hace sentir salvada en el bosque, protegida por esa penumbra verdosa. Algo indecible aquí y que me hace mucho más difícil la escritura de mi novela. A veces traduzco a Maeve Brennan y es un ejercicio saludable. Otras logro escribir, aunque es un momento difícil. En todas las entrevistas -dos televisiones, un periódico- me preguntan por la inspiración y el paisaje. Hace días que decidí que Tršić estaría al final de mi novela y esa idea les hace sonreír.
Naturalmente, estamos muy cerca de las heridas de la historia y hay una tristeza y una amargura que está en el aire, que pesa en mis pensamientos, que subyace al orgullo local. Es inevitable para mí preguntarme qué hacían algunos personajes que veo -los que tienen cierta edad- en la guerra e imaginar, especular. Sé que no soy la única que ve lo invisible. Lo sigo viendo en nuestro país, tantos años después, ¿cómo no verlo aquí, tan cerca en todos los sentidos? El otro día fuimos a Sunčana Reka, tomamos algo junto al Drina y al otro lado veíamos las montañas de Bosnia, donde se perpetraron tantas atrocidades. Sin aludir a donde estábamos, ellas hablaron algo de la guerra; aunque el antes y el después surge inevitablemente en algunas conversaciones, aunque sea de forma tangencial. Yo intento decir, intento no caer en la trampa de generalizar por identidades nacionales. Me preguntan por mi libro balcánico, por mis impresiones de Serbia (a I. también intentan entrevistarla, aunque ella no siempre se deja: mientras pueda, huye de las cámaras. Yo también las detesto, pero me gustaría mucho que "Si un árbol cae" se publicase aquí).
Vimos algunas Perseidas con la luna llena oculta detrás de la montaña gigante que nos mira y encierra en este lugar asombroso. Los cielos están plagados de estrellas, aunque la luna las haya hecho palidecer. Estos bosques tan cuidados y protegidos también me curan un poco las heridas del cemento de Barcelona, la amenaza de nuestro pobre azufaifo, la locura mafiosa y constructora que se ha apoderado de mi ciudad, gracias a la codicia de los políticos corruptos y sus partidos. No me olvido del mundo. Leo las noticias en la red. Sé de la indignación de los ingleses, que es la nuestra, aunque algunos hayan querido camuflarla y hacerles pasar como ladrones consumistas, al margen de los recortes sociales. No es así. Pero mientras pueda, yo me refugiaré en estos paseos por el bosque, en este otro mundo maravilloso.

10 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

La descripcion es tan precisa, das una cuenta tan exacta de esa belleza, que parece como si todos pudieramos verla , acceder a ella. Gracias por compartirla y mis mejores deseos para los dias que quedan!

Belnu dijo...

Lo mismo digo!

Isabel Mercadé dijo...

Y disculpa la ortografia de este ordenador prestado.

Belnu dijo...

Vaya, ¿no será un ordenador serbio?

Ricardo Miñana dijo...

Bonito post, un grato placer leerte,
te deseo una feliz semana.
un abrazo.

Belnu dijo...

Gracias, Ricardo. Aún hay gente que lee y comenta en pleno agosto!

Xabier Armendariz dijo...

¿Y Rufus qué opina de todo esto?

Belnu dijo...

Creo que está muy contento con G.... Y antes estuvo con Tigridia, que volverá... Soy yo la que les añoro! Aquí alimento a gatitos flaquíiisimos, cuando vea a Rufus me parecerá más hermosote que nunca

Esther Planas Balduz dijo...

parece de sueño este
campo Serbio!
me recuerda a recuerdos
de recuerdos de momentos
magicos en bosques varios
como una abstraccion condensada
en una nostalgia tremenda
y aunque lo hayas mencionado
de forma sutil... como siempre
que me maravillo de lo puro y noble
de la naturaleza aparecen imagenes hirientes sobre la crueldad humana sobre la civilizacion descontenta , que asesina, tortura, viola y masacra , cada dia sin parar....

Belnu dijo...

Exacto, Esther! Es inevitable pensar que estos bosques han sido escenario de tanta atrocidad, al menos, cruzando el río. Yo no puedo evitar preguntarme mirando a la gente de cierta edad qué hicieron en la guerra, sobre todo cuando ves en algunos un orgullo, una arrogancia despiadada, ciertos gestos... No se puede generalizar, el mal es inherente al ser humano, pero todos sabemos lo que es la complicidad colectiva, como en la guerra civil española, cuántos aprovecharon para desahogar sus miserias, su violencia interna o su codicia, como aquí... y ha pasado tan poco tiempo... Y al mismo tiempo qué belleza, yo no sé si nunca he estado en un lugar así