martes, 24 de noviembre de 2009

La mirada

Petrus Christus (1410-1472/73), Retrato de una joven dama, c. 1470
Yo pensaba que había visto en vivo este retrato en la National Portrait Gallery, pero me equivocaba. Fue en Berlín, pero antes conocía ya a esta niña holandesa de una gran exposición en Milán, en 1998, que mostraba el retrato a través de toda la historia de la pintura. En Berlín compré la postal (consuelo de los pobres) y la tengo en la estantería, desde donde me mira. Es una niña, vestida para el retrato, y tiene una expresión inteligente y melancólica, algo disgustada y desdeñosa. E.C., que había contemplado ese retrato mucho más que yo (La meva enamorada! dijo), me señaló que estaba peinada con el pelo tirante hacia atrás para achinarle los ojos y también me mostró que si divides la cara verticalmente, cada lado, cada ojo, tiene una expresión distinta.
En una web supuestamente de arte leo que Christus era discípulo de Van Eyck pero que sus retratos "no muestran la vida interior" del maestro. Yo naturalmente disiento. Ferozmente. ¿Acaso esta mirada no está llena de vida interior? Pero los críticos que olvidan la existencia de su subjetividad exponen (sin firmar!) sus opiniones y su forma de mirar o de leer como si fueran hechos inobjetables. Esta niña me mira desde la estantería con toda su contención silenciosa y reflexiva y la rígida teatralidad impuesta sobre su cuerpo pequeño, y me cuenta su historia. Me he acostumbrado a rodearme de imágenes que me recuerdan e interpelan y ella es una de mis favoritas. Hay imágenes pictóricas, fotografías, figuras protectoras (como Derrida) o de otro tipo (como un deconstruido Lenin, o como Marilyn Monroe o Hepburn-Golithly-Brennan) o fotos de los lectores abstraídos de Kertész. Un poco más allá, hay un libro que siempre tengo a la vista, titulado Fes memòria, Bel, y que un librero-poeta-radiofónico amigo del azufaifo me regaló, sin duda para ayudarme a recordar algo importante, que tiene que ver con mi memoriosa escritura. Yo tenía un amigo que dejó de serlo porque a veces me detestaba sin razón aparente; él siempre decía que yo era memoriosa (como el borgiano Funes), aunque no es cierto: sólo recuerdo obsesivamente algunas cosas, mientras que para otras necesito esas miradas desde mis estanterías, y las páginas dobladas, y mis libros (para invocarlos, como James: "Oh, espíritu de Maupassant, ven en mi ayuda") y ciertas frases.
Éstos son días de impaciencia, de esa rara mezcla de angustia mezclada a la felicidad de echar al agua mis cuentos (en una barca de papel, como la del cuento de Andersen del valeroso soldado de plomo enamorado de la bailarina, que atravesaba las alcantarillas, la rata, el río y en el mar era devorado por un pez y rescatado en la cocina de la casa, y los dos se unían para luego ser arrojados juntos a la chimenea por el niño de la casa y fundirse en un corazón de plomo con brillos de strass), pero de pronto sale el sol en esta mañana silenciosa y me doy cuenta de cuántas miradas me rodean desde las estanterías, entre mis libros, pequeñamente, como dice Lichtenberg (La gran regla: si tus pequeñeces no son singulares en sí mismas, al menos dílas en forma pequeñamente singular). No me queda más remedio que aceptar que mi mirada o mis cuentos gustarán a unos lectores, pero irritarán a muchos otros. Sobre todo, me sorprende que necesiten decírmelo. Pero sin duda todo eso forma parte del juego. Y podría equilibrarse con los lectores que sí encuentran algo de valor en mi escritura y que no van a regañarme sino a disfrutar leyéndolos, y con la felicidad de que algunos de esos lectores sean lectores exigentes, con un criterio y una forma de leer que a mí me interesa. O con la sensación, releyéndolos, de que he hecho lo que quería, pequeñamente singular, mirada microscópico-literaria de hormiga de Figueres, y de que estoy en otro lugar de mi escritura respecto a Crucigrama (aquí hay un cuento, uno solo, en el blog de Antón Castro).
He ido a comer con mi editor, y me ha traído Carta a la madre y cuentos completos de Esther Tusquets y en el metro me he leído el estupendo retrato que le hace Fernando Valls en el prólogo.
Estoy leyendo en el Granta español una entrevista de Jhumpa Lahiri a Mavis Gallant, que me llegó ayer (las dos escritoras me gustan), y esta mañana me han llegado dos libros más de Natsume Soseki (acabado y entregado y añorado Henry James, ese libro maravilloso), quisiera concentrarme en ese autor, pero también tengo pendiente leer más, investigar más para completar mi ensayo surgido de las conferencias con Lydia Oliva, que se publicará, si todo va bien, en primavera. Y mi libro de la ciudad también está ahí, y a ratos palpita y me llama, sobre todo por la calle. En cuanto a la novela... a veces vuelven esos gestos cotidianos que me devuelven violentamente al tiempo de esa novela, y ahí necesito toda mi energía y mi coraje para meterme en el foso, escarbar, podar, extraer, organizar, encontrar una estructura nueva.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que es peculiar ese retrato de la niña, muy de la época, con ese contraste entre formas y fondos suaves, y perfilados, algo rígidos, que puede verse también en otros cuadros del mismo autor, en ellos, los rostros, transmiten un excesivo respeto al pintor, asumiéndole una autoridad más allá de sus capacidades, una autoridad casi moral.
Por otra lado, creo que a veces no sabemos qué nos devuelve a un equilibrio o, a algo parecido, sucede, pero como dices; pueden ser muy distintas cosas, la música podría ser una de ellas.
Espero comentarte algo sobre los cuentos, cuando los tenga.
iluminaciones.

nomesploraria dijo...

Aquest quadre és magistral, inquietant, preciós.

Ens veiem el divendres 11.

Belnu dijo...

M'alegra que t'agradi... ja veus que diuen que els retrats d'aquest pintor no tenen vida interior! Hi ha gent cega

Belnu dijo...

Ah, tú ves al pintor ahí, Iluminaciones, interesante, yo imaginaba el poder paterno, quienes la vestían así, casi cruelmente, para posar. y sí, la música ayuda, pero la escritura también! Espero que te interesen los cuentos!

Belnu dijo...

Ah, olvidé decir (me lo dijo EC)que se consideraba que éste era el primer retrato en un interior, pero ya ves que las referencias al interior son muy vagas!

el objeto a dijo...

admiro la contención de esa mirada, es bonita porque muestra una distancia necesaria para ella, tal vez como dice iluminaciones, señalando también el lugar del pintor, es preciosa y rotunda

la receta del pequeñamente singular es genial, me ha recordado a aquello que citaba Freud sobre avanzar cojeando, "la escritura dice: cojear no es pecado!"

Creo que aceptar que la lectura de estos cuentos pueda ser tan dispar forma parte de tu gesto valiente y de tu maduración como escritora, y que será menos duro de lo que piensas, porque tú sabes tener al otro en cuenta, entender sus lugares subjetivos y sus razones.... y ahí hay muchas claves

en esos manuales infectillos de psicología que estudio en la universidad donde no existen rodeos, ni grises, ni matices, todo es blanco o negro, mesurable y demostrable (tremendo!), he leído no obstante que la memoria es tan tan flexible que incluso su pérdida es reversible, la memoria es un acto creativo, creo yo

bien por ese palpitar de la novela que ya va regresando!!

Belnu dijo...

"La memoria es un acto creativo": sí, Objeto a, esa recreación es creación, y me gusta lo de que sea reversible, es verdad, todos lo hemos visto alguna vez, como incluso el coma, como volver de los sueños a la vigilia... Sí que es bonita esa mirada. Gracias por lo que dices de mí!

odette farrell dijo...

Hermoso el cuadro... no lo conocía

Belnu dijo...

Sí, Odette, es bonito, verdad?