Foto: I.N., Los tulipanes de J., 13 de abril de 2012
La presentación de Mis postales de Barcelona fue un éxito. A pesar de todos los que no pudieron venir, que eran muchos, estuvo llena de gente y yo me sentí feliz. Me alegró mucho ver allí a la escritora Cristina Fernández Cubas, y a tantos amigos, conocidos, alumnos, vecinos y también mucha gente no identificada. Josep Liz habló por Triangle y lo hizo muy bien. Pepe Ribas y Javier Mariscal defendieron el libro generosamente, cada uno a su manera, naturelich. Hubo algún momento espinoso, algún momento loco, pero yo no me sentí realmente concernida. En cuanto al debate sobre la ciudad, siempre es útil. Mi idea de lo que ha ocurrido con la ciudad está más cerca de lo que piensa Pepe Ribas. No soy nostálgica, no hago laudatio temporiis acti, como decía mi profesor Cuartero. Pero sí he querido contar en mi libro que hubo un tiempo, a finales de los setenta y principios de los ochenta, en que nos parecía que la ciudad sería nuestra en la democracia, en que al fin podríamos vivir en esos espacios, en que la belleza, el patrimonio y el verde serían protegidos. Todo empezó bien: limpiaron el puerto y el mar dejó de ser oleoso y negruzco, restauraron fachadas, hicieron parques. Entonces no podíamos sospechar que la especulación y un capitalismo salvaje, sin protección alguna por parte de los partidos que se llaman de izquierdas, arrasarían con todo y convertirían una ciudad esplendorosa en una inmensa y banal tapadera de parkings. (Aquí puede verse algún vídeo, y aquí)
Unos cuantos amigos nos fuimos a cenar después de la presentación y fue muy divertido.
Al día siguiente me llamó Pere Gimferrer para felicitarme por el libro. Dijo que era el mejor de mis libros, que me equivocaba al considerarlo una obra menor por no ser ficción, que algunas de esas páginas podían estar en mi novela, lo comparó favorablemente al de Modiano (con fotos del maravilloso Brassaï) sobre París, al de Paul Morand, no sé si habló de Lafargue, pero esa llamada me emocionó. Hizo otras comparaciones que nunca me atrevería a repetir aquí. Le gustaron mucho mis fotos y el diseño del libro. Pensé que si a los dos lectores más voraces y refinados que conozco -EVM y PG- les gusta mi libro, puedo estar muy contenta. Sé que a PG le gusta ese tema de usar la ciudad como sesgo para contar lo propio, es un género que él practicó con brillo en su Interludio azul. Y que EVM siempre parodia la ciudad en sus novelas, quizás en Aire de Dylan más que nunca. En el suplemento "Tendencias" de El Mundo, Leticia Blanco me entrevistó y publicaron mis fotos en portada del suplemento. Antes, Pilar Sampietro me había entrevistado en el programa de radio La vida verde (aquí un podcast, minuto 35)
Yo tenía que ver al hombre que intervendrá mis entrañas el martes y hubo algo duro y triste en ese encuentro, aunque al mismo tiempo todo fuese civilizado e inteligible. Al salir cargaba con el peso de las estadísticas más sombrías, pero mi médica homeópata me sugirió la idea de situarme en el pequeño tanto por ciento feliz. Al fin y al cabo, he vivido mucho tiempo fuera de las estadísticas o siempre en la excepcionalidad y la minoría. Otros que me llamaron hablaron de mi fuerza. Y respiré.
Anoche celebré mi cumpleaños con unos pocos amigos. Lamenté que mi casa no fuese más grande, no tener más asientos confortables para todos. Habría querido invitar a tres o cuatro amigos más y no supe cómo. Por la mañana, había aparecido J. con flores y vino. A mediodía comí con G. en el Floral Café una lubina deliciosa con calçots y romescu. El jardín estaba precioso. G. me regaló un reloj de pared para la cocina, un objeto necesario porque no podía evitar mirar inútilmente al lugar del reloj roto.
Anne-Hélène me trajo una tetera y unas tacitas vietnamitas preciosas con libélulas (yo había tenido una de esa cerámica comprada en la tienda japonesa y se había roto) y V. me trajo un maravilloso libro chino. Rodolfo me trajo mi té chino Lung Ching, té blanco, un abanico de lunares, y el disco del año con sus canciones elegidas. Tigridia me trajo un pañuelo de lunares. Elena un cuaderno y Víc un disco suyo. Giuseppe trajo un pastel búlgaro de chocolate y nueces sin gluten, maravilloso. Las conversaciones fueron alegres e interesantes. Hubo un momento en que yo hablé de mis medidas respecto al reino animal si gobernase (prohibiría los toros, liberaría a los pobres cerdos prisioneros en granjas con luz eléctrica, a las gallinas, ocas, prohibiría transportar a los animales hacinados, sólo permitiría las granjas tradicionales y bio donde los animales corretean por prados y con luz natural). Alguien dijo que me votaría. Fue gracioso. No dije cuáles serían mis medidas económicas, políticas y sociales, pero podrían resumirse como islandesas.
Algunos lectores han empezado a escribirme. Reconocen espacios de la ciudad que habían olvidado, alguien me pregunta cómo llegar al barranco, alguien me cuenta que la pobre antigua Escuela de Puericultura, hoy arrasada y reducida Vil·la Florida, fue su guardería, mucho más frondosa.
No me gustó La vida conyugal, de Tolstói, a pesar de su portada maravillosa y de su escritura y de la magnífica traducción de Selma Ancira, es el Tolstói más misógino y conservador el que predomina.
He tenido algunos sueños terribles, relacionados con mi cuerpo. Me he despertado varias veces en la noche. En uno de ellos me barrenaban el vientre. En otro tenía que seguir a una pareja extraña (ella me gustaba pero él era como el demonio de los guiñoles del Turó Park, en gordo, e insistía en que me quedase con ellos hasta diciembre. Yo pensaba: ¿No se da cuenta de que no me gusta?) por un camino dificilísimo y yo estaba fragilizada y débil, con pasos desmañados. De día, las cosas cambian, aunque hay momentos. Alguien me recuerda otra vida física que parece opuesta a lo que me está ocurriendo. Hay amigos que me comprenden sorprendentemente bien y eso me da fuerza, también algunos integrantes de mi antigua familia política. Saben que yo sólo podría elegir una opción vital que tenga que ver conmigo y no algo en lo que no puedo creer. He compartido una breve siesta con Rufus. Los pájaros nos siguen visitando: ayer el mirlo cantaba y convertía el espacio en un bosque imaginado. Voy a necesitar suerte y la protección de los dioses griegos. Cuando vuelva a escribir, las cosas serán distintas. El mirlo acaba de empezar a cantar: inmediatamente, este pobre patio de manzana, donde sólo resisten los cipreses del jardín de enfrente y todo lo demás es cemento, se convierte en un bosque.
Y por cierto, entre tanto, ¡viva la República!
Y por cierto, entre tanto, ¡viva la República!
7 comentarios:
Mi face, que me anuncia hasta los cumpleaños de desconocidos de siempre, no me avisó del tuyo. Felicidadas ahora, que nunca es tarde, y espero que esa intervención que desconocía salga muy bien.
Casi no vivo en esta ciudad extraña.
¿Ves?, el mirlo cantaba en representación de todos los pájaros que no pueden venir, como los ruiseñores. Y cantaba al sol, que es lo que va a mimarte en adelante, con su luz o representado por los amigos, admiradores y descubridores de tu obra y de tu persona.
Fuerza tienes a raudales, y la suerte seguro que la estás sintiendo venir.
Besos, mirlos, libélulas y abubillas, con rumor de fronda de árbol insouciant
Dante, face sólo avisa de unos pocos cumpleaños, es misterioso, y no puedes pedirle que te enseñe siempre toda la lista... Qué suerte que vivas en otro lugar
Sí, el mirlo canta por los ruiseñores. Mil gracias, Anne-Hélène, necesito escucharos a vosotros para desintoxicarme del discurso del miedo. Árbol insouciant, mirlos, libélulas y abubillas me parecen una compañía perfecta! Friks lo comprendería
Ánimo y a pesar de que los momentos no son fáciles (cúando lo fueron) felicidades por el libro.
iluminaciones
Oh gracias, Iluminaciones! Me alegra mucho verte por aquí... Ya estáis empezando a animarme
Mucha suerte Isabel y fuerza!!!
Estoy deseando leer tu libro (que será a partir del lunes).
Kathy
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