domingo, 4 de marzo de 2012

En el campo

Foto: I.N., almendro en flor, 2012
Se estaba muy bien, pensé en JRJ (Era mayo y el campo estaba lleno de vida y de pasión. Yo iba con mis pensamientos negros hacia el mundo...). Nos perdimos y llegamos tarde, no vimos a Silvestre, el pastor filosófico, ni a sus ovejas. La Belle Elaine me cedió mis aposentos preferidos en la casa, una gran buhardilla que tiene estudio, dos dormitorios y un baño con vistas a tejados y pájaros, donde me siento feliz. Nunca me ha importado subir y bajar escaleras dentro de las casas. Paseamos por los lagos, fuimos a una playa solitaria donde se había parado el viento de siempre, tomamos tés y cafés en el hotel antiguo frente al mar, vimos las ruinas romanas y nos reímos de unas absurdas instrucciones donde se explicaba cómo andar y moverse a los transeúntes como si fueran estúpidos, recorrimos ese pueblo, siempre con nuestras puyas y conversaciones. Vi al fin el documental que Pere Alberó hizo sobre el pueblo de Oliete. La primera parte me pareció, no sé por qué, de una tristeza irresistible, pero luego algo hizo que fuese más allá y se diera la vuelta, con otro pastor que pensaba, con la mujer que recordaba y comparaba y describía las diferencias entre la vida de antes y la de ahora mientras el pastor ladeaba la cabeza para escucharla atentamente, y las imágenes, algunas se quedaron conmigo: un rebaño inmenso de ovejas atravesaba un bosque repoblado; había una película dentro de la película, y una escena en que unos niños contemplaban el desuello de una oveja entre la fascinación morbosa, la excitación, la tristeza y el rechazo; me gustó mucho verla. Había algo de la historia del país aunque se silenciara, algo de lo que no se hablaba y de lo que hablarían más tarde, en otra película. Pero ese no-dicho flotaba en el abandono y el desamparo de la gente de aquella tierra, en la piedra. También vimos una primera película de Castilla de Val del Omar, experimental y loca e interesante, acabé el libro que leía y escribí la reseña en mis aposentos, paseamos esta vez por las lagunas, comimos, nos reímos, escucharon mi reseña, y algo significativo: mágicamente los malaises que tanto me habían desesperado en estos tiempos se redujeron a su mínima expresión, no sé si porque la dieta y los remedios funcionan o por ese sosiego del paréntesis de quietud, árboles y pájaros y conversaciones de amigos tras una semana muy difícil.
A mí no me gustaría ser de esas personas que afirman su pequeño poder cortando el paso a los otros o contribuyendo a sus dificultades en estos tiempos tan salvajes, no me gustaría jugar ese papel de vigilantes del campo de concentración, ni ser de esos incapaces de generosidad ni de empatía, que olvidan que nada es eterno y que ellos también pueden caer sin red. Aunque alguien me decía: esa clase de personas suele remontarse, porque lo que se busca en estos tiempos es justamente esa mentalidad psicopática y esa mediocridad. Pero qué desagradable y triste es el contacto, escuchar algunas de sus frases. Y qué bien lo entendía V. cuando se lo conté. En esa semana oscura tuve que ascender por esas pendientes lanosas o acartonadas de mis sueños y me agoté tanto y me sentía tan mal físicamente y con tanta desesperanza de que se me pasara, que una madrugada llegué a contemplar la vieja idea de irme. Luego, como una mariposa en la quietud de esa hora extraña, se me acercó revoloteando un pensamiento, algo que me decía: no puedes, tienes un compromiso aquí. El hombre que escucha me dio dos claves, una que desculpabilizaba y desdramatizaba, otra que señalaba dos lugares del deseo. Y luego me fui al campo. Ahora leo la biografía de Balthus, también para reseñarla. Estos días hablábamos mucho de sueños. Uno de los niños de la Belle Elaine había soñado que iba en bici acompañado de una luz, a su vez montada en su bici. El camino era difícil pero la luz siempre iba con él. Ojalá me acompañe también a mí esa bici luminosa en esta semana.

6 comentarios:

nomesploraria dijo...

Las personas que afirman su pequeño poder cortando el paso a los otros o contribuyendo a sus dificultades se llaman estúpidas y usted se encuentra el los antípodas de eso.

Belnu dijo...

Gracias, oh Nmp! La bêtisse!

Yolanda de Z dijo...

Preciosamente descrito, no habia leido nada tuyo, siento una enorme empatía, das voz poética a experiencias vividas.

Belnu dijo...

Gracias, Yolanda!
Un lector no puede nunca saber qué parte es vivida y qué parte inventada por quien lo ha escrito; la mixtificación es fácil

Unknown dijo...

Sigo pensando que es preciso mantener el mundo personal, con su entorno, al que debemos proteger, aunque haya que combatir. Si puede ser con la suficiente lejanía para saber siempre volver.

Belnu dijo...

No creo que eso se diferencie de lo que yo hago