domingo, 22 de enero de 2012

Escribo sin tiempo

Foto: I.N., Fachada barcelonesa, noche de reyes, 2012
Y prácticamente sin cabeza por el trancazo. El viernes y el sábado renuncié a todos mis planes para restablecerme, pero esta mañana tenía que salir al sol y tomar el aperitivo con una amiga porque si no, sentía que me iba a invadir una de esas melancolías de espíritu prisionero y ya empezaba a mirar el tiempo como esos personajes de Jane Austen que decidían una y otra vez aplazar sus salidas para no resfriarse. Por otra parte, me comprometí a unos trabajos de Sísifo que no están desprovistos de encanto, naturalmente, porque si lo que se hace no tiene alguna magia, como decía hoy la madre de EC, no vale la pena. Y es verdad. Nada más salir a la calle, yo con mi libraco de Clifford Geertz en la mano (descubriendo que más que antropólogo es un filósofo y que sus pensamientos tienen a veces más que ver con la poesía y la literatura de lo que tal vez él mismo pretendía), me he encontrado a Anna Casassas, que iba con su madre a comprar pan. Hacía mil años que yo no veía a Anna, que vive en el campo, al otro lado de la frontera, y me ha parecido igual que siempre, aunque me ha anunciado que iba a cortarse el pelo bien corto, ese pelo fuerte de india tan bonito, que ya le volverá a crecer. Y ella me ha preguntado si yo lograba resistir traduciendo y le he dicho que no, aún no he resuelto el jeroglífico de cómo mantenerme y empiezo a aceptar otra clase de encargos surrealistas, que la Belle Elaine está empeñada en filmar. 
Luego he bajado a Ciutat Vella, que estaba gloriosa de luz, una vez atravesada la triste destrucción de las Ramblas, que fueron nuestras y ahora pertenecen a una pesadilla de pueblo cutre con esas casetas tan espantosas y árboles majestuosos cortados y sustituidos por palillos enclenques. Es una vergüenza lo que estos políticos hacen con nuestra ciudad. Ahora se proponen destruir Collserola con "dieciséis portales" y más de dos mil estudios de arquitectura han presentado proyectos para esa destrucción. Parece como si no quedara un solo arquitecto con escrúpulos; se habían acostumbrado al exceso de la construcción y sus beneficios (contra la ciudad y contra la belleza y contra la salud de sus habitantes) y no piensan renunciar ni pensar ni reconocer que es un delirio.
Como en la placita soleada que habíamos elegido no había sitio, nos hemos ido a un café amplio del Born y allí hemos departido hasta que se ha hecho tarde. Mi interlocutora de hoy era y es una traductora resplandeciente y prestigiosa que tiene mirada de escritora, aunque no se haya decidido a escribir ficción, pero irradia talento.  Gracias a ella (y recomendada por V.) descubrí A punto de partir de Li Bai, y ese Tao suyo y los Cuartetos de Bai Yuyi, y entré en esa poesía china antigua maravillosa. Hemos hablado de traducción y de esa paradoja que ocurre demasiadas veces en este país, donde no se considera al traductor, y o bien se publican traducciones infames o bien, cuando el traductor intenta forzar la lengua para transparentar las rarezas y excentricidades e invenciones de un autor, aparecen correctores (o editores) que lo alisan todo y lo vuelven neutro, y desaparece así gran parte de la literatura. Ya dije aquí que el otro día escuché al traductor francés de Juan Gellmann cómo había tenido que inventar palabras y giros para traducir los experimentos del poeta para decir lo indecible y me alegré de que alguien hablase de eso. 
Y ahora tengo que seguir leyendo para mis trabajos sisifianos. Llevo días sin apenas leer los periódicos, leyendo sólo pequeñas cosas aquí y allá. Anoche soñé, pero he olvidado mi sueño casi por completo, sólo recuerdo que alguien que no habla mucho en la vida real me hablaba y hablaba sin cesar en el sueño. Me siento envuelta en un paréntesis, sin poder desconectar aún de mi novela para poder ver qué querría escribir, y cuando no escribo, me siento como en una peregrinación por el desierto. Prisionera por las vacas flacas y el resfriado, en esa espera grande y devoradora que parece capaz de engullirlo todo, apenas me quedan los sueños. En estos días, alguien me hablaba de cosas que no podían ser, dibujando un terreno de juego imposible e intentando llenar también el espacio de lo posible y ese juego es a veces alegre y otras irritante porque de verdad no existe, y aunque mi amigo JC decía que yo era platónica (siempre pensando en que el mundo debería ser mejor), en algunos terrenos no lo soy en absoluto. Dice Geertz que la angustia metafísica por no poder comprender todos esos hechos oscuros de la vida mueve a algunos a dar explicaciones absurdas e irreales en un intento de interpretar y entender el mundo, de dar sentido a lo que no lo tiene. Cuenta la historia de una vieja que, llena de dolor por la muerte de sus hijos y de todos aquellos a quienes quería, recorrió el mundo buscando a dios para preguntarle qué significaba todo aquello. Los demás le decían que era lo mismo para todos, que no tenía explicación. Pero ella siguió buscando y como no lo encontró, murió con aquel dolor suyo. Me ha hecho pensar en la canción irónica de Chicho Sánchez Ferlosio. Y también en todos esos malos escritores que incumplen el mandato de Chéjov e intentan dar respuestas a las cosas, cuando todo el mundo sabe que el mundo es un lugar endiabladamente incomprensible y el escritor sólo puede mostrar su asombro por lo que no entiende (eso dijo Chéjov, con toda la razón). Me gustaría escapar o estar escribiendo. Sin escritura, todo me parece deslucido. Tengo que lograr romper con mi novela, dársela a un editor sin regalársela, o en todo caso, venderla a dos euros por Internet, pero ponerla en circulación para sentirme en otro lugar. Decía Julien Gracq que vivimos siempre en una espera, es sólo que en algunos momentos, esa espera lo llena todo de tal manera que parece como si el mundo hubiera desaparecido.
Con esta voz del trancazo he estado cantando, tal vez para recordar la condición paradójica de las cosas. Me dijo un amigo músico que con los años, la voz se va volviendo más baja; Pensé que no iba a poder cantar el aria de la reina de la noche, aunque estuviera sola y no hubiera fumado la noche antes ni estuviera constipada y esa idea me entristecía; pero aún no me he resignado y esta tarde casi lo he conseguido. Tendré que buscar maravillas más bajas para poder seguir mis placeres solitarios... El otro día puse un baile vertiginoso, un mambo que me descubrió ese mismo amigo compositor  en facebook contra el constipado y también alguna canción de Etta James como despedida-homenaje... ¡Qué forma vertiginosa de mover el culo tenía Maria Antonieta Pons! Me recordó un fragmento de Alejo Carpentier en El camino de Santiago, lo he rescatado de lo alto de mi caótica biblioteca, la edición es de 1968, y yo marqué esa página impresionada hace treinta y pico años: "Al reír muestra el negro los dientes tallados en punta y las mejillas marcadas a cuchillo, de tres incisiones, a usanza de su pueblo, y, agarrando unas sonajas, se entrega al baile moviendo la cintura con tal desencaje de caderas que hasta la vieja de los mondongos y las panzas se aparta de su tenducho para venir a mirarle.."

4 comentarios:

nmp dijo...

ah! la Reina de la noche...

Belnu dijo...

Sí!!!!

Jorge dijo...

María Antonieta Pons! De pronto la recordé, hará 40 años de eso.
Que limpias y sinceras tus palabras; parece que no lo estás pasando bien.
Un abrazo desde Chile, soy el amigo de Manel que estuvo por allá hace un par de años.

Belnu dijo...

Gracias, Jorge! No te fíes de las apariencias; la escritura siempre es un juego de máscaras! Me alegro de haberte recordado a esa bailarina increíble. Vi fotos maravillosas de aquel viaje de Manel y escuché buenas historias