Foto: I.N., Nubes de esta tarde, por el norte, 2012.
Ya hay una fecha y es inminente. Sólo quedan los últimos preparativos y concentrarse para que todo sea favorable y nada detenga lo que tiene que ocurrir. No sabré nada hasta que no despierte de ese quirófano desconocido donde todo se verá. Poco a poco, he ido reconciliándome con la idea de entregarme, de confiar. No ha sido fácil. A veces, todo duele y el dolor me devuelve a la tristeza de mi condición, de lo que me ha ocurrido, de lo que ocurre y de lo que me queda por recorrer. Mi amiga Anne, que me ve como a un personaje de Arthur Rackham, me dice que tengo que acabar de atravesar un bosque intrincado y espinoso y que pronto llegará le jour clair. Muchos amigos me aseguran que están convencidos de que todo irá bien, de que sus intuiciones son certeras. Y yo, ¿qué creo yo? Yo lo creo todo y no creo nada. Tengo pensamientos de muerte y he hecho mis pequeños preparativos en ese sentido, me angustia ser un cuerpo inmovilizado, conectado a tubos, sin capacidad para hacer nada salvo respirar y sentir, sufrir. Y al mismo tiempo no puedo evitar tener todas las esperanzas, incluso creer en lo improbable como JN, creer que todo será inexplicablemente mejor de lo esperado. Nadie sabe.
Dudaba si llevarme el ordenador, y al fin alguien me convenció para que sí lo hiciera. Quién sabe cuándo podré y tendré fuerzas para incorporarme. Aún no he decidido qué libros vendrán conmigo, aparte de Julien Green.
Rufus se quedará al cuidado de V. y de Tigridia. Él ya lo sabe: a su manera misteriosa, los gatos lo saben todo, o casi todo. Ya fui a ver por última vez al hombre que escucha, esta vez con un sueño que no supe descifrar. Tenía que hacerme, antes de la operación, unas fotos con una escalera de mano abierta y un cubo de pintura, pero en vez de cámara o teléfono, utilizaba una barra de labios negra con un dispositivo que también hacía fotos. Y de pronto pensé: pero con esto no sé si puedo pasarlas al ordenador...
Estos días me han visitado amigos, como siempre, que además se han hecho cargo de trabajos domésticos que para mí son difíciles ahora (antes me avergonzaba de que lo hicieran, ahora sólo siento gratitud, que es una fuente de felicidad). J. lo hace siempre, la otra Bel vino hoy, V. vino a buscar llaves e instrucciones para acompañar a Rufus. Giuseppe no pudo venir, estaba seleccionando cuentos clásicos y contemporáneos para unos editores de libros de texto que no han leído el prólogo maravilloso de Nathaniel Hawthorne. Buscaba un cuento y yo me agaché en mi polvorienta estantería de cuentos clásicos infantiles, pero no pude encontrarlo. Vinieron mis amigos semi-italianos con su manjar delicioso; quieren estar conmigo también el día D, aunque no puedan verme. Y es que esa mañana yo me había despertado mejor, tal vez gracias a una cena o tal vez gracias a unas respiraciones hara, y me sentí la hormiga atómica y empecé a hacer trabajos de Sísifo y acabé volviendo agotada al sofá. Cuando se fueron mis dos amigos, me subió la fiebre.
Hoy, J. me hablaba de su tristeza, de la que no se siente autorizado a hablarme porque intenta siempre alegrarme y parecer contento, de todo lo que tiene que digerir sin apenas darse el derecho a quejarse. Y yo, aunque estaba en esa nube melancólica y dolorida de esta mañana, me he alegrado de que lo dijera porque lo sé desde siempre y otras veces se lo he dicho y creo que es mejor que a veces pueda verbalizarlo también conmigo. Aunque yo apenas pueda hacer otra cosa que escucharle en silencio.
Pero ¿no son los silencios a veces la escucha que yo misma quisiera? Sólo eso, ser escuchada y sentir cómo me vuelven esas palabras, reflexivamente... Esa pequeñez podía ofrecerle yo... y la lluvia.
Estos días me han visitado amigos, como siempre, que además se han hecho cargo de trabajos domésticos que para mí son difíciles ahora (antes me avergonzaba de que lo hicieran, ahora sólo siento gratitud, que es una fuente de felicidad). J. lo hace siempre, la otra Bel vino hoy, V. vino a buscar llaves e instrucciones para acompañar a Rufus. Giuseppe no pudo venir, estaba seleccionando cuentos clásicos y contemporáneos para unos editores de libros de texto que no han leído el prólogo maravilloso de Nathaniel Hawthorne. Buscaba un cuento y yo me agaché en mi polvorienta estantería de cuentos clásicos infantiles, pero no pude encontrarlo. Vinieron mis amigos semi-italianos con su manjar delicioso; quieren estar conmigo también el día D, aunque no puedan verme. Y es que esa mañana yo me había despertado mejor, tal vez gracias a una cena o tal vez gracias a unas respiraciones hara, y me sentí la hormiga atómica y empecé a hacer trabajos de Sísifo y acabé volviendo agotada al sofá. Cuando se fueron mis dos amigos, me subió la fiebre.
Hoy, J. me hablaba de su tristeza, de la que no se siente autorizado a hablarme porque intenta siempre alegrarme y parecer contento, de todo lo que tiene que digerir sin apenas darse el derecho a quejarse. Y yo, aunque estaba en esa nube melancólica y dolorida de esta mañana, me he alegrado de que lo dijera porque lo sé desde siempre y otras veces se lo he dicho y creo que es mejor que a veces pueda verbalizarlo también conmigo. Aunque yo apenas pueda hacer otra cosa que escucharle en silencio.
Pero ¿no son los silencios a veces la escucha que yo misma quisiera? Sólo eso, ser escuchada y sentir cómo me vuelven esas palabras, reflexivamente... Esa pequeñez podía ofrecerle yo... y la lluvia.
Escribo. Cuando puedo, cuando tengo fuerzas y estoy sola, escribo. Escribo como Rufus duerme. Escribo ese libro extraño y desestructurado, ahora ya con su working title, lo cual es un alivio para mí: poner nombre a las cosas. Fotografío el cielo, como un arma contra la tristeza, que a veces se adhiere al cuerpo como una costra, como esta mañana, por el dolor, que me devuelve a la dureza de estos tiempos míos. Las nubes forman a veces masas luminosas, extrañas floraciones, tonalidades insospechadas. Hace noches que no veo las estrellas: pacificada y en plena aceptación de lo que vendrá, duermo algo mejor. Me despierto pero no voy a la sala. La primera noche, Rufus, extrañado, saltó sobre mi cama a las cuatro. Ahora ya lo sabe; ha habido un cambio y ya no me espera.
A veces me siento casi feliz, olvido que no puedo vivir, olvido que no tengo cuerpo, que habito en una jaula dolorosa y puedo soñar, respirar aunque sea con esta respiración mezquina de ahora. Me siguen ocurriendo cosas pequeñas maravillosas, aunque yo no pueda entender la paradoja de todo esto, ni la extraña duplicidad de sensaciones que engendran. Qué importa. Si me curase, si recobrase un cuerpo de mujer, aunque sea con esas nuevas cicatrices, si pudiera, como dijo mi amigo Giuseppe: "Antes de Navidad, bailarás sobre las rocas". Y yo pensé en un paseo maravilloso que dimos por un camino de ronda, Caterina, él y yo, un día en que el viento había barrido el cielo, poco antes de mi desastrosa intervención. "Oh sí", le dije yo, "volveremos a aquel camino y yo bailaré sobre las rocas..." Hay tantas cosas que quisiera hacer para celebrar mi curación, si lo consigo, tantos lugares y tantos amigos con los que reírme y bailar... Sobre todo G., que necesita como yo esa celebración, la merece después de lo vivido, después de que, en abril, un cirujano de espíritu carnicero le abordase en un pasillo de hospital para decirle que su madre no viviría de ninguna manera, era imposible, en un impulso sádico incontenible, que luego se enseñoreó también conmigo y según él, yo debería haber desaparecido del planeta el pasado julio. Hay gente que afirma así su pequeño poder, sus venganzas contra la traición de Electra, quién sabe qué... Ah, Christiane Olivier sabría...
Como decía, anoche me subió la fiebre, por razones que descubrí más tarde. Mi delgadez es tan extrema que el termómetro de mercurio no se me sujetaba bajo el brazo y al fin tuve que recostarme y quedarme quieta para que no se me cayera y rompiera. Pobre calaverita, me digo a veces, cuando sorprendo mi cara demacrada y espectral en el espejo. Aunque mis amigos siguen viéndome esa luz que yo no veo. ¿Pero qué vemos en los otros? ¿Acaso no vemos también el ser del pasado, el que fue en otro tiempo? Si no, ¿cómo podría existir a veces el deseo? También seguimos pensando en nosotros como los que fuimos, sin edad, sin darnos del todo cuenta del tiempo transcurrido. Salvo cuando ocurren mutaciones como la mía, tan salvajes que cada mañana es una sorpresa reconocerme aún en esta guisa. Nada de esto importaría si de verdad yo pudiera, antes de Navidad, bailar sobre las rocas...
Ha empezado a llover con furia, después de tronar y relampaguear y Rufus, que a veces adopta la personalidad de mi padre, teme a las tormentas, aunque le encanta mojarse un poco cuando hay llovizna.
Mi amiga americana me manda estos días una colección de postales en blanco y negro de Nueva York: Walker Evans, Berenice Abbot, Andreas Feininger, Rudy Burkhardt, Arnold Eagle, Leo Brooks..., todos los buenos fotógrafos que fotografiaron la Gran Manzana. Por el reverso, con su letra preciosa y su trazo ágil, un león protector con un dibujo que va cambiando...
Mi amiga americana me manda estos días una colección de postales en blanco y negro de Nueva York: Walker Evans, Berenice Abbot, Andreas Feininger, Rudy Burkhardt, Arnold Eagle, Leo Brooks..., todos los buenos fotógrafos que fotografiaron la Gran Manzana. Por el reverso, con su letra preciosa y su trazo ágil, un león protector con un dibujo que va cambiando...
JP, que se siente desterrado del paraíso al dejar Varanasi y que hizo junto con Rocío una ofrenda de una lamparilla por mí encendida en el Ganges, me ha escrito una última crónica, una de sus cartas indias, y voy a ponerla aquí:
Tras abandonar el paraíso que fue para mi este año Banaras,
voy un poco perdido y desconsolado, ni siquiera ahora en Jodhpur que
normalmente me sienta bien encuentro la calma, pero supongo que es el
nerviosismo de tener que volver y enfrentarme a esa realidad tan distinta y que
desde aquí siento tan ajena y el precio a pagar por haber subido tan alto.
Los últimos días en Varanasi aunque agónicos
fueron al mismo tiempo lentos, bellos, casi diría dorados. Una felicidad frágil,
amenazada, cada persona me parecía valiosa, cada piedra un tesoro. Como
explicar la felicidad ? cuando atesoras cada momento desde que te despiertas
hasta que te acuestas? ya hable de esa otra belleza que trasciende lo sensorial
o forma parte de lo sensorial pero circula por otros caminos que no son los
convencionales, donde cada ser es bello y único porque forma parte de todo. Y cada
símbolo, cada marca en el rostro, las ropas, el pelo, no son moda , están al
servicio de otra cosa, de una aspiración distinta, que lleva hacia lo alto y
hacia dentro. No estoy idealizando, después de tantos años viniendo a India
empiezo a comprender por que vuelvo, que es lo que me atrae hacia aquí y no me
suelta. Se trata de comulgar con todo, de contagio, de discriminar y
elegir, incluso de condenarse pero a sabiendas. De dirigirse a lo esencial y
abandonar lo accesorio. Y eso a veces solo lo encuentro entre los pobres, entre
los que abandonaron todo o entre los mendigos. India esta llena de pobres, de
mendigos, de enfermos, de lacras de todo tipo, hay quien quiere arreglar
el mundo y se pone al servicio del sufrimiento, algo que admiro, o quien lo acepta
porque no lo juzga y ve a los seres uno a uno en el estado en que están y son.
Y el último día fue especialmente amado porque
pude, después de dejar la bicicleta y bañarme en Tulsi Ghat, pasear de
despedida por los ghats ya por fin transitables y volver a la pensión despidiéndome
lentamente del Ganga. Un musulmán rezaba de pie con las palmas de las manos
hacia el cielo, cara al río, mientras los pescadores reparaban sus redes disponiéndose
para la pesca nocturna y al pasar por el ghat de las cremaciones donde había
piras ya apagadas y otras esperando a ser encendidas, vi a los familiares
de los muertos bañándose después de asistir a la cremación o esperando tranquilamente,
en silencio, sin llantos, a que los Doms encendiesen la pira. Un cachorrito de perro
acurrucado en el polvo dormía apaciblemente y una vaca atada a un poste cerca
de la plataforma pintada a rayas que culmina un tridente miraba tranquilamente
el río.
Luego el ricksawalla me llevó a la estación por una parte
de la ciudad que nunca veo, coincidiendo con la hora de la plegaria de la tarde, cuando muchos musulmanes se dirigen a las mezquitas a rezar y hay un par de
cementerios musulmanes que parecen abandonados, desmoronándose
lentamente, con puertas en ruinas que ya no cierran nada y hermosos viejos
árboles.
Dos días antes, fui con un amigo y siguiendo una tradición
que ya se repite cada año después de visitar una tienda pintada de rojo tierra
que protegen un Shiva y una gran serpiente de bronce a tomar tandai,
un refresco hecho con leche pistacho nata y azafrán. En ese lugar hay una habitación
desnuda de toda decoración salvo el color rojo de la pared y un banco para
sentarse. Un empleado desdentado y absorto en algún tipo de nirvana te tiende
el vaso lleno de algo amarillento y dulce. Desde allí fuimos paseando hasta
llegar al ghat desde donde se alza la gran mezquita, nos bañamos y luego
nos adentramos río abajo hacia Lalit Ghat y Gay Ghat (Nada que ver con gays; se
refiere a las vacas) en una zona adonde no llegan los turistas y donde el
tiempo parece transcurrir aun más despacio y que nada sucede... la vuelta como
siempre fue mágica, las tiendecitas con las bombillas encendidas donde
todo parece brillar y albergar tesoros, los miles de templos y
hornacinas la densidad humana... Este año mi amigo no quiso coger un
barquero, se nos hizo tarde, y no tuve la inolvidable experiencia del año
pasado cuando llegamos a oscuras, pues se produjo el típico corte de luz a Ganga
Ghat y la barca atracó en silencio, roto solo por el choque del agua contra los
escalones del ghat y un eco de canticos, en una explanada donde los sadhus
celebraban junto al fuego un ritual y yo creí estar asistiendo a una
escena védica, inmemorial.
Y el día anterior pude ver un nuevo festival de las
mujeres, esta vez para rogar por larga vida a sus hijos, se llama Jivitputrika
Vrat en banarsi, el dialecto local, Jiyutia. No beben en todo
el día y luego vienen a bañarse al Ganga al atardecer. Al terminar el banyo se
atan un cordón rojo al cuello (a veces negro). Con el colorido de sus saris desplegándose
en los ghats ya libres de agua se pudo ver el festival en pleno esplendor. Había
tantas mujeres que los pobres lecheros recibieron broncas por ensuciar los
escalones del ghat al lavar sus cacharros y estaban arrinconados.
Me dijo una amiga a la que yo hablaba de
las grullas siberianas porque salían en un libro de pájaros que quise comprar
pero al final renuncie creyendo que jamás llegaría a ver pájaros, así que era fácil
verlas en invierno revoloteando en bandadas y sobrevolando las barcas de los
peregrinos que les echaban comida. Y me habló del Kumbha Mela próximo cuando
los ghats se llenarán de campamentos de sadhus de todas las sectas ....
El poema de Srinatha
No vendréis
conmigo, dulces añades del estanque.
Pero por que tendrían
que venir? Aquí sois felices.
No vendréis conmigo,
bosques dorados de bananos.
Pero por que tendrían
que venir? Aquí sois felices.
Madre Vishalaksi por que
no vienes conmigo?
Pero por que te unirías
a mi? Aquí eres feliz.
Tu templo interior de
Shiva ven conmigo
Pero por que vendrías? Aquí
eres feliz
Venid conmigo ahora
sannyasas!
Pero por que vendríais
conmigo? Aquí sois felices
Por que seguir a un
desafortunado hombre como yo
dejando atrás los infinitos
placeres de Kashi.
Eso decía un Risi desterrado de Varanasi, pues Shiva
tiene que aceptarte y sus designios son misteriosos.
Hoy ya en Jodhpur, sentado tomando un té al alba, mientras
esperaba que llegasen el elefante y su mahout que cada día vienen a recoger la
hierba fresca que le ofrece la gente, tenía frente a mí a un hombre joven
completamente normal salvo por un pequeño detalle, las pestañas de uno de sus
ojos eran blancas, como si solo ellas fueran albinas, el resto de su pelo, pestañas,
cejas etc. era de color oscuro. En otro banco una mujer embozada en un gran
velo rojo de la que solo veía un brazo lleno de brazaletes y una mano llena de
sortijas. Y también un trabajador cuyos talones llevaban marcadas grandes,
profundas arrugas, se reía y gozaba de la vida de un modo amable.
En Delhi también me visitaba un gato por la noche,
menos mal que ya sé que es él, pues es un poco torpe y siempre hace ruido o tira
algo y me despierta. Esta vez ni me asusté y saltó enseguida a la ventana. Me
fastidió mucho perder la gamccha (toalla que se lleva en el hombro)
blanca con el borde verde que había llevado todo el rato en Varanasi y que tanto me
gustaba, justamente ahora que estoy mimoso y débil y necesito amigos. Intenté encontrar otra igual en Khadi, las tiendas fundadas por Gandhi donde
venden tejidos hechos en telares manuales, pero no encontré ninguna así, eso es
algo que aprendí sobre India: cuando te gusta algo cómpralo porque nunca lo volverás
a ver idéntico o muy difícilmente. Hablo de eso porque también aquí me visita
maullando lastimeramente un gato de color leonado, jovencito, y le encanta
jugar con la única gamccha que me queda, una de seda que
compre en Delhi al llegar.
Leyendo a Conrad que, a pesar de cierta visión pesimista y
de un cierto tono a veces a lo Henry James que me aburre un poco, es un gran
narrador. En Lord Jim: "I was make to
look at the convention that lurks in all truth and on the essential sincerity
of falsehood." Y encontré en las notas un fragmento de una de sus cartas
a un amigo , bastante insano, en un momento en que debía de estar bastante
bajo."Life knows us not and we don' t
know life, we don’t even know our own thoughts. Half the words we use have no
meaning whatever and of the other half each man understand each word after the
fashion of his own folly and conceit. Faith is a myth and beliefs shift like
mists on the shore."
Siempre que estoy en Delhi y no sé qué hacer o adónde ir
me refugio en la estación de tren. Allí, viendo pasar a la gente, regatear a las
mujeres con los coolies, los peregrinos sikhs vestidos de azul índigo o
cobalto, las mujeres con velos naranjas, los soldados, la gente cargando todo
tipo de cosas y de bultos, plantas, mesas, cunas, camas. Me fascina visitar las
distintas plataformas y observar los rostros de regiones tan distintas, con
rasgos mongoloides, o los del sur tan negros y tan clásicos, los militares, los
cientos de sadhus que peregrinan de un lado a otro...Cuando cogí el tren para
Jodhpur en Purana Dilli (Old Delhi) todavía me sentí mejor, supongo que
era totalmente subjetivo pero la gente me pareció más amable, mas acogedora y
cuando un señor musulmán que me vio sentado en unas escaleras tomando un chai
me preguntó How are you sir? se me humedecieron los ojos y le hubiese abrazado.
A veces, muchas, algo hiere, como ese adolescente que es un torso al que faltan
un brazo y las dos piernas, y que va desnudo salvo por un ligero trapo en la
ingle y totalmente colocado. Entre el gentío un sadhu viejecito duerme ajeno a
todo.
Ayer asistí al salvamento a un señor que había caído, o
se había tirado, al gran estanque que es la joya de Jodhpur, además de la
magnifica fortaleza, el Gulab Sagar, o Estanque de la Rosa. Lo salvaron
enseguida, me sorprendió la eficacia y la prontitud con que le arrojaron un neumático
inflado y una cuerda, además se tiraron dos personas a salvarlo. Cuando salió parecía
borracho. Lo llevaron a la policía al pobre. Puede que solo estuviera dándole
de comer a los peces del estanque, nos sorprendemos de la cantidad de animales
que hay en India a pesar de la dureza del clima pero nos olvidamos de que están
continuamente dejándoles u ofreciéndoles comida, hierba a las vacas por
la mañana, bolas de harina amasadas a los peces, grano para los pájaros, en
Varanasi cuidan a los pobres perros parias, los perros mas teatreros, más pequeños
escuchimizados y sarnosos del mundo, pero también de los mas adorables, en
Jodhpur llegan al extremo de poner azúcar en los agujeros de las ratas y de las
hormigas, cada día veo a señores respetables en el parque recorriéndolo con sus
bolsas llenas de azúcar.. Cerca de mi pensión hay un árbol en el que se
refugian al atardecer miles de gorriones hasta cubrirlo por entero, se pueden
coger con la mano, pregunté el nombre del árbol a un chaval que vivía allí en
una havelli muy bonita y me dijo que era un kejari. Pasa tráfico
y no parece nada especial, me pregunto por qué y desde cuando se asociaron
los pájaros a él. Él no supo contestarme.
Me gustó encontrar el toque sardónico y malévolo
de K. Ayyapa Panikker, a la definición de la Sahitya Akademy (Academia
de literatura) que define a la literatura india con este eslogan: "Indian
literature is one thought written in many languages" que el cambia por
"Indian literature is one because is written in many languages". O
los comentarios de Tagore siempre tan intuitivo y acertado a pesar de que su
estilo (en traducción al menos) que me carga un poco, hablando de que
"literature is not my text, your text, his text. Accept a wholeness in the
work of each writer."
En hindi Ham kaun the, kya ho gaye aur
kya homge
Quiénes
fuimos, qué nos sucedió, que será de nosotros
Los niños en India juegan a lastimarse y a perdonarse,
hay sadismo en sus juegos, supongo que están aprendiendo lo que les espera. Las
relaciones de poder entre ellos son una caricatura horrible de las de los
adultos.
Encontré una pluma de pavo que al principio creí que era
de abubilla al ser rayada. Jodhpur tendría que haber sido aquella ciudad
donde juegan al ajedrez ajenos a todo (en la película de Ray que quizás
es la que menos me gusta de todas las que vi de el) pues aquí se puede ver a
gente jugando a las cartas o al ajedrez desde muy temprano hasta las tantas de
la noche, aprovechando la sombra de los pipales, de los banianos, o la gran
sombra refrescante de los neem. Muchos musulmanes con las barbas o
el pelo teñidos de henna y también muchos con el chichón o callo en la frente
que delata su ortodoxia y su piedad.
Estuve tomando un té en la puerta del
mercado, donde hay una bella torre con un reloj y por eso se le llama Ganthakar, había un chico en una de esas sillas de tres ruedas que usan aquí los
impedidos, su cara despierta me despisto tanto que tarde mucho en percibir la
silla de ruedas creí que era un tío normal y eso que la silla es bien grande. Y
un hombre vestido de beis con los pies delicados como los de un niño y un
turbante de cuadros que solo había visto así anudado en las miniaturas. Con el
bulto a un lado de la cabeza y la frente plana. Un mendigo se acerca al pequeño
templo rodeado de peluquerías y otras tenduchas que esta en el medio de la
calle y "toca", hace sonar agitándolo, el candado de la puerta para llamar
al dios (Shiva), se descalza y reza, lo hacen muchos, le rezan a sus
medios de trabajo, a sus herramientas, rezan en el dintel de la puerta antes de
entrar, etc. Dos tipos de arañas se pasean por mi brazo una minúscula de color ámbar
que suelta enseguida un hilo largo y fuerte cuando la intento bajar y otra que
parece haberse disfrazado de mosca y esta al acecho.
Leo que los libros 3 y 7 del Rig Veda, el más
antiguo de los Veda, son de dos familias de sabios, Vishvamitra y Vasistha y
los himnos están llenos de insultos y acusaciones de unos a otros, todavía hoy
en día los descendientes de esas dos familias, 6000 años después siguen sin
poder casarse entre ellos.
Hoy debe ser el día critico para el concurso, si es que
es un concurso pues a lo mejor es solo una feria de animales, de machos cabríos
que se desarrolla estos días al lado del parque. Pasé ahora por allí y me
encantó ver a los aldeanos, musulmanes todos creo, ya encendidas las fogatas
preparando chapatis y dal. Les encanta que los fotografíen así
que me harte de hacer unas fotos de bellos campesinos con sus mejores
sementales. Algunos de los machos cabríos eran enormes y las relaciones de sus dueños
con ellos de una ternura y una familiaridad conmovedoras. Dos pavos reales en
el parque a mi lado mientras leo, uno esta cojo, pero se desenvuelve bien, las
cosas imperfectas son perfectas.
Hoy me divertía observando las tiendas de los cambistas,
esa profesión que yo ya no recuerdo en España, que ganaran dando cambio de
billetes viejos y esos tráficos que hacen? Hay bastantes así que debe ser
lucrativa.
Por la noche me acerco al lugar del barrio donde a casta
de los cesteros tiene montado un local con despliegue de luces y una figura de Durga
y le bailan la danza de los palillos (que también existe en España pues yo la
bailé de niño pero sin la maestría que veo aqui0 y que creo que ellos asocian
con Gujarat. Como el juego del "pateiro" al que jugábamos de niños en
mi pueblo con dos palos uno largo y otro corto afilado en sus extremos que se ponía
en el suelo, veo como los niños cada día en el parque juegan con
las mismas reglas, exactamente igual.
Me despido con uno de esos poemas tamiles que me gusta
traducir. Es de una mujer, Awaiyar, normalmente aunque
hablan mujeres los escriben los hombres.
Sentí ganas de levantarme
y romperlo todo,
golpear y romper mi cabeza.
Gritar a todo pulmón
como si me volviese loca.
La brisa fresca de la noche
alimenta mi ansia de amor
pero este pueblo rudo
duerme plácidamente.
Y éste de un hombre
Acaricio tiernamente
tus flotantes cabellos
e
hizo su promesa:
Amada
cuando seas adulta
adornaras mi casa.
Vino de las montañas
donde el cazador que excava en busca de raíces
encuentra a veces una piedra preciosa.
No
sé amiga
dónde esta ahora.
(lo que le dijo la amiga a la joven mientras podían oír
sus padres)
Y uno de Srinatha con el que te he estado bombardeando en
las últimas cartas. El tono es totalmente distinto, un poeta cortesano
infinitamente sofisticado.
Es como
una apsara del cielo, una mujer sin casta.
Un festín
para los ojos, una enredadera en flor.
Su pelo
es negro como la nube más oscura.
Doblegando el deseo. Con andar grácil
fluyendo
como el otoño, con los ojos brillantes
como una
flor recién abierta. Es como una escultura o una pintura
que no
debe ser tocada. Una profusión innumerable
de flores
en primavera.
Dios la
hizo en su mente y la situó
en una
casta de intocables.
Si la
hubiese tocado con sus manos
la
habría ajado.
Es más
suave que una flor.
Es parte de un poema en el que un brahmán
absolutamente maleado, pues roba, bebe, juega y hace todo tipo de crímenes
(hasta acostarse con sus hijas) se enamora de una intocable y luego ella muere
(las hijas eran de ella) y el se acaba salvando
a pesar de sus crímenes porque asistió una noche en vela
a la festividad de Shiva.
No voy a hablarte de lo que te espera, ya lo hice, el
mundo es bello y doloroso. Compartámoslo un poco más.
Un beso.