... pero mi familia era castellana. Vivíamos en la Plaça de la Palmera (que el franquismo rebautizó con un nombre marcial), frente a la familia Dalí, pero mi tía Rottenmeyer no nos dejaba jugar fuera. "Con los niños de la calle, no..." Para mí, los niños de la calle estaban envueltos en una aureola de admirada felicidad. Jugaban con la tierra y el viento... Yo imaginaba que vivían siempre en la calle, especie de banda rebelde que se habría hecho fuerte como los perros abandonados, o como los Niños Perdidos de Barrie. Tal vez tuvieran una cueva de ladrones donde refugiarse, con tesoros escondidos, como Alí Babá...
De la lengua recuerdo poco (me fui a los 4 o 5 años), pero si aquellos niños hablaban en catalán, esa lengua tenía para mí el mismo simbolismo libre, y un componente de juego, a la inversa de lo que ocurrió después con los niños catalanes que jugaban en castellano, imitando a indios y vaqueros de las películas. En el colegio de Figueres, a veces jugábamos a uno de esos juegos de aburrimiento y repetición que tanto divierten a los niños, como aquel Je m'ennui de Camus (castigado a dormir la siesta, daba vueltas a la mesa del comedor repitiendo Je m'ennui, Je m'ennui, je m'ennui, y cada vez corría más y se aburría menos), nos pasábamos un brazo por los hombros y recorríamos el patio o la galería canturreando "Qui vol jugar a la pitu pitu pa?" Y se iban juntando niños, pero el pitu pitu pa era un juego que no existía o que consistía sólo en aquella pregunta colectiva que nos reforzaba y nos hacía reír. Como el cuento de María Salamiento.
Veíamos la televisión francesa y yo me sentí traicionada cuando, al llegar a Barcelona, en lugar de L'Homme invisible y los muñequitos del tiempo, en vez de mis dibujos preferidos y aquellas voces susurrantes y sutiles del país gabacho, me enfrenté bruscamente al tosco cutrerío español de la TVE.
En Barcelona, empecé en un colegio de monjas del que ya he hablado aquí. Era el crujir y rechinar de dientes, con retrato de Franco y unos comedores muy parecidos al manicomio de una película de Ken Russell. La belleza del edificio, lleno de secretos, y del jardín inmenso parecía transmitirme un mensaje distinto, que se repetía en mi niñez. Era como si mis dioses paganos me enviasen aquel espectáculo para consolarme de un mundo mezquino y hostil. Mientras yo intentaba en vano decidir qué era peor: la brutalidad de mi tía o la perversidad de las monjas, me llegaban aquellos mensajes de exuberancia y felicidad física que me llenaban de perplejidad y sueños.
Allí, todo el mundo se esforzaba por hablar un simulacro de castellano, bastante distinto del de mi casa. En mis primeras notas de párvula, escribieron "Habla muy bien nuestro idioma", lo cual era falso, porque aquellas extrañas mujeres camufladas bajo sus exóticas tocas (lo único interesante de aquellos hábitos era un cordón que quedaba oculto en su cintura, de donde colgaban tijeritas y otras pequeñas herramientas. Siempre les envidié aquella cinturilla tan útil), eran catalanas, aun renegadas.
Después de ser expulsada de aquel colegio y del siguiente, fui a parar, años después, al Thau de entonces, que era un colegio pequeño y familiar en la calle Anglí, donde cada uno pagaba según sus ingresos. Joan Triadú era mi profesor de catalán (además de director) y la tomó conmigo: me hacía leer en voz alta redacciones y textos, así que aprendí catalán en un trimestre y como no hacía faltas, él me ponía como ejemplo de integración... (hasta que decidió echarme también, por "revolucionar la clase"). Como el catalán estaba prohibido, había un código en el Thau. Cuando por los micrófonos decían, en castellano: "Hoy hay cine", todos teníamos que correr a cambiarnos de clase, separarnos chicos y chicas y arrancar y borrar todo lo que no estuviera en castellano en las paredes...
A mi hijo le hablé en catalán; una vez fui con él a París y los invitados de una fiesta me miraban horrorizados y escuchaban mis explicaciones sobre el asunto como si yo estuviera completamente loca. La idea era que su padre, madrileño de origen vasco, le hablase en castellano, y yo en catalán, pero desde el principio, G. se negó, y acabó forzando a su padre a balbucear en catalán. "Per què els rètols de les botigues NO estan en català?", preguntaba G. escandalizado, en cuanto aprendió a leer. Cuando íbamos a Madrid a ver a su familia paterna, si yo le hablaba en castellano para que los demás nos entendieran y no lo tomaran a mal, me espetaba: "No em parlis en castellà!". Los taxistas de la ciudad, que suelen ser de extrema derecha, nos querían linchar. Pero G era implacable en su espíritu de Terra Lliure. Cuando era muy pequeño, se quedó unos días con sus abuelos y ellos nos llamaban preguntando: "¿Qué quiere decir No vull dormir?"
Hoy he vuelto, con un equipo masculino de BTV, al colegio de monjas situado junto a la Torre Castanyer. Hemos filmado unos minutos sobre la nevada de 1962 en Barcelona, aunque el productor del programa me ha pedido que no hablara mal del colegio porque las monjas habían dado el permiso. "No puedo hablar bien de este sitio", he objetado yo, "excepto por la belleza". Así que he hecho lo que he podido. Al acabar, la directora (ahora vestida de calle) ha querido verme. Era la madre Palmira, o eso ha dicho ella. En mis tiempos estaba en la puerta y no era de las perversas, si no recuerdo mal. No me han dejado entrar mucho, sólo a la galería. ¡Cuántos recuerdos y fragmentos de sueños! Las escalinatas de mármol que bajábamos sentadas, las galerías, los dibujos de los mosaicos del suelo... Tantas veces he vuelto allí en sueños. Me pregunto si podría convencerlas para que me dejaran recorrerlo un día, antes de que caiga también bajo la piqueta de las mafias inmobiliarias que gobiernan este país. Sé que el jardín apenas existe. Las monjas también han hecho su negocio inmobiliario, y además les abrieron una calle en mitad del terreno. Yo le he recordado a la ex madre Palmira, ahora camuflada de seglar, que me expulsaron. Ella ha desdramatizado: "Claro, érais niñas alegres, movidas, que no os disciplinábais..."
Al salir me he parado un momento junto al frondoso y húmedo barranco melancólico del que hablaba Millán al reverso. Es tan hermoso y huele tan bien que duele mirarlo y pensar en su inmediato futuro. Me recuerda a aquella película de Wajda, El bosque de abedules. Ayer firmé contra los estragos que el ayuntamiento pretende hacer en el Tibidabo: acabar con el pulmón verde de Barcelona. ¿Qué les importa a ellos si el agua del Llobregat es cancerígena incluso absorbida en la ducha? ¿Qué les importa el cambio climático, la contaminación, todo lo demás? Una comentarista me dice que no me queje tanto, que Barcelona "és tan bonica". Yo no lo entiendo. No entiendo que alguien que tenga un mínimo afecto por esta ciudad no se preocupe por lo que le están haciendo... Yo ando inventariando los árboles, cuidándolos con la mirada, temblando por ellos y por nosotros...
17 comentarios:
Realmente los tiempos han cambiado. Yo naci el año 58 en un pueblo grande cerca de Lleida, un colegio religioso con un nivel educativo pésimo y una enseñanza aún peor, pero donde los alumnos eramos de todas las clases sociales, no habían diferencias, haciamos algo parecido a tu "Qui vol jugar al pitu pitu pa?", también cogidos todos del hombro y recorriendo los patios. La calle era fabulosa, desde despues de salir del colegio hasta la cena, donde, en mi caso, la minyona me llamaba por la ventana que sub, iese para cenar. Todos hablabamos en catalán, excepto dentro de las clases donde no estaba permitido.
En primero de bachilerato (el antiguo) fuí interno a un colegio de Tarragona y en 5, 6 y COU interno en Lleida.
Todo esto ha salido a mi memoria al recordar tu infancia.
Lo que si tengo claro es que nada tiene que ver con las infancias de hoy.
Pues no les importa una mierda.¿Has leido la noticia de los Monegros? Una de las zonas con más endemismos de la península. Que asco. Que cabreo.
Y a la gente que dice esto de la Barcelona bonica habría que aplicarles electroshocs. Cagundena.
Quina llàstima que no et deixessin jugar al carrer. Jo sí ho vaig fer.
Que delicia de recuerdos.
Yo fui a un castillo de curas, que también tenía algún jardín y una torre. Pero esos espacios eran secretos, prohibidísimos para nosotros, que debíamos jugar al fútbol en el patio de tierra.
También yo lo he recorrido muchas veces en sueños, y he deseado ganar por ejemplo el premio Nobel para, en el discurso, ponerles a parir. Decir que nos preguntaban que nos habían traído los Reyes Magos para que los más adinerados se sintieran mejor, que ignoraban algunos actos brutales que se cometían a diario, que hacían trampa para que los retoños de algunas familias aprobaran los cursos, que a la pobre profesora de ingles algunos la llamaban puta en clase y tenía que aguantarse, y mil cosas más que ahora no hacen al caso. Alguna he contado en el blog.
Así que menuda papeleta regresar allí, y no poder decir nada.
Los niños perdidos de Barrie serán supongo los de Peter Pan. Cuando acabe el libro, hará unos cuatro o cinco años, estuve como una hora llorando.
Y más cosas quisiera decir pero el tiempo corre y debo marcharme.
Saludos, encantadora nativa de Figueras que hace volar los recuerdos y las palabras. Me hace usted pasar buenos ratos.
Una cosa més! El cuento de María Salamiento!!!! Ese sí lo he leído!!!
Me alegro, Civisliberum, de haber despertado tu Speak, Mnemosyne! (Nabokov dixit)
No he leído lo de los Monegros. Pero el afán destructor de nuestros políticos aliados a las mafias es tan exagerado que mientras nosotros hablamos, ellos derruyen y lo cubren todo de cemento.
No te preocupes, Frikosal, no he podido colarles mi metáfora bíblica, pero he podido decir algo, sí, del horror. Me alegro de entretenerte y hacerte recordar tiempos lejanos...
Ajá, Nmp! Lo sabía. No sabía si conocerías a María Salamiento, pero estaba segura de que tú eras uno de los afortunados niños de la calle!
mI hermana se va casar con un hombre catalan que es gordo y que querían meter en la carcel pero ya le cuento en mi blog que es largo de contar no mas
Uf Gladys, ahora te leeré, y seguro que tu hermana tenía unos ahorros por ahí, cuidado con el Gordo!
lo siento
todo es pérdida?
Al final todo es pérdida, sí, pero en medio, cuánta vida y pensamientos y esperanzas y humor...
Viaje a los recuerdos y a tu infancia. Como todas, siniestra y espléndida infancia. Me alegra ver aquí que hubo otros tiempos en los que ocurrían las cosas que ocurren hoy y cosas peores ( el clásico de insultar al profesor más débil,como cuenta frikosal que los golfos hacían con la profesora de inglés), así que no estamos al final de los tiempos. Ninguna infancia se parece a otra desde la vivencia personal, y sin embargo qué iguales son todas.
Pero qué pronto se olvidan también, una lástima. Lo que se ha instaurado hoy entre nosotros es ese blandito llevar un niño dentro, o ese síndrome de Peter Pan en el que se refugian los más simples. La infancia es un solar que se va devastando milímetro a milímetro, hasta que de repente de aquella criatura inocente(¿quién no lo ha sido?)queda muy pálido, muy pálido, quizás un relfejo, o mejor, una sombra.
Enhorabuena por el texto.
Gracias, Hombre de barro. Sería ingenuo pensar que la violencia y el abuso de los que estén en una posición más débil fueran nuevas. Ahora se dan etiquetas y nombres a los conflictos o al malestar interno como si fueran nuevas u otras, y sobre todo, como si fueran fragmentadas, síntomas a tratar por separado, como si estuvieran desligados del resto: el acoso escolar o la fibromialgia o la clínica para la obsesión sexual o incluso los trastornos alimentarios o los skins o las drogas. Como si esas cosas no expresaran angustia, miedo, conflictos temporales de relación o de construcción interna... Todo se equivoca. Pero la guerra siempre nos ha acompañado, desde la prehistoria, con o sin armas, en la escuela o en la familia. Sólo cambian los modos. Cada época tiene su parte terrible y hay que quejarse, luchar por transformarla, pero sin el laudatio temporis actii... Vaya sermón me ha salido...
ab¿Quién le va a contar que la gran ciudad no dejó ninguno, ni uno vivo? (Ismael Serrano)
La trastornada madre de Barrie llegó a calar muy hondo trasladándole su dolor. La pérdida -entre juegos- de su hijo favorito la intentó superar dando a James una educación agobiante. Es una suerte que quedara un hermoso sentido de la vida como aventura romántica. Mirando su vida y relaciones personales da la impresión de que más que deseos de evasión lo suyo era necesidad de huir. Más que los anunciadores de purgatorios a mí me parecía especialmente dañoso el poder absoluto de los adultos sobre sus hijos. Les veo por igual el atrevimiento de los aprendices de brujo manipulando inconscientemente lo más delicado.
¡Cullons! (amb perdó).
Mi infancia fue madrileña. El colegio es mixto desde el 56. Me has recordado como teníamos consignas para separarnos por clases. En el recreo los espacios para jugar estaban separados.
Como la religión era obligatoria y el cole era ateo, el cura era progre. El me dijo una vez, yo tendría 10 años, "el cielo está en las pequeñas cosas que nos hacen felices, aquí en la tierra y el infierno es Vietnam.
Yo también he leído María Salamiento .
Ah, Bertoluchi, qué gracia verte por aquí... Tu colegio era une autre chose, más interesante... Es tarde y mañana tengo que ver al hombre que decide... si es que nos recibe... a las 9am, qué hora inhumana... No dudaba que conocieras a María salamiento!
Nmc: a mí la aplicación del complejo de Peter Pan me aburre, es demasiado estereotipado y no me he encontrado mucho ese tipo, aunque el cuento me encantó y Barrie también.
ArtUnlocated, no sé quién eres, ni qué te impresiona, mañana te visitaré con más detenimiento...
Recordo a la noia trista que mai deixaven sortir a jugar amb els nens de genolls bruts i esgarrapats.
Dibuixava paisatges fugaços al vidre de la finestra, amb l'alè...
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