sábado, 5 de mayo de 2007

La resaca


Foto: Elena Vilallonga, The Twins, 2007

He puesto esta foto aquí porque me alegra la vista y el espíritu y creo que ejerce un efecto terapéutico sobre mi extraña resaca, que no es una resaca alcohólica, sino tal vez oriental, cinematográfica y también virtual, de una especie de lucha de espadas de pensamientos e impulsos que acabó en humo y en unos posos que aún tengo que analizar, como las brujas que miraban los del té o la vieja lapona que veía el futuro en unos trozos de bacalao seco, en el cuento de Andersen.
Ayer vi dos películas más en el Baaf. Una china, Qinchun ji o Sacrifice of Youth (1985) de Zhang Nuanxin, una narración poética y contenida de una China fronteriza, casi tailandesa, campestre aunque tal vez fantaseada, por lo que me dijo V (mi asesora en temas chinos), con alusiones críticas muy de fondo al régimen maoísta, y estaba yo extasiada y en plena epifanía, pensando en la belleza de todo lo que veía, cuando de pronto surgió un final absurdo e inexplicado y rematado con una canción kitsch.
Después, me disponía a trabajar y concentrarme, pero ese criscrossing de impulsos y pensamientos al que antes aludía, y que parecía un clímax negativo de una especie de escalada de encantamientos, me dejó tan estupefacta que accedí a la proposición de la autora de la foto y me fui a ver la taiwanesa I don't Want to Sleep Alone, del director malayo Tsai Ming Liang, creyendo, en una ingenuidad que sólo se debió a mi confusión momentánea, que podría verla impunemente. Es una película negra y en realidad excepcional, sin apenas diálogos, y se diría una contemplación desnuda de la pura verdad urbana antropológica y asfixiante de nuestro mundo. En Kuala Lumpur, en un edificio abandonado, en plena miseria e intoxicación del aire, se refugian y mueven lentamente unos personajes al margen, entre la compasión y las pasiones perversas, en unos rituales de cuidados -a un comatoso, a un desheredado, a una masajista- físicos y rituales de limpieza en un lugar imposible, que recuerda efectivamente a la India, donde no hay buenos ni malos y todo puede reconvertirse, con un trasiego de grifos que gotean, de colchones transportados de la calle, que hay que lavar y desinfectar, de cuerpos yacentes frotados con ungüentos y energía o con productos insólitos e industriales, de telas arrolladas a la cintura, de una rutina tan hindú de limpieza incansable envueltos en mugre y ruina, esa insistencia eficaz en crear reductos y pequeñas pero potentes atmósferas de refugio con telas y mosquiteras en medio del caos, de ese depósito de agua turbia al que se cae literalmente bajando por las escaleras... Esa sensualidad del agua estancada, esa vida en la putrefacción, esa belleza negra, urbana, palpitante y con un humor que surge en plena oscuridad, me vuelven ahora en forma de resaca porque ayer no pude soportarla. Había una terrible falta de aire y de verde allí dentro, que la escena de sexo ahogado, los dos tosiendo y con las mascarillas puestas y quitadas y vueltas a poner, escenifica con tristeza. Y ahora volvería a verla, tenían razón los demás, que salieron extasiados (aunque tal vez convulsos) de la película y yo discutía con ellos intentando aclarar por qué no podía digerirla. Sólo me faltaba tiempo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no ví esta peli china que dices, pero lo del agua estancada me recuerda mucho a la sensación de putrefacción que me salpicó cuando ví "la ciénaga"

la viste?

Anónimo dijo...

En realidad, no es china, es entre taiwanesa y malaya, pero sí, es un poco ciénaga. Lo curioso es que ayer me molestara tanto y hoy me guste: volveré a verla...!