domingo, 7 de octubre de 2012

Mientras

Foto: I.N. Rufus intentando coger el teléfono, 2012
Esperaba unas noticias que no llegaban y me enfrentaba a una lluvia de mensajes y llamadas preguntándome precisamente por esas noticias, vino Julia G. y me trajo prestado un libro mítico y maravilloso que logró atraer mi atención y me llenó de muchas otras emociones. Era Celia en la Revolución, de Elena Fortún, un libro que en un país decente y con memoria y que hubiera roto con el pasado fascistoide, sería un hit y tendría su película, un libro rodorediano (en el sentido de Quanta, quanta guerra) pero a la madrileña, un manuscrito sin corregir que la autora guardó en el exilio y que alguien rescató gracias a la viuda de su hijo, pero que pasó aquí desapercibido y ahora sólo se encuentra en esos pícaros libreros de viejo que piden 300 o mínimo 150 euros por él (el ejemplar pertenece a Enrique Ventura, quien por lo visto contribuyó mucho a su publicación en 1987). Una maravilla. Lástima que los dibujos ya no son aquellos de los años veinte y treinta que tenían las demás Celias en mi infancia, aquella niña ácrata y fantasiosa con su mundo libre siempre en pugna con los adultos y su moral. Imaginen, los que tuvieron la suerte de leer Celia, un libro de una preadolescente en la guerra en una familia dividida (al abuelo republicano lo matan los insurgentes, el padre es militar republicano lleno de ideales, a la tía y al primo les dan el paseíllo las fuerzas descontroladas de entre los republicanos) y todo eso contado con el espíritu inteligente e irónico de Celia, observadora desprejuicida del mundo, que comprende todo lo que está ocurriendo aunque crea no comprenderlo, que, republicana hasta el exilio, se da cuenta perfectamente de los excesos y errores en el lado de los "buenos", las miserias de vendettas y mezquindades humanas que las guerras sacan de las alcantarillas y de los vecinos, y la obsesión por la búsqueda de la comida y su periplo entre el campo, Madrid, Valencia, Barcelona (y qué alegría descubrir la ciudad aún entre los feroces bombardeos, los cafés que algunos conocimos, como el viejo Salón Rosa y tantos otros). Todo un hallazgo que le debo a Julia. Inmediatamente encargué la biografía de la autora para saber qué le había ocurrido a la verdadera Celia al salir del país y llegar a América, y para consolarme mientras, Julia G., que es apasionada y generosa, me había traído Celia en el colegio, con sus dibujos de entonces, de L. de Ben, aunque también hubo otros de Molina Gallent y quizás más. Y yo, que añoro siempre aquel Madrid republicano que por aquí tantos han querido olvidar (en ese mito absurdo que han extendido de que la Guerra Civil fue una guerra de Catalunya contra España y no una guerra de clases en la que Madrid resistió valerosamente hasta el final y en la que tantos catalanes apoyaron a Franco, como la familia de quien ahora nos gobierna y que han convertido en héroe independentista a pesar de su política derechista y antisocial y antieducativa, y perdonen el ex-curso), estaba encantada de revivirlo y también de Valencia, donde tuve amigos mayores que me contaron tantas historias de resistencia (como Ricardo Muñoz Suay). Y también porque de pequeña, el mundo de Celia contrapuso su libertad y su humor a la atmósfera asfixiante de mi tía Rottenmeyer y lo que la rodeaba y le tengo un afecto especial, como a Charito y sus hermanas
Luego he leído para reseñar en La Vanguardia un librito de Pierre Bergounioux, del que no hablaré aquí: hace poco una lectora del blog que malinterpretaba mis palabras se ofendió mucho porque le dije que no podía dar detalles de un libro reseñado hasta que no saliera la reseña (y entonces sí publicaría mi artículo en el otro blog), porque me parecería poco ético anticiparme. Ella contestó muy ofendida que era profesora de ética y yo tampoco entendí qué tenía eso que ver... A veces algunos no podemos definitivamente entendernos con palabras y yo, que no gano nada por cada lector que pasa por aquí, prefiero lectores que me comprendan y no esos que pretenden discutir asuntos de mi vida o que me leen como si hablase en una lengua desconocida. Más en estos durísimos tiempos míos en que el dolor físico me sigue acompañando, prisionera en un cuerpo que casi sólo me recuerda la vida física en sus miserias a través de ese dolor.
Y las noticias llegaron y parece que en diez u once días aproximadamente se decidirá mi suerte y hasta ese momento, mientras yo duerma, no se sabrá si se trata de una intervención muy larga y delicada o una más sencilla, ni tengo ninguna garantía, sólo lo sabré al despertar... Pero sólo sueño en recobrar la salud y la libertad del cuerpo prisionero. Nunca comprenderé por qué nos someten a esas pruebas radiactivas y tan agresivas si luego no sirven para ver nada... De nuevo dos o tres escenarios posibles con su estela más larga o más breve de consecuencias en el tiempo. Apenas he logrado escribir. He pasado noches largas e insomnes y he visto estrellas que brillaban extrañamente. Los sueños se me escapan, aunque antes de saber las noticias recordé un fragmento fugaz muy gracioso, que interpreté justo al salir de ver al hombre que escuchaYo seleccionaba unas imágenes para Françoise Hardy. La única imagen significativa -las otras me preguntaba por qué las había escogido- era aquella en la que a una chica le faltaban dos o tres dedos y me parecía admirable.
Y el sueño interpretado:
Seleccionaba unas imágenes (las del TAC) para Françoise Hardy (hardi = valiente; todo el mundo me dice que soy tan valiente y yo pienso que el valor no excluye el miedo, sólo significa no dejar que te paralice / y François le Champi es aquella novela de G. Sand que tanto le gustaba a Proust de un niño abandonado que acaba amando a la que le acogió como madre adoptiva)
La única imagen significativa -las otras me preguntaba por qué las había escogido- (es decir, la vía realista, la probable, con la que me estoy reconciliando) era aquella en la que a una chica (yo, vista más joven) le faltaban dos o tres dedos (es decir, cortar dos o tres dedos -como medida- de un órgano en la operación) y me parecía admirable.
Creo que el sueño hablaba del valor, de reconciliarme con la opción de cortar un trocito de un órgano que implica un postoperatorio peor, y tal vez de mi hijo, de mi temor a abandonarlo si muriese (en los sueños están todos los miedos), de mi preocupación de cómo le haya afectado lo que me está pasando o de mi propia vieja condición de niña abandonada, una sensación que a veces vuelve en estos tiempos…
La Belle Elaine me trajo un libro de Segismon Serrallonga coeditado por Víctor Obiols para Ellago, con un título prometedor y excéntrico, Sempre voldré voler. Aún no he podido hincarle el diente, me queda un Baudelaire de Sexto Piso por reseñar y estoy sembrada de películas que me trajo mi amigo cineasta, aunque de momento sólo logré ver tres piezas más de la correspondencia entre dos cineastas más, cartas y postales de Pere Alberó y Elena Vilallonga. Voy despacio. Intento ver Les amants réguliers. He pasado noches en blanco, difíciles y anoche logré dormir gracias a una melatonina rápida que me ha dejado ko también durante el día, pero me he levantado para descubrir una inundación en el patio de la lavadora. ¿Imaginan achicar agua con un cuerpo doliente que no puede apenas agacharse y que de hacerlo, apenas logra volver a ponerse en pie, como Humpty Dumpty? Yo estaba desesperada, he logrado acabar con tres cubos y medio, aunque acarrearlos hasta la pila de la cocina me ha hecho un daño tremendo, y luego ha venido J, el hombre organizado, ha cerrado la llave de paso y ha traído unos fontaneros de un servicio de urgencia del que es socio, que han resuelto el problema rápidamente y por un precio pequeñísimo. Yo me había quedado agotada y J. me ha hecho la comida mientras yo seguía al teléfono como Doris Day melatoninizada y sin laca. 
Eso sí, J. ha podido comprobar cómo Rufus intenta coger el teléfono móvil cuando suena. Al menos, lo intenta cuando ve la imagen de J. en la pantalla. Habrá que ver si con sólo nombres y letras también se interesa... Es que Rufus es un gato contemporáneo, que vive en todos los mundos, y cómo me ha acompañado en estas noches de insomnio y días tan doloridos...
Mientras, G. está ya feliz en su independencia italiana, con su primera casa, sus excursiones (Bologna, es cierto, está cerca de todo... hoy pasaron el día en Venezia y vi la misma luz de antes en sus imágenes), y con su primera clase, que fue de cine documental, aunque aún se le escapan muchas palabras, pero todo se andará. Él vendrá a verme cuando llegue el día D., y yo siento interrumpir su alegría erásmica, ojalá que todo salga muy bien...
Ayer Giuseppe me trajo una corbina y J. unas frutas maravillosas, cerezas extremeñas, higos, mangos aromáticos de Málaga, papaya y esas confituras de higos y melocotón y mango que ha aprendido a hacer. No puedo quejarme. JP me escribe desde India, ya a punto de partir y con pocas ganas de arrancarse de aquella belleza que tan bien le encaja.

Seguro que todo sale bien, sobre todo procura ir allá fuerte y decidida, y con pensamientos serenos, que no te dé la lata nadie. Los que creemos en algo rezaremos por ti.
Le diré a Rocío que vayamos hasta el río a encender una lámpara y la soltaremos en el Ganga, y que su luz nos dé esperanza a todos.
   No hay que creer como creen los hindúes en que el Ganga te da la salvación al ser sagrado para sentir el beneficio del agua. Ya me acostumbré, al pasar horas mirándolos antes de decidirme, a compartir el baño en Tulsi Ghat con los lecheros y la gente que va allí a bañarse cada tarde y disfruto de esas aguas que, como todo en India, es una mezcla de impureza y de pureza, de sagrado y profano, de delicia y repulsión, hasta que uno se dirige solo hacia lo que te limpia, o te sana, o te da placer y espera que sea esa parte la que actúe. Uno no piensa en los posibles cadáveres que puedan venir flotando por el río (ya sabes que no queman a los sadhus, a las embarazadas, a los bebés, o a veces los pobres que no pueden pagar la suficiente leña acaban en el agua solo parcialmente quemados), sino en compartir esa visión salvífica, esa tradición que se remonta a miles de años y espera que la corriente lave nuestras faltas, nos purifique no solo el cuerpo y nos ayude a vivir y a ser mejores. 
Ahora estoy leyendo a Srinatha, un poeta telugu del siglo XIV, posiblemente el más importante de una literatura más antigua que muchas de las nuestras (española, francesa, inglesa) y que saluda a Varanasi en el último libro que escribió, uno sobre la ciudad:
Aquel gran río
donde se funden los tres ríos
con un círculo exterior, otro en el medio
y otro en el interior, una explosión de luz que señala al Dios del Universo,
cuando pienso en ellos, Kashi, la ciudad brillante,
toma forma ante mis ojos
con inexhaustible alegría, en medio de la noche
de pie en las arenas de la orilla
del río celeste
a la luz de la luna
cantaré a Shambu, el señor de Kashi,
el que lleva la luna en el pelo,
a Shiva, con su cuello negro,
y todo mi cuerpo
se llenará de vida.
Ya estoy nervioso, despidiéndome, con dolor, de las cosas y la gente, de la ciudad, aunque quedan tres días, y trataré de disfrutar cada momento. Las voces de las mujeres a veces tienen un timbre tan alto que hieren los oídos. Ayer vi un vendedor de pájaros que llevaba papagayos de diversos colores, y luego tres clases de pajarillos, de esos esbeltos y delicados que me encandilan, unos marrones de un tono intenso con la cabeza y el pecho negros y el pico de un delicioso gris, otros pardos con el pico gris y partes negras y los últimos verdes con el vientre a manchas amarillas y negras. El gran buey herido en una pata, que se pasea lento, cojeando por las calles del barrio, ayer fue motivo de una pelea porque se tendió en la calle y no dejaba pasar a nadie de los que iban en moto, era la hora punta, cuando los padres llevan los niños a la escuela y la gente va a trabajar, y al final se enfrascaron dos a puñetazos porque uno quería conseguir lo que los demás no pudieron, que se levantase, y ofendió la sensibilidad del que defendía el derecho del buey a reposar de su herida y ponerse sano. Me encontré en Assi cuando iba a recoger la ropa planchada, a Sanjiv, el niño pujari de Tulsi Ghat (el brahmán que en los ghats recita para la gente los mantras e invocaciones necesarias para muchas de las ceremonias). Estaba enfermo y mimoso, toda su energía y su chispa mitigadas hasta volverse dulce, alguien que normalmente, cuando llega, pone en danza a todo el mundo con sus bromas y sus puyas. Tiene una voz ronca, que se arrastra un poco, y ojos llenos de chispa, sus movimientos son precipitados pero precisos, nada torpes, y al final, a pesar de sus intentos de llamar la atención consigue lo que quiere y todo el mundo lo aprecia. Hubo una tormenta magnifica, peligrosa en los alrededores de Varanasi; murieron diez personas a causa de los rayos. Llovió con increíble fuerza y ganas, la lluvia venía de todos lados y caían grandes relámpagos en el río entre el retumbar de los truenos. Cuando amainó, me fui a pasear por los ghats casi desiertos, apenas una o dos personas, con el cielo de color marengo, y la oscuridad cayendo de repente como siempre en los trópicos.
La sensación que tengo cuando debo regresar, y eso que para que la transición sea suave me quedan días en Jodhpur, que me encanta, y casi una semana en Delhi, que es lo más parecido a Europa... podría definirla con las palabras de Dhu' l Nun "Cada vez que vengo a un país donde no se respeta al Amado siento que el espacio se reduce".
  Las tórtolas de India son también más delicadas y esbeltas que las nuestras, con la cabeza y el pecho teñidos de un rubor rosa y pasos delicados de bailarinas, su arrullo cada día en las escaleras que suben desde mi habitación al tejado me tiene subyugado.
El artista tuerto, el que diseña los saris únicos, me volvió a invitar a un té y me enseñó el diseño del traje de novio que seguramente llevará el chaval de la tetería dentro de dos meses cuando se case, el sastre que lo ejecutará es según ellos el mejor de Varanasi, un joven hombre barbudo que en lo mejor de su vida se vio afectado de polio y quedó con las piernas dañadas. En India, la desgracia y la enfermedad son repentinas, constantes, cotidianas, pero se toman como vienen y ellos despliegan un brío y una alegría que no tiene nada que ver con la autocompasión; están demasiado ocupados en vivir. También me enteré de la muerte del sadhu que hizo famoso Ramiro Calle y que hablaba español, un bengalí de grandes ojos claros que el año pasado me invitó a "su" templo, en realidad el de una familia que le permitía vivir allí, pero no llegué a ir porque tampoco estoy tan interesado en los sadhus, sobre todo si ellos se interesan por nosotros los occidentales, con lo pesados que somos, desconfío... pero creo que era buena persona.
Leo sobre las estimulaciones (dohanas) que las jóvenes púberes dedican a los árboles que tardan en florecer
El priyangu florece cuando le toca una joven.
el Bakula cuando lo riega con su boca
el ashoka al ser golpeado
el tilaka al ser mirado
el kurakava al ser abrazado
el mandava al decirle palabras agradables
el campaka al sonreírle
el nameru al cantarle
el mango al echarle su aliento
el karnikara al bailarle una joven cerca..
Terminé de leer A lover' s guide to Warangla, Kridabhiramamu, en realidad "Los goces del sexo", una obrita de teatro deliciosa, también telugu, sobre una pareja de crápulas que se pasean por la ciudad en busca de amor y sexo. Una especie de Ulysses, pues todo pasa en un día desde el amanecer hasta el anochecer. En la tradición hindú, la obra literaria es considerada inmortal, es uno de los saptasantana, es decir, una de las siete formas de progenie (las otras son un hijo biológico, cavar un estanque, construir un templo, instituir un fondo de ayuda, plantar un bosque de árboles y dar tierras para que los brahmanes funden un pueblo).
Estuvimos viendo una amiga y yo en vídeo la entrevista que Pasolini le hizo a Pound, los ojos de Pasolini, su juventud, sus ganas de vivir, su mentón lleno de ternura y obstinación frente a los ojos abismales de Pound, su sabiduría escéptica, sus movimientos de saurio cercano a la extinción, sabio y desconfiado, herido… Y qué maravilla oírle declamar sus versos en italiano a Pasolini; luego buscamos el original y nos pareció menos....
Pero también es cierto que el Amor es así
     "La llaga del amante herido de amor es como el encuentro del acusador y el acusado"
dice Waris Shah.
Escríbeme pronto.
Sé fuerte y sabia tú también. Te queda mucho por escribir y por vivir.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Los libros de Celia, madre mía qué recuerdos! Tristemente revivo la angustia de Celia en aquel tomo en el que tiene que contabilizar cada grano de azúcar o gramo de carbón, qué recuerdos has traído aquí, Isabel, mil gracias. Voy a buscar dos de los libros de Celia que conservo como joyas. Por cierto, donde publicas los comentarios de tus libros, hablas de otro blog, te agradecería me dijeras algo porque me interesa especialmente.

Belnu dijo...

Anónimo: Me alegro de que te haya gustado recordar a Celia. Olvidaste poner un nombre al final de tu párrafo, ¡supongo! Yo quizás sea muy antigua, pero me parece mal escribir sin firmar, cosas de vieja cortesía.
Ahí donde hablo de ese otro blog (mi blog de artículos) si pinchas en la palabra "publicaría" entras en ese blog, que además aparece en la columna de la derecha de este espacio también con su link.

pilar dijo...

Tienes razón Isabel, yo también atiendo a esa vieja cortesía de dar el nombre,pedir las cosas por favor, dar las gracias y, ante todo, pedir perdón cuando sé que me he equivocado, y en este espacio te pido perdón a tí porque cuando te empecé a escribír lo hice con tanta intensidad como la que sentía al leer tu blog y eso me implicó demasiado, tanto que quizá te molesté con tu forma de escribir. Digamos que ví el árbol, pero me perdí el magnífico bosque. Tu estás pasando por malos momentos y lo siento mucho y a mí, como dirían en Asterix y Obelix, se me ha caído el cielo porque estoy viviendo una época oscura, larga y a la que no veo salida.El único calmante, y a veces no surte efecto porque estoy demasiado angustiada, es la lectura y en ella y como espacio muy especial, útil e interesante está tu blog. Hemos tenido un mal comienzo, en parte por mí culpa,lo lamento, pero no dejé de leerte y con Celia sacaste de mí recuerdos infantiles que dulcificaron este extraño tiempo que vivo. Me dijiste que yo veía lo que proyectaba, tienes razón, no he dejado de pensar en ello. Así que, atendiendo a la vieja cortesía que comparto contigo, te diré que soy Pilar, la del jazminero, si no quieres escribirme lo comprenderé,tuve temor de poner i nombre por si no me contestabas, en tal caso me privaré del placer de compartir contigo unas palabras, pero no de seguir leyéndote, ese será mi pequeño espacio de calma. Un beso, Pilar.

Belnu dijo...

Gracias, Pilar! Me alegro de que este espacio siga reconfortándote y ojalá vuelva a abrirse pronto ese cielo!

pilar dijo...

Mil gracias, Isabel!
Saludos a ese portentoso Rufus hoy que es el día de mi cumpleaños y me encantaría volver a tener a mi querida gata Indiana conmigo.
Buen día!
Pilar.

Belnu dijo...

Que este año tuyo que empieza hoy sea mejor que el anterior y consigas lo que deseas!

Pilar. dijo...

Buenos días, Isabel:
Llueve por ahí? Ayer, salimos a tomar un café a una terraza y nos sorprendió un chaparrón. Se me había olvidado ya a que huele cuando llueve.Veía todas las palmeras de la plaza recortadas sobre el cielo amenazante y la gente corriendo. Nos quedamos bajo el enorme parasol y qué bien. Me acordé de tí.
Sobre lecturas infantiles o no tanto...de pequeña leí a Richmal Crompton y me sentí una proscrita, creo que de hecho aún lo soy, como Guillermo y sus amigos. El año pasado conseguí tres ejemplares en librerías de viejo y fue un disfrute ese verano. El domingo pasado compré uno y lo leeré poco a poco como un remedio para los malos.Saludos.Pilar.