domingo, 2 de septiembre de 2012

De la teatralidad, la ficción y el tiempo que se escapa

Foto: I.N., Oxalis triangularis, la plantita preferida de Ana, 2012.
El otro día vi al fin Historia del último crisantemo de Mizoguchi, que estaba incluida en el coffret que me regaló Anne-Hélène y a pesar de las interrupciones, fue una gozada verla. Era un dramón, pero no importaba ni afectaba negativamente a mi ánimo porque la teatralidad era tan grande que casi sólo importaban las imágenes, la música, la gestualidad maravillosa de los japoneses, la expresividad de los protagonistas, el homenaje al teatro NO que se hacía, qué fruición cuando el actor al fin, tras todas las desgracias que sufría, aprendía el oficio y avanzaba por el escenario vestido con kimono y con unos gestos coreográficos tan femeninos y sutiles... El setting era de 1889 o algo por el estilo y valía la pena verla. J me trajo un aparato de DVD que permite al fin ver todas las películas (mi máquina había ido haciéndose más y más quisquillosa y ya sólo me dejaba ver algunas elegidas por ella, no necesariamente las más nuevas, por muy legales y autorizadas que fuesen). Mizoguchi fue una buena sustitución del cine de Satyajit Ray que yo anhelaba ver o de mi querido Ozu, porque sospecho que hay muchas películas suyas que me faltan.
El tiempo cambió, fue asombrosamente reparador contemplar la lluvia, oler la tierra mojada, observar cómo se limpiaba el cielo de contaminación, cómo era barrido el calor ardiente del cemento, cómo llegaban las corrientes más frías. Comprendí entonces que no tenía nada que ponerme para cubrir este pobre cuerpo nuevo con dimensiones tan distintas del de siempre y naturalmente me sentía incapaz de intentar una peregrinación a una tienda, por mi malestar físico y por mi aspecto escandaloso, así que he recurrido a la mujer más guapa del mundo, también conocida como "la reina del shopping" (aunque sea por los restos de un antiguo esplendor, y ahora no pueda como antes, pero es que en este momento tan malo, qué pocos son los que pueden), y ella me ha prometido traerme lo que encuentre para probarlo y quedármelo.
He tenido días muy duros. Vino un osteópata, me arregló mis huesecillos, pero la máquina de uno de mis tratamientos volvió a estropeármelos y volvió el dolor lacerante y esta vez el osteópata no pudo hacer el milagro. Es muy difícil soportarlo cuando se añade a tantas miserias de este cuerpo, a tanta paciencia, a un tiempo tan largo y tan despiadado. Luego encontré un remedio temporal, ojalá me ayude a curarme al menos de ese mal. Hoy se lo contaba a los padres de J., que han venido a verme con su aspecto estupendo de siempre y su vitalidad física e intelectual, les hablaba de mi incredulidad ante esto que me ocurre, cómo me costó aceptar que esto me ocurriese a mí, que siempre he intentado ser ética y portarme bien con los otros, y no a ninguno de los seres mezquinos y sin escrúpulos que veo por ahí. De cómo mi aspecto sigue sorprendiéndome a diario, de cómo esa perplejidad de ver que las cosas puedan salir tan mal. De cómo cuesta entender el sinsentido de la vida y del azar, sin carga ninguna de significado.
He traído aquí un retrato de la delicada Oxalis triangularis, un trébol morado que fue la planta preferida de mi hermana Ana y que, cuando Ana murió, su partner, Chris, me trajo con dos hilillos precarios brotando, y ha crecido alegremente desde que está aquí, como una estela vegetal de mi hermana pequeña o una muestra simbólica de ese nuevo estado de conciencia suya. Yo no sabía su nombre, pero le mandé una imagen a mi experta en plantas y ella enseguida me reveló su identidad.
Alguien encierra a un perro invisible en una terraza que no logro distinguir. Si la identificara, llamaría a la guardia urbana. El animal ladra y aúlla durante horas, pero por lo visto sus vecinos contiguos son insensibles a ese estrépito lastimero y cruel. ¿Para qué tienen animales algunos? ¿Para torturarlos?
Acabé La marge, que es un libro magnífico, a pesar de su honda melancolía, porque qué bien flota André Pieyre de Mandiargues sobre ella, qué bien se eleva a ras de calle para barrer con sus sentidos la vieja Barcelona canalla de 1967 (si digo setenta, alguien de fb se quejará), de su participación y fascinación por esa vida callejera y su alergia por el franquismo y por su espíritu asfixiante, eclesiástico y taurino y policial, para el que encuentra un nombre inventado, y de su capacidad para comprenderlo todo, ahora que sabe que tendrá que enfrentarse a lo implacable. Mientras decidía con qué seguir, J. me trajo dos números del Magazine Littéraire y justo cuando mi remedio me hizo efecto milagrosamente y se detuvo el dolor febril que me había acosado todo el día de ayer, me leí uno entero, sin dejar tampoco de gozar, con la entrevista y los reportajes sobre Coetzee (tengo que hablar con la reina de la traducció, me pregunto si ha leído lo que yo leí), aunque disentía del principio del artículo sobre su Boyhood, donde Gilbert Gatore afirmaba que no era un texto interesante (aunque él mismo confesaba que no sabía por qué le había afectado tanto ni por qué siempre lo citaba!), mamma mia!, si además de narrativamente esplendoroso y de esa forma suya llena de gracia y fluidez, es uno de los pocos textos escritos por un hombre donde se escenifican las raíces edípicas de la misoginia, donde se cuenta lo que puede ser la infancia como contramodelo de la supuesta edulcoración (apretar los dientes y resistir), donde se cuenta efectivamente, y ahí sí, él lo veía, toda la vergüenza y la culpa de haber crecido blanco en el apartheid, esa carga imborrable que se le adhiere al protagonista de Youth y que quisiera arrancarse de su cuerpo huyendo a Inglaterra, pero no puede. Esa ambivalencia del amor y el horror a Sudáfrica que está en Disgrace y en tantos otros libros suyos. Y luego, qué bien contada la posición de Coetzee antiespecifista, a favor de la causa animal, no sólo en Life of Animals sino siempre encarnados por Elizabeth Costello, puesto que considera que ese sentimiento de supuesta superioridad de los humanos respecto al resto de las especies están en el origen de toda violencia. 
Luego me leí la parte de Handke, también intrincada e interesante, me leí la de Tabucchi: cómo coincido con su idea de que una lengua es una manera de ser y cada uno es otro en una lengua distinta; yo comprobé eso por primera vez espectacularmente en Belgrado; a mí me hablaban en inglés y se volvían dulces y casi femeninos los mismos que enronquecían y virilizaban la voz para defenderse en el mundo serbio. Pero también con el personaje de uno de mis cuentos con quien alternábamos las lenguas según estuviéramos conversando, discutiendo o en otra clase de aproximaciones. ¡Y cómo cambiábamos y cambiaba nuestra coreografía!...
Aunque todo eso pertenece a la vida de antes, a la que yo tenía, a aquella en la que yo participaba antes de estar enferma. Me dicen que volveré a ella, que podré volver a moverme, a bailar, a viajar, a bañarme en el mar, a andar por la ciudad, a todas esas cosas que ahora me están vedadas, que se acabará este sufrimiento diario, pero a veces me desaliento ¡y cuesta tanto creerlo! Y sin embargo, sarinagara, yo estoy aquí escribiendo, esta es mi ficción, aunque sea autoficción, aunque haya gente incapaz de entenderlo, desconocidos que me escriben consejos o que creen que querré discutir de mi vida con ellos y se enfadan muchísimo cuando les digo una y otra vez, en vano, que no es así. No saben que hay un género denominado autoficción (por cierto, me ha sorprendido cómo en el último Monde des Livres defienden Philip Forest y otros el último libro de Christine Angot, Une semaine de vacances, aún sobre el incesto, como una experimentación seria y no como la clase de escritura que yo creía que era. Pero al margen de su valor literario, que desconozco, en Francia entienden lo que es la literatura y que su materia puede ser autobiográfica o inventada, eso es lo que menos cuenta, sólo cuenta lo que se construya), que lo importante para mí es aquí precisamente la construcción, la escritura, que yo no escribo para hablar de mi vida con nadie (créanme, no lo necesito, sigo rodeada de amigos, es un regalo que sí se me ha concedido incluso en esta época tremenda), y menos con desconocidos o en público, ni para que me comparen mi supuesto caso con el de nadie, yo escribo para construir algo y no, no me interesa cualquier lector (no gano dinero con los que vienen a leerme, ni siquiera si vendiera libros ganaría dinero con ellos porque tantos editores se olvidan de liquidar cada año y cuando lo hacen, eligen el número que les conviene, ya que no existen controles en este pobre país primitivo y salvaje), solo me interesan aquellos lectores capaces de entenderme, de seguirme, que no confunden lo que escribo con imaginarios sentimientos, que no hablan de mi supuesta "sinceridad" (¿qué sabrán ellos?), sino de las frases, de las películas, de los libros, de la música de las palabras. Buenas noches.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa escritura, preciosa planta, preciosa Isabel...

Belnu dijo...

Gracias, Anónimo! Después de dos anónimos de insultos, éste ha sido una sorpresa agradable! Pero dime, por qué no firmar?

Anónimo dijo...

Te escribí en tu blog. Te decía que me parece magistral, pero me hago un lio con el móvil, allí aplaudía tu defensa de la escritura como si fuera una música sin programa, emancipada del tema, autobiográfico o ficticio, qué importa, es un gusto leerte siempre creo que consigues siempre elevarnos un palmo del suelo y traernos a la intimidad, que es lo yo espero de las ficciones. Sigues siendo de mis autores favoritos, en algun sentido maestra mía. Eso decía.
César

Belnu dijo...

Un millón de gracias, César, así es como me gustaría que me leyeran, y siempre es una alegría que te lea y te comprenda un buen poeta! Si además dices lo que dices, en fin, me alegra doblemente la idea de que mi escritura pudiera enseñarte algo a ti, ya que la tuya es deslumbrante

alicia dijo...

Hace muchos años visité Barcelona y no me gustó,en general. Quizá fuera muy joven, no sé, pero desde que he leído tu libro,me he reconciliado con esa ciudad que espero volver a ver de la "mano" de tus páginas. Mil gracias Isabel, por acercarme una ciudad olvidada. Es genial tu blog!
Alicia.

Belnu dijo...

Muchísimas gracias, Alicia! Me alegra mucho tu lectura!

alberto dijo...

Cuánto lamento que se encuentre Ud. así. Pero, a cambio, su escritura, delata una mujer fuerte y con capacidad de salir de esos momentos tan delicados. Claro que volverá a hacer todas las cosas de las que disfrutaba, claro!Mientras tanto, quedamos aquí a la espera de sus nuevos escritos. Gracias.
Alberto.

Belnu dijo...

Gracias, Alberto! Siempre alegra tener buenos lectores!