jueves, 9 de febrero de 2012

Vuelta a las viejas librerías

Foto: I.N., Hard Times, Dickens, 2012
Anoche se estropeó la conexión de Internet de este edificio y esta mañana seguíamos desconectados. La desconexión irrita y preocupa, pero también relaja y ayuda a entrar en un olvido antiguo, en aquellas sensaciones de antes, en que salíamos a la calle y nadie nos interrumpía por teléfono, y viajábamos a un pueblo cercano y nadie sabía de nosotros hasta que volvíamos. Eso lo escribí en mi primer cuento de Algunos hombres... y otras mujeres. He estado traduciendo los Cuentos irlandeses de Maeve Brennan (para Alfabia) sin diccionario on line, las escenas imprevistas del té de la señora Bagot con el ex obispo misionero en Sudáfrica, al son de una raga magnífica sin asperezas ni carga que me ha pasado mi amigo, y luego hemos salido al día gris y helado y  hemos ido a Charing Cross, donde no sólo quedan algunas maravillosas librerías de viejo, sino que siguen llenas de gente apasionada de los libros. He bajado las escaleras de caracol de una de ellas para descubrir que la zona de ficción y poesía estaba abarrotada de lectores, no de turistas, sino de altos ingleses bibliófilos que rebuscaban en los estantes, dos gigantes agachándose o encorvándose con sus abrigazos hasta los estantes del suelo, gente subida a las escaleras, parecían las silenciosas y reflexivas, soñadoras imágenes de On Reading de Kertész. Qué alegría estar entre tanto espíritu afín... Y sin hablar, sin saludarnos, sólo sintiendo que estaba entre hermanos. Ahí estaba para mí el único reducto de futuro del humanismo y del mundo que yo no quisiera perder... Me he comprado sólo dos pequeñas joyas, una diminuta y antigua edición de Hard Times de Dickens (para celebrar su cumpleaños y la Luna de ayer) y su capacidad de hablarnos de estos hard times de ahora, y una preciosa edición ilustrada de Keats, donde abriendo al azar ha aparecido ese poema a Isabella... Until sweet Isabella’s untouch’d cheek /  Fell sick within the rose’s just domain... Mi amigo se ha comprado un libro maravilloso de 1970 sobre pintura rupestre, con preciosas ilustraciones, y otra joya que no recuerdo.
Más tarde hemos entrado en Chinatown: aún no han terminado las celebraciones del Año Nuevo Chino (del Dragón) y de pronto nos hemos dado cuenta de que estuvimos juntos en el pasado Año Nuevo Chino en el Chinatown de San Francisco; se ve que el año chino nos une en cierta manera. Y yo me recordaba buscando hierbas chinas para dormir con mi jet lag de entonces, mientras que ahora duermo...
Luego he salido pitando para el ICA, donde había quedado con la escritora Londoner Susana Medina, y hemos pasado una hora y media hablando en ese lugar aún mítico, donde el jueves ponen una película interesante, un Marx Reloaded donde participan filósofos y entre ellos Zizec... Y luego Susana me ha acompañado a un lugar prohibido donde tenía que comprar unos chutneys para J. y G... y donde el grupo activista UK Uncut protagonizó una sentada que les costó carga policial y denuncia... Tienen toda la razón. Susana y yo hemos hablado de escritura, de arte, de cómo sobrevivir y resistir, de años salvajes y del desierto cultural de mi país.
Y después ya era de noche, porque aquí el día dura poco y hoy el aire mordía de frío. Anoche estuvimos en un restaurante chino de fusión bastante posh, abarrotado porque aquí la crisis no ha devorado el país y no se ven locales vacíos como en NY y en Barcelona, sino que la vida sigue industriosa y bulliciosa, aunque la Universidad se haya burocratizado y los recortes sociales sigan adelante. Y en aquella atmósfera delicada y alegre, mi amigo intentaba explicarme cómo encajar mejor en el mundo y de pronto me dijo algo, no sé si fue el vino, algo que me produjo una respiración feliz. ¿Qué importa si es verdad o no o lo que realmente pueda significar? Sólo importa lo simbólico y ese aire interno alegre que se abre camino como la música en el cuerpo. Él me preguntó por qué creía que nos abrían las puertas de par en par en las galerías llenas de Matisses y Josef Albers y otras joyas, dijo que era por mí, que yo tenía algo interior principesco y que los porteros lo detectaban. De joven yo siempre enamoraba a los porteros y de pequeña al lechero de Figueres y con los años llegué a pensar que se trataba de mis raíces andaluzas, aunque volvía a ocurrir con la gente campestre de los Balcanes y en la casa de escritores de la Vojvodina todos me pedían que intercediera con el gobernante para que les hicieran otros platos, que aquel hombre gigante sólo accedía a prepararme a mí. También me preguntaba si se trataría de un reconocimiento de afinidad, ya que había sido desheredada. Cuando se lo dije, cada ejemplo le servía para reforzar su graciosa teoría. Se excusó por darme consejos, pero a mí me interesan porque, como le dije, él encaja más que yo en el mundo. Claro que, añadí riéndome, casi todo el mundo encaja más que yo... ¡Entonces estás de suerte!, dijo él, aunque no recuerdo cómo era la explicación. En cualquier caso, la luna estaba llena y al salir el frío arreciaba y anduvimos un poco antes de refugiarnos.
Esta tarde, ya en la oscuridad, al llegar a casa Internet había vuelto y yo no he tenido energía para acompañar a mi amigo a un concierto. He salido a la calle for a brisky walk. El frío te obliga a andar deprisa y a no pararte y hay que ser heroico para pararse a fumar. Pero aquí hay mucha gente resistente al frío, que van a cuerpo por la calle... Yo sueño con una vida aquí, no puedo evitarlo. Incluso lo que venden en los supermercados, donde la comida está pensada para los solitarios y no para las familias, y todo habla de un mundo más abierto y contemporáneo, en lugar de asfixiantemente cerrado, conservador y católico como en mi país. La idea de volver a Barcelona me llena de melancolía. No sólo por mi época de vacas flaquísimas, por ese jeroglífico no resuelto. Por cierto que el otro día escribí en facebook: "Intento contemplar mi problema de liquidez como quien se enfrenta a un jeroglífico." Y vinieron dos a decirme que el 99,9 de la gente pensaba lo mismo. No lo creo. Yo estaba hablando de cómo evitar el lamento y la desesperación, en la máxima de Spinoza: "No sufrir, no lamentarse, inteligir", pero ellos dos atribuyeron a todo el mundo esa actitud. Yo no les creí, pero como comprendí que no me entendían, borré el comentario. Tal vez la influencia de Spinoza haya crecido tanto...?
A ratos leo ese libro maravilloso de Mandelstam en Armenia que ha editado Helena Vidal. Y picoteo otros libros. Y sigo con Maeve Brennan. Ayer el sol fue una fiesta para los árboles y los jardines londinenses, que estaban llenos de pájaros, perros y patos de cabezas coloreadas. Cómo se nos acercaban pájaros y ardillas, cómo nos miraban perros y patos... Era como si todos nos reconociéramos en un cuento antiguo. Como aquel bosque carrolliano donde las criaturas olvidaban su nombre. Y cómo  danzaban los árboles componiendo su música delicada... Hice muchísimas fotos y vino mucha gente a mariposear por ellas en facebook. No sé si me quedará tiempo de ver los retratos de Lucien Freud, de irme por los canales a un café flotante, de londonear perezosamente o con paso brioso de frío. Tampoco sé si podré volver. Dicen que va a volver a nevar y que podrían volver a cerrar Heathrow....


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Isabel, tus escritos londinenses me ayudan en estos días tan extraños y tan duros. Gracias.
Yo también tengo la esperanza de algún día marcharme de aquí.

Kathy

Belnu dijo...

Oh Kathy, no sabes cómo me ha ayudado a mí estar aquí y soñar estos días... Es todo tan duro allí para mí y ha sido un año tan salvaje desde enero de 2011 hasta ahora... (con un paréntesis glorioso en San Francisco, también rescatada por mi amigo) Necesitaba respirar, me estaba asfixiando de dureza, de tristeza, de desvalorización... Tengo que aprender o encontrar la salida del laberinto! Y venir aquí ha sido sentirme otra vez yo, como hace tiempo, rodeada de espíritus afines... Me alegro de haberte alegrado. Ojalá podamos irnos

azucena maire montero dijo...

Pues yo también me quiero ir,
pero tengo una familia a la que tengo
que dar de comer y con la Reforma Laboral nueva se me ha quitado
la tristeza pero estoy con ansiedad
y con coraje, de permitir a este Gobierno que nos las cuele una y otra vez. En la mani del 15M de hace una semana en protesta por la Reforma Laboral, hubo detenidos
y golpes, ¡esa es mi otra opción!
Recibir insultos y patadas por querer trabajar y eso que me quitan
una pasta para el Estado desde hace
24 años. Y encima yo ni tengo tiempo para leer, ni danzar,
y según la gran Pina: danzad, danzad, si no estáis muertos.
Pues eso, muerta en vida.

Belnu dijo...

Azucena, no confundamos. Tenemos que defendernos y salir a la calle y denunciar todos los atropellos y aprovechar las movilizaciones internacionales. Pero dicho eso, nunca es tarde para bailar, aun sin tiempo, nunca es tarde mientras estés viva