Poco antes de la celebración, ingresaron a M. en la clínica T., y estuve un rato con ella. Antes, en los hospitales se ocupaban realmente de los enfermos; ahora los familiares tienen que hacer turnos para alimentarlos, administrarles medicamentos, darles de beber y cuidarlos, porque el personal ya no asume esa responsabilidad. Da lo mismo que se trate de centros públicos que privados. Mientras subía la pendiente entre palmeras altísimas y respiraba el olor de los cipreses me felicitaba al menos de la belleza que siempre la rodea. M. estaba ida, apenas veía ni reconocía y cada vez que se despertaba mostraba un humor de perros, aunque a veces encontraba las palabras. "¿Qué quieres?", me espetó de mala gana. Cuando le pregunté cómo estaba, me contestó: "Ahora no voy a entrar en detalles" con gran disgusto. "¡Qué hartazgo!", murmuraba, enfadada. Se quejaba de todo, se arrancaba los tubos y el camisón e intentaba escapar a cada momento, deslizando su extrema delgadez entre los barrotes de la barandilla de la cama. Por lo visto apenas durmió unos minutos. Su nervio era proporcional a su dificultad de respiración. Estuve forcejeando internamente conmigo misma. Me pareció que sería difícil seguir soportando aquella tristeza. No podía evitar pensar en lo que M. nunca había hecho.
Luego volví a mi otra vida y estuve celebrando esa última noche del año con un rape alangostado, buen vino, ensalada, champagne francés. Y muchas otras cosas, rituales y espontáneas, como un paseo imprevisto, en pleno cambio de año, que nos atrapó en la calle. He dormido pocas horas. Me han despertado las noticias de M. El médico de guardia nos ha dicho que ya no le darían el alta, que le retiraban la medicación fuerte, que sólo intentarían que estuviera lo mejor posible. "Tiene el corazón demasiado grande", dicen... pero metafóricamente parece una burla: En cualquier caso, M. no ha sabido nunca cómo usarlo. Tal vez ese órgano le haya crecido para apuntar con su hipertrofia el abandono de todo afecto, la extraña frialdad de M. Respiraba muy mal, pero se quitaba la mascarilla de oxígeno y al fin la hemos dejado que se la pusiera y quitara a su aire. En una de sus tentativas de escapatoria le he preguntado adónde quería ir: "¿Yo? ¡A San Francisco!", ha exclamado muy decidida. Era una buena idea. Allí se sintió muy bien hace unos años. Tal vez fue su último viaje libre y feliz, antes de entrar en la dependencia más azarosa y que tanto daño le hizo hasta que encontró su pequeña nueva vida insospechada en la residencia modernista, bailando y sentándose en el regazo de sus sorprendidos compañeros masculinos. También me ha dicho que quería hacer un viaje con sus pájaros y sonrió para afirmar que se acordaba de las lagartijas. Le he leído algunos pasajes del Libro Tibetano de los Muertos, que había llevado A.. Mascullaba extrañas frases de seres que nacen y niños muertos. Me he despedido de ella pensando que era la última oportunidad... y al volver estaba completamente despierta, respiraba casi bien y no parecía en absoluto dispuesta a abandonar el mundo. Algunos visitantes fumaban entre los altos cipreses.
Es una suerte que todo esto no haya ocurrido hace unos meses, sino ahora, ahora que estoy adentrándome en esa felicidad de la novela, donde los tres capítulos escritos parecen seguir su música secreta y libre, y aún más misterioso, se componen de elementos que recogí en estos últimos meses y que de pronto parecen ordenarse siguiendo las órdenes secretas de una composición musical. Los dos interlocutores que me han escuchado mientras les leía en voz alta esos tres capítulos me animan mucho a seguir y parecen coincidir en sus diagnósticos.
Y al mismo tiempo hace unas semanas que yo he vuelto a la vida en otro sentido y esa alegría física también me hace más resistente a lo que ocurre con M.
En fin, una vez más, alzo mi copa de vino de arroz y brindo sobre las montañas por un feliz 2011 para todos mis lectores invisibles, los que celebran conmigo...
11 comentarios:
Una entrada antológica en todos los sentidos. Animos y adelante.
Gracias, Friks! Es todo intenso y extraño, efectivamente. Veremos cómo acaba...
La vida misma, esa continua convivencia de lo amargo y lo dulce, el miedo y la ilusión. Que siga así, ¿no?. Feliz año!
Gracias, Eph! Lo mismo digo para ti. Con una salvedad: espero que M. no siga así. Ya dicen que todo se acabará en cualquier momento.
Precioso y dulce post el de hoy, me ha encantado.
Mis mejores deseos para M. (en la dirección que ella quiera).
Me alegra ver que has encontrado el camino de la novela.
Escribir a ciegas o con prismáticos y ver avanzar la historia es todo un placer que compensa el resto de oscuros momentos que acompañan a la escritura.
Feliz 2011
Anne desde Cabo Leeuwin.
Gracias, Anne, por todas tus palabras!!! Feliz 2011 para ti!!!
Tardé bastante en darme cuenta que mis padres también habían sido como era yo en aquel mismo momento: jóvenes, inocentes, ilusionados.
Bella imagen; dolorosa.
Que vuele a Frisco con sus pájaros y que todos podamos vivir con alegría su ¿última? escapada.
Un abrazo
Gracias, Bertini! Ojalá!
Encantadora, también brindo por el nuevo año, y si es feliz pues mejor que mejor.
A pesar de lo negativo de M, y del "mal" que ha podido causar, siempre me ha caído bien, con sus pájaros y lagartijas, es que lo de la dependencia y una vida de roll femenino creo que trae sus amarguras. La entrada es preciosa, y generosa, pues no hay que olvidar que si pienso así de M, es por tus palabras.
Se me olvidaba: qué guapa estaba!
Gracias, Icíar, tus comentarios llega en un día doliente, y me reconfortan
Publicar un comentario