Foto: I.N. Cerca de donde está M., 2011
Hay días en que trabajar consuela. Intentaba preparar la clase de mañana sobre Natalia Ginzburg y leía para olvidar lo real. Decía NG que había intentado que cada frase de La strada che va in città fuese como un latigazo, como un golpe seco. Dice Balzac "Toutes les douleurs sont individuelles, leurs effets ne sont soumis à aucune règle fixe: certains hommes se bouchent les oreilles pour ne plus rien entendre; quelques femmes ferment les yeux pour ne plus rien voir; puis, ilse rencontre de grandes et magnifiques âmes qui se jettent dans la douleur comme dans un abîme. En fait de désespoir, tout est vrai."
No debería haber ido a ver a M., porque a esa visión doliente de su cuerpo comatoso, olvidado del mundo, sumido en las excreciones que obstaculizan su respiración y que la morfina debería aliviar, pero aún no llega (cómo cuesta vencer ese tabú en este país cristiano), se han añadido los malencuentros con quienes contribuyeron a convertir mi infancia en un infierno. Nada ha cambiado, salvo que yo he vivido feliz alejada de ese paisaje y el mero contacto me enferma y acrecienta el peso de la tristeza. Alguien llevaba días ofreciéndome información manipulada, hoy he escuchado y leído acusaciones arbitrarias y en las que no me reconozco; he decidido desaparecer antes de tiempo, que alguien hable en mi lugar; estoy considerando incluso si me compensaría renunciar a la pequeña parte que me toca y que yo esperaba sólo para estar un tiempo sin traducir, para poder escribir tranquila. Tal vez no valga la pena.
El peso de lo simbólico es muy grande. Yo sólo pienso en esa visión de M., cuerpo alejado, intentando respirar. Esta noche me he despertado varias veces y veía a M., en esa extraña fase del olvido. Creo que no volveré. Antes de irme, le he murmurado unas palabras al oído. Me da la sensación de que la presencia constante la retiene en el mundo, atada por un hilo invisible, tal vez un hilo de culpa, de conflicto no resuelto, de deberes o de sensación pendiente.
G. ha venido a consolarme, me ha recordado que con él no he repetido ese modelo fatídico, sino que lo he hecho bien. Los libros avanzan: hoy he enviado las primeras fotos para el de Barcelona, he corregido y podado algunas cartas para el libro de correspondencia, he pulido también un poco mi sexto capítulo de la novela.
En la farmacia me he encontrado a una amiga psicoanalista, que ha comprendido bien mis palabras. Me ha llamado otra amiga psi para mi participación en unas jornadas del Foro Psicoanalítico, me ha dicho que pensara que es mejor estar aquí, poder estar corporalmente cerca de M. en su muerte, según ella toda relación con la madre es tormentosa. Cuando he vuelto del gimnasio, he sentido el dolor como algo físico, aunque no lo fuera, y unos versos de Georg Trakl que aparecían como cita en el mensaje de novedades de Trotta, me han cubierto como una sombra compasiva: «Oh el infierno del sueño; oscura calleja, pardo jardincillo. Suave suena en la tarde azul la figura del muerto. Verdes florecillas voltean en su redor y su rostro la ha abandonado. O se inclina pálido sobre la fría frente del criminal en lo oscuro del vestíbulo; adoración, púrpura llama de la voluptuosidad; moribundo se precipitó el durmiente sobre negras gradas en la oscuridad».
Anoche renuncié a un viaje que me habría alejado de este horror... pero era imposible. Y con esa renuncia ha surgido la desolación. Necesito seguir escribiendo para consolarme. También los mensajes de algunos lectores invisibles me consuelan. Sólo pienso en el momento en que ya no tendré que relacionarme con nadie de aquellos personajes del perverso pesebre. Tal vez merezca la pena desprenderse del todo.
Al día siguiente todo esto se ha alejado y hace un sol radiante y yo me acuerdo de que yo ya no vivía en ese mundo, y la luz deslumbrante y cálida que ahora ciega la pantalla me transporta, fabrica un impermeable emocional, un impermeable de luz, muy bonito...
6 comentarios:
en ocasiones las emfermedades cuando son de nuestros serés queridos nos hacen pensar en si es justo que nos hagan vivir cuando ya solo hay sufrimiento en lugar de darnos la paz y el suficiente calmante para dejarnos ir. Tienes razón, restos de esa ideologia, que aunque nadie diga ya queda como flotando en nustra sociedad seudocristiana aún en nuestros días. Saludos y ánimo
Carmen, tu comentario ha llegado a la vez que la muerte de M. Ya se fue
Cómo? Se ha ido ya?
Ahora no se que decir...
I'm sorry
A. desde C.A.
Gracias, Anne. Tienes razón, nunca hay nada que decir ante la muerte
Es que eres fuerte. No me apetece tener que relacionarme con personas u objetos que me recordaran a una etapa que no quisiera recordar.
Es eso que decía mi abuela, eso de que los amigos los eliges, pero la familia te toca.
Un abrazo
Tu abuela tenía mucha razón, Icíar. No sé si soy fuerte. Si la fuerza es conocimiento de las propias flaquezas y limitaciones, entonces quizás sí! :-)
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