miércoles, 8 de julio de 2009

De la voz, la lluvia, los árboles

Foto: I.N., En el Danubio, Vojvodina (Serbia), septiembre 2007
Anteayer, la luna llena y la montaña de Montjuïc (la misma montaña que aprovecharon los vecinos de Poble Sec en 1936 como muro del Refugio antiaéreo 307) contribuyeron mágicamente a mi lectura de textos literarios sobre la guerra. Yo notaba que mi voz transmitía más cosas en este momento intenso para mí y en varias ocasiones noté que si no me contenía podía incluso sollozar (con las palabras de Ginzburg sobre ese Cenzo Renna justo antes de ser fusilado por los fascistas; con el personaje que se arriesga a cuidar a un muerto vivo de Alberto Méndez; el paisaje delirante de cadáveres y locura integrados en la geografía de Rodoreda en Quanta, quanta guerra; con los suicidios de Dubravka Ugrešić; con la imagen simbólica de María Zambrano...). Y en todas las ocasiones me contuve, pero sentía una emoción en el aire y la vibración de la voz que se multiplicaba. Recordé la penumbra de la habitación de G. de muy pequeño, cuando yo cantaba para que se durmiera y me caían lágrimas. Luego, varios me dijeron que también habían contenido sus propios nudos. "Tienes unas tablas de cantante de ópera", me dijo generosamente V. Y mi acupuntora, que viene del mundo del teatro, me felicitó con entusiasmo. Y también hubo alguien que me felicitó con sorpresa, como si hubiera esperado algo mucho peor, o como si me hablase desde alguna cumbre; tal vez era sólo un momento maladroit. Después de la lectura visitamos el Refugio, esta vez de la mano de una guía experta como "lo duca" dantiano, una joven inglesa que hablaba catalán con un misterioso deje mallorquín, respetuosa e inteligente, con la sensibilidad necesaria para acompañarnos por los fríos túneles históricos, donde se nos encoge y ensancha el espíritu pensando en esos vecinos bravos y osados (mujeres, niños y ancianos, ya que la mayoría de hombres estaba en el frente) y resistentes y esos arcos de "volta catalana" y en la organización eficaz que consiguieron y los carteles donde se prohibía hablar de política o de fútbol o se declaraba completamente prohibida la expresión de todo pesimismo y todas las normas estrictas que había que cumplir para sobrevivir y resistir allí dentro. Y los tres días en que los bombardeos ya no duraron dos o tres horas sino que no se detuvieron, y todo el mundo tuvo que resistir dentro, sin salir a por comida... Y en que fueron vencidos, y los insurgentes destruyeron ese país que queríamos, la España republicana y luminosa, la que pudo existir durante tan poco tiempo, la que nos hubiera hecho europeos y democráticos de verdad.
Es extraño que nadie haya hecho una película sobre esto, me dijo luego Abel R.V., y tenía razón, un documental casi mejor que una ficción, con ese título Refugi 307.
La siempre interesante V. comentaba la suerte extraña que representaba una experiencia así en Barcelona (lectura de textos de guerra tan maravillosos y una visita tan bien guiada al refugio antiéreo), una ciudad donde la memoria se entierra y disimula bajo lo comercial y lo turístico, y de no ser por ese valeroso Museu d'Història, y por el trabajo invisible y valioso de grupos como el que acoge la Fundació Congrès Català de Salut Mental no sé qué sería de nosotros. Por cierto que esa lectura mía se repetirá el martes 28 de julio, el 4 y el 25 de agosto; los interesados pueden reservar.
Ayer fui feliz porque no me dolió el brazo y estuve escribiendo, forcejeando con mi extraño, posible, germen de novela. Por la noche tenía una cena con la que fue familia política alemana de mi padre, los W., pues una de los hijos ha logrado, por puro amor obstinado a esta ciudad imposible, instalarse en Barcelona, en una casa preciosa y compartida en Méndez Núñez, un barrio que aún no han destruido las mafias del cemento y los también tenaces políticos municipales. El padre, Hans, me estuvo explicando las normas de protección de los árboles en Alemania. Allí, además de plantarlos y mantenerlos siguiendo unas pautas muy distintas que las mezquinas y arboricidas de por aquí, los árboles no se pueden dañar, y los trazados urbanos y las infraestructuras tienen que adaptarse a ellos y protegerlos (todo lo contrario de Barcelona, donde todos los trazados y políticas municipales van a destruirlos y planean su tala generalizada con argumentos falaces engañosos, como el artículo que R.F. publicó en El Periódico, defendiendo intereses precisos y contra toda lógica europea y sostenible. Yo intenté buscar un espacio donde un profesor de Ecología independiente, sin intereses mercantiles en la cuestión, le contestara, pero no lo logré). Hans W. vive en un apartamento rodeado de árboles gigantes, a las afueras de Munich, con un roble inmenso, arces y otros árboles que tienen tres y cuatro siglos de edad. Me contó que el viento había derribado un alto ciprés: eso le obligó a informar -hay que certificar que de verdad ha sido el viento- y a plantar un ejemplar comparable en su lugar. Otro mundo.
También ayer recibí el mensaje de un psicoanalista, Manuel Baldiz, quien por fortuna para mí se cuenta entre los lectores de este blog, y que había acabado mi libro balcánico. Titulaba el mensaje "Un libro necesario"
... Conseguí acabar tu libro balcánico y esa es la principal razón de que te escriba. Me gustó muchísimo, Isabel, y me parece un libro muy importante. En un mensaje anterior, al poco de haberlo empezado a leer, ya te dije que me impresionaba mucho, y la verdad es que las cuestiones que planteas son fundamentales para entender el siglo XX y para poder prever catástrofes similares en el futuro. Quizás el interrogante principal es el que enuncias así: ¿La guerra nos transforma en monstruos o sólo descubre el monstruo que llevamos dentro?. Sospecho que hay que inclinarse por la segunda respuesta, y tratar de pensar, en todo caso, qué podemos hacer con esa parte monstruosa del ser humano. Cuando le preguntas a Ozren Kebo si cree que la cultura preserva contra la violencia, su respuesta dice: “La cultura puede ayudar, pero no siempre. A veces creo que hay algo en nuestro interior extraño y difícil de describir. Tal vez haya algo animal en nosotros” (p.52). Sin embargo, unas páginas más tarde, otro de tus entrevistados, Igor Stiks, afirma sin ambages: “Todos sabíamos que la violencia se produce a través del lenguaje” (p.76). La contradicción aparente entre ambas interpretaciones (¿lo animal? ¿lo discursivo?) es un problema básico y desgarrador de la cultura. El psicoanálisis estaría más de acuerdo con la segunda opinión. La extrema violencia a la que puede llegar el ser humano no es “bestial” como a veces se dice, ni tampoco exactamente “in-humana”. Depende de algunas terribles paradojas inherentes a la estructura del lenguaje que nos puede llevar a lo más sublime pero también a lo más horroroso. Podría destacar tantas cosas de tu libro.... La idea de que la guerra lo perturba todo, y que después de la misma ya nada puede volver a ser igual. Y tu intento incesante de poder determinar las causas de lo ocurrido. ¿De qué iba la guerra? ¿era el nacionalismo solamente un pretexto?. Está muy bien cuando no te conformas con una explicación única. Todo síntoma humano está sobredeterminado y, por tanto, no hay más remedio que desvelar diferentes niveles de causas, diversos ingredientes en juego: lo rural contra lo urbano, el conflicto de religiones, los intereses económicos, el narcisismo de las pequeñas diferencias, incluso la misoginia.... Un momento destacable es cuando Slavenka Drakulic te replica que no es nada difícil entender el paso de la izquierda comunista a la derecha nacionalista puesto que ambas posiciones son ideologías religiosas plagadas de mitos irracionales, o cuando Igor Marojevic sostiene que ambos son discursos colectivistas y “monocódigos”. Y “last but not least”, la cuestión de la “otredad”, y eso tan real de que las masas no piensan mucho (Marojevic). Hay que releer al Freud de “Psicología de las masas” y su lúcido análisis de cómo las masas entronizan a los líderes, incluso a los más tiránicos. Ojalá un libro como el tuyo tuviese mucha más repercusión. Tienes toda la razón cuando sostienes que recordar es subversivo. Una pregunta: ¿Ha tenido alguna repercusión en los propios países balcánicos? ¿Se ha traducido allí?. Sería tan interesante ver de qué modo lo leen y qué opinan las gentes de por allá... Y mientras escribo esto llueve y llueve, incesantemente, en una venganza contra todos esos días indecisos tan barceloneses, de forcejeo de nubes y sol siempre victorioso en cielos sucios, después de haber andado por la calle tapándome la cara por la contaminación, pensando vagamente en ponerme la máscara (a riesgo de ser considerada sospechosa de alguno de esos virus de película). Y sigue lloviendo a mares y Gilda duerme aún más profundamente, y yo tengo que salir...

18 comentarios:

frikosal dijo...

Que lástima haberme perdido esa lectura.

Belnu dijo...

Pero estarás viendo naturaleza salvaje!

fernando megias dijo...

La cultura no nos hace mejores ni peores, puede darnos incluso más argumentos para justificar nuestros desmanes. La religión, la lengua, el territorio, las tradiciones son señas de identidad, sobre todo colectivas, que impulsan nuestros actos.Tu libro balcánico, como ya te comente, me parece fundamental para comprender las reacciones de eso, aparentemente tan complejo,el ser humano, pero cuyas motivaciones son idénticas a través de lo siglos

Belnu dijo...

De eso se habla en mi libro balcánico, F., pero aquí no, no se trata de eso en estas lecturas del Refugio. No se trata de si la cultura es ética o antiética, de si sirve o es inútil. Se trata de utilizar la literatura como fuente de conocimiento o de ver el horror con los ojos/antenas de lo poético, y sobre todo se trata de ese uso de la metáfora para decir lo indecible.

el objeto a dijo...

Dearest cousin,
por fin he regresado al mundo bloggero (esta vez me ha dolido la ausencia)!

La lectura y visita del Refugi 307 fue una maravilla, un acierto organizativo y performativo y una noche mágica para mí, de esas que le recuerdan a una por qué sigue viviendo en esta ciudad, por mucho que se banalice e intente olvidar,

como dice Baldiz en su estupendo comentario, citándote, recordar es subversivo.

Me ha gustado mucho también leer su comentario a tu libro. Baldiz siempre resulta esclarecedor y luminoso, me encanta su mirada inteligente sobre las cosas, nunca banal.
Dice cosas muy importantes, y sí, yo también creo que tu libro puede interesar mucho en los Balcanes,

tu voz sonaba diferente esta semana, creo que yo identificaba algo de esa nueva determinación que intuyo estas últimas semanas y que relaciono con tu novela,

qué tal la peli de ayer, os gustó??

baci

Belnu dijo...

Objeto a, gracias por tu comentario entusiasta, que alivia la carga culpable de lo que no he tenido valor de abordar durante años y ahora me aprieta, me urge, me golpea incluso para llamarme a escribir. Los modos del inconsciente. Pero sí, si algo asomó a mi voz fue precisamente lo que me estremece estos días, aunque no esté resuelto el forcejeo ni el dolor, ni la resistencia de un muro como la montaña de Montjuïc...

Anónimo dijo...

Tres cosas sobre el blog del miércoles:
1) A mí no aún me ha dicho nadie: "tienes unas tablas de cantante de ópera" (y me da envidia)
2) Tampoco nunca nadie hablará de un libro mío con la pasión y lucidez que rebosa Manuel Baldiz en su mensaje sobre "Si un árbol cae". "Un libro necesario", sin duda.
3) Hay materia para un extraordinario cuento en la visita al Refugio después de tu lectura.

Tomo nota de las fechas en que se repetirá tu lectura. Todo es posible en Granada hasta que las piedras y algún que otro A. lloren.
A.G.

Belnu dijo...

A.G.: La verdad es que ese entusiasmo de V. anima mucho, sobre todo siendo ella quien es, con ese background y cultura escénica, psicoanalítica, fashion y mundana además de sinopoética. Y en cuanto a Manuel Baldiz, es verdad que los psicoanalistas son buenos lectores, pero además él añade a su escucha una trayectoria vital llena de cultura musical y de inquietudes nunca abandonadas, a mí me hace mucha ilusión que ellos dos me lean.

Belnu dijo...

Ah, sigo, A.G., me encantaría verte prodigiosamente en una de esas lecturas, aunque no sé si flaquearía...

Vicent Llémena i Jambet dijo...

La verdad es que ciertamente la guerra entra dentro del ser humano mediante su lenguaje, la codificación del lenguaje humano lo hace capaz de lo mejor y de lo peor, yo tengo en mente la división entre el ethos y el logos, lo individual y lo colectivo y no dejarse llevar por la ilusión de dar forma a lo colectivo, es mi meta, pero es una gran contradicción, todo hay que decirlo, pues vivimmos en sociedades, la maldad seguro, no está fuera de nosotros, mira yo ahora escucho el adagietto de Malher y escribo esto con placer, quizá esté por ahí, por abrir un poco el lenguaje y pensar y crear otro nuevo abanico de lo que se puede y no puede decir y enmarcarlo con el superyó, quizá así pudiésemos parar la guerra, aunque sí, estoy contigo en que recordar es muy subversivo.
Tu artículo me lo ha recomendado tu prima y también el comentario de este psicoanalista, he ido rápidamente a tu blog y aquí estoy, disculpa que te tutee pero ya tengo una edad que sólo digo de usted a los ancianos y militares claro. Un beso de un amigo.

Belnu dijo...

Gracias, Vicent, por tus reflexiones. Lo importante, para mí, es construirse una ética y actuar según ella, aunque necesitemos varios tiempos para reaccionar, aunque nos cueste, al menos tener el valor de decir, de protestar, y de intentar ser justo... Parece algo pequeño, pero es también casi subversivo, sobre todo en una sociedad como la nuestra donde la gente prefiere callarse y olvidar.

Anónimo dijo...

No creo que flaquearías. En cualquier caso también sería prodigiosamente.

A.G.

Belnu dijo...

Ja ja! Gracias, A.G., por la confianza!

Anónimo dijo...

Yo pienso que lenguaje y cultura no siempre van imperceptiblemente unidos, que a veces no son la misma cosa, visiblemente. El lenguaje es autónomo, es algo vivo. La ética si está sujeta a términos más inamovibles, con menos inercia al cambio. Pero como dices, el lenguaje es el medio por donde buscar respuestas, y poder contrastar.
También puede ser que el lenguaje se disfrace de ética, la mal utilice.
Cassases nombrando, subrayando, dando voz. Felicidades.

Belnu dijo...

Eres tú, Iluminaciones? Creo que sí. Reconozco el tono de tus reflexiones, siempre interesantes... En efecto, el lenguaje va por su cuenta, para bien y para mal; eso también sale en mi libro balcánico (Stiks, Ugresic comentan cuando el lenguaje se utiliza para discriminar o con violencia; Stiks cita a Derrida)

Anónimo dijo...

Sí, pero cuando hablaba de lenguaje me refería no como a herramienta que es, sino a que se utilice como ética, basada en la cultura. Por eso la Cultura como ética, tiene que ir disociada necesariamente del valor pobre del lenguaje.
perdona, olvidé firmar.
iluminaciones.

Adelarica dijo...

una entrada preciosa y llena de cosas; me voy a dublín a hablar de lo mismo de lo que hablas tú, de los mismos autores (méndez, rodoreda, zambrano), a un congreso sobre el exilio que se llama agonía republicana; será el primer capítulo del próximo libro, un paseo por la frontera franco-española entre nuestra guerra incivil y el horror nazi-fascista del 39. ¿me llevarás, antes de pasar por la academia, al refugio? ¿podemos hablar de todo eso con calma? Yo, que no soy republicano sino monárquico, comparto tu amor por ese mundo aparentemente perdido, que no obstante siempre estará vivo, con la vida profunda e imborrable del espíritu de personas como tú

Belnu dijo...

Qué envidia, Álvaro. Cómo me gustaría que me invitasen a hablar en Dublín. Eso es lo que yo consideraba "éxito" cuando me pidieron que lo definiera hace muchos años, ser invitada como escritora a Calcuta, a Dublín, a cualquier lugar del mundo a hablar, leer...
Claro, vayamos, ya sabes que me voy entre el 16 y el 23, y que el 28 de julio estaré de nuevo leyendo en el Refugio, y el 4 y 25 de agosto. Hablemos con calma... ¿La academia?